Luego de ese desafortunado accidente… me encontré en la habitación de una casa. De alguna manera salí vivo de aquel encuentro, aunque estaba inconsciente, sentía que mi cuerpo estaba siendo transportado por alguien. Estaba recostado en la espalda de un hombre, era sencillo distinguirlo ya que la espalda era algo cuadrada y ancha. Después de un tiempo, escuchaba varias voces, intentaba ver en donde me encontraba pero era inútil, mi vista estaba borrosa, no tenía la fuerza necesaria como para abrir completamente mis párpados, sólo veía siluetas, sombras moviéndose de un lado a otro. Parecía un sueño.
No sé cuánto tiempo estuve inconsciente, no sé dónde estoy ni quien fue la persona que salvó mi vida. Pero se lo agradezco, arriesgo su pellejo para ayudarme, a un completo desconocido. Tenía ligeras visiones de ese monstruo, soñaba que enrollaba su enorme lengua en mi cuello y que me arrancaba la cabeza, entre otras cosas horribles. Ese encuentro me traumó de cierta manera.
�� ¿Dónde estoy?—Abrí lentamente mis párpados. — ¿Una casa?
Me encuentro acostado en la cama de alguien, confundido y algo desorientado. Intentaba sentarme pero mi cuerpo aún se encontraba lastimado. Revisaba mi cuerpo tocándome de arriba a abajo, me sorprendió el hecho de saber que mis piernas aún se movían. Recuerdo que el monstruo las trituró cuando puso su enorme pata en ellas, pero ahora las tengo como nuevas, salvo por unos cuantos moretones.
También no tengo ni un hueso de la costilla roto, no sabía que estaba pasando. No podría ser un sueño ya que todavía tengo el cuerpo adolorido, entonces, ¿Por qué no tengo ningún hueso roto? No es que me guste tenerlos así, sólo que es muy difícil que alguien se recupere tan pronto de estas heridas. A no ser que haya pasado inconsciente por varios meses. Mis ojos recorrían la pequeña habitación que era iluminada por los rayos solares provenientes de la ventana, de ésta, salía una fresca y sueva brisa. La habitación tenia algunos mobiliarios como cómodas y mesas, también contaban con ciertos adornos de yeso y madera. El suelo tenía una gran alfombra roja que ocupada casi toda la habitación. Era una habitación muy bonita.
Pocos momentos después comencé a escuchar unos pasos que venían del pasillo, se detuvo frente de la habitación, la perilla de la puerta comenzó a girar y de ella salió una hermosa chica de cabello castaño oscuro y ojos marrones. Llevaba un recipiente de agua y tenía un pañuelo. Con una voz suave y tímida, me dijo:
—Veo que ya despertaste, ¿estás bien?
—S-sí. Gracias. —Contesté. —Disculpa ¿en dónde estoy?
Ella dejó el recipiente en una mesa que estaba al costado de la cama y se inclinó hacia mí, tocando mi frente.
—Ya no tienes fiebre. Qué bueno.
—Disculpa, ¿Quién eres?
Ella se volvió hacia atrás y con un poco de timidez dijo:
—Bu-bueno, yo… Me llamo Niki. Encantada—se inclinó levemente— ¿Cómo te llamas?
—Ethan. Encantado de conocerte.
— ¿Ethan? Es un lindo nombre.
—Gracias por el cumplido. —Sonreí carismáticamente—Esta es tu casa, ¿no? ¿Vives sola?
—No, vivo con mi padre. Él fue el que te trajo aquí.
— ¿Tu padre? ¿Puedo conocerlo?—Pregunté interesado.
—Oh claro, lo traeré enseguida.
Niki salió de la habitación en busca de su padre. Me quedé solo mientras la esperaba. Observaba el techo y pensaba sobre el incidente de hace unos días. No cabe duda de que ese monstruo no pertenecía a mi mundo. La única explicación posible es que estoy en otro mundo, uno completamente ajeno al mío, pero ¿Por qué? ¿Por qué estoy aquí? ¿Algún ser divino me envió a este mundo? ¿Con qué objetivo? Y más importante aún. ¿Debería estar feliz? Salté del puente para morir y olvidarme de mis problemas, quería deshacerme de ellos. No sé si alegrarme de seguir vivo.
