Ayer comencé el entrenamiento, aunque más que entrenamiento, era una prueba del maestro Boros, practiqué primero con una espada de madera mientras él me lanzaba piedras y, cabe recalcar que no era nada bueno. Utilizaba la espada a modo de bate de béisbol, obviamente no le agradó para nada al viejo maestro, recibí un poco de instrucción de él como de Ria pero de igual modo no dio resultado.
Pensaba que podía usar otra arma como una lanza o una daga pero al escucharme decir eso, el maestro Boros me contestó que si no aprendía a usar el arma más básica mucho menos iba a aprender a usar las otras, pensaba que me quedaría sin opción alguna; o aprendía a utilizar una espada o simplemente me jodería.
Tuve una pequeña pelea amistosa con Ria a petición del maestro, no sé qué esperaba encontrar al verme combatir contra Ria, pero él es un profesional y no voy a refutar sus enseñanzas.
Boros logró encontrar algo que yo no, y eso me lo mostrará hoy ya que me dijo que tenía una sorpresa, ¿qué clase de sorpresa? Obviamente no lo sé porque si lo supiera entonces dejaría de ser sorpresa. Pero a palabras de él, hoy comenzaba el verdadero entrenamiento.
Después de acabar el entrenamiento me di la libertad de dar un paseo por la ciudad, Ria no me acompañó ya que tenía cosas que hacer.
No hice mucho la verdad, pasé por parques, plazas y uno que otro lugar. Finalicé yendo al lago para darme una ducha y dormir para esperar el día siguiente.
Ya es de día, entre sueños comienzo a escuchar los pasos de las personas a las afueras de la posada. Los vendedores ambulantes gritas sus productos para llamar a su clientela y los carruajes comienzan a ser tirados por los caballos.
Un lindo comienzo de día, salvo porque comienzo a escuchar pasos acercándose afuera de mi habitación… ¿cómo sé que vienen para mi cuarto? Fácil, no hay muchas personas que viven en este lugar, realmente pienso que soy el único pero los pocos que residen aquí ya se marcharon, además; es de día, tengo entrenamiento dentro de poco y tengo a alguien que cumple el rol de chofer personal. Sí, ya lo adivinaron, Ria está llegando para interrumpir mi hermoso sueño.
Sé que tengo una responsabilidad pero a nadie le gusta levantarse a las 6:00 am, es un martirio.
La bella mujer guerrera comienza a tocar mi puerta
—Ethan, despierta—Dice con su dulce voz.
Ahora estoy teniendo una feroz pelea interna y pereza está ganando… Simplemente me acurrullo haciéndome bolita para no escuchar a Ria.
— ¡Deja de comportarte como un niño y sal de una vez!—Aquella mujer alza su tono de voz.
Aquella reprimenda hizo que pereza perdiera la batalla. No tuve más opción que levantarme
— ¡Ahora voy!—Me siento en el colchón y estiro mis extremidades. —Deja de hacer escándalo…
Bostezando y avanzando a paso de zombie, me acerco a la puerta para atender a la belleza escandalosa del otro lado. Es temprano pero ella lleva puesta su armadura de cuero y placas y su espada cuelga en el cinturón de su esbelta cintura, siempre está preparada, como toda una buena Seir… eso me gustaría pensar pero sólo me llevará con el maestro a entrenar, creo que no hace falta llevar semejante equipo pero bueno, uno nunca sabe lo que puede pasar.
—Buenos días—Doy un pequeño bostezo en medio de estas palabras. —Tan temprano como siempre, ¿no?
—Y tú muy holgazán como de costumbre—Ria se cruza de brazos y me da una sonrisa torcida. —Bueno, ya es hora de irnos, vámonos—Hace un gesto con su mano, indicándome que la siga.
— ¿No iremos a comer a algún lado?—Quiero revivir el manjar de esa vez, como ahora no estoy trabajando no puedo comer en el restaurante hasta que regrese Eugene, mi jefe.
—Ya desayuné—Me contesta ella en medio pasillo.
—Entiendo…
Ria comienza a ver la cara de cachorro que comienzo a poner, suspira al ver mi expresión.
—De acuerdo… te invitaré a comer, pero sólo porque sé que no tienes mucho dinero—Parece ser que la conmovió la cara que puse.
— ¡Oh, gracias!—Salgo de mi habitación y cierro la puerta, comienzo a caminar para alcanzarla y para salir del edificio. —Te prometo comprarte una funda de esos panecillos que tantos te gustan.
