—Hola, bienvenidas a Love me Burger®, ¿puedo tomar su orden? —y sí, al parecer la idea que tienen Izumi y Sotoka-san de salir un viernes por la tarde es terminar en un Love me Burger®.
Yo pensaba en ir mejor por un chocolate caliente del Coffee Bin®, aunque, sí, ya hace hambre, y no iba a llenarme solo con pasteles, muffins o lo que sea que tengan ahí.
Quizá tengan crepas, pizza, baguettes, pastas y otras cosas.
Sí, quizá debamos ir después de aquí.
Solo para investigar.
Bueno, como sea, Izumi es la primera en la fila, y la cajera la mira con la sonrisa más profesional y forzada que puede, pero, cuando llegamos, y durante una fracción de segundo, miró a Izumi con una pizca de confusión y desagrado, lo cual es perfectamente entendible si consideras a Izumi, pero ahora me pregunto si esa reacción se debió a:
a) El uniforme sucio y desordenado de Izumi;
b) Su cabello sucio y despeinado;
c) Su olor a perro mojado;
d) Sus gritos constantes;
e) Todas las anteriores.
Sí, la e), lo más seguro es que sea la e).
—Yo quiero una eXtrema® doble con papas y refresco uLtra®. Tú ¿qué vas a querer, Sotoka-chan?
—No, yo pido lo mío después.
—¡NO, SOTOKA-CHAN, YO TE VOY A INVITAR PORQUE TE DAISUKI MUCHO Y PORQUE HOY ME ABRAZASTE, Y—
—Disculpe. ¿Podría bajar la voz, por favor? —pregunta la cajera con toda razón. Y es que Izumi sí grita mucho, ¿verdad? Ya me acostumbré tanto a sus gritos que no me doy cuenta de qué tan raros y molestos son.
—Oh. Gomen'nasai, cajera-san.
—Sí, perdon por eso —dice Sotoka-san.
—Sí, pero te decía, Sotoka-chan, te quiero invitar hoy porque me abrazaste y me dijiste que te quieres acostumbrar a tus abrazos, y quiero celebrar—
—¿En un Love me Burger®? —pregunto.
Izumi me mira con desagrado.
Típico de ella.
—¡SÍ, EN UN LOVE ME BURGER PORQUE LA eXtrema® ES DELICIOSA, Y LAS PAPAS—
—¿Podría bajar la voz, por favor? —pregunta la cajera por segunda vez.
—Oh. Gomen'nasai de nuevo, cajera-san.
—Sí, perdon. No volverá a pasar —dice Sotoka-san, aunque todos sabemos que sí va a volver a pasar.
—Ay, Izumi, ¿por qué siempre gritas?
—Porque eres una molestia —me responde Izumi, aunque 1) ella es la molestia, y 2) no sé qué tiene que ver eso con sus gritos.
Pero bueno.
—Entonces va a ser una eXtrema® doble con papas y refresco uLtra®, onegaishimasu.
—¿No será mucho? —Espera. ¿Lo dije o lo pensé?
—Es de mala educación contarle la comida a la gente —me regaña Sotoka-san, e Izumi se vuelve hacía mí bastante molesta y grita:
—¡PUES, PARA QUE TE LO SEPAS, SÍ, ESTÁ MUY GRANDE LA eXtrema® DOBLE, Y NO, NO ME LA ACABO, PERO LO QUE ME SOBRE ME LO PUEDO CENAR, Y LA eXtrema® DOBLE SALE CASI IGUAL QUE LA eXtrema® NORMAL!
Sí. Volvió a pasar.
Digo, estoy frente a ti, tonta, y te oigo bien.
La cajera suspira y dice:
—Bueno. ¿Algo más?
Izumi se vuelve hacia Sotoka-san, y su expresión cambia totalmente.
—¿Qué vas a querer, Sotoka-chan?
—No, yo pido lo mío.
