El sol vuelve a salir del mismo sitio, me despierto de la misma manera y hago mi rutina mañanera; estirar mi cuerpo para quitarme la pereza y el sueño con el que cargo. Bajo por las escaleras de madera podrida y veo la misma cara de pocos amigos del dueño del establecimiento.
Camino por las ya concurridas calles del distrito de Ormalia y paso por la esquina del puesto de frutas para desayunar el par de manzanas a las que ya estoy acostumbrado, las frutas no son de mi agrado pero al ser mi único desayuno en los pocos días que llevo aquí empiezo cogerle el gusto.
Paseo por la calle principal y observo las distintas cosas que hay sin interés alguno… o eso quisiera decir pero veo a un grupo de hombres haciendo alguna especie de patrullaje, es curioso ya que recién veo que los guardias de la ciudad haciendo su trabajo. Cargan con una armadura ligera y portan la bandera de la ciudad en el pecho.
No le di mayor importancia y continué mi camino al trabajo, al llegar me encontré con Ellie limpiando y arreglando las mesas como de costumbre.
—Buenos días—La saludé al pasar la puerta.
—Buenos días—Dijo, correspondiéndome el saludo con su cálida sonrisa.
Camino al vestidor de la cocina para ponerme el uniforme y empezar mi día; comenzando con ayudarle a Ellie arreglando las mesas. Pasan los minutos y el silencio se apodera del lugar pero no es un silencio incómodo, es uno tranquilo y gratificante. Mientras hago mi trabajo veo a Ellie de reojo haciendo el suyo, está tan hermosa como siempre y hace su trabajo con una actitud serena; sus ojos brillan con la luz del sol por la mañana y su cabellera resplandece en un negro suave.
—Oye, Ellie—Llamo su nombre para iniciar una conversación y romper el hielo.
— ¿Sí?—Contesta.
— ¿Sabes algo acerca de los guardias que anda patrullando las calles?
— ¿Guardias?—Pregunta, inclinando la cabeza. —Ahora que lo dices, escuché algo al salir de casa. Unas personas dijeron que un grupo de bandidos intentaron entrar a la casa del ministro de la ciudad.
— ¿Entrar a la casa del ministro? ¿Con qué fin?—Pregunté interesado.
—No lo sé—Contestó ella con una mueca en los labios. —No me detuve a escuchar.
—Pero ¿no es extraño? ¿Acaso la casa del ministro no debería de estar lleno de guardias?
—Tienes razón pero ellos lograron evadir la seguridad. Ahora que recuerdo, también escuché que entraron a la propiedad para investigar la biblioteca. Los estantes estaban tirados en el piso y los libros regados por doquier.
Ahora entiendo porque hay varios guardias por las calles pero, ¿porque entrar a la biblioteca? Lo más lógico sería que entraran para robarse las cosas de valor pero no hicieron eso. ¿Acaso habrá algún libro valioso allí dentro? Si se piensa de manera rápida cualquiera diría que esa es la respuesta; quisieron entrar para llevarse un libro valioso y después venderlo o pedir una recompensa pero, no me cabe en la cabeza el por qué unos simples malhechores lograron infiltrarse en una casa de alguien importante y salir sin que nadie se enterara.
Minutos después llegó Eugine y apenas puso un pie dentro del restaurante nos llamó a Eléonore y a mí a una pequeña reunión de empleados.
—Buenos días—Dijo, saludando enérgicamente. —Reúnanse los dos, tengo algo que decirles—Ordenó.
Ni corto ni perezoso capté sus indicaciones y me dirigí a una mesa en la que se había sentado y una vez allí él comenzó a hablar:
—Bien, tengo que informarles de algo—Dijo Eugene y pude notar algo de ansiedad y preocupación en su tono de voz. —Mi madre enfermó y tengo que salir de la ciudad por un tiempo.
Yo me sorprendí por la noticia pero al ver de reojo a Ellie noté que ella no reflejaba mi expresión.
—Ya veo…—Dijo ella, decaída.
—El médico que la atendió me envió una carta diciendo que su estado empeoró.
— ¿Tan grave está?—Preguntó Ellie, yo me limité a escuchar la conversación. —El otro día me comentaste sobre eso pero no esperaba que fuera tan grave.
¿El otro día, dijo? ¿Será el momento en el que los vi hablando cerca de la puerta? Quizás nadie me comentó nada porque esperaban a que su madre se recuperase.
—Ethan—El jefe llamó mi nombre y proseguí a mirarlo para prestar atención a lo que fuese que me dijera.
— ¿Sí?—Pregunté con algo de inquietud.
—Debido a que surgió este percance tendré que salir de la ciudad por lo menos una semana, así que no podrás cumplir con tus días de prueba.
—Entiendo, ¿tendrá que posponer estos días?
—No—Esa respuesta negativa hizo que se me erizara la piel por unos segundos, tal vez me despedirá, mierda y cuando ya estaba acostumbrándome al trabajo.
Tragué saliva y me tensé un poco mientras esperaba que continuara hablando.
—Te contrataré.
— ¿Eh?—Su respuesta hizo que quedara como piedra.
—Dije que te contrataré, en estos días has sido muy servicial y has hecho muy bien tu trabajo. Además se ve que Eléonore y tú son buenos amigos y no me gustaría dejar que ella sola se encargue de todo el trabajo hasta que venga otra persona a pedir el empleo. Y con respecto a tu paga, serán de unas 300 monedas de oro.
¡Me contratará! ¡Tengo trabajo! Aunque técnicamente ya estaba trabajando… ¡pero ahora es oficial! ¡Además de que la paga es buena! Debería de estar feliz pero me cuesta estarlo ya que me contrataron en una situación complicada.
— ¡Muchas gracias por contratarme!—Dije sin ocultar la alegría que sentí. —Seguiré esforzándome para no decepcionarte.
—No te preocupes, sé que trabajarás duro.
— ¿Cuánto tiempo te marcharás?—Intervino Ellie, haciendo que retomáramos el tema principal de la reunión.
—Por lo menos una semana, o tal vez más—Contestó Eugene. —Hoy trabajaremos normalmente y mañana me iré.
—Entiendo…—Dijo Ellie. —Ojalá y se mejore.
Después de que el jefe nos informara sobre su situación personal, continuamos con el trabajo como de costumbre; conmigo yendo de aquí para allá mientras cargo unos platos y Ellie haciendo lo mismo que yo.
