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Chapter 7 - Capítulo 7 | Conociendo Lugares.

El sol sale por la mañana y su luz amarilla se cuela por la ventana de mi habitación, abro los ojos y lo primero que veo es un techo opaco y agrietado; un techo que tendré que acostumbrarme a ver.

La intensa luminosidad de la estrella ciega mis ojos momentáneamente haciendo que tenga que parpadear un par de veces para acostumbrarme a la luz, en esta habitación hace un calor de infierno y para evitar freírme vivo ayer dormí desnudo, sí; me acosté en pelotas para soportar esta calor y más que todo para no mojar mi ropa de sudor ya que es la única que tengo, de momento.

Me estiro para eliminar la pereza y el sueño que aún carga mi cuerpo, me dirijo a la mesa para recoger mi ropa para vestirme y empezar un nuevo día de trabajo; ayer en el restaurante no la pasé tan mal, comí de forma exquisita y sin tener que pagar un centavo, o bueno, cobres en este caso. Además de escuchar a Eléonore tocar el piano, es un gran trabajo sin lugar a dudas pero la parte negativa sería que es muy difícil tener un ritmo constante a la hora de atender a la clientela pero es más una excusa para buscarle algo negativo al trabajar ahí.

Bajo por las escaleras para encontrarme nuevamente con la cara amargada del dueño de esta cueva pero al pasar a su lado él ignora mi presencia, como si no existiera, como si fuera una simple mosca revoloteando por ahí pero es algo que me importa un bledo. Si él no me da problemas entonces yo no se los daré a él; respeta para que te respeten. Así de simple.

Camino por las calles del distrito en dirección a la tienda de frutas para comprar otro par de manzanas como desayuno, quizás en algún momento compre otra cosa para degustar porque no soy tan fanático de las frutas, prefiero las carnes al vapor, carne frita; pollo asado. La comida chatarra en general pero bendito sea mi sistema digestivo porque hasta ahora sigo manteniendo mi atlética figura sin importar cuanta grasa ingiera.

Al salir a la avenida principal vuelvo a ver a los seres humanos con poderes mágicos llamados Seirs, modelando sus grandes, pesadas y acorazadas armaduras y armas que seguramente cuestan una fortuna y yo aquí con una ropa que no he lavado en días, mierda.

Aunque no todos portan armaduras tan… llamativas se podría decir, ya que algunos visten un traje de cuero con algunas que otras placas en ellos para protegerlos de ataques graves; eso es en el caso de las hombres porque en las mujeres es otra cosa. Ellas suelen vestir cosas simples y sin exagerar demasiado en cargar varias placas de hierro como protección, de vez en cuando suelo dirigir las pupilas de mis ojos a aquellas mujeres que no van muy tapadas y, con eso me refiero a que llevan puesto unos tops que recalcan muy bien el tamaño de su parachoques; algunos son medianos, pequeños y otros son dos grandes melones. Al andar vestidas de ese modo intuyo que son Seirs pero ¿cómo harán para luchar con ese par de amigas rebotando a cada rato? En mi antigua vida gastaba algo de dinero en divertirme con algunas mujeres, me he acostado con demasiadas y todas tienen algo que resaltar, me pregunto si en esta ciudad habrá unos burdeles para divertirme un rato…

¡No, no tengo tiempo para pensar en eso ahora! Tengo que resolver mi situación monetaria antes de volver a divertirme así; estoy seguro que algún día volveré a mi época de gloria pero ahora hay cosas más importantes que hacer, las mujeres pueden esperar.

Al llegar al restaurante me encontré con Eléonore arreglando las mesas, sí que es dedicada a su trabajo; realmente es una mujer admirable.

—Buenos días, Eléonore—La saludé mientras pasaba por la puerta.

—Hola, buenos días, Ethan—Me respondió el saludo con la usual sonrisa cálida que desprende su bello rostro. Al parecer ya se encuentra mejor de nuestra conversación de ayer, temía que aún estuviera mal porque sería incómodo hablar con ella.

— ¿Aún no llega Eugene?

—En cualquier momento llegará. Oye ¿puedo preguntarte algo?—Dijo ella acercándose a mí y alzando su barbilla para que nuestras mirada se toparan.

— ¿Sí? ¿Qué necesitas?—Pregunté con una suave sonrisa.