Minutos después Niki había vuelto y estaba vez la acompañaba su padre. Era un hombre de edad, tal vez estaba en los 70. Pero aunque ya era un anciano, se mantiene en forma, tiene un cuerpo atlético y podía distinguir sus marcados músculos entre su suéter negro. No muchos ancianos son así.
—Hola, Ethan. ¿Cómo estás?
Es un hombre alto y con cabello blanco grisáceo, con barba y ojos azules. Hablaba con un tono ronco y algo seco, pero firme.
—Hola señor. Me encuentro bien, gracias. —Lo saludé cordialmente. —Disculpe, ¿usted fue el que me trajo aquí?
—Así es. Te encontré luchando con esa Buccella y casi mueres en el intento de derrotarla. Estaba cazando cuando escuché tus gritos de socorro.
—Ya veo. Se lo agradezco.
—Y… dime muchacho. —Mientras me hablaba, él tomaba asiento. Había algunas sillas en la habitación. Era señal de que ellos se turnaban para cuidarme. — ¿Por qué estabas solo en ese bosque?
—Bueno. —Hice una pequeña pausa, pensaba en la respuesta que le daría. —Me encontraba de aventura jajaja…
— ¿De aventura?—Levantó las cejas. — ¿Sin armas o comida?
—Unos bandidos me robaron días antes, por eso no llevaba nada.
—Bandidos, ¿eh?
—Sí, bandidos. Unos miserables sin moral alguna. Me quitaron todo y me dejaron a mi suerte.
—Bueno… eh oído que algunos de ellos estaba merodeando por aquí, pero, eso no explica tu pelea con la Buccella.
—Sobre eso, bueno, me encontré con esa cosa cuando buscaba un refugio. Trate de escapar pero no me alcanzó al rato.
— ¿Y por eso decidiste pelear con las manos desnudas?
—No estaba desarmado, tenía un cuchillo que fabriqué yo mismo.
—Hmmm…
Intentaba sonar convincente, no podía decirle que vine de otro mundo. Era impensable, pensarán que estoy loco y capaz que me echarían de la casa por hablar estupideces. No puedo regresar al bosque y encontrarme otra vez con otro animal como ese.
—Sabes, me sorprendió que hayas decidido luchar contra eso. No muchos lo hacen y peor estando desarmados. Sólo un tonto o alguien que no tiene respeto por vida harían tal cosa.
—S-sí, es verdad, sólo un tonto haría eso jajaja…
— ¿Puedes levantarte? Quiero ver de lo que estás hecho.
—Claro. —Me senté en la cama y las sábanas que me arropaban se deslizaron por mi pecho desnudo. — ¿Y mi ropa?
—B-bueno…—Habló la hija. —Verás, tu ropa quedó destrozada y empapada de sangre, así que te la quité.
— ¿Tú me la quitaste?
—S-sí…—Se sonrojó y desvió su mirada de mí. —Papá me dijo que lo hiciera.
—Hoho, discúlpala. Ella no es muy buena con los hombres así que le pedí que hiciera eso para quitarle un poco su timidez.
—Ya veo… gracias.
—Déjame verte. Oh, estás en buena forma. —Se inclinó hacia mí y puso sus manos sobre mi pecho, me estaba tocando las costillas y algunos abdominales. —Bueno, parece que los huesos de tu costilla están bien pero aún tienes moretones. Te repondrás con descanso.
—Gracias, ¿acaso usted fue el que me curó?
—Fue el doctor de la aldea, te curó con algunas pócimas y magia.
— ¿Magia, eh? Eso reafirma la idea de que estoy en otro mundo. —Pensé.
—Disculpe, ¿Cómo puedo pagarle?
—No te preocupes por eso.
—Pero tengo que pagarle de alguna forma. Arriesgó su vida para salvarme.
— ¿Arriesgar mi vida? Te iba a abandonar al ver que estabas medio muerto.
— ¿Eh?—Me quedé petrificado. —Entonces ¿porque me ayudó?