Pasan las horas y el sol comienza a ocultarse, veo el reloj de madera de roble que está colgando de una pared e indica las 6:00 pm. El restaurante está vacío y aprovecho esta oportunidad para descansar y relajarme un poco, me siento en una mesa y apoyo mi barbilla con el codo mientras miro pasar a los peatones desinteresadamente. Observo a un grupo de Seirs caminando por la calle, por el aspecto que llevan pareciese que acaban de llegar de una guerra; algunas armaduras están algo deterioradas y otros llevan vendajes en algunas partes de su cuerpo. Es como si un tráiler les haya pasado por encima una y otra vez. Además algunas caras expresan miedo, enojo y preocupación. ¿Qué les habrá pasado?
La entrada principal resuena y veo a una bella chica entrando al restaurante luciendo un largo, ondulado y hermoso cabello rojo cobrizo y ojos color esmeralda, lleva puesto una cinta azul y un par de vinchas de adorno en el pelo. Es esbelta y sus pechos son de un tamaño decente, su armadura está hecha enteramente de cuero y pieles. Al seguir mirándola empiezo a notar algo raro en ella; aparte de que parece que haya venido con ese grupo de Seirs que pasó hace un momento ya que su armadura está rota y algunas partes del cuero que lleva puesta está rasgado, muy rasgado.
La sigo observando y veo que está moviendo su cabeza de un lado a otro como si estuviera buscando algo o a alguien; luego de un par de minutos ella se me acerca y me pregunta lo siguiente:
—Disculpa, ¿sabes dónde está Eléonore?
¿Esta chica la conoce de algún lado? ¿Una amiga íntima, tal vez?
—Ella está…—Justo antes de que terminara lo que iba a decir aparece Ellie saliendo de la cocina.
Ambas chicas se quedan paradas mirándose la una a la otra, segundos después ambas corren enérgicamente para darse un fuerte abrazo.
— ¡¡Ria!! Ha pasado tiempo, ¡me alegro de verte!—Dijo Ellie con regocijo mientras abrazaba a la pelirroja. Sus ojos deslumbraban de alegría y felicidad.
—Sólo ha pasado diez días, no es para que te pongas así — Dijo Ria intentando calmar la eufórica emoción de Ellie. —Yo igual me alegro mucho de verte, Ellie.
—Para mí ha sido mucho tiempo—Mientras las chicas se daban un caluroso abrazo de bienvenida yo sólo las observaba hasta que Ellie dejó de abrazarla para fijarse en su aspecto.
—Dios, ¿Qué te pasó?—Preguntó preocupada. —Mira como luces, ¿estás bien?—Pregunta refiriéndose a su apariencia.
Mientras ambas hablaban Eugene sale de la cocina al escuchar el pequeño escándalo que se armó en la sala del restaurante.
—Oye, ¿la conoces?—Le pregunto a Eugene mientras camina hacia a mí, ambas mujeres no parecen percatarse de nuestras presencias.
—Sí, ya te lo había contado. Es Ria, una vieja amiga de Eléonore.
Ria… me suena ese nombre de algún lado, tengo la mente nublada pero trato de despejarla para ver si la recuerdo. Segundos más tarde recordé a la susodicha Ria, Eugene me comentó que ella es una Seir y que es amiga de Ellie pero nada más que eso.
—Así que ella es Ria, es bonita—Dije mientras desviaba la mirada hacia las chicas.
—Sí, así es. Aunque es joven es una Seir muy fuerte—Dijo Eugene, elogiándola.
Mientras hablábamos un olor desagradable llegó hasta mi nariz, parecía que era el olor a carne quemada.
—Oye… ¿no te huele a algo quemándose?—Le señalé a Eugene.
Al instante él salió disparado a la cocina para ver qué era lo que estaba pasando.
Unos instantes después Ellie se acercó a mí junto con su amiga Ria.
—Ethan, ella es Ria. Es una muy buena amiga—Dijo Eléonore.
—Mucho gusto—Me saludó ella dándome la mano.
—Igualmente—Correspondo su saludo.
Mientras ella apretaba mi mano de repente noté que me estaba observando, pero no de una manera normal sino de una forma sospechosa, decidí ignorar ese gesto suyo. El tiempo voló y mi trabajo continuó su curso normalmente pero mientras atendía a las personas notaba que alguien me estaba viendo… era ella, en todo este tiempo ella se la pasó observándome y eso me incomodaba, ¿querrá algo de mí?
Luego de un duro día de trabajo al fin cerró el restaurante, todos nosotros nos quedamos dentro un tiempo más mientras comíamos algo e intercambiábamos diálogos.
— ¿Puedes decirme que fue lo que te pasó?—Pregunta Ellie. —Ahora tenemos tiempo para hablar.
—Bueno…—Ria bajó la mirada para intentar ordenar los pensamientos de su mente. Ella apretó su mandíbula y la veía tensa. —Fuimos atacados al salir de la mazmorra de Belmont.
Aquella confesión hizo que Ellie sorprendiera y llevara ambas manos hacia su boca.
— ¿Mazmorra?—Intervine preguntando un tema que me interesaba.
—Sí… bueno. Les contaré desde el principio para que sepan que fue lo que sucedió.
Al terminar de decir esas palabras agudicé mis oídos para no perderme detalle alguno sobre lo sucedido en aquella mazmorra.
—Hace diez días fui a una misión de expedición—Comenzó Ria, juntando sus manos. —Éramos un grupo de veinte personas y fuimos a la fortaleza de Belmont que está ubicada en una isla que está al sur, dentro de ella hay una mazmorra que estaba inexplorada y se decía que dentro de ella había información sobre la historia de "El Inicio de la Nueva Era"—El ambiente se tornó algo denso y aquella frase llamó mucho mi atención.
— ¿Nueva era?—Pregunté intrigado.
—Exacto, fueron los de la "Orden del dragón" quienes nos atacaron. Seguramente escucharon el rumor de que dentro de la mazmorra había algo relacionado a la leyenda y por eso fueron a investigar.
¿Leyenda? ¿Nueva Era? ¿Orden del dragón? Todo esto suena genial pero hay algo que me da mala espina.
—Atacaron al momento de vernos y perdimos a muchos de nosotros—Continuó Ria, frunciendo el ceño. —Mataron a once de nuestro grupo, el resto de nosotros al estar agotados y casi sin magia no tuvimos más opción que huir del lugar.
—Lo lamento mucho, Ria—Comentó Ellie, cabizbaja.
—No te preocupes, ya estoy un poco mejor. Al llegar a Olmir lo primero que hice fue venir aquí para visitarte y contarte lo que pasó.
Entonces el grupo que vi pasar hace un rato fueron las víctimas… sin duda fue una experiencia horrible. No me imaginaría estar en una situación similar.
