La tarde pronto llegará a su fin; se acerca la noche con sigilo.
El cielo que poco a poco dejaba atrás los colores cálidos de un hermoso crepúsculo, es decorado por majestuosas y doradas aves que vuelan en retorno a su hogar. Ellas avisan a quienes les ven, que es hora de regresar al propio.
Un par de jóvenes errantes las observan desde la tierra con dolor en el corazón.
La brisa otoñal mece el follaje de los altos árboles a su paso, provocando su característico susurro crujiente, y complaciendo a quien lo oiga con una sensación de paz. Tal arrullo también llega a ellos; dejaron que este fuera su consuelo mientras continuaban su camino.
No quieren pensar aún en volver. Sienten que todavía no es momento y que les falta más por descubrir. Sólo... unos días más ¿sí?
Ambos se adentran más en aquel bosque de bambúes. El mayor de los jóvenes lo explora antes del comienzo de su habitual cacería nocturna; jugando con su espada y saltando entre árboles, simulaba ser el libre viento. Al mismo tiempo, en otro extremo, el menor llega recién al lugar y comienza a buscar un sitio idóneo donde dormir cuando lo necesitase. A la vez que tanteaba el terreno, se maravilla de los paisajes que el mismo bosque le mostraba al profundizarse entre sus caminos.
Son Xiao Qingchen y Song Yewan, respectivamente.
Hábiles en la lucha y de cultivo alto, no se preocuparon demasiado por si un peligro aparecía repentinamente mientras andaban distraídos por ahí. Esta gran confianza en sí mismos era entendible: habiendo vivido sin grandes preocupaciones lejos del mundo mortal, ellos nunca se enfrentaron más que a medianas bestias o fantasmas de nivel intermedio, a quienes derrotaban con relativa facilidad ¿Siquiera en su burbuja existía algo más fuerte con lo qué pelear?
Luego de alrededor de una hora, el sol desapareció totalmente detrás de las montañas verdes.
El cielo oscuro cual tinta y salpicado de plata pronto recibió el paso de una nueva luz: una luna llena increíblemente grande ascendía para reinar sobre las miles de estrellas. Por ella, la noche pareció estar encantada, ser mágica... Si a la gente de aquel entonces le preguntases que tan preciosa fue, todos sin dudar responderían que fue la más bella que han visto; incluso después de cientos de años, la respuesta sería la misma.
Nuestros jóvenes protagonistas no son la excepción.
Embelesados por el increíble paisaje que le ofrecían las nemorosas tierras bañadas en nívea luz, no se percataban de que sus hilos rojos estaban cada vez más cerca de enlazarse para ser uno solo.
~
Un joven taoísta de túnicas negras, porte elegante y muy buen aspecto, llega después de un tiempo a un gran claro de en medio del bosque. Lleva en brazos un bulto pequeño y esponjoso que escondía adorablemente su vista entre los pliegues de la vestimenta de su salvador. Song Yewan lo había encontrado herido.
Hace poco más de un cuarto de hora, el noble cultivador se había desviado del camino al escucharlo gemir lastimosamente de dolor; siguió el llanto esperando encontrarse con una trampa tendida por algún demonio con el quien tendría que luchar, mas no resultó ser así. Al final sólo se encontró con un simple animal sin rastro alguno de poder espiritual. Era pequeño y se había lastimado, su corazón fue conmovido y quiso ayudarlo.
Cuando lo recogió, las sombras que producían los bambúes de su rededor no le permitieron conocer la ubicación exacta de la herida y menos tratarla, así que buscó justamente un lugar iluminado para poder hacerlo.
El claro hallado le parece un lugar adecuado. Es bastante limpio —exactamente a su gusto— así que lo escogió también para su descanso de más tarde.
La criatura blanca y negra reposaba ahora sobre su regazo; ya había sido atendido de manera adecuada aquel bebé panda. El joven Song estaba puliendo su espada Aoxue envuelto en silencio sereno y guardando entre sus mangas los talismanes que necesitaría durante la cacería nocturna, cuando de repente, una figura atravesó cual estrella fugaz el firmamento. Un rugido resonó por el bosque siguiendo la estrella.
Envuelto en un aura pura y brillante, otro joven cultivador, hermoso, pero vestido con túnicas claras, apareció en el lugar. Provino de quién sabe dónde, mas, por su grácil caída, pareció haber descendido de los cielos tal y como un dios que vino a ofrecer su divina gracia.
Song Yewan reaccionó inmediatamente.
En menos de un abrir y cerrar de ojos, había acomodado con cuidado detrás de él al pequeño que dormía plácido, y se levantó de su posición blandiendo su espada de manera suave, elegante y limpia. Realmente lucía como un noble y frío caballero. Todo esto fue hecho en silencio y ocultando su presencia lo más que podía entre las sombras.
Por otro lado, el de túnicas como la nieve no se percató del actuar ajeno. Estando ocupado luchando con una gran criatura de mínimo tres pisos de alto, su mente no admitía la más mínima distracción.
La batalla contra aquel pitón gigante con cabeza de tigre, no se extendió por mucho. Sólo fueron necesarios un par de minutos para que al fin lograra derrotarlo y exorcizarlo; todo fue hecho tan limpiamente que ni una gota de la negra sangre de la bestia llegó a ensuciar su persona. Su porte aún seguía dando la impresión de ser un dios descendido, sus movimientos semejantes a un copo de nieve que es llevado por la brisa.