—Me sorprendí al verte luchar. Le hiciste frente aun cuando sabías que ibas a perder. Eso me conmovió de alguna manera, no vi toda la pelea pero había llegado justo cuando estabas montado en él. No sé cómo lo hiciste así que me sorprendió. Además no moriste con todos esos golpes, quería ver de cerca al tonto que decidió pelear con una Buccella.
— ¿To-tonto…?
—Aunque a decir verdad, no sabía si el disparo de mi rifle seria de ayuda. Si esa cosa no se asustaba con eso entonces si te habría dejado ahí. Jajaja
—Gracias… que amable.
— ¿Eh? ¿Acaso no te sientes agradecido conmigo?—Me miró de forma sombría.
— ¡No es eso! ¡Me siento muy agradecido! ¡De verdad! Jajaja. —Me intenté reír para que no pensara lo contrario. Aunque la risa fue algo torpe. — ¿Qué coño le pasa?—Pensé.
A pesar de esos comentarios, el ambiente se sentía bien. Ellos eran amables y carismáticos, trataban de animarme de alguna forma.
—Jaja, bien, así debe ser. Me retiro por ahora. Espero que mañana estés más recuperado. Por cierto, me llamo Félix.
Salió de la habitación luego de hablar.
—Disculpa a mi padre, estoy segura de que te hubiera ayudado de todas formas, sólo que es algo tonto.
—No te preocupes, es un buen tipo.
—Bien, más tarde te traigo la comida, te dejaré solo para que descanses, ¿de acuerdo?
—Claro. Gracias nuevamente.
Niki fue la última en salir. Volví a recostarme en la cama para seguir descansando. Me enrollé entré las cobijas y pensaba sobre lo que iba a hacer. Alguien me dio otra oportunidad, aquí soy una nueva persona y no tengo que desperdiciar la nueva vida que me han dado. Tengo que planear mi futuro de ahora en adelante, Niki y su padre son personas amables pero no puedo abusar de su amabilidad, tengo que dejar su hogar en algún momento. Mencionaron que estoy en un aldea, quizás, si voy a la ciudad y encuentro un trabajo pueda salir adelante. Me dormí al ya tener algo planeado, primero tengo que recuperarme antes de hacer algo. Mañana intentaré salir de la cama y buscaré al doctor que me ayudó para darles las gracias.
Al día siguiente amanecí mejor, caminé a la cocina cuando Niki me llamó para desayunar. En la sala de la casa había una estantería con algunos libros, la chimenea de piedra calentaba el lugar y Niki serbia la mesa, hablábamos un poco mientras comíamos. En nuestro intercambio de palabras comentó que Félix, su padre, estaba afuera en el huerto ayudando con la recolección de vegetales. Luego de comer ayudé a Niki con los platos y algunos quehaceres de la casa, luego me dirigí al huerto donde se encontraba Félix para ver si podía ayudar un poco, pero antes me detuve en la casa del doctor para agradecerle por su ayuda.
Por la mañana la aldea estaba rebosante de vida, había varias personas trabajando y los niños jugaban por la zona, el cielo estaba despejado y el sol resplandecía con intensidad. Podía ver que algunos estaban trabajando en las reparaciones de casas y vallas de seguridad para que los animales no se salgan de sus establos, el resto estaría trabajando en el huerto como lo mencionó Niki. Las mujeres alimentaban a los pollos y llenaban los recipientes de agua de los animales. Mientras pasaba por la zona algunos aldeanos me saludaban y me preguntaban por mi condición, al parecer, todos ya sabían lo que me había pasado. Toda la gente de aquí es amable y gentil, no como las escorias de mi mundo, aunque reconozco que no todos ellos eran así de miserables, pero la mayoría que yo conocí, sólo era gente hambrienta de poder y de dinero.
—Disculpe, ¿sabe dónde puedo encontrar al doctor?
Una dulce anciana con voz suave y tierna me respondió
—Buenos días muchacho, claro. El doctor se encuentra en esa casa de allá, la que tiene un jardín trasero. —levantó la mano, señalando una casa con sus dedos arrugados y frágiles.