—Si no te importa, ¿podrías llamar Ellie?

— ¿Ellie?—Ladeo la cabeza ante su respuesta. — ¿Por qué?

—Mi madre tenía la costumbre de llamarme así—Dijo y sus mejillas se tornaron de un tono rosa. —Es sólo para que no tengas que pronunciar mi nombre completo, es algo largo.

—Ya veo, está bien, te llamaré Ellie a partir de ahora.

—Gracias—Dijo y esbozó una sonrisa tierna e infantil.

Pensaba que ella era una mujer madura y centrada pero tiene algo infantil en su interior, eso es algo lindo de su parte. Realmente es una lástima que las peores cosas le sucedan a un ser humano tan maravilloso como ella, y no lo digo por ser mujer; también hay hombres que son realmente dignos de admirar y son un gran ejemplo a seguir pero poco a poco se van extinguiendo gracias a la sociedad corrupta y cerrada que cada vez va ganando más y más terreno.

—Oye… Ellie—De pronto recordé algo de suma importancia mientras la ayudaba a arreglar las mesas.

— ¿Sí?

— ¿Puedes darme un poco de tu colonia de flores?

Al escuchar nuevamente el favor que le pedí ayer ella comienza a mirarme en un tono burlón y curiosa a la vez.

— ¿Te gustó mi colonia? A que huele bien, ¿verdad?

Siendo honesto sí, si me gustó pero te la pido sólo para no oler mal en el trabajo. Llevo días sin bañarme, mierda.

—Digamos que sí…—Le respondo desviando la mirada.

Ella suelta una pequeña risita y se dirige a su bolso para darme la colonia.

—Ten—Dijo.

—Gracias, ahora te la doy.

Ya con la colonia en mano fui a la pequeña habitación de descanso que se encuentra detrás de la cocina para coger mi uniforme que está guardado en un armario de uso exclusivo para empleados.

—Avísame para comprarte una si quieres—Dijo ella mientras cruzaba la puerta de la cocina.

—No te preocupes, no es necesario.

Al terminar de vestirme y salir del cuarto vi que Eugene ya había llegado al restaurante y estaba intercambiando palabras con Ellie. No me molesté en preguntar porque no tiene que ver conmigo, si fuera un tema relacionado con el restaurante entonces me lo dirían sin problemas. Aunque… quizás están hablando sobre despedirme, no, no lo creo porque sólo llevo un día aquí y ayer hice lo que pude; puede que me haya equivocado en un par de cosas pero nada tan grave como para que eso cause mi despido.

—Hola, muchacho—Dijo Eugene.

—Buen día—Respondí el saludo con un gesto de mano.

—Espero que estés listo para otro día de trabajo—Eugene me dio una mirada desafiante. —Lo de ayer sólo fue un paseo por el campo, prepárate para lo que viene.

—Estoy listo para lo que venga—Contesté a su desafío con determinación. Aunque lo de ayer fue realmente agotador que en verdad no me gustaría repetir.

Y con eso dicho, Eugene se dirigió a la cocina para comenzar a preparar el menú de hoy.

Ellie escuchó nuestra conversación y soltó una risita para luego confesarme lo siguiente:

—No le hagas caso, sólo tenemos esa cantidad de clientela los fines de semana ya que la mayoría de personas tienen descanso ese día. Que no te asuste.

Su comentario no me sorprendió en lo absoluto, es más que obvio que cualquier establecimiento de comida gana clientela los días en que las personas están desocupadas y Beltare Restaurant no es la excepción.

—No te preocupes, no estoy asustado—Contesté su comentario pelando los dientes en una sonrisa segura.

Y con eso dicho mi segundo día empezó, clientes venían y se iban pero era mucho más relajado en comparación de ayer; quizás porque sea domingo y las personas tengan que volver a trabajar, la verdad no lo sé pero mientras este ambiente tranquilo siga igual yo estaré contento.

Viendo el reloj que está colgado en la pared veo que ya son las 12:30 pm, sólo hay unos cuantos clientes que ya fueron atendidos y están degustando de su comida.

Ellie y yo nos sentamos en una mesa para tomar nuestro respectivo descanso.

— ¿Quieres que le pida algo a Eugene?—Preguntó ella.

Temía que hoy no pudiese saborear la comida del jefe y que hoy me moriría de hambre pero gracias a todos los dioses que no fue así.