Aún así, Song Yewan se mantuvo alerta y escondido, midiendo al otro antes de actuar. En realidad, estaba impresionado. Silenciosamente, lo alababa por tal talento demostrado y, aunque no lo quería admitir, se sentía realmente curioso de conocer el rostro de tan buen cultivador.
Xiao Qingchen por supuesto desconocía esto, por lo que aún se mantenía de espaldas limpiando su espada de la sangre que se deslizaba a lo largo de ella. No fue hasta que el bostezo de una pequeña criatura llegó hasta sus oídos, que recién reparó en la presencia de alguien más en el lugar. Agudizando sus sentidos, nota un par de respiraciones no muy lejos de donde está.
El joven Song estaba tan concentrado en intentar ver el rostro contrario, que se olvidó de seguir escondiendo su presencia. Cayendo en esto al ver que los movimientos del cultivador se detienen, retoma su posición con la espada dirigida al otro.
Ambos se prepararon mentalmente para defenderse de cualquier movimiento antes de hacer el propio.
Pasaron los segundos.
—¿Quién eres? —No se resistió a preguntar al ver la inmovilidad del que apareció repentinamente.
Xiao Qinghen suspiró aliviado para sus adentros. Bien, era una persona la que estaba detrás suyo, al menos no era alguna otra bestia. Realmente estaba agotado después de pelear con esta última.
Girando sobre sí grácilmente, Xiao Qingchen dejó de mostrar la espalda para por fin revelar por unos segundos su hermoso rostro semejante a un exquisito tallado de jade. Con el movimiento, los velos que colgaban del sombrero de bambú en su cabeza —el cual fue un obsequio de su maestra— se ondearon junto al viento, agraciando más el movimiento de la beldad que bajó de los cielos.
Song Yewan quedó aún más impresionado por el otro. Xiao Qingchen pensó rápidamente antes de hablar y decidió no mentir en su respuesta. Hubiera sido útil tal vez el cambiar su identidad a una más modesta; no obstante, su aparición definitivamente no fue una habitual y su brillante espada Mingyue no estaba oculta a la vista, por lo que ambas revelaban lo que en realidad es.
—Sólo soy un joven cultivador que pasa por la zona, daozhang, —contestó con suave voz mientras ahuecaba sus manos y saludaba con una respetuosa reverencia—. No sabía que había alguien más aquí, discúlpeme si lo incomodé de alguna forma.
La voz de quien inquirió fue grave y profunda, le hizo pensar que el dueño de tal era alguien de posiblemente veintidós años y por ello se dirigió al otro de aquella manera tan formal. Ya te imaginarás que tan grande fue su sorpresa al levantar la mirada y no encontrarse con un adulto, sino con alguien de su misma edad saliendo de su escondite y devolviéndole el saludo.
Ahora Xiao Qingchen estaba impresionado.
Aquel que surgió de entre las sombras era alto y de gran belleza. Sus rasgos son agudos y masculinos: cejas con forma de espada, ojos de fénix, nariz recta y labios finos. Su figura es esbelta pero fuerte; el color negro de sus vestimentas le otorga cierta elegancia a su porte. Notó que detrás de él, lo sigue un pequeño oso panda con una pata envuelta en vendas; tal parece que había sido cuidado por el guapo taoísta. Sintió entonces miel caer sobre su corazón al pensar que aquel chico era uno muy amable.
El joven Xiao quedó encantado con la vista; su corazón comenzó a latir rápido y sin razón en su pecho que de pronto se volvió cálido, tanto como ahora están también sus suaves mejillas. Su mente no pensaba en otro asunto más que en la imagen grabada en su memoria de este estoico chico apuntándole con su helada espada, protegiendo a un indefenso animal.
Afortunadamente, no fue el único que sufrió estos extraños síntomas. En el otro extremo, Song Yewan se sintió también débil.
Detrás de aquellos traslúcidos y delicados velos se ocultaba un bello muchacho que lo flechó inmediatamente con su suave mirada. Sus rasgos faciales eran armoniosos y suaves: cejas como laureles, brillantes ojos bajo la sombra de largas y pobladas pestañas, y no olvidarse de esos labios rosados. Además su tez era tan blanca como la porcelana. Y aunque estas características se leen más como las de una muñeca, en realidad el poseedor de estas era notablemente un hombre. Uno muy hermoso y a la vez masculino. Radiante bajo la luna, suave cual brisa; no pudo evitar que su corazón saltara ni que su mente estuviera sólo ocupada por el pequeño y lindo chico que apareció de repente en su vida, demostrando no sólo ser un delicado jade, sino un feroz guerrero.
Ambos cayeron inadvertidamente por el otro, creyendo que aquel encuentro en el claro fue casual y no planeado durante años por el Universo y los dioses.
—Me llamo Song Yewan. —Soy Xiao Qingchen.
Ante la coincidencia de presentarse al mismo tiempo, el mayor rió divertido y el menor desvió su mirada sintiéndose tímido.
Los bambúes se mecieron por el viento y sus hojas fueron llevadas por este: giraron alrededor del par silenciosamente. La luna pareció ser más grande y el claro estar más iluminado. Desde las nubes, los dioses lanzaron hermosas flores que llegaron a tierra en forma de nieve.
Sí. Este lugar donde ahora celebran su boda, fue hace mucho tiempo aquel testigo que presenció el comienzo de los cálidos sentimientos que se instalaron en sus jóvenes corazones y se imprimieron en sus almas. Esos cálidos sentimientos que únicamente consiguieron sentir por el otro.