—Ya veo. Gracias, que tenga un buen día.
Me despedí de la señora y me encaminé a la susodicha casa del doctor.
Conocí al doctor, se llama Henry, Henry Turner. Al perecer tiene un hijo llamado Daniel, Henry y yo hablamos por un corto periodo de tiempo, él no es un hombre de muchas palaras. Tuvimos una conversación trivial, nada fuera de lo común. Me mostró su jardín trasero, originalmente era de su esposa, ella murió al dar a luz a Daniel, desde entonces, Henry se ha hecho cargo del mantenimiento del jardín. Me examinó por última vez y me dio una medicina, tuve que tomármela a regañadientes ya que era muy amarga, no me gustan para nada las cosas amargas pero no tuve más elección, tengo que recuperarme rápido para ir en busca de una mejor vida. Aunque me agrade la aldea, no quisiera ser un estorbo para Félix o para Niki, además, no me gusta mucho la idea de ser agricultor, aunque sé un poco sobre eso, nunca fue mi fuerte.
Me dirigí al huerto luego de intercambiar un par de palabras con Henry. Allá me recibió un pequeño grupo de personas, entre ellas, Félix. Usaba una camisa roja, pantalones color crema y unas botas de caucho, bien equipado para la labor que está haciendo.
El grupo estaba hablando, escuchaba una que otra cosa, pero había algo que llamó mi atención. No escuché todos los detalles porque me saludaron apenas me vieron. Sólo escuché que mencionaron "viaje" y "fintas". Esto último no comprendí que era.
Llegué casualmente, y saludé a todos.
—Hola, buenos días.
—Oh, Hola Ethan. Buen día. —Dijo Félix— ¿Cómo te encuentras hoy?
Todo el grupo detuvo su trabajo por un momento para charlar conmigo. Hablamos un poco hasta que le pregunté algo a Félix.
— ¿Crees que pueda ayudar en algo?—Dije. —No quiero estar de vago en la casa.
—Claro, ahora mismo pensaba ir a pescar para la cena de esta noche, ¿puedes ayudarme con eso?
—Está bien. —Contesté. —Sólo dime donde está la caña.
—Aquí atrás. —Félix dio media vuelta y señalo una pequeña choza que estaba detrás de él. —Esa es la bodega, ahí estarán los materiales que necesitas.
— ¿Crees que pueda ir contigo? —Habló un joven mucho de pelo corto y negro. —Samuel puede ayudar a Félix con los vegetales.
Era alguien joven, podría decirse que estaba en sus veinte, estaba vestido casi igual que Félix, salvo porque tenía un sombrero de paja para cubrirse del ardiente sol. Si el otro sujeto se llama Samuel, entonces intuyo que este debe de ser Daniel, el hijo de Henry. Se parece bastante a él, el mismo porte y la misma expresión para hablar, al menos Daniel no es alguien callado como su padre.
—Daniel, te dije que te quedaras con nosotros recogiendo vegetales. ���Dijo Félix
—Lo sé, pero Ethan necesita ayuda, además no sabe dónde está el rio y mi padre me dijo que hoy quería cenar pescado asado.
—Bien…—Félix cedió ante la insistencia de Daniel, no se veía muy entusiasmado con la idea. —Sólo si Ethan acepta.
Ambos se voltearon a verme, parece que el único que seguía con el trabajo era Samuel, estaba recogiendo vegetales sin darle importancia a estos dos que estaban perdiendo el tiempo.
—Por mí no hay problema. —Dije.
—Ya lo oíste. —Una media sonrisa burlona se formó en los labios de Daniel. —Dijo que no hay problema, entonces, vámonos Ethan. —Se tomó de la parte trasera de mi camisa y me empezó a tirar de ella, me llevó hasta la bodega de atrás.
A pesar de ser mayor que yo, Daniel se comportaba como un niño. Se mostraba feliz al dejar el trabajo de recolector, creo que no le gusta.
—Bien, perdona por hacer eso. —Dijo.
—No te preocupes, aunque si fue raro.
—Jaja, si lo sé. Déjame entrar a la bodega para sacar las cañas y unos baldes.