— ¿Puedes contarme más?—Intervine, queriendo saber más sobre la historia de este lugar… de este mundo.
— ¿Te refieres a la leyenda?—Pregunta Ria.
—Sí—Dije asintiendo con la cabeza.
—Bueno… Hace miles de años apareció un enorme dragón que trajo consigo caos, muerte y destrucción a nuestro mundo. Cuatro héroes aparecieron para eliminarlo, son conocidos como los Seirs originales. Sellaron al monstruo en tres cristales y esparcieron esas partes por todo el mundo. Ellos, temerosos de que algo así vuelva a ocurrir se sacrificaron para entregar la esencia de su alma a nuestro mundo y así los Seirs comenzaron a caminar por la tierra. Se dice que esas partes un día volverán a unirse y aparecerá de nuevo ese monstruo legendario para destruir el mundo. Pero entre la angustia y miseria nacerá un poderoso Seir capaz de derrotar a Primordus.
— ¿Primordus?—Pregunté enarcando una ceja.
—Así lo bautizamos, significa "el que existió desde el principio"
—Ya veo—Dije. — ¿Y qué tienen que ver los de la Orden del Dragón en esto?
—Esos bastardos tienen el insano deseo de revivir a Primordus. Creen en esa estúpida leyenda a ciegas, como si ellos no fueran también humanos, piensan que la destrucción de nuestro mundo no les afectará o al menos no les importa. Son de lo peor.
Humanos a los cuales no les importa que su especie muera, eso ya lo he visto en mi mundo. Me atrevo a decir que hay millones de personas que piensan así, creen que los humanos fue lo peor que piso lo tierra, que desean que venga un asteroide y nos mate a todos y, tienen algo de razón pero con el paso del tiempo la humanidad ha cambiado para bien, eso creo. Con el mundo como va o bueno, como iba porque ya no pertenezco ahí, la humanidad de acabará extinguiendo sola si es que no encuentran otro planeta el cual destruir.
Entonces así fue como la magia y los Seirs nacieron en este mundo; la leyenda, se real o no, sin duda alguna es muy interesante pero personalmente quiero pensar que es una mentira. Vivir sabiendo que un día aparecerá un enorme monstruo que traerá consigo el jodido apocalipsis no suena nada agradable.
Escuché uno pasos que provienen de la cocina y segundos después salió Eugene cargando unos platos.
—Así que hablan sobre la leyenda de Primordus, ¿no?—Comentó Eugene mientras dejaba los platos en la mesa.
—Así es—Dijo Ellie. —Ethan estaba interesado en conocer la historia.
— ¿Acaso no la habías escuchado antes, Ethan?—Pregunta Eugene alzando una ceja. —El lugar de dónde vienes debe de estar muy lejos como para que no conozcas esta historia.
Todos me comenzaron a mirar de manera sospechosa, como si todo lo que dijese fuese mentira…
—Claro… es un lugar muy lejano así que nunca escuché de esta historia—Dije mientras desviaba la mirada en algún lugar del restaurante y forzaba una risa.
—Cierto…Ethan—Ria de repente llama mi nombre, salvándome de las miradas incómodas que me estaban acosando. —He sentido algo raro en ti desde que entré al restaurante.
Comentó algo extraño e inevitablemente mi mirada se postró en su rostro.
— ¿Algo extraño, dices?
—Sí, verás, nosotros los Seirs podemos sentir la magia, así que… me preguntaba si tú eres uno.
Todos voltearon a verme preguntándose si realmente era un Seir pero obviamente ya sabían la respuesta.
—Claro que no, soy un humano normal desde que nací—Dije.
—No cabe duda de que eres un humano normal pero mis sentidos me dicen todo lo contrario. Puedo sentir algo de magia en ti, pero es muy leve; es una energía muy pequeña. Tal vez estoy equivocada y en realidad eres un humano común y corriente.
— ¿Estás segura de lo que dices, Ria?—Le preguntó Eléonore con intriga.
—Me estoy preguntando lo mismo, siento algo dentro de él aunque sea una energía muy pequeña.
—No podemos confiarnos en tu intuición, Ria—Comentó Eugene.
Esta conversación se tornó de emocionante a extraña, de repente tengo a alguien diciendo que posiblemente sea un Seir pero que no está seguro del todo, no sé si debería confiar en lo que dice o simplemente seguir negando lo obvio, soy un humano normal.
—Sólo hay un modo de saberlo, puedo llevarte con el maestro Boros para asegurarnos—Sugirió.
— ¿Quién es él?
—Creo que escuché de él—Comentó Ellie. —Es un veterano retirado de la orden de caballería del reino de Orundya.
—Así es—Confirmó Ria, se reacomodó en su asiento y soltó un suspiro. —Si te llevo con él quizás se confirme lo que eres, Ethan.
— ¿Qué piensas sobre eso, Ethan?—Me preguntó mientras se rascaba la barba.
Si así fuera, ¿cambiará algo en mi vida si descubriera que en realidad son un Seir? Realmente me da algo de miedo responder a su petición. Me pregunto porque estoy dudando, estoy perfectamente consciente de que yo soy un humano como Eléonore y Eugene pero la seguridad con la que me hable esa chica me hace replantearme si realmente soy alguien normal.
Las miradas de todos estaban fijas en mí mientras esperaban mi respuesta, después de pensarlo detenidamente tomé una decisión.
—Claro, ¿por qué no? Visitar a alguien sería un buen cambio de rutina.
Todos aquí presentes se alegraron con mi respuesta, toca ver qué pasará cuando esté cara a cara con ese tal Boros. Las palabras que escupirá de su boca podrían significar un nuevo comienzo en mi vida.
— ¿Puedes venir ahora?
Me quedé un poco perplejo ante su pregunta.
— ¿Ahora? ¿Dices ahora?—Pregunté ladeando la cabeza.
—Sí, el maestro Boros vive en una montaña no muy lejos de aquí. Si vamos en caballo llegaremos rápido.
—No me convence—Dije mientras desviaba la mirada a algún lugar en específico.
—No te preocupes, ya descansé lo suficiente para recuperar algo de magia. Los bandidos no serán problemas—Dijo mientras colocaba su mano en su pecho. Segura de sí.
Los bandidos no me preocupan, si nos llegásemos a encontrar a un monstruo como aquella Buccella que me atacó apenas llegué a este mundo, estaríamos en problema si no tienes magia suficiente para pelear.
Me crucé de brazos y cerré mis ojos para pensar mejor en la propuesta de ir ahora a ver al maestro Boros, todos estaban fijamente en mí, especialmente Ria; a quién le brillaban los ojos esperanzada en una respuesta positiva.
