Durante el trayecto restante la pasé descansando, Daniel me había levantado cuando al fin llegamos a nuestro destino. Nos recibió una larga fila de caravanas que también venían a vender sus mercancías aquí en Olmir al igual que Daniel pero no permanecí mucho tiempo con él cuando llegué; me había bajado del carro y hablé e intercambie un par de palabras con él.
—Espero que te vaya bien. —Me alentó. —Y no te olvides de visitarnos de vez en cuando.
Caminaba junto al carrito de Daniel mientras íbamos hablando. Con la emoción burbujeándome en la boca del estómago.
—Claro que no olvidaré visitarlos. —Contesté. —Que tengas suerte en tu trabajo.
Me despedí de él con un pequeño gesto de manos y me sumergí en la bulliciosa y animada ciudad. Recién se ponía el sol así que tenía un límite de tiempo; aparte de buscar una labor tenía que buscar un lugar en donde quedarme. Cuando caminaba llegó hasta mí los diferentes aromas que emanaba las delicias culinarias que tenían en los puestos callejeros de la zona. La luminosidad de la zona bañaba las calles que recorría llenándolos de colores alegres y llenos de vida, algunos niños correteaban por el lugar y otros tiraban de las ropas de sus padres para pedirles cosas. Mi mirada se desviaba del camino recorriendo todos los lugares posibles para no perderme detalle de nada. Mi mente estaba totalmente concentrada en la variedad de lugares que había a mí alrededor haciéndome olvidar por un segundo cual era mi objetivo principal.
Mientras caminaba distraído me tropecé con un transeúnte que iba en dirección contraria a la mía. Choqué con cierta chica de ojos distraídos y una tez morena.
—Mira por donde caminas. —Me reclamó. —Ten más cuidado.
El tropezón que me di con ella hizo que regresara a la tierra. Le lancé una mirada rápida mientras que mis ojos se tornaron un brillo vergonzoso.
—Discúlpame. —Le contesté, sobándome la zona en la que me golpeo por accidente. —Estaba distraído.
—Descuida, yo también estaba distraída. —Reconoció.
— ¿No te hiciste daño?
—Un poco. Vaya golpe nos dimos. —Dijo ella mientras dejó salir una pequeña risita de sus labios.
Ella me miró fijamente, estudiándome de pies a cabeza.
—Oye, no pareces ser de por aquí, ¿cierto?—Comentó.
—No… vengo de una pequeña aldea. —Contesté y, de igual manera, le lancé una mirada estudiosa.
—Puedo darme cuenta por la ropa que usas, está un poco desgastada y sucia. —Una media sonrisa brotó de sus comisuras.
Su comentario no me agrado en lo absoluto, de hecho, vi cierto brillo de intencionalidad en sus ojos como si no le diera mucha importancia al comentario que acaba de hacer. Me tensé un poco ante su crítica y grosera opinión sobre como vestía. Mi mirada se tornó filosa y ella se percató de eso dando un ligero paso hacia atrás.
— ¿Qué quieres decir? ¿Te molesta cómo visto?—Pregunté con cierta brusquedad reluciendo en mis ojos.
Ella vio mi molestia y hecho otro pasito hacia atrás, nerviosa.
—No, no. —Negó, haciendo un gesto con la mano. —No quise decir eso. Discúlpame.
—Como quieras. —Contesté, volviendo a mi posición de antes. No iba a dejar que el comentario de ella me dañara la primera noche de mi llegada a la ciudad.
— ¿Vienes como turista?—Preguntó, olvidándose del tema de mi ropa y dando por terminada ese asunto, como si nunca hubiera pasado.
Comenzamos a caminar juntos por un rato mientras hablábamos de cosas triviales y entre esos comentarios salió el porqué de mi presencia en esta ciudad.
—Así que buscas trabajo. —Dijo ella.
Asentí.
—Estoy buscando el gremio de la ciudad. Un amigo me comentó que tal vez allí pueda encontrar algo.
La bonita chica de ojos cafés volteó a verme por unos segundos.
—Algunos dueños suelen llevar anuncios para que los repartan a las personas que pasen por el gremio. —Comentó y sus palabras me dieron cierta alegría al cerciorarme que lo que había dicho Daniel no era mentira.
Ella desvió su mirada, colocándola en algún punto de la zona.
— ¿Puedes decirme dónde puedo encontrarlo?