—Puedo comprar todos los que quiera pero gracias por la propuesta—Ria esbozó una cálida sonrisa de sus labios rosas.
Salimos de la vieja posada, como esta vez Ria me iba a invitar a comer no tuve que comprar el par de manzanas a las que estoy acostumbrado, gracias a eso puedo ahorrar un par de centavos, o cobres en esta caso.
El día está muy animado, las personas a sus respectivos trabajos, hay puestos de comida y algunas mujeres recorren las calles mientras sostienen una cesta sobre su cabeza y un dulce olor llega hasta mis fosas nasales; el inconfundible olor del pan caliente por la mañana.
Mi paladar no puede aguantar más y me acerco hasta la bella panadera para comprar algo.
—Disculpe, ¿cuánto cuesta esos panes?—Pregunto, mi llamado hace detener sus pasos.
—Buenos días—Me saluda ella, girando sobre sí mismo para atenderme. —Tengo mucha variedad de pan, ¿desea echarle un vistazo, señor?
—Claro, me encantaría—Con el rabillo del ojo puedo ver a Ria, se detuvo al percatarse que había desaparecido de su vista. Sólo está ahí, esperándome con los brazos cruzados y dándole golpecitos al piso con su pie, impaciente.
Observé una buena variedad, hasta los sencillos panes de sal hasta algunos que tienen rellenos de sabores en su interior.
Seguí husmeando y me di cuenta de que también tiene pan de chocolate, lo que daría por tener una leche chocolatada en este momento para acompañarlo con este pan.
Hey, me gusta el alcohol pero eso no quiere decir que sólo sea eso lo que tome, las bebidas dulces también me gustan, en especial la leche con chocolate.
—Ria, ¿quieres uno? Se ven ricos—Llamo su nombre y suspira de manera en la que una madre lo haría al rendirse ante una petición de su hijo.
—De acuerdo… déjame ver que tiene—Dice mientras se acerca y se inclina para ojear la cesta.
Seguimos nuestro camino un par de minutos después, yo me encargué de pagar los panes que pedimos. Esto es lo que puedo hacer ya que ella me invitará algo, hay que ser caballerosos con las damas. Cuanto tenga dinero la invitaré a ella, hay que regresar favores con favores.
Yo pedí uno de chocolate y ella pidió uno relleno de mermelada de mora, me costó 4 monedas de cobre. Suerte que traía las monedas guardadas en el bolsillo, no recuerdo desde que momento las tengo ahí pero si así no fuera entonces ella tendría que haber pagado… y sería una escena muy vergonzosa.
Luego de un tiempo llegamos a la plaza a la que fuimos ayer, fuimos al mismo restaurante. Ria pidió una taza de café y yo un pollo asado con papas fritas y una cerveza. No es malo aprovecharse de la amabilidad de la gente de vez en cuando…
— ¿Cómo puedes comer tanto?—Pregunta ella mientras le da un sorbo a su taza de café.
—Me encanta comer—Contesto mientras envuelvo un par de papas en mayonesa. —Comer es la primera cosa que me encanta.
Ella levanta una ceja. — ¿Ah sí? ¿Y qué lo segundo que te encanta?
—Dormir—Contesto sin vacilar
— ¿Y lo tercero…?
Esa última pregunta hizo que me detuviera, puedo responder tranquilamente a las dos primeras pero en la última tengo que discreto… la reacción de ella dependerá de mi respuesta.
—Bueno…—Desvió los ojos a algún lugar en específico y sonrío ligeramente. —Es complicado decirlo…
— ¿Es algo malo?
—No, no, es sólo que…
—No lo digas si no quieres.
No es que no quiera, sólo que no quiero que pienses mal de mí, eso es todo.
—Sexo—Susurro, Ria parece percatarse de que dije algo pero no logró escuchar ni una palabra.
— ¿Dijiste algo?
Ya lo diré sin ninguna vacilación, no soy un niño.
—Me gusta el sexo, esa es la tercera cosa. De hecho, a mi opinión personal, los mejores placeres de la vida son; la comida, dormir y el sexo.
—Así que comer, dormir y tener sexo…—Murmura ella, entrecerrando un poco los ojos y acomodándose elegantemente en su silla —Me parecen los placeres de un holgazán.
Me costaba decir eso último porque no todas las mujeres se lo toman bien, si escuchan decir a un hombre que le fascina el sexo lo tacharían de mujeriego, lujurioso, pervertido y un sin número de cosas más.