—…
Las manos comenzaban a sudarme de lo nervioso que me ponían todos ellos.
—…
El silencio reemplazó al ruido y todos se acercaron un poco más a mí, se notaba que estaban ansiosos e impacientes por mi contestación.
Luego de algunos minutos de incómodo silencio había tomado mi decisión.
—Está bien, iré—Fue lo único que dije.
Todos pelaron los dientes en una sonrisa ante mi réplica.
—Me alegro de que hayas aceptado, te invitaré a comer por las molestias ocasionadas—Habló Ria mientras tomaba mis manos.
Aunque sea una Seir sus manos son delgadas y suaves pero pude sentir cierta asperidad en sus manos. Por muy delicada que se vea esta chica es una Seir con todas las letras.
Minutos más tarde cerramos el restaurante y cada uno fue por su lado como siempre, excepto yo; ahora mismo estoy caminando junto a Ria en busca de un caballo para ir a ver al maestro Boros. Acepté ir con ella ahora más que nada porque mañana no tengo trabajo y no tengo que preocuparme por madrugar para ir al restaurante y también para romper con la monotonía con la que estaba llevando mi vida. Conocer gente nueva no está mal de vez en cuando, además, yo también siendo mucha curiosidad acerca de lo que dijo Ria, podría ser un Seir y yo ni por enterado pero hay que mantener las ilusiones bajas para que la desilusión no sea tan grande.
Mientras caminamos saco mi reloj de mi bolsillo y checo la hora; son las 11:45 pm, algo tarde y no veo a muchos peatones transitar por las calles. Me pregunto cómo conseguirá un caballo a estas horas. La ciudad se cubre de una neblina densa y el frío no se hace esperar; se me erizan los vellos de la piel y empiezo a temblar, me abrazo a mí mismo y froto mis manos contra mis brazos para calentarme un poco, como quisiera tomar un tarro de cerveza para entrar en calor. Ria dijo que Boros vive en una montaña… no me apetece subir una montaña con el frío sobre mis hombros, moriré congelado si esto empeora, quizás no fue buena idea aceptar su petición.
— ¿De dónde eres?—Habló repentinamente Ria.
—De Nueva York—Contesté muy seguro.
—Jamás escuché de ese tal Nueva York, ¿es una ciudad o un pueblo?
—Es un pueblo de unos tres mil habitantes, más o menos.
Ria volteó a verme, sus ojos esmeraldas resplandecían bajo la luz tenue de la luna.
— ¿Por qué abandonaste ese lugar?
—Lo hice en busca de mejores oportunidades—Contesté mientras exhalaba un aire blanco y frío debido al clima. Metí ambas manos en mis bolsillos para intentar abrigarlas un poco.
— ¿Crees que aquí podrás obtener mejores oportunidades? Estoy segura de que vienes de una familia de granjeros así que te diré esto ahora: no esperes una vida mejor de la que tenías. Es muy difícil que gente honesta como tú consiga una vida cómoda.
Al escuchar sus palabras la miré de reojo, ella notó mi gesto y giró su rostro para evitar toparse con mis ojos.
Su comentario no me desagradó del todo, lo que dice es cierto; es muy difícil que alguien como yo tenga una vida acomodada, el estilo de vida al cual aspiro es casi imposible de lograr al paso que voy. No quería ver la realidad de las cosas porque… porque tengo miedo, ese sueño que tengo es mi único soporte para permanecer en este mundo. Sinceramente, sin esa excusa mi vida no tendría sentido en este lugar, estaría caminando vagamente; no tendría propósitos que cumplir. Y también con Martin y el viejo Rob, los utilizo como excusa para huir de mi realidad, me doy asco.
—Sí… tienes razón en lo que dices—Hablé con un tono melancólico.
—Me disculpo si te molestó lo que dije, pero quería abrirte los ojos porque pensé que tenías ideas equivocadas.
—No te preocupes, todo lo que dijiste es cierto. Es agradable el trabajo que tengo ahora pero no es suficiente, necesito algo más.
—La única manera de tener la vida que quieres es haber nacido en una familia adinerada.
— ¿Y tú?
El viento soplaba con más fuerza y el cabello de Ria se elevaba solemnemente guiado por el aire helada de esta noche. Ella levantó su mano para acomodarse algunos mechones que le tapaban el rostro.
— ¿Yo?—Repitió.
— ¿Por qué tienes esta vida?—Pregunté mientras alzaba la mirada y contemplaba la luna.
— ¿A qué te refieres?—Sus ojos se desviaron en mi dirección.
—Que seas una Seir no significa que estés obligada a tener la vida de uno.
—Digamos que lo hago por mí misma, quiero probarme, quiero ver hasta dónde puedo llegar—Contestó y su mano se postró sobre la espada que llevaba en la cintura. Apretó levemente la empuñadura del arma. — ¿Ya pensaste que harás en el caso de que seas uno?—Su pregunta me agarró de imprevisto.
Sinceramente no pensé en cómo seguir mi vida en caso de que sus suposiciones sean positivas, pero estoy seguro de que yo no pertenezco a ese linaje de humanos mágicos pero con cada paso que doy mi corazón late con más fuerza y esa seguridad que tengo está siendo reemplazada con la duda.
—No pensé en eso porque no soy un Seir.
— ¿Acaso piensas que sólo los Seirs pueden usar magia?
—Sí, ¿acaso me equivoco?—Murmuré.
—Estás completamente equivocado.
Me detuve abruptamente al escuchar esas respuestas, tengo entendido de que sólo los Seirs son seres capaces de poseer y usar la magia pero ahora resulta que no es así. Este mundo me sorprende cada vez más.
—En el camino te explicaré las cosas más a detalle, ahora apresúrate. Se hace más tarde.
Nos tardamos un poco en conseguir un caballo pero al fin comenzamos el camino hacia la montaña en donde se encuentra el maestro Boros.
El caballo corría con energía y el viento se hacía cada vez más fuerte y más helado a medida que avanzábamos, no podía evitar el temblor de mi cuerpo y con el paso del tiempo se hacía cada vez más obvio. Por mucho que mirara a Ria ella no temblaba, no sentía un mínimo de frío o al menos sabía ocultarlo muy bien. Esta mujer es sorprendente.
Como es obvio ella es quien guía al caballo mientras yo estoy atrás agarrándome de su cintura para no caer del animal. Siento su piel cálida y hago todo lo posible para no apegarme mucho a ella, no quiero incomodarla con mis acciones.
— ¿No tienes frío?—Dije con una voz fuerte, casi gritando para que ella lograra escucharme. El sonido del viento y el galopar del caballo hacían casi imposible oír algo más en los alrededores.