Después de intercambiar palabras con ella me dirigí al gremio con las indicaciones que me había proporcionado aquella pero mientras caminaba a mi objetivo me permití desviarme un rato del trayecto principal, husmeaba en las hileras de puestos que habían en la calle, todas con objetos rarísimos que sólo eran posibles verlas en películas; cadenas con piedras extrañas y artesanías era lo que se podía ver alrededor pero mientras echaba el ojo algo llamó mi atención, habían algunas tiendas que tenían armas a la vista de la multitud. Normalmente sería ilegal en mi mundo pero aquí es algo cotidiano al parecer… luego recordé lo que me había contado Daniel; los Seirs son cazadores especializados en monstruos y bestias exóticos así que muy seguramente las ventas de estas armas van dirigidos hacia ellos.
Al fin había llegado al gremio, antes de mi llegada me había parado a ver un espectáculo callejero, si mi cerebro no hubiera recordado que tenía una tarea primordial yo seguramente me hubiera quedado a ver todo el show callejero. Al entrar al gremio me recibió una gran multitud de gente, muchos de ellos estaban equipados con grandes armas y armaduras; me sentía fuera de lugar en un sitio como ese, alguien como yo que viene de otro mundo se sentiría incómodo al estar rodeado de tantos guerreros como estos.
El gremio es realmente amplio, pisos de madera pulida y grandes muros de piedra; el lugar está estructurado por dos pisos, en el primero hay varias mesas y pizarras con algunos documentos pegados en ellas y en el segundo podía ver algunos cuartos que, probablemente, serían las oficinas administrativas del lugar.
Caminé hasta la recepción donde hay varias chicas lindas atendiendo el lugar, uniformadas con un traje azul marino y minifaldas que le llegaban a las rodillas. Una de ellas se percató de mi presencia y acudió a atenderme.
—Buenas, ¿en qué le puedo ayudar?—Dijo.
Levanté mi mano en un gesto de saludo.
—Hola, alguien me dijo que aquí podía encontrar un trabajo.
— ¿Un trabajo?—Preguntó ladeando la cabeza.
—Sí… algunos dejan anuncios de que se necesita personal, ¿no? Es lo que me dijeron.
Los ojos de la joven brillaron, entendiendo mi comentario.
— ¡Oh claro! Aquí tenemos algunos avisos de trabajo. Ahora les traigo algunos.
La chica se marchó en busca de los avisos, por mi parte, me quedé viendo detenidamente los equipos de algunas personas que transitaban por el lugar; grandes espadas, escudos, lanzas y robustas y brillantes armaduras. Por su puesto los que portaban este tipo de equipo eran hombres muy corpulentos y robustos, además de poseer gran estatura. Si yo intentara cargar con alguna pieza de esas armaduras seguramente no podría ni levantarlas del suelo.
Un par de minutos después la recepcionista había llegado con un puñado de avisos en su mano.
—Aquí tiene—Dijo, dejando los papeles en el mostrador. —Puede tomarse el tiempo de leerlos si las lleva a esas mesas.
—Gracias por la ayuda—Tomé los papeles que ella me entrego y me dirigí a la mesa más cercana para echarles el ojo.
Llevé mi trasero a la silla y puse los papeles en la mesa para comenzar con mi lectura, hay muchas propuestas y todas parecen interesantes pero tengo un gran problema; no sé cuál es el sueldo mínimo en este mundo, y ni siquiera sé cuál trabajo escoger. Mi única labor cuando estaba en mi mundo fue ser un obrero portuario, era un trabajo de mierda y la paga era realmente miserable pero aquí… no estoy seguro, posiblemente puedan estafarme y pagarme mucho menos de lo que debería cobrar. No conozco las leyes de este mundo.
Ahora que lo pienso, ¿por qué? ¿Por qué estoy aquí?
¿Por qué me encuentro en este lugar? Debería estar muerto. No debería estar aquí, no pertenezco a este lugar, además… ¿por qué hago todo esto? Podría quitarme la vida otra vez y estar en paz pero, sin embargo, estoy tratando de reivindicar mis errores, tal vez.
Pausé un rato mi búsqueda y me centre en otra cosa: el porqué de mi presencia aquí.
No tengo un sueño, o tal vez no me paré a pensarlo detenidamente. En vida tuve un trabajo de mierda, algunas veces anhelaba la vida de las personas ricas, no tienen preocupaciones ya que su vida va sobre ruedas; con el dinero que tienen no le hará falta nada. Quizás… pueda tener una vida similar en este mundo, tener una vida tranquila sin tener que preocuparme de nada ni de nadie, vivir apartado de todo y morir tranquilamente.