Daniel entró a la bodega, sacó el equipo de pesca y juntos, nos dirigimos al río que estaba al sur de la aldea. No estaba tan lejos, nos tomó cinco minutos llegar, caminamos en silencio hasta que Daniel me preguntó algo para romper el hielo.
—Hace un buen día, ¿no?
Daniel intenta hacer que surja una charla entre nosotros, aunque tiene venas intenciones, pienso que debió de iniciar la conversación con otro tema.
—Sí. Es un buen día.
Y ahí terminó nuestra conversación, no dijimos nada más hasta llegar al río. Ninguno de los dos supo sacar un tema interesante del que hablar, lo habría intentado, pero mi cabeza estaba ocupada en otras cosas. Cuando vienes de otro mundo en lo único que piensas es, ¿Cómo serán las ciudades y reinos de este lugar? ¿Cómo se hacen las pociones? ¿En nuestro mundo sería posible hacerlas con la tecnología que tenemos? Muchas cosas rondan mi cabeza ahora mismo, tengo todo un lugar por explorar, personas nuevas que conocer, y, sobretodo, no tendré que repetir los mismos errores que hice en el pasado. Amenos que me vaya realmente mal como para volver a la vida de ladrón, aunque lo dudo mucho.
Nuestros pies seguían moviéndose hasta que llegamos al río, el agua cristalina reflejaba los rayos del sol, las hojas caían de los árboles y los pájaros sobrevolaban el lugar. Daniel y yo nos sentamos en la orilla y tiramos nuestras cañas al río. Y así pasamos, fueron algunos minutos sentados, admirando la naturaleza. Aunque no mostraba emoción alguna en mi rostro, en mi interior estaba incomodo, estar al lado de alguien sin tener ningún tema del que hablar, mis ojos recorrían el lugar con algo de ansiedad, esperando que al ver algo se me ocurra algo para hablar con Daniel.
Algunos minutos después, él soltó un largo suspiro, parecía que iba a comenzar a quejarse sobre algo.
—Que trabajo más pesado me da Félix.
— ¿Eh?—volteé a verlo. — ¿Trabajo pesado?—Pregunté con incredulidad.
—Así es, no me gusta la agricultura pero Félix insiste en que debería aprenderlo. —Frunció el ceño. —Soy el comerciante de la aldea, por el amor de dios.
Esa palabra había despertado mi curiosidad, no había escuchado ese término hasta ahora.
— ¿Comerciante? Y específicamente ¿Qué comercias?
El anzuelo de Daniel había atrapado algo porque se movía con brusquedad, como si algo intentara desprenderse de él. Daniel atrapó a un pequeño pez y después continuó.
—Cada mes voy a Olmir para vender los vegetales que cultivamos. —Dijo mientras ponía el pescado en el balde. —De esa manera la mayoría de aquí se gana la vida.
—Ya veo. —Alcé mi cabeza, contemplaba el cielo infinito. — ¿Cuánto será tu próxima visita?—Pregunté con interés.
Daniel volvió a lanzar el anzuelo al río. —En una semana.
Una media sonrisa se dibujó en mi rostro.
Daniel se quejó en el momento perfecto, planeaba irme en algún momento y mejor si me llevan a donde quería ir. Tenía que persuadir a Daniel para que me dejara acompañarlo.
— ¿Crees que pueda ir contigo?—Pregunté con inquietud.
—Claro.
Eso fue fácil, pensé que me pediría algo a cambio de llevarme a Olmir, como dinero tal vez.
—Pero con una condición.
Ya me lo imaginaba, nadie te da algo a cambio de nada.
— Ok… ¿y cuál es?—Pregunté con desgano.
Alguien estaba tirando de mi anzuelo, había atrapado algo. Por desgracia, sólo era unas pequeñas raíces que se habían enredado en el anzuelo. Me desanimé un poco.
Volví a meter el anzuelo devuelta al río.
— ¿Trabajarías en el huerto por mí?—Dijo, colocó sus ojos sobre mí. Tenía una leve esperanza de que yo aceptara su trato.
—Bien…—Acepté a regañadientes. —Se nota que no te gusta la agricultura.