—Hmm, quizás un pollo a la plancha y un tarro de cerveza—Contesté con el dedo puesto en mi barbilla.

—Realmente te gusta el alcohol, ¿no?—Preguntó retóricamente.

Yo me limité a responder con una sonrisa pícara, dándole a entender que su deducción era correcta. Sí, me encanta el alcohol; es el néctar de los dioses pero odio con mi alma a las personas que se dejan llevar por él y que dejan ver su verdadero yo. He visto varios casos en el que estas alimañas han armado un gran alboroto por culpa del alcohol y, aunque pusiera de excusa que la culpa fue de la bebida ellos tienen que aprender a controlarse. Incluso yo cuando era primerizo me dejaba llevar pero jamás hice algo de lo que me arrepentiría luego, nunca armé problemas cuando estaba ebrio y con el tiempo toleré mejor la bebida cosas que muchos deberían hacer pero no hacen.

Ellie regresó en un par de minutos pero me fijo que ella comerá un arroz con vegetales y para tomar un jugo de frutas, le gusta comer ligero al parecer.

—Aquí tienes—Dijo, dejando el plato en mi lado de la mesa.

—Gracias por traerme la comida—Agradecí con una leve sonrisa.

Ambos comenzamos a comer en silencio, Ellie degustaba su plato y yo el mío; este delicioso pollo a la plancha recargas mis energías y esta cerveza evapora el calor de mi cuerpo. Simplemente genial.

Mientras llevo unas cucharadas a mi boca veo de reojo a Ellie y veo que su rostro está desprendiendo un brillo alegre, no sabía que le gustara tanto el arroz con vegetales.

El tiempo siguió su curso y nosotros continuamos con nuestra jornada, había unos pocos clientes y todos ellos ya estaban atendidos así que no mucho que hacer. Me relajé un rato sentándome en una mesa de la sala que estaba al lado de las ventanas y un par de minutos después salió Eugene de la cocina empapado en sudor, ha de ser agobiante estar ahí todo el día muriéndose de calor gracias al vapor que desprenden las ollas.

—Qué cansancio—Dijo él mientras se sentaba frente a mí.

—Lo mismo digo.

Nos quedamos en silencio unos instantes viendo a las personas pasar a las afueras del restaurante.

— ¿Y Ellie?—Pregunté luego de un tiempo.

— ¿Ellie?—Ladeó la cabeza. — ¿Te refieres a Eléonore? Está en la cocina. Ella me dijo que terminaría de lavar los platos que quedan.

—Ya veo—Dije.

— ¿Por qué la llamas de esa forma?—Preguntó enarcando una ceja.

—Ella me dijo que la llamara así esta mañana.

— ¿Se han vuelto muy amigos en poco tiempo, no? Me alegro, ella no tiene muchos amigos aparte de ti y de Ria.

— ¿Ria?—Pregunte con interés.

—Sí, es una Seir que ha sido amiga de Eléonore desde hace años.

— ¿Ella no es muy sociable o algo así?—Quise saber.

��Es tímida y le cuesta hacer amistades por lo introvertida que es.

—Entiendo…

Mientras intercambiábamos algunas palabras Ellie salió de la cocina y se acercó a nosotros.

—Listo, terminé de lavarlos—Dijo, dirigiéndose a Eugene.

—Gracias—Contestó.

Ellie se sentó para acompañarnos en la conversación y suspiró de cansancio.

— ¿De qué hablaban?

—Nada importante—Respondí sonriéndole.

—Ethan, por cierto ¿Qué tal el lugar?—Preguntó Eugene, refiriéndose a la posada.

Su pregunta me agarró de imprevisto y desvié la mirada en algún punto del techo.

—B-bien, es un lugar acogedor—Mentí.

Él comenzó a mirarme de manera sospechosa.

—No sabía que te gustara dormir en un lugar en ruinas—Dijo.

— ¿Lugar en ruinas?—Preguntó Ellie con inquietud.

Mierda, se me olvidó que él conoce el lugar; entonces no es necesario seguir mintiendo.

—Bien… siendo sincero, ese lugar apesta.

Eugene soltó una carcajada al escuchar mi comentario.

—Sí, lo sé. Pero era el único lugar barata que conozco.

— ¿Dónde vives, Ethan?—Preguntó Ellie mirándome con una cara preocupada.