Mientras me planteaba mis objetivos mis ojos automáticamente se dirigieron hacia un anuncio, me quedé mirándolo; pensativo.
Bien, ya lo tengo decidido. Tendré una vida como la que siempre quise: tendré mucho dinero y viviré mis últimos días sin preocupación alguna, posiblemente sea una excusa que encontré al no tener motivos de estar aquí pero al menos esa excusa me da el motivo que necesito.
Me devolví a la recepción cuando tomé mi decisión, aunque sea una excusa me es suficiente motivo como para seguir en este mundo y no cometer la misma tontería que hice en vida. Esperé un par de minutos ya que la chica con la que hablé estaba atendiendo a alguien. Mientras esperaba mis ojos recorrían las estructuras del gremio que, ya casi estaba vacío, ya es de noche y para que el gremio quedara casi vacío sólo significaba que ya era muy tarde. No tengo a disposición un reloj para saber la hora y eso es un problema.
Analizando un poco más me doy cuenta de que todos los guerreros que están aquí en realidad son Seirs… humanos con poderes y habilidades sobrenaturales, si todos ellos están aquí significa que trabajan como cazadores, según recuerdo de lo que me contó Daniel de camino hacia aquí; ellos cazan monstruos para después vender las partes valiosas y que también aceptan misiones. ¿Entonces, ellos trabajan aquí? Me pregunto si sólo se necesita ser un Seir para poder unirse.
—Señor…
¿Tal vez necesiten un permiso?
—Disculpe…
¿Qué tipo de habilidades tendrán? Realmente no sé nada.
— ¡Disculpe, señor!
Un pequeño grito me hizo poner los pies en la tierra. La recepcionista estaba llamando mi atención al ver que yo estaba perdido en las nubes.
— ¿Eh? ¿Sí? Dígame.
— ¿Ya terminó de checar las ofertas de trabajo?—Preguntó ella.
—Sí, justo venía a devolverles los papeles—Respondí, dejando los papeles en el mostrador.
— ¿Logró encontrar algo de su agrado?
—Sí. Ahora iré a buscar el restaurante.
Un brillo de felicidad inundó los ojos de la joven, estaba entusiasmada al saber que pude encontrar algo, ahora sólo falta que me acepten. Todo depende de ello, sino entonces tendré que buscar otro.
—Me alegro mucho, espero que tenga suerte, señor—Dijo con una cálida sonrisa.
—Gracias—Respondí con el mismo gesto—Ya me voy.
—De acuerdo, cuídese.
Con todo listo me dirigí al dichoso restaurante, no necesité una dirección porque ya viene escrita en el anuncio y también hay un pequeño mapa para guiarse. Que suerte.
Como imaginé, es tarde y no hay muchos transeúntes por las calles, la energía que desprendía este lugar cuando llegué se habían esfumado y ahora es un poco penumbroso. Antes de ir al restaurante hice una pequeña parada en una tienda de baratijas para comprar un pequeño reloj de bolsillo. Me costó 20 monedas de plata, tiene un diseño sencillo, obviamente no pediré algo caro porque no tengo dinero y aunque lo tuviera no gastaría millones en algo tan simple como un reloj, al contrario de la gente rica ellos compran cualquier cosa bañada en oro y joyas; cosas tan simples como un reloj hasta algo tan estúpido como papeles de baño hecho de oro.
Los faroles alumbran las casi sombrías calles de esta ciudad y los puestos y locales de comidas ya están cerrados y los pocos que están abiertos ya no tienen comida. Maldición, me estoy muriendo de hambre; si ese restaurante al que voy está cerrado tendré que soportar esto hasta mañana. Pero no sería la primera vez que me muero de hambre así que puedo con esto.
Me guie gracias a las indicaciones de los letreros de las avenidas y pude llegar sin problemas al restaurante que está ubicado cerca de una torre de reloj que, dicho sea de paso, indica las 10:33 de la noche. Para mi gran suerte aún habían luces encendidas y eso significa que todavía no cierran, ojalá y tengan comida que les haya sobrado; al acercarme poco a poco un melodía llegaba a mis oídos, dicho sonido lo producía un piano y la persona que lo tocaba parecía ser un completo profesional, a mi parecer claro porque no conozco de este tipo de música.