—Ha, obvio no. Prefiero hacer otras cosas. Aunque… —Sus labios estaban entreabiertos, quería decir algo pero luego se cortó.
—Aunque… ¿Qué?
Una sonrisa burlona se empez�� a dibujar en su rostro.
—Creo que alguien no comerá esta noche. —Soltó una pequeña carcajada.
— ¿Alguien?
—A mi padre no le gusta el pescado, invité la excusa de que mi padre quería cenar esto hoy para que Félix me deje ir contigo. —Dijo.
— ¿Acaso Félix no lo sabe?
—Mi padre es muy reservado y no le cuenta cosas personales a casi nadie.
— ¿Enserio dejarías a tu padre sin cenar?
—Hmph, Tal vez.
—Oye… —Postré mis ojos sobre él.
—Es un chiste, no lo dejaría sin comer. —Volteó su mirada a otro lado, evitando mi mirada.
Pasamos un buen rato pescando, nuestras cubetas se llenaron de grandes peces. El día pasó volando y la luz de la luna comenzaba a bañar este lugar con su luz. Me encuentro ahora en la casa de Niki, cenando junto a ellos en la pequeña mesilla de la sala.
Félix cortaba el pescado asado de su plato y llevaba los trozos de carne hacia su boca, Niki bebía de su jugo de arándanos mientras me miraba de reojo. Con mi visi��n periférica logré captar su mirada y curioso le pregunté:
— ¿Sucede algo?
Ella dejó el vaso en la mesa y respondió con un "no" mientras me sonreía y evitaba mi mirada, ella tenía curiosidad de algo pero no sé qué podría ser. Ella jugaba con sus dedos debajo de la mesa, parecía un poco ansiosa.
— ¿Cómo te fue hoy?—Preguntó Félix para romper el aura extraña que se estaba formando.
—Bien, tengo planeado irme en una semana.
— ¿Una semana?—Habló Niki. — ¿Planeas irte?—Sus cejas cayeron un poco, parecía triste con la noticia.
—Sí. ¿Qué esperabas? No quiero abusar, tengo que seguir mi camino.
— ¿Cómo planeas irte? ¿Caminarás?—Habló Félix con un tono neutro.
—No. Le dije a Daniel que iría con él a Olmir.
—Ya veo. No estás obligado a quedarte de todas formas.
—Papá tiene razón. —Habló Niki con desánimo. —Que tengas suerte. —Forzó una pequeña sonrisa en sus labios.
—No te preocupes, vendré a visitarlos.
— ¿Enserio?—Sus ojos brillaron de alegría. —Espero que tengas tiempo para hacerlo.
La noche terminó con esa pequeña charla, camine a la habitación después de darme una ducha y me dejé caer en la cama, me enrollé entre las sábanas y me dormí pocos minutos después.
La semana pasó volando, Félix y Niki estaban conmigo. Me estaban dando una pequeña despedida.
—Bueno Ethan, de ahora en adelante procura no meterte en muchos problemas. —Dijo Félix para luego darme un pequeño toque en el pecho.
—Espero que te vaya bien y no te olvides de visitarnos. —Dijo Niki.
—No te preocupes, vendré cuando pueda.
—Vamos, no tenemos todo el día. —Gritó Daniel. —El viaje es muy largo.
Estamos a punto de partir a Olmir, el lugar donde comenzaré mi nueva vida.
—Bueno. —Dije mientras pasaba la mano por mi cabello. —Este es el adiós, gracias por cuidar de mí.
—No hay problema. —Habló Félix, quien llevo su mano al bolsillo de su pantalón para sacar una pequeña bolsita. —Ten, esto es para ti. —Estiró su brazo para darme algo.
— ¿Qué es eso?—Pregunté intrigado.
—Es algo de dinero, te serán de mucha ayuda cuando llegues a Olmir.
—Gracias. —Una sonrisa de dibujo en mi rostro. —Ahora me voy. Cuídense.
Di media vuelta y caminé hacia el pequeño vagón de Daniel. Mientras el vagón avanzaba veía como la aldea se alejaba cada vez más. Hasta que se perdió en el horizonte.