Y si se preguntan el por qué he puesto al sexo en el último lugar, la respuesta es simple; mi vida pasada sólo se centraban en esas tres cosas, principalmente en la tercera. Me aburría estar en casa la mayor parte del tiempo y sin hacer nada, en la televisión pasaban programas demasiado malos y sólo en los fines de semana es que podía disfrutar de ella ya que daban caricaturas, series y películas, la política y noticas del día a día me importaban un bledo.
Así que tener sexo casi a diario durante mucho tiempo… te llega a aburrir, hubo un tiempo en el que lo dejé. Pero el comer y dormir son cosas únicas, hay platillos de todos los colores y sabores y el dormir es algo totalmente placentero; en especial cuando llegas totalmente cansado a casa y lo primero que quieres hacer es dejarte caer al colchón y enrollarte entre tus suaves y tibias mantas.
—No sé porque te complicaste en decirme eso último—Dice mientras deja la taza de café vacía sobre la mesa y se cruza de brazos y piernas. — ¿Te da vergüenza?
—Claro que no, sólo que no quería que te des una mala idea de mí.
La bella mujer suelta unas pequeñas carcajadas. —Con las dos primeras cosas que me dijiste ya había pensado que eras alguien perezoso.
—Alguien perezoso no se tomaría la molestia de buscar un trabajo.
—Si todas las personas tuvieran una infinita cantidad de dinero serían holgazanes y nunca trabajarían—Refuta.
En eso tengo que darle un punto de razón, si tuviera dinero no trabajaría. Lo hago precisamente para no morirme de hambre.
—Pero también existen personas que aman lo que hacen y no esperan nada a cambio.
—Eso es cierto—Me llevo la última carne de pollo a mi boca, dejé el plato completamente limpio y si ella no estuviera seguramente lo lamería.
Mierda, parezco una persona muerta de hambre pero es que el platillo estuvo realmente delicioso.
—Cada quién tiene sus gustos, si a ti te fascinan esas tres cosas entonces está bien. Mientras no le hagas daño a nadie puedes tener los gustos que quieras—Culmina ella con eso último y levantándose de la silla para continuar con nuestro trayecto.
Otra mujer seguramente hubiera pensado un millón de cosas malas pero ella no es así, ella entiende perfectamente lo que siento, es un encanto. ¡Más mujeres así, por favor!
Me tomo la última cantidad de cerveza que queda en el jarro y me levanto de la silla para alcanzar a Ria. Fuimos a los establos para alquilar un caballo y seguir con nuestro recorrido. Las palabras del maestro comienzan repetirse en mi mente una y otra vez, me pregunto qué sorpresa me tendrá para hoy.
Cabalgamos hasta las afueras de la ciudad, el viento sopla contra mi rostro y mi cabello ondea en el aire.
Minutos después llegamos al lugar, Ria dejó al caballo amarrado a un árbol y ambos nos acercamos a la puerta. Toqué un par de veces y el maestro salió mientras sostenía una jarra de café en sus manos.
—Ya estamos aquí—Comentó Ria.
—Me alegra ver que esta vez no llegaron tarde—Ria bajó desvió la mirada, apenada por lo que pasó ayer. —Y bien, ¿estás listo?—Me preguntó el anciano retirado mientras me echaba una mirada rápida.
Asentí con la cabeza. —Supongo que sí.
Boros le dio un sorbo al café mientras cerraba por unos momentos los ojos.
—Bien, esperen un momento—Dijo después de un momento.
Boros volvió a entrar a la casa y salió segundos después con el mismo equipo de ayer, salvo por una pequeña pero gran diferencia. No tenía aquella espada de madera con él, en su lugar, llevaba algo que parece ser unos protectores de manos y guantes.
Hizo un gesto con la cabeza, indicándome que vaya al centro del lugar, retrocedí unos cuantos metros de la casa y erguí como lo haría un militar. Ria, por su parte, estaba al lado del maestro y como yo, estaba intrigada de ver ese nuevo equipo y no el anterior.
—Bien, ponte esto—Me indicó el maestro y dejó las cosas en el suelo.
Obedecí e inmediatamente me puse la armadura de madera. La espada fue reemplazada por una especie de guantes y muñequeras que cubrían casi todo mi antebrazo, curiosamente; los guantes y las muñequeras pesan… pesan un poco la verdad.