Al estar cara a cara a la ventanilla pude distinguir una silueta de una mujer de hermoso cabello largo que estaba tocando el piano, ella no se percató de mí y siguió tocando; por mi parte, yo seguí escuchando las bellas entonaciones que creaba con el piano. Ella terminó de tocar y al voltear pudo captar la silueta de un hombre con cara de estúpido mirándola; era yo.
—Disculpe, ¿necesita algo?
Era una belleza de pelo negro, labios delgados rosa como una flor y ojos del color del mar y, para mi sorpresa, no sólo es hermosa sino que también tiene un cuerpo envidiable para otras mujeres.
Me quedé durante algunos segundos viéndola pero recordé que venía a buscar trabajo, no a deleitarme con la belleza de las mujeres.
Aclaré mi garganta y comencé a hablar.
—Hola… este, vengo por el anuncio—Saqué de mis bolsillos el papel que llevaba—Buscan personal, ¿no?—Pregunté.
—Claro, estamos buscando personal pero tienes que hablar con el jefe a cargo—Dijo ella, dirigiéndose a la ventanilla—El jefe está en la cocina, ¿quieres hablar con él?
—Claro, no hay problema.
Ella abrió la puerta principal y me dejó pasar al establecimiento, al entrar recorrí la mirada por todo el lugar. A simple vista puede decirse que es un lugar acogedor, el lugar tiene varias lámparas puestas en el techo, adornos de madera como espadas y escudos. Mesas de madera oscura cubiertas con manteles blancos.
—Toma asiento—Indicó. —Voy a llamarlo.
—Espere—La detuve antes de que se fuera para hacerle una pregunta de suma importancia.
— ¿Sí?
— ¿Aún tienen comida?
Ella ladeó la cabeza y puso su dedo en su barbilla, tratando de recordar si aún tenían algo de comida.
—Creo que sí, déjeme preguntarle al jefe. Ya regreso—Dijo ella y desapareció por la puerta del fondo. Seguramente allí se encuentra las cocinas.
Me quedé esperando un rato, sentado y observando más a fondo el lugar. Antes de entrar había un letrero en la parte superior de la puerta que ponía el nombre del restaurante. Se llama "BELTARE RESTAURANT", un nombre peculiar. En la entrada había otro letrero que decía que el restaurante estaba cerrado, tal vez estaban limpiando el sitio antes de irse. Suerte la mía que llegué antes de que terminaran.
Al fondo puedo ver una especie de salón donde estaba el piano. Es la primera vez que veo uno en directo, sólo lo veía en algunas revistas que la gente tiraba a la basura. Es más hermoso de lo que se ve en revistas. Quizás necesitan algún camarero ya que ella se encarga del show del restaurante, si me llegaran a contratar entonces ese sería mi trabajo. Algo simple y que no requiere de mucho esfuerzo, es bueno para comenzar a ganarme el pan en este mundo.
Escuché la manija de la puerta y apareció la bella mujer acompañada de un hombre de cabello castaño oscuro y una gruesa barba.
—Disculpa la demora, no teníamos mucho así que le traje esto—Dijo ella dejando un plato de comida y un vaso de agua en la mesa. —Él es el jefe, Eugine.
—Hola—Saludé poniéndome de pie y agachando un poco la cabeza. —Mucho gusto, me llamo Ethan—Caminé hacia él y extendí mi mano.
—Igualmente, no necesitas ser muy cortes—Él contestó el saludo con el mismo gesto. —Y bien, dime, ¿por qué estás aquí?
Me enderece y hablé de manera un poco más casual.
—Vengo por el anuncio que había en el gremio de la ciudad.
— ¿Buscas trabajo, no? Háblame un poco de ti.
—Está bien…—Mi primer obstáculo apareció, tengo que invitarme una vida que sea del agrado de Eugene para que logre contratarme. —Soy de un pequeño pueblo no muy lejos de esta ciudad, vivía con mi padre y con mi hermano pero salí en busca de mejores oportunidades.
Una mentira simple pero eficaz, aunque diría que es una verdad a medias. Sí vengo de un pueblo y antes vivía de cierta manera con el viejo Rob y Martin. Los considero mi familia.
Eugene abrió un poco los ojos y alzó una ceja preguntándose si todo lo que dije es verdad.
— ¿Cómo se llama el pueblo del que vienes?
Oh, mierda. No recuerdo si la aldea de Niki tiene nombre o siquiera me dijeron como se llamaba. Joder, ¡vamos piensa en algo!