—En el distrito de Ormalia en una posada que conoce Eugene. Me quedó ahí porque es el lugar más barato que hay.

—Ya veo…—Dijo.

Bostecé un poco y me lagrimearon los ojos, estaba comenzando a darme sueño de lo cansado que estaba. Quisiera dormir en una cama cómoda y no en la mierda que está en mi habitación.

—Oye, Eugene ¿conoces al dueño o algo así?—Pregunté.

—Es un viejo conocido, es cascarrabias y de pocos amigos. Te recomiendo que no cruces muchas palabras con ese vejestorio.

—Ethan…—Intervino Ellie. —Si no te molesta, puedes quedarte en mi casa.

Su comentario me sorprendió, ella me está invitando a quedarme en su casa; que mujer tan amable pero lamentablemente no puedo hacerlo.

—Disculpa pero no puedo, ya pagué el dinero del primer mes de alquiler y no me gustaría que se eche a perder.

—Entiendo—Dijo esbozando una sonrisa de pena.

—Pero, si no te molesta puedo hacerlo cuando termine el primer mes.

Mi último comentario hizo que su cara brillara como una estrella y que sus mejillas se sonrojaran un poco.

Seguimos hablando después de eso, con algunas personas saliendo y entrando al restaurante; en nuestra charla supe un poco más de la vida de Eugene. Por lo que me dijo, este restaurante era de su padre quien murió de una enfermedad; ellos vivían al norte en otra ciudad y sus padres se conocieron allí pero las condiciones laborales no eran del todo buenas por lo que decidieron emprender un negocio aquí en Olmir y luego de que su padre muriera él se encargó de dirigir el restaurante. Su madre aún vive pero después de lo que le pasó a su esposo regresó a su antigua ciudad, Eugene la visita regularmente para hacerle compañía.

El viento sopla un aire de primavera que logra colarse en las ventanas y mi boca suelta un suspiro de calma y gozo. El ambiente se siente espectacular y la paz que se respira es inigualable, mientras disfruto de mi tranquilidad una pregunta logra meterse en mi cabeza.

—Ellie—Llamo su nombre, ella está en otro lado atendiendo a alguien.

— ¿Sí?—Pregunto mientras se acercaba.

— ¿Sabes de algún río que esté cerca de aquí?

— ¿Río?—Ladeó la cabeza. —Hay un lago a las afueras de la ciudad, como a treinta minutos.

Le pregunto esto porque no quiero seguir abusando de su amabilidad, además una simple colonia es insuficiente para estar limpio; sólo camuflas el mal olor, no lo eliminas y si sigo así entonces en algún momento mi sudor se mezclara con el olor del perfume y desprenderé un olor aún más asqueroso.

— ¿Me puedes decir cómo llegar?—Pregunté.

—Tienes que salir de Olmir y caminar al oeste.

Si lo encuentro entonces tendré otro problema solucionado, definitivamente me está yendo demasiado bien para ser verdad pero ojalá y esta racha de buena fortuna siga un poco más.

Continuamos nuestro día sin mayor problemas y luego de cerrar, cada uno se fue por su camino; excepto yo, sin pensarlo dos veces me dirigí al lago para darme un largo chapuzón. No puedo esperar a llegar.

Salí de Olmir y camino al oeste tal y como me dijo Ellie, es de noche y la brisa helada no se hace esperar y me cube con sus frías mantas, treinta minutos después al fin llego al lago y sin más demoras me desvisto y me tiro al agua.

Que bien… parece que no me doy un baño desde hace años, esto no tiene precio.

El viento sopla, los insectos cantan y las aves sobrevuelan el cielo; me acuesto sobre el agua para relajarme mientras el bosque me rodea. A pesar de parecer que estoy gozando esto, de vez en cuando sigo pensando en ellos… en el viejo Rob y en Martin. Me pregunto si aún estarán enfadados y tristes con mi decisión pero la verdad aún intento continuar mi vida, el poco tiempo que llevo ha sido suficiente como para querer seguir con mi existencia y no botarla a la basura. Este mundo es maravilloso y quisiera conocer más de él.

Salí del lago con una sonrisa de oreja a oreja, feliz de haber encontrado un lugar como este; me pongo en marcha para regresar a Ormalia para descansar y comenzar un nuevo día.