— ¿Te gusta la sorpresa?—Me preguntó él, con una sonrisa levemente torcida.
— ¿Se supone que estas cosas eran la sorpresa?—Le pregunté con curiosidad mientras aún seguía viendo estas nuevas piezas de armadura.
—Así es, eres bueno con tus manos y pies pero eres un pelele al tratarse de empuñar un arma. Imaginé que sería buena idea que usaras tus manos para defenderte y atacar.
— ¿Y por qué son algo pesadas?—Hacía círculos con mis brazos, intentando acostumbrarme a esto.
Comparado con la espada, esto es mucho más cómodo pero, mi única queja sería este peso pero nadie dijo que esto sería fácil.
Boros comenzó a rascarse la larga y blanquecina barba.
—Es para aumentar tu resistencia y velocidad, si vas a usar tus brazos para pelear entonces debes de ser ágil. También mejorarás tus reflejos.
Genial, obviando el peso de estas cosas que cubren mis manos y brazos; el peto, el codal y las rodilleras ya pesan lo suyo. Si me pusiera otra cosa ya sería imposible moverme.
—Ria, hazme un favor y trae el saco que está allá—Pidió el anciano, Ria trajo el mismo saco de ayer después de unos momentos.
Ok… creo que ya sé por dónde va el asunto.
Boros vació el contenido del saco en el suelo, tomó un par de rocas y luego volteo a verme.
—El entrenamiento será lo mismo que ayer, golpearás estas piedras con tus manos.
Ajá, ya me imaginaba que sería eso. Estas cosas pesan demasiado, con suerte logaré darle a cinco piedras antes de que se me caigan los brazos de tanto cansancio.
—Bien, comencemos–
—Disculpe—Lo interrumpí abruptamente. — ¿Cuánto tiempo me tomará?
— ¿A qué te refieres?—Pregunta Boros.
—Al entrenamiento, a eso me refiero.
—Por tu condición… realmente no lo sé. Tal vez un año, si es que te esfuerzas por aprender algo.
¿Un año? Joder…
Boros hizo un gesto con sus manos, inmediatamente me puse en guardia para empezar.
La primera piedra fue directo hacia mi cara pero la bloqueé sin problemas, las otras siguieron el trayecto de la anterior pero tampoco fue problema. Lo malo es que no llevo más de dos minutos pero ya empiezo a cansarme, Boros se percató de eso e inmediatamente cambió la trayectoria de las piedras.
Ahora van hacia mis piernas, pecho y cabeza. Con el tiempo viajan cada vez más rápido, mis brazos comienzan a fatigarse, para intentar descansarlos ahora sólo esquivo las que vienen arriba de mi pecho pero las de abajo tengo que patearlas. Con el tiempo esas cosas ya tenían una velocidad considerable, golpeé una pero otra logró colarse e impactó justo en mi abdomen lo cual me hizo caer de rodillas por unos segundos. Joder, parecen balas de goma. A pesar de ver mi reacción, Boros siguió lanzándome piedras, me reincorporé rápidamente pero la cosa se complica aún más.
Está comenzando a lanzar de dos en dos, bloqueo una pero otra logra alcanzarme y así sucesivamente, llegué a un punto en el que me cubro la cara con ambos brazos. Estas rocas que ahora parecen manchas borrosas que vienen a por mí, están golpeando el costado de mi abdomen, en mis muslos, debajo de mi rodilla, en casi todo el cuerpo.
Comencé a transpirar sudor y jadeaba de cansancio, tenía algunos rasguños pequeños en el lugar en donde impactaron las piedras. Boros detuvo por unos momentos pero no dijo nada, en su lugar puso una cara de decepción al verme. Dos segundos volvió con el lanzamiento pero esta vez eran grupos de tres, esta vez ya no podía hacer nada, simplemente me cubría con ambos brazos mientras cerraba los ojos y sólo soportaba el dolor.
Parpadeé un par de veces y observé el rostro del maestro… pasó de una expresión decepcionada a una de enfado. Realmente no entiendo porque está así.
—Bien, descansemos un poco—Ordenó él.
Me relajé al escuchar esas palabras, dejé caer mis hombros y respiraba hondo con cada segundo que pasaba. Eché una mirada rápida a Ria, me observaba con una expresión entre decepción y preocupación. ¿Por qué lo hace?