—Bueno…—Desvié la mirada en algún punto del lugar con la esperanza de que a mi cerebro se le ocurra algo. —Vengo de New York—Tuve que decirle un lugar de mi mundo.
— ¿New York? —Eugene ladeó la cabeza y me miró con sospecha. Temía de que toda mi mentira se viniera abajo por no saber el nombre de la aldea de Niki, saberlo que hubiera salvado.
Puse mi mirada sobre él, mis ojos no se movieron ni un centímetro; tenía que parecer seguro de lo que dijera y esta era una buena forma de hacerlo, permanecer tranquilo.
—No me suena ese tal New York.
Era de esperarse, estoy acabado.
—Bueno, no salgo mucho de la ciudad así que no conozco demasiados lugares.
—Pero por lo que me dices, saliste de tu hogar en busca de mejores oportunidades, ¿no? Acaso el trabajo que tenías allá no era suficiente. ¿Trabajabas en algo?
—Era… era agricultor pero quería algo más, algo que me garantice una vida tranquila sin tener que preocuparme de nada más. El trabajo que hacía era muy duro y lamentablemente no generábamos buen dinero.
—Ya veo—Dijo Eugene mientras se cruzaba de brazos. Tuve suerte de que se creyera esta falsa historia. —Bueno, no me pareces un mal chico después de todo. Está bien, te pondré a prueba una semana para ver si eres apto.
—De acuerdo y, con respecto al salario…—Dije con un poco de inquietud.
—Eso podemos hablarlo cuando hayas pasado la prueba.
—Claro, no hay problema.
Entre charla mi estómago comenzó a rugir y eso fue algo penoso.
—Ethan, tu comida se enfriará—Habló la mujer.
—Por cierto, ella se llama Eléonore—Añadió Eugene. —Es la encargada de atender a los clientes y de dar un show musical cuando se requiera.
—Ya veo. Un gusto.
—Igualmente, Ethan—Dijo ella esbozando una sonrisa.
Después de charlas ambos regresaron al trabajo que estaban haciendo antes de que yo llegara. Al terminar de comer Eléonore recogió los platos y los llevó al lavadero. Caminé a su lado para acompañarla y de paso para conocer la cocina del restaurante.
—Disculpa—Mientras caminábamos la volteé a ver. — ¿Sabes de algún lugar donde pueda quedarme esta noche? El más barato de la ciudad.
Ella me devolvió la mirada y sus ojos miraron en algún punto del techo.
—Hmmm, la verdad no sé cuál es el más barato. Puedes preguntarle a Eugene.
—De acuerdo y, por cierto.
— ¿Sí?
Llegamos a la cocina y Eléonore colocó los platos en el lavadero.
— ¿Cuál es el horario de trabajo?—Mi pregunta hizo que ella volteara a verme con una expresión de sorpresa.
— ¿Eugene no te lo dijo?—Preguntó mientras habría el fregadero.
—No—Fue lo único que respondí.
—Qué despistado es—Dijo, quejándose de lo distraído que fue Eugene al no decirme los horarios que manejan. —Comenzamos desde las 09:00 am y cerramos a las 09:00 pm—Indicó ella.
Todo casi todo un día de trabajo, será algo duro de llevar pero puedo con esto.
—Los viernes son días de limpieza—Añadió. —Tuviste suerte de encontrarnos aquí.
—Ya veo, ¿los fines de semanas tienen el mismo horario?—Pregunté mientras agarraba un trapo y la ayudaba a secar los platos que había lavado.
—Sí, los fines de semana trabajamos igual. —Contestó mientras cogía una toalla para sacarse las manos.
Mierda, la jornada se ve algo dura y no pensé que tendría que laborar mucho tiempo. Ojalá y la paga valga la pena.
Una vez despejadas mis dudas cambié de tema para seguir la conversación que estábamos teniendo.
—Por cierto, ¿dónde está Eugene?—Pregunté mientras movía mi cabeza de izquierda a derecha, buscándolo.
—Él está afuera fumando un rato—Contestó, soltando un suspiro de cansancio. —Estoy agotada, ya vamos a cerrar el local. Salgamos.
—Está bien.
En la puerta se encontraba Eugine con un cigarrillo en sus manos, me acerqué a él para preguntarle si conocía un lugar en el cual quedarme un tiempo.
— ¿Ya acabaron?—Preguntó.