—¡NO, SOTOKA-CHAN, YO TE QUIERO INVITAR LA COMIDA!
—Y yo quiero pagarla, no es justo que me estés pagando todo cada vez que salgamos.
—¡PERO YO QUIERO PAGARTE TODO, SOTOKA-CHAN, ONEGAISHIMASU!
—¡SHHHHHHHHHHH! —grita solo uno de los clientes molesto que están mirándonos.
Qué incómodo.
—Bueno, yo voy a pagar lo mío —declara Sotoka-san—; si quieres invitar a alguien, invita a Ino-san.
—¡¿Qué? ¡Yo no quiero pagarle nada a Ino; ella… —Izumi se vuelve hacia mí. Yo junto las manos como si hiciera una plegaria y asiento con la cabeza mientras pongo la expresión más triste y lastimera que puedo hacer.
—Ya dije, Izumi-san. O invitas a Ino o no invitas a nadie.
Izumi me mira.
Finjo que estoy a punto de llorar.
Izumi sigue mirándome.
—Por favor —susurro.
Izumi se vuelve hacia la cajera.
—Nada más —dice Izumi.
—Muy bien, serían ¥590.
Izumi saca un montón de monedas y billetes arrugados de su bolsillo y tarda una eternidad en juntar la cantidad exacta.
La cajera recibe las monedas, y le da un ticket.
—Si gustas esperar en la fila de al lado, en un momento te entregan tu orden.
Izumi se forma en la fila de al lado, aunque es la única ahí, y Sotoka-san avanza a la caja.
—Hola, bienvenida a Love me Burger, ¿puedo tomar tu orden?
—Para mí va a ser un paquete de 10 nuggets y un refresco mini, por favor.
—Muy bien —la cajera teclea la orden—. Serían ¥390.
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—Ah, sí, claro. Perdón —Sotoka-chan pone una rodilla en el suelo, se quita un zapato, y de ahí saca un billete hecho rollito (es un rollito muy, muy delgado, como el mango de una paletita), lo extiende y se lo da a la cajera. Ella lo recibe con una pizca de confusión y desagrado en el rostro y le regresa el cambio y un ticket.
—Si gustas esperar en la fila de al lado, en un momento te entregan tu orden.
Sotoka-san se forma en la fila de al lado, detrás de Izumi, y yo avanzo a la caja.
—Hola, bienvenidas a Love me Burger, ¿puedo tomar tu orden?
—Un sándwich de pollo y una malteada de chocolate.
—Claro que sí —la cajera teclea la orden—. Serían ¥470.
Le pago con una moneda de ¥500, y la cajera me da tres monedas de ¥10 y un ticket.
—Si gustas esperar en la fila de al lado, en un momento te entregan tu orden.
Y me formo en la fila de al lado, detrás de Sotoka-san.
—Un sándwich de pollo —dice Izumi—. No he probado esos, y ¿por qué se llama sándwich de pollo y no hamburguesa de pollo? En el Burger Kink son hamburguesas de pollo.
—No importa —le digo—, son solo palabras.
—O quizá es porque lo hacen con pan para sandwich en vez de pan para hamburguesa, ¿no? —dice Sotoka-san, y eso tiene sentido, aunque los dos saben igual, así que qué importa.
—Entonces si a un sandwich de jamón le cambias el pan ¿se vuelve una hamburguesa de jamón? Aunque suena raro, ¿verdad? —Izumi pregunta estúpida e innecesariamente.
—Sí, suena raro —Sotoka-san saca su celular y se pone a revisar sus mensajes o algo—. A ver aquí dice que los sándwiches son básicamente dos panes con comida en medio, y que las hamburguesas también son sandwiches.
¿En serio? ¿Para eso sacaste tu celular? Y aparte:
—Eso es una estupidez. Y ¿por qué les impor—
—Y ¿qué hay con los hot dogs? —Izumi me interrumpe.