Volteé a ver a Boros pero observé un gran grupo de rocas dirigiéndose todas hacía mí y con gran velocidad, parecían manchas borrosas. Todas me dieron de lleno, sentí como si un grupo de mafiosos comenzaran a dispararme con sus fusiles. Estas piedras viajaron tan deprisa que no me dio tiempo alguno de reaccionar, debido a los múltiples impactos me echaron hacia atrás y caí al piso con mí espalda.
Muchas partes de mi cuerpo comenzaron a palpitar, sentía que por mis venas corría fuego envés de sangre y sentía que mis ojos comenzaban a lagrimear. Tumbado y muy adolorido, Boros se me acerca muy enfadado.
—No me hagas perder tiempo, niño. Si no te lo tomarás enserio entonces lárgate.
Su aura cambió de repente, ahora es una persona diferente.
Me puse de pie con mucha dificultad, hice un esfuerzo para no volver a caer. Intenté pronunciar unas palabras pero el sentimiento de ser apuñalado varias veces en el cuerpo me detuvo. Sentía un dolor infernal por todas mis extremidades.
—Ethan, si no tienes ganas entonces será mejor que lo dejes—Comentó Ria arrugando su frente.
—Claro…—Contesté luego de un rato. —Claro que quiero… ¿Por qué me tomaría la molesta de venir?
—Entonces, ¿por qué lo haces? ¿Por qué no obedeces al pie de la letra las instrucciones del maestro Boros?
Avanzo unos pasos hacia adelante mientras me pregunto a qué se refiere con "no seguir las instrucciones"
—No entiendo… estoy golpeando las rocas…
—Estás escondiéndote como una niñita asustada—Habla Boros, molesto.
—Es difícil protegerme de todas, vienen muy rápido y no logro verlas—Me quejo en voz alta, mi cuerpo empezaba a recuperarse.
— ¿Difícil?—El anciano frunce el ceño y alza su barbilla mientras me lanza una dura mirada. —Hasta un niño es capaz de hacer esto, si no puedes con algo tan simple significa que eres más débil que un bebé y no valdría la pena entrenarte. Sólo me haces perder tiempo.
¿Dices que hasta un niño es capaz de esto? Anciano mentiroso, un mocoso no podría hacer tal cosa. Estás loco.
Boros da la vuelta ignorándome por completo, Ria sigue mirándome y comienza a abrir ligeramente la boca para decirme algo pero al ver mi cara de frustración se abstiene de hacerlo.
—Un niño no podría hacer esto—Digo después de un momento. —Intento hacerlo pero no puedo.
—Con esa actitud no lograrás nada—Comenta Ria. —Dijiste que querías tener una nueva vida, un nuevo comienzo, ¿no es así? Pero no te esfuerzas.
Su comentario me empezó a enfurecer, no tiene motivos para decirme eso. Me estoy esforzando, estoy haciendo todo lo que puedo y ¿para ustedes no es suficiente? ¿Acaso quiere que salga allí afuera y mate a bestias a diestra y siniestra? ¿Qué de un día para otro sepa luchar?
—Hago lo que puedo—Dije con el ceño fruncido. —No me reproches nada.
—No, no lo haces—Me responde Boros mirándome por encima de su hombro. —Sólo te quedas parado ahí, recibiendo las piedras como un tonto. ¿Acaso pensaste que sería sencillo? ¿Qué saldrías de aquí con un gran poder a cazar monstruos y que la vida sería fácil?
—Lo sé—Alcé un poco la voz. —Hago lo imposible, enserio.
Todo se callaron por momentos, el viento rozaba las hojas de los árboles y algunos pájaros cantaban. Los rayos del sol chocaban contra mi rasguñado y moreteado rostro. Boros y Ria comenzaron a verse, su mirada duró unos segundos más de lo que debería. No estaban hablando pero para ellos eso no era necesario ya que entendían lo que el otro pensaba. Supongo que es gracias a los años que llevan conociéndose.
—Ria, has que experimenté la vida de un Seir—Habló Boros después de un largo rato. —Que decida él si desea o no continuar con esto.
Ella asintió con la cabeza y comenzó a acercarse a mí. Yo estaba algo jorobado y apretaba mi mano contra mi brazo, vi sus ojos y su mirada era dirigida con lástima.
Ahora la tenía enfrente, aún me seguía mirando de forma oscura. Empezaba a temer que hiciera algo contra mí porque lo que instintivamente retrocedí un par de pasos.