—Un poco, ¿y tú?—Respondió y su vista seguía en el camino.
—Mucho, ¿Cuánto falta para llegar? Me estoy congelando—Contesté alzando la voz.
—Qué nenaza, aguanta que ya falta poco.
Mierda, maldita marimacho creída. No te creas gran cosa por aguantar mejor el frío que yo.
Al escuchar su comentario hacía lo imposible para no responderle de mala manera.
—No me llames de esa manera—Le reproché. —No tolero muy bien el frío.
—No te preocupes, ya falta poco.
—Por cierto, explícame eso. Pensé que los Seirs eran los únicos capaces de usar magia.
—Es simple, los humanos también pueden con ayuda de cristales mágicos.
El aire se hacía cada vez más brusco con el paso del tiempo y minúsculas gotas de agua comenzaban a golpearme la cara; sentía un hormigueo helado en mi rostro. El horizonte de la ciudad había desaparecido a lo lejos. Alrededor no había ni un alma, empezaba a temer de que esta mujer se haya perdido, de ser así la obligaría a que durmiéramos desnudos para calentarnos. No moriría congelado por culpa de ella.
— ¿Cristales? ¿Qué quieres decir?—Pregunté alzando la mirada y colocándola en su cuello.
De repente empecé a sentir como el caballo ascendía por una pendiente, eso significa que ya estábamos subiendo a una montaña. Faltaba poco para terminar este helado viaje pero el frío aumentaba cada vez que ascendíamos. Si no entro en calor pronto me desmayaré a medio camino, mierda.
—Algunos cristales tienen magia en su interior, los humanos comunes pueden canalizar esa energía que poseen los cristales utilizando armas. Básicamente dándoles casi las mismas habilidades que tenemos nosotros—Explicó.
— ¿Casi las mismas?
—Sí, como dije. Los cristales tienen energía en su interior y si un humano llegase a superar el límite que supera su cuerpo entonces moriría. De hecho, nosotros los Seirs también necesitamos de ciertas armas para poder utilizar nuestro poder sin que éste se descontrole, si cualquiera; ya sea humano o Seir llega a sobrepasar su límite, explotaría por no poder contener tanto poder.
— ¿Acaso ustedes no deberían poder usarlo sin necesidad de esas armas?
—Ese debería de ser el caso pero es muy difícil controlarlo, las armas son necesarias para controlar la energía que tenemos. Pero los humanos tienen más límites ya que sus cuerpos no poseen las mismas capacidades físicas que nosotros, por eso no pueden utilizar cristales de harto poder.
Por breves momentos recordé la gema rubí que llevaba la espada de aquel sujeto, ¿acaso era un humano que poseía uno de esos cristales?
— ¿Y si un Seir usara un cristal?
—No es aconsejable, cada ser vivo que posee magia tiene una esencia diferente y si un Seir llegase a portar un cristal no sólo sería algo negativo para su cuerpo sino que también estaría sobrecargando su propio poder. Los Seirs que usan este método suelen poseer cristales de muy poca energía, los usan más que todo para impulsar su magia pero su funcionamiento es casi nulo por el poco poder que tienen estos cristales. Es muy extraño ver a un Seir usando este método hoy en día.
Es sorprendente, toda la explicación que me dio me ha dejado sin palabras. Así que los humanos no están vetados de tener la misma vida que ellos pero la diferencia que hay entre los cristales con el talento natural de un Seir no se puede comparar. Ahora tengo otro incentivo, si llegasen a negar mi esencia Seir entonces podría iniciar la vida de uno con la ayuda de esos cristales… aunque el cómo se consiguen es una incógnita para mí. Sin mencionar que debe de costar un dineral conseguir el equipo necesario para iniciar este trabajo. Quizás debería renunciar de una vez a esa idea.
Minutos después el caballo se había detenido en una vieja cabaña de madera, los ventanales desprendían una tenue luz indicando que había alguien adentro. Nos detuvimos cerca de la entrada y ambos nos bajamos del caballo, Ria ató al animal en un poste para que no escapara y yo me quedé esperando cerca de la puerta, moviendo mi cabeza de un lado a otro, analizando el lugar.
Ria se acercó a la entrada y dio un par de golpes de aviso.
—Maestro Boros, maestro Boros soy yo, Ria—Dijo.
Ria retrocedió unos pasos y segundos después la puerta se abrió mostrando una silueta de un hombre.
—Hola maestro—Habló la pelirroja y esbozó una sonrisa. —Hacía tiempo que no lo veía.
El hombre dio algunos pasos al frente y pude ver mejor su aspecto; una barba larga color nieve que le llega hasta el pecho y unas cejas muy gruesas que, de igual modo, tienen el mismo color nieve que su cabello, sin mencionar que no es muy alto.
—Oh, Ria—Comenzó el anciano. —Cuanto tiempo sin verte, te ves bien.
Yo seguía algo distante, observando cómo avanzaba la situación.
—Muchas gracias, maestro—Dijo ella. —Le presento a Ethan—Ria se acercó a mí y tomo mi mano para luego jalarme hacia ella. —Es alguien que conocí hoy en el trabajo de una amiga.
Boros levantó y bajó la cabeza, analizándome. Por unos instantes sus ojos grises estaban fijamente puestos en los míos, pude sentir como él reflejaba en mis pupilas. Mi cuerpo se tensó por unos instantes.
—Un gusto conocerte, Ethan—Dijo con su voz ronca. — ¿Ah qué debo el honor de tu visita?
—Bueno…
—Lo traje porque creo que él es un Seir, maestro—Añadió Ria. —Yo sentí un poder dentro de él, pero fue uno muy pequeño. Realmente no estoy segura de mi intuición y esperaba que tú pudieras confirmar mi teoría—Ria explicó la situación en la que estaba envuelto.
—Ya veo, así que—Boros se volteó a verme. —Muchacho, ¿no estás seguro de que eres un Seir?
—Así es—Asentí con la cabeza.
—Y si estás tan seguro, ¿Por qué aceptaste venir con ella?—Aquella pregunta me dejó como piedra.
—Bueno… la verdad no lo sé.
— ¿No lo sabes?
—Vine sólo para confirmar o negar lo que dijo Ria—Fue lo primero que se me ocurrió decir. —Ella estaba tan segura de lo que decía que me hizo dudar por unos momentos.
—Maestro—Interrumpió la pelirroja. —Yo lo arrastré hasta aquí, fue más que todo un capricho mío, quería estar segura de lo que sentía.