Ay, no puede ser...
—Pues también son sándwiches, ¿no? —responde Sotoka-san.
—Sí, pero ¿una hamburguesa es un hot dog y al revés? Si pones salchichas en un pan para hamburguesa, ¿es una hamburguesa o un hot dog?
—Es una estupidez —digo—. ¿Para qué pones salchichas en un pan para hamburguesa? Se van a caer.
—¿Pero es una hamburguesa o un hotdog? O ¿ambas? ¿Una hamburguesa puede ser un sandwich, una hamburguesa y un hotdog al mismo tiempo?
—¿A quién le importa? —digo yo, y en serio, ¿a quién le importa?—. Si quieres una hamburguesa, pide una hamburguesa, y si quieres un hot dog, pide un hot dog. No es tan difícil, ¿saben?
—A ver, lo voy a buscar —Sotoka-san me ignora completamente—. Ok… solo me salen recetas.
—Pues ¿qué otra cosa esperabas? —pregunto—. A nadie le importa si las hamburguesas son hot dogs -que no lo son- o al revés.
—Voy a buscar "hamburguesa" —Sotoka-chan me ignora completamente de nuevo—. A ver, aquí dice que las hamburguesas es un tipo de sándwich hecho a base de carne molida en forma de filete, y… el hot dog es un salchicha en un pan para hot dog. Ese es más específico.
—Pero aun así son sandwiches —Izumi lo entendió todo mal.
—No, no lo son —perdón, pero ya no puedo con tanta estupidez—. Una hamburguesa es una hamburguesa, un hot dog es un hot dog, un sandwich—
—No, todos son sandwiches —se equivoca Sotoka-san—. Aquí dice.
—¿Y? Como si todo lo que vieras en internet fuera cierto. Las hamburguesas y los sándwiches son muy diferentes: se ven diferentes, saben diferente, se cocinan de manera diferente.
—¿Los hot dogs son sándwiches submarinos, como los de SubTrain®? —pregunta Izumi, y no, no lo son, pero se parecen más que las hamburguesas y los sandwiches—. Y ¿cuál es la diferencia entre un sándwich submarino y un baguette? ¿Y entre un baguette y un panini? ¿Dónde está la línea que separa una de la otra?
—¿A quién le importa? —pregunto yo, y justo a tiempo porque una de las trabajadoras de ahí deja tres charolas en el mostrador y dice:
—Una eXtrema® doble con papas y refresco uLtra®, un sándwich de pollo y una malteada, y un paquete de 10 Love me® Nuggets y un refresco chico.
Izumi, Sotoka-san y yo tomamos nuestras respectivas órdenes.
Ahora ¿dónde nos sentamos?
—Y ¿si vamos al área de juegos? —pregunta Sotoka-san.
—¿Para qué? —pregunto—. ¿Para ver si el olor a patas de los juegos neutraliza el de perro mojado?
—No, para que tú vayas a jugar ahí, enana.
—Ah, conque quieres jugar, ¿eh? —me subo las mangas de la camisa y me acerco a Izumi para ver quién acaba llorando.
—Ya no se peleen —Sotoka-san se pone en medio de nosotras—.Qué bueno que vamos al área de niños porque eso son ustedes —y nos mira desaprobatoriamente. Aunque cuando me mira a mí de seguro se acuerda de cómo me llamó y se empieza a reír.
No, sí, se nota que eres muuy madura, eh.
—Y ¿si nos sentamos en la mesa de hasta allá, la del rincón? —pregunto.
—Ay, está muy lejos —se queja Izumi—, mejor nos sentamos aquí, al cabo no hay nadie.
—No, hay que sentarnos allá —insisto.
—¿Por qué hasta allá? —me pregunta Sotoka-san.
—Para que no se nos acerquen los niños.
—Eso sí —Izumi está de acuerdo conmigo, y eso es muy extraño—, son una molestia: son muy gritones y escandalosos.