—Sí—Contestó Eléonore. —Ya terminé de lavar los platos y de guardarlos.
—Bien.
—Eugene—Comencé a hablar.
— ¿Sí?
— ¿Conoces un lugar donde pueda quedarme y que sea muy barato? El más económico que conozcas.
— ¿Un lugar para quedarte?—Preguntó ladeando la cabeza y exhalando humo de su boca. —Sí conozco uno. Está en el distrito de Ormalia no muy lejos de aquí aunque el dueño es un poco cascarrabias.
— ¿Me dices cómo llegar?
Tras decirme la dirección me dirigí hacia allá, con el estómago lleno y con un trabajo casi conseguido comienza mis primeros días en este mundo para lograr la vida pacífica y sin preocupaciones que deseo.
Ahora que es más tarde las calles están vacías y llena de un poco de neblina, el viento sopla un aire frío y sólo puedo escuchar las hojas que viajan junto a esta fría brisa nocturna.
Al llegar al distrito de Ormalia pasé por las enormes puertas dobles de madera, había dos guardias custodiando las puertas, me detuvieron para preguntarme quién era y porque deambulaba a altas hora de la noche. Les expliqué los motivos de vagar a estas horas y me dejaron pasar sin mayores problemas. Al cruzar por las calles del distrito oía los maullidos de los gatos y ladridos de perros que había en la zona, es un escenario algo siniestro. Mientras caminaba saqué mi reloj y chequé la hora, son 12:45 am, es muy tarde; demoré demasiado en el restaurante y tengo que levantarme temprano para salir a trabajar.
Llegué a la posada… o al menos eso parece, está demasiado descuidado; casi parece un lugar abandonado si no fuera por las pocas luces encendidas que se ven en algunas habitaciones. Al entrar vi a un anciano de muy mal aspecto, calvo y con varias arrugas en su cara y está sentado en una silla mecedora que chirriaba con cada movimiento,
—Buenas noches. Vengo para alquilar un piso—Saludé con cierta inquietud. — ¿Puede darme la habitación más económica?
—50 monedas de oro al mes—Contestó él. Al hablar pude percibir sus dientes podridos y amarillentos, algo asqueroso.
50 monedas de oro, eso cuesta. Es demasiado para un lugar en ruinas como éste y por lo que me dijo Eugene no sabré de cuánto será mi paga hasta pasar mi prueba de una semana. No sé cuánto se necesita para comer al mes ni cuánto cuesta la comida en esta ciudad. Estoy en un grave aprieto si no aprendo a usar la moneda de este mundo. Aunque se rigen por un sistema monetario sencillo tengo que aprender a administrarlo.
—Aquí tiene—Dejé el dinero en el mostrador de madera hueca que tenía el establecimiento.
El anciano se paró de su silla y caminó atrás donde había un tablero con algunas llaves en él, volteó a verme y me dio una de esas llaves.
—Sube las escaleras el segundo piso, al fondo a la izquierda—Indicó.
—Gracias.
Subí por las escaleras y fui a la puerta que me indicó ese anciano, y al entrar no pude ver algo más asqueroso como mi nueva habitación de mierda. Las paredes están agrietadas, una cama que parece de todo menos una cama y una pequeña mesa que es comida de termitas. Además que es demasiado pequeña, es más una bodega que una habitación.
Demasiadas monedas por este asqueroso lugar, Félix me dio un saquito de dinero que contenía 70 de monedas de oro; gasté 20 de plata en este reloj y ahora 50 de oro por esta celda de habitación. Al comprar el reloj el dueño me dio un cambio de 80 monedas de plata, de esa manera me percaté que una moneda de oro equivale a 100 de plata y lo más probable es que 100 de cobre equivalgan a 1 de plata… no soy muy bueno en matemáticas. Lo único que sé de esa asignatura son las pequeñas clases que me daba Martin cuando hablábamos en el puerto, para concluir; me quedan 19 de oro con 80 de plata. Tengo un gran problema, un grandísimo problema, ¿ese anciano no me estafó? Si el restaurante no me paga lo necesario me moriré de hambre, no tengo casi nada de dinero.
Me recosté en la cama con todos esos pensamientos repitiéndose en mi cabeza, tardé en conciliar el sueño al estar tan preocupado de que me faltase el dinero para sobrevivir. Al final intenté olvidarme de esto por hoy e inmediatamente me concentré en dormir para no llegar tarde el primer día de trabajo. Ya solucionaré el problema de dinero después.