Todos nos quedamos callados tanto tiempo que pensé que ya nadie diría nada, sólo escuchaba el sonido del viento chocar contra las hojas de los árboles y el canto de algunos pájaros.
—Está bien—Habló Boros. —Yo comprobaré si lo que dijo Ria es cierto.
Acto seguido, el anciano enano se acercó a mí y puso su mano arrugada en mi pecho. Sentí algo extraño en mi interior, como una corriente de aire helado.
—Sí…—Murmuró. —Siento algo… pero es muy débil.
—Así que…—Se preguntó Ria.
—No estabas equivocada, este muchacho es sin duda alguna un Seir.
Me quedé en shock, tuve que procesar esas palabras que soltó el anciano; soy Seir, él mismo lo dijo, un anciano con una amplia experiencia en el tema. No tengo porque dudar ahora pero, ¿por qué? Se supone que soy humano desde que nací, ¿acaso mi llegada a este mundo cambió algo en mí? ¿O desde siempre fui uno?
—Estaba segura—Ria dio un salto de emoción al saber que su intuición estaba en lo cierto. —Ethan, ¿no te sientes feliz? ¿Eres un Seir?
—Pero… es imposible, mis padres son humanos. Es imposible que sea uno—Mi voz se sintió algo temblorosa.
—La magia funciona de manera desconocida, chico—Comentó Boros. —Aún con mis años de vida no puedo comprender del todo la esencia de la magia.
—Entiendo… ¿y ahora qu��?—Me aclaré la garganta. — ¿Qué se supone que haga ahora?
—No mucho, tu poder está muy escondido dentro de ti—Contestó Boros y apartó su mano de mi pecho, caminó un rato por el lugar. —No has tenido un evento en el cual expulses ese poder que tienes pero, si quieres, puedo hacer que ese poder salga a la luz. ¿Qué decides?
Ahora mismo me encuentro contra la espada y la pared, tengo poder y depende de mí hacerles uso o simplemente ignorarlo y seguir con mi vida cotidiana. Me prometí que en algún futuro yo tendría la vida que siempre quise y ahora, delante de mí, hay una nueva brecha para comenzar a tener esa vida.
—Ria…—Llamé su nombre, esperando que sus respuestas a mis preguntas lograra darme el empujón que necesito.
— ¿Sí?—Preguntó, ladeando la cabeza.
— ¿Cuánto gana en promedio un Seir?
— ¿Te refieres a cuánto puede ganar por las misiones que realiza?—Respondió justo a lo que me refería. —Es muy difícil decírtelo, depende mucho de las misiones que acepte, un Seir novato por ejemplo: estaría ganando en promedio a 100-150 monedas de oro por misión pero depende mucho del tipo de trabajo que solicite el gremio. Puede ser una simple caza de monstruos como también ser de mensajero. Los trabajos iniciales no siempre son muy buenos.
Así que entre 100-150 monedas de oro, pero depende mucho de lo que estén solicitando.
—También puedes trabajar independientemente—Añadió. —Matando monstruos para vender sus partes a mercaderes que las quieran, muchos Seirs avanzados optan por ser trabajadores independientes ya que en el gremio pocas veces hay misiones que valgan la pena.
Entiendo, pero me es imposible ser un trabajador independiente en mi estado actual. Aunque digan que tengo magia dentro de mí yo no tengo idea que cómo usar dicho poder, me tomaría años aprender a usarlo y para ese momento creo que habré ganado más trabajando en el restaurante.
— ¿Crees que podré hacerme una vida como Seir?—Le pregunté a Ria.
—Si te esfuerzas mucho, sí. También si deseas tener la vida que quieres, esta es la única opción segura que tienes. Depende de ti
Me crucé de brazos y pensé, pensé en mis posibilidades actuales. Si tomo lo que dijo Ria como literal entonces estaría ganando 100 monedas de oro por misión, la paga del restaurante es de 300 y si me propongo trabajar a tiempo parcial en el gremio entonces estaría ganando un dinero extra. Aceptaría misiones que estén dentro de mis capacidades, lo único que tengo que hacer es organizar mi tiempo ya que trabajar en el restaurante me consume la mayor parte del día.
—Bien, ya tomé una decisión—Dije muy seguro de mí.
—Me alegro, entonces—Dijo Ria y volteó a ver al maestro. —Maestro, despierte su poder.
Boros asintió y enseguida se acercó a mí. Una energía empezó a rodear su cuerpo y de repente se elevó algunos centímetros del piso, mis ojos se abrieron de par en par por la sorpresa, un humano capaz de flotar en el aire. No pude dejar de pensar que si me esforzara, en algún futuro yo sería capaz de hacer lo mismo.
—Para poder hacer que tu magia salga a la luz necesitamos de un detonante—Me explicó y segundos después puso su dedo índice en mi entrecejo. Entré en algún tipo de trance.
Estoy… estoy en un lugar oscuro y escucho ecos de algunas voces, intento concentrarme lo más que puedo para poder entender lo que dicen. Escucho las voces de… ¿Rob? ¿Martin? Pero hay alguien más, los escucho pidiendo ayuda, gritando mi nombre desesperadamente.
¿Qué es esto? ¿Martin? ¿Rob? ¿Son ustedes? ¿Acaso si estuve soñando?
Una luz blanquecina aparece de la nada y me deja momentáneamente ciego pero, pestañeando varias veces mis ojos se acostumbra a la luz que desprende el lugar para darme cuenta de que estoy… en el puerto. Para ser más precisos, estoy en un depósito de carga y unos hombres me tienen agarrado de ambos brazos. Observo a Rob y Martin tirados en el piso.
— ¿Qué diablos es esto? ¿¡Derek, que mierda haces!?
—Esto es tú culpa, chico. Por tu incompetencia y tu rebeldía es que tus amiguitos están pagando los platos rotos.
Viendo más detenidamente, los rostros de Martin y Rob están golpeados; sangre sale por su nariz y boca, tienen varios rasguños y enormes moretones por toda la cara.
— ¿Qué estás haciendo? Ellos no tienen nada que ver. Detente ahora, Derek—La inquietud que sentía fue reemplazada poco a poco por una ira descontrolada.
—Ya te lo dije, por tu incompetencia, Ethan. Ellos están pagando el precio, no necesito a empleados inútiles trabajando en mi puerto.
— ¡Para ahora! ¡Te mataré por esto!—Grité con frenesí. Un instinto asesino recorrió todo mi cuerpo.
Intentaba desesperadamente zafarme del agarre de estos hombres pero ambos ponían mucha resistencia hasta que uno de ellos me golpeó muy fuerte el abdomen para detenerme. Caí al piso y escupí sangre por la boca. Mis labios y dientes estaban bañados en un líquido rojo.