—Ethan, mi vida, nuestra vida no es fácil. Tendrás grandes dificultades y obstáculos en el camino pero tú sólo te lo tomas a chiste—Dijo de manera severa, tragué saliva al escucharla. —Me ofendes si crees que será sencillo, estoy muy segura de que puedes hacerlo mejor pero ni lo intentas.
—Ya te dije que–
—Tal vez tengo que hacer que experimentes un poco del dolor constante que siento al salir a trabajar—Continuó ella, ignorándome completamente. —Espero que después de esto decides si quieres continuar o no.
— ¿Qué piensas…?–
Ella me interrumpió con un golpe fuerte en el estómago, inmediatamente caí de rodillas al piso y comencé a escupir sangre. Levanté la mirada pero Ria no mostraba expresión alguna. Prosiguió a patearme en el rostro, fui lanzado por los aires e impacté contra un árbol de la zona, escuché un feo crujido cuando caí al suelo.
Solté un grito desgarrador. — ¿Qué haces? ¿Por qué me atacas?—Le pregunté desesperadamente. Escupí una bocanada de sangre.
Me puse de pie de manera titubeante, la cabeza me daba vueltas y el abdomen me ardía como olla hirviendo. Puse mis manos para apaciguar un poco el salvaje dolor, apreté la mandíbula hasta hacer daño y miré con odio a la mujer que tenía enfrente.
—Detente… por favor—Supliqué pero ella lo ignoraba.
Ella desapareció en un parpadeo y sentí algo golpeando un costado de mi cara. Rodé varias veces en la tierra, raspando mis manos y rodillas contra la dura roca. Empezaba a perder la conciencia, sólo observaba cosas borrosas a mí alrededor, una silueta estaba acercándose y desesperadamente me puse de pie y comencé a correr para ponerme a salvo. No sé porque hace esto, ¿Qué he hecho para que me atacara así?
Ayuda… va a matarme. Alguien que me ayude por favor.
Corría paso de tortuga, con los ojos llorosos y con el miedo constante. Escuchaba sus pasos acercándose a mí, mi desesperación de disparó aún más cuando sentí su respiración en mi nuca. De pronto sentí algo que me agarraba por la garganta y me apretaba fuertemente hasta casi no poder respirar. Mi boca chorreaba sangre, me dolía brutalmente el pecho, cómo si me hubieran roto las costillas.
Entre lágrimas y desesperación logré escuchar un susurro.
—Esto no es nada con lo que te encontraras ahí afuera, Ethan—A pesar de sus acciones, su voz parecía cálida y transmitía lastima hacia mí.
Eso fue lo último que escuche antes de sentir un golpe apocalíptico en mi estómago, parecía que un enorme tubo de hierro me atravesaba de lado a lado.
Me desmayé debido al shock del dolor.
Comienzo a abrir lentamente mis ojos, parpadeo un par de veces para enfocar mi vista y observo un opaco y agrietado techo en ruinas. Un techo que reconozco completamente, estaba en mi habitación. Giro mi cabeza y miro a Ria sentada al lado mío y con los brazos cruzados, el dolor abrupto que sentía había desaparecido casi por completo, sólo quedaban ecos de ellos.
Me siento en el colchón, confundido. Ria está dormida en una posición incómoda pero se mueve levemente al escucharme despertar.
Levanta lentamente sus largas y finas pestañas y voltea verme. Me sonríe de forma casual al ver mi rostro cómo si nada hubiese pasado. Mi cuerpo comienza a temblar de forma inconsciente al ver sus ojos pero me calmo al ver que no tenía ese brillo obscuro en su mirada.
¿Acaso fue un sueño? No, el dolor, la angustia y el miedo… fueron demasiado real como para que haya sido un sueño.
—Veo que despertaste—Comienza a hablar y me sonríe. — ¿Estás bien? ¿No te duele nada?
Abro mi boca para hablar pero me detengo segundos después, desvié la mirada hacia algún lugar en específico. Empezaba a temerle, no, creo que ya le temo. El lugar se tornó silencioso y tenso, tenía a la mujer que estaba a punto de matarme frente a mí.
—Perdóname—Habla ella después de un rato. Giro levemente la mirada para encontrarme con su cabeza agachada.
— ¿Por qué lo hiciste?—Pregunté, forzando a que mi voz saliera.