—Observa bien, Ethan—Un hombre me agarró del cabello y alzó mi cabeza, vi como Derek caminaba hacia uno de sus lacayos el cual sostenía un arma. —Esto es lo que le pasa a empleados inútiles.
—Detente… ¿¡qué piensas hacer!?—Seguía luchando contra el agarrado de estos hombres, pero me fue inútil. La rabia que sentí cada vez se apoderaba más de mí.
—Un inútil menos—Derek le apuntó a Rob en la cabeza y jaló el gatillo. El cañón expulsaba un humo gris, como el humo que desprendería un cigarrillo.
La cabeza de Rob cayó como trapo al piso y su sangre dispersó por todo el lugar, un charco rojo comenzaba alrededor de Rob.
— ¡¡¡MALDITO!!!—Grité tan fuerte que sentí que mis cuerdas bucales estallarían por el esfuerzo. Sentí un aire helado cubrir mi cuerpo pero no me percaté en absoluto, sólo quería arremeter contra Derek y matarlo.
Seguía intentando zafarme del agarre de estos hombres pero esta vez sentía que mis esfuerzos daban frutos.
—Ahora el otro inútil—Ahora Derek le apunta a Martin, mientras lo hace veo como una asquerosa sonrisa se dibuja en su rostro, una sonrisa de satisfacción.
— ¡Detente! ¡Es sólo un niño! ¡Detente ahora, hijo de puta!
Derek giró su cabeza lentamente, y me lanzó una asquerosa mirada desafiante mientras pelaba sus dientes en una sonrisa de oreja a oreja, era tan grande que deformaba completamente su rostro. Ahora parecía más un demonio que un humano.
—Nunca—Fue lo único que dijo.
Derek jaló el gatillo y los sesos de Martin fueron disparados por las paredes, cajas, techo; todo el lugar que se podía ver estaba manchado con la sangre de mi familia.
No pude controlarme, no lo hice. Me zafé al fin del agarre de esos malditos y arremetí salvajemente contra Derek, mi iris se empequeñeció y apretaba fuertemente los dientes. Sólo pensaba en una cosa; en matar a Derek con manos.
Al acercarme más a él, sentí una oleada densa acumulándose en mi puño, acto seguido; golpeé su asqueroso rostro tan fuerte que mis nudillos dolieron. El asqueroso gordinflón cayó al piso, me postré encime de él sólo para ver que aún mantenía esa asquerosa sonrisa en su cara. Una sonrisa que con sólo seguir viéndola me daba más y más rabia, quería desaparecer esa expresión de su maldito rostro.
— ¿¡POR QUÉ LO HICISTE!? ¡ELLOS NO TUVIERON NADA QUE VER!—Le Grité mientras lo agarraba del cuello de su camisa con ambas manos.
Derek peló los dientes y me mostró una mueca totalmente desagradable.
— ¿Me preguntas por qué? La verdad lo hice porque quería verlos sufrir, quería verlos rogar por sus vidas—Me contestó, me quedé en shock por unos instantes. —Fue divertido verlos morir así, lo volvería hacer si tuviera la oportunidad.
Aquellas palabras hicieron que sólo pensara en matarlo, en estrellar mis puños lo más fuerte posible contra su asqueroso rostro para ver como sus huesos y carnes explotan y son esparcidos por todo este asqueroso lugar.
— ¡¡¡TE MATARÉ MALDITO PSICÓPATA!!!—Alcé mi puño para tomar el mayor impulso posible y estrellarlo contra su asquerosa sonrisa.
—Ethan, para de una maldita vez, ¿Qué diablos haces?—Sentí como alguien tomaba mi brazo y lo doblaba hacia atrás.
— ¿Qué ves que estoy haciendo? Mataré a este maldito.
— ¡Detente ya!—Percibí como un acero helado y filoso rozaba mi garganta. —O el que te matará seré yo.
— ¿Qué estás haciendo? Tengo que matar a Derek, el mató a mi familia.
—No sé quién mierda es Derek, así que detente de una vez—La llave que me hacía dolía cada vez más, el dolor era tal que pensaba que rompería mi brazo.
—Lo tengo justo aquí y no dejaré que siga viviendo por lo que hizo…—Al fijarme mejor vi que estaba encima del maestro Boros, sujetándolo del cuello, casi ahorcándolo.
— ¿Boros…? Pero pensé…
—Ya déjalo en paz—Ria gritó, soltó la llave que me estaba haciendo para seguido paso; sujetarme del cuello de mi camisa y lanzarme por los aires.
Mi cuerpo chocó abruptamente contra un árbol cerca que estaba en la zona y caí al piso a aplomo. Me costó recomponerme nuevamente, me dolía todo el cuerpo y cada parte de mí temblaba al intentar ponerme de pie.
— ¡Estás loco!—Ria apuntó su espada contra mí. — ¿Por qué atacaste al maestro, Ethan? Responde.
Mis pupilas estaban dilatadas, no entendía lo que estaba pasando. En lo absoluto, pensé que tenía a Derek entre mis manos pero resultó ser Boros.
—Yo no… no lo sé. Pensé que era alguien más.
— ¿Eh? No digas excusas—Ria dio un paso al frente. —Di la verdad o clavaré mi espada en tu pecho.
—Detente, Ria—Interrumpió Boros.
— ¿Maestro?—Ria desvió la mirada hacia su maestro.
Boros se puso de pie y se sacudió el polvo de su ropa, se aclaró la garganta y continuó.
—Esto fue mi culpa, yo le mostré imagines horribles y por eso reaccionó así. Está bien, Ria, baja tu espada—Murmuró.
Ria obedeció las órdenes de Boros y bajó guardó su espada en su cinturón.
—Ethan, está bien, puedes pararte. Ella no te hará daño.
Me puse de pie con dificultad e intentaba procesar todo lo que había pasado, observé por encima del hombro de Boros a una Ria furiosa que me fulminaba con la mirada.
— ¿Qué fue eso?—Pregunté con inquietud. —Yo estaba en un depósito de carga y vi como Derek mataba a Martin…
—Fue una ilusión—Me interrumpió Boros.
— ¿Ilusión?—Repetí.
—Así es, necesitaba un detonante para sacar tu poder así que te mostré esas imágenes para que así pudieras expulsar ese poder.
—No lo entiendo… yo.
—Aún sigue ahí.
— ¿Qué?—Alcé la mirada, intentaba calmar mi respiración ya que todavía estaba agitado por todo lo que había sucedido.
—Que sigue ahí—Dijo Boros señalando alguna parte de mi cuerpo. —Tu poder, ¿no lo sientes?
— ¿Mi poder?—Desvié la mirada hacia mi mano derecha y tal como dijo Boros; mi poder seguía ahí, acumulado en mi puño.
Alcé mi mano para poder distinguirlo mejor; parecía una niebla muy densa de color azul que fluctuaba como el fuego de una antorcha.
— ¿Esto es mío?—Pregunté casi para mí mismo. Segundos después la energía que cubría mi mano fue desvaneciéndose poco a poco hasta desaparecer por completo.
La sensación de esa energía fue como meter la mano al fuego pero era un fuego que no quemaba, era cálido y a la vez sentía leves vibraciones en mi mano, como si fueran vibraciones eléctricas. No lo comprendo del todo, pero así lo sentí.
—Me disculpo por mostrarte esas imágenes—Dijo Boros, caminando hacia mí. —Pero esa era la única manera que encontré para poder expulsar tu poder. Necesitaba de una emoción muy fuerte como el de la ira.
—Entiendo—Bajé mi mano y miré al maestro que estaba frente de mí. —Me disculpo por atacarlo—Incliné un mi cabeza, avergonzado y apenado por mi actitud.
—No fue culpa tuya, chico. Pero… Nunca había visto ese extraño lugar.
— ¿Eh?
—Me refiero a ese sitio, a esos hombres. Vestían ropas extrañas y usaban armas que jamás había visto. ¿De dónde vienes, Ethan?
—Vengo de…—Aún intentaba reponerme de lo que pasó, todo lo que vi fue tan real que… me cuesta asimilar que fue una simple ilusión. Me aclaré la garganta y solté un largo y pesado suspiro para aclarar mi mente. —Vengo de Nueva York, un pueblo muy lejos de aquí.
— ¿Y por qué saliste de allí?—Preguntó mientras se rascaba la barba.
—Fue para encontrar una mejor vida—Respondió por mí la pelirroja. —Por eso abandonó su hogar.
—Sí… básicamente esa es la respuesta.
—Entiendo…—Boros dio media vuelta y comenzó a caminar por el lugar. — ¿Estás seguro de querer comenzar este estilo de vida?
Cerré los ojos y respiré hondo para poder aclarar mejor mis ideas, un par de minutos después, luego de pensarlo mejor, decidí mi respuesta.
—Sí—Contesté absolutamente seguro.
— Tendrás muchas dificultades y en el camino perderás a mucha gente querida, aun así, ¿estás seguro?—Preguntó mientras caminaba a mi alrededor.
Boros tiene razón, en el camino conoceré gente que se hará parte de mi vida y muy seguramente también la veré morir, el sólo hecho de saber eso hace que me detenga y me eche para atrás pero me prometí hacer todo lo posible para tener la vida que anhelo.
Apreté mis manos en puño y volví a responder con la seguridad que siento en este momento,
—Sí, estoy seguro.
Boros detuvo su caminata por el lugar, colocándose justo frente a mí.
—Entonces, yo seré tu maestro a partir de ahora. Te entrenaré y te transmitiré todos mis conocimientos. ¿Aceptas?
—Claro, aceptaré con gusto—Contesté.
—Bien, quiero verte mañana a primero hora. El entrenamiento será duro y si no puedes soportarlo ya sabes cuál es el camino para regresar—Dijo con una actitud severa.
—Bien.
Después de toda esa situación, Ria y yo regresamos a Olmir para descansar del ajetreado día que tuvimos. De ahora en adelante cambiará mi vida, depende de mí si cambiará para bien o para mal. Haré todo lo posible para aprovechar cada oportunidad que me dará el destino a partir de ahora.
El frío de la noche había alcanzado un punto máximo pero mi mente estaba enfocada en otra cosa e ignoraba completamente lo que sucedía a mí alrededor.
—Oye—Ria llamó mi nombre mientras cabalgábamos el caballo. —Perdona por apuntar mi espada contra ti, pensé que le harías algo malo al maestro.
—No te preocupes, fue mi culpa después de todo—Contesté suavemente.
— ¿Qué imágenes te mostró?
Aquella pregunta me incómodo un poco, no es fácil hablar sobre mi pasado y más aún con gente que todavía no simpatizo.
—No te preocupes si no quieres decirme—Dijo Ria, entendiendo el silencio en el que me encontraba.
—Sólo fue algo sobre mi pasado, eso es todo.
—Tu pasado, ¿eh?
—Sí, mi pasado.
No dijimos nada más después de eso, simplemente me dejé llevar por el sonido que hacia el caballo al correr en el pasto. Mis ojos se desviaron inconscientemente al cielo y no pude evitar pensar en mi familia… ¿habré tomado una mala decisión? Si hubiera seguido adelante y no hubiera echo aquel acto cobarde…
En este mundo estoy sólo… si me llego a rendir no habrá nada más que me salve.
Tiempo después llegamos a las puertas de la ciudad y, como era obvio, no hay nadie en las calles. Ahora mismo tienen el aspecto de una ciudad fantasma, es algo tétrico.
—Bien, aquí nos separamos—Dijo Ria.
—De acuerdo—Contesté.
El caballo dio unos cuantos pasos pero Ria lo detuvo, giró un poco para verme y dijo:
—Mañana te recogeré para llevarte con el maestro.
—De acuerdo, pero…—Antes de que pudiera terminar, Ria se había marchado.
Posiblemente, todavía esté enojada con lo que le hice a su maestro. ¿Y quién no lo estaría? Golpear y amenazar a ser querido no es nada agradable de ver, Ria tuvo que hacer un esfuerzo inhumano para no clavarme su espada en el pecho.
Ella no sabe en dónde vivo, ¿cómo podrá recogerme?
Comencé a caminar hacia mi casa, tuve un día demasiado pesado y muy seguramente duerma todo el día. La verdad que, con el cansancio que tengo ahora, no quiero saber nada más. Sólo quiero llegar y recostar mi cabeza en una cama, no importa si está sucia y llena de agujeros, sólo quiero descansar y terminar este día.
En mi camino sólo escuchaba los ladridos y maullidos de algunos perros y gatos callejeros que andaban por la zona, con la luz de la luna iluminando el obscuro camino que me faltaba por recorrer.
Al llegar y al abrir la puerta de mi habitación no hice otra cosa más que dejarme caer en la cama, ahora la sentía muy cómoda, la sentía muy suave y sentía como me envolvían las sábanas en unos largos y finos brazos de tela.
Cerré mis ojos lentamente y lo último que vi esa noche fue la luna llena que bañaba a la ciudad con su hermosa luz blanca.