—Quería que supieras que se siente, que se siente salir allá afuera. Yo experimento este dolor día a día, este miedo, esta angustia—Me respondió aún con la mirada baja. —Esta vida no es maravillosa, Ethan. Todo el rato arriesgas tu vida, vives con el miedo constante, pierdes seres queridos, ves mucha sangre y muerte. Quiero que te tomes esto más enserio, el entrenamiento del maestro Boros no es nada comparado con las horribles bestias de allá afuera.
—Lo sé… pero no tenías que hacer eso.
—Tenía que hacerlo, necesitabas saber qué se siente estar cerca de la muerte—Se levantó de la vieja silla y se paró en medio de la habitación dándome la espalda. —Estoy segura de que puedes dar más de ti.
—Lo hice, di todo de mí—Me senté en un lado de la cama y le reproché sus palabras.
—Mientes, sólo te escondiste el resto de la práctica. No avanzarás si sigues así.
—Me cubrí porque no podía golpear todas las rocas que venían hacía mí—Le reproché.
— ¿Crees que el maestro se tomará la molestia de lanzártelas lo más despacio posible?
Realmente no, es obvio que ese anciano no se tomaría la molestia de tirarme una por una. Cree que puedo bloquear y atacar al mismo tiempo pero se equivoca…
— ¿Sabes cuantas piedras lograste romper? 10, y si sigues cubriéndote cuando no puedes verlas, como dices tú, entonces no superarás esa cifra.
No sabía que responderle, simplemente me quedé mirando el paisaje de edificios por mi ventana. Sé que ella tiene razón, que si sigo de esta manera entonces no superaré esa cifra pero cuando esas piedras chocan contra mi cuerpo me produce un dolor similar a las de las balas. Quiero continuar pero ese sentimiento me lo impide.
—Estoy segura de que puedes hacerlo mejor pero no lo intentas, te excusas diciendo que lo das todo pero te estás engañando. ¿Acaso te detiene el dolor que sientes cuando esas piedritas te tocan? Como dije antes: experimentarás dolores miles de veces más fuerte si decides unirte a esta vida.
Lo sé, lo sé perfectamente. Ella tiene razón, ese sentimiento de dolor me detiene. Me palpitan muchas partes del cuerpo y los rasguños me arden como si me echara cera caliente en la piel pero no es comparado con aquel suceso que tuve el primer día que vine a este lugar. Si comparo esto con el ataque de ese monstruo entonces prefiero que me golpeen mil piedras.
Quizás debería intentarlo aún más, yo mismo tomé la determinación de empezar este entrenamiento. Sabía desde un principio que no sería fácil pero me estoy estacando. ¿Qué pasó con la determinación que tenía? El maestro y Ria tienen razón de estar enfadados conmigo.
—No queremos que salga allá fuera sin estar totalmente preparado, Ethan. Ya depende de ti si quieres continuar, ¿qué decides?
¿Que qué decido? Me dije a mí mismo que sí lo haría, trabajar en el restaurante es acogedor pero no lograré lo que quiero si me quedo allí por el resto de mi vida, sentí un dolor descomunal y un miedo terrorífico cuando Ria comenzó a atacarme pero, los monstruos allí afuera son mil veces peores. Estoy escondiéndome como un bebé asustado sólo porque no soporto que esas rocas me golpeen… que patético.
—De acuerdo… me tomaré más enserio esto—Contesté y me puse de pie para luego inclinar la cabeza. —Perdón por echar a perder el primer día.
—No te preocupes, mientras lo entiendas.
El ambiente se había calmado un poco, ahora parece que todo volvió a la normalidad. Pero sé que para mí no es así, me avergoncé el día de hoy con mi actitud y eso me seguirá por un buen tiempo.
— ¿Cómo hiciste desaparecer el dolor?—Saqué esa pregunta para generar algo de conversación y calmar tensión que aún se respira.
—Fue fácil, cuando te desmayaste te di de beber una pócima de curación que cargaba conmigo. ¿Funciona bien, no?—Respondió ella casualmente.
¿Pócima? Sí… Félix también me dio de beber una cuando me encontró medio muerto en el bosque.
—Ya veo… gracias.
—No hay de qué—Comentó y avanzó hacia la puerta para marcharse. —Descansa, mañana será un día duro.
Se despidió con un gesto de mano y se retiró de la habitación.
Me quedé ahí parado por un tiempo, mentalizándome sobre lo que vendrá mañana y posterior a eso. Desde mañana actuaré de manera diferente. Esta vez tomaré más enserio la determinación que te me planteé desde el principio.