—Sí, porque tú eres bieeeeeen callada, ¿verdad, Izumi?
—Ay, qué malas —nos reprocha Sotoka-san—. Los niños son tiernos y honestos y no tienen malicia.
—¿Cómo no? —pregunto—. Son egoístas, crueles y cínicos. Mínimo los adultos (o, al menos, algunos) se moderan un poco para guardar las apariencias y la sociedad y todo eso, pero los niños, no; hacen lo que quieren, solo piensan en sí mismos. Y aparte siempre están todos sucios y juegan con lodo y bichos y porquerías y se comen los mocos.
—Ay, cómo eres amargada, Ino-san, pero, bueno, vamos a sentarnos en la mesa de allá, pues.
Y nos sentamos en la mesa del rincón, desenvolvemos nuestras hamburguesas y empezamos a comer en silencio. Todo va muy bien, pero unos malditos niños, por alguna razón, se toman la molestia de salir de los juegos y venir hacia la mesa donde están dos chicas que claramente no quieren ser molestadas y una que es lo suficientemente tonta para decirles:
—Hola —Sotoka-san les sonríe—. ¿Quieren un nugget? —la tonta de Sotoka-san les ofrece un nugget, y, como era de esperarse, uno de los niños se lo arrebata de la mano, lo muerde y se guarda el resto en el bolsillo.
Qué asco.
Los niños son tan asquerosos.
Y luego ¿por qué odio a los niños?
—¿Qué hacen? —un niño tonto hace una pregunta tonta.
—¿Qué parece? —pregunto yo.
—Que comen —responde.
—Entonces ¿para qué preguntas?
—Ay, no seas así —dice Sotoka-san, y se pone a hablar con ellos, pero uno me mira y me pregunta tontamente:
—¿Está buena la hamburguesa?
Dejo de comer y suspiro.
—Es un sándwich de pollo —aprende la diferencia, niño.
—Oh. ¿Te gusta el pollo?
—No —y le di una mordida a mi sándwich, y el niño me mira extremadamente turbado y confundido, como si hubiera arruinado su infancia o algo, y es graciosísimo porque solo fue una mentira, niño, las vas a recibir a diario y a montones. O ¿qué? ¿Nadie te había mentido tan descaradamente? Bienvenido al resto de tu vida, niño tonto, ja, niño tonto, y no puedo evitar sonreír, y Sotoka-san me mira y niega con la cabeza desaprobatoriamente.
—No le hagas caso —le dice al niño tonto—; siempre es así de enojona.
—¿Es una niña? —pregunta el más pequeño de los tontos. Ha de tener uno 4, 5 años.
—Eso fue porque me lanzaron un hechizo —le respondo, y él me mira tontamente.
—Los hechizos no existen —dice un niño que aparentemente no es tan tonto.
—Sí —dice otro, y no le ocurre qué más decir, y por eso no dice nada.
Una bruja me hechizó hace muuuuuuucho, mucho tiempo. Y sabes ¿por qué?
El pequeño tonto niega con la cabeza.
—Por andar preguntando estupideces.
—Ay, no le creas —Sotoka-san carga al niño (y el niño es lo suficientemente tonto para dejar que una extraña lo cargue) y lo sienta en sus piernas—. Es que anda enojada siempre, y por eso no creció.
—Se quedó como un Jugenflais —dice uno de los niños, y los malditos se ríen en mi cara y repiten "Jugenflais, Jugenflais" y me señalan.
—Como Kimby —dice otro, y los malditos se ríen aún más.
Y Sotoka-san también. Maldita Sotoka-san, tú tampoco sabes qué demonios es un Jugenflais o un Kimby, pero ahí andas a risa y risa.
Conque esas tenemos. Muy bien, muy bien.
—Y ella parece un oso, y huele a perro mojado —dice el primer niño mientras señala a Izumi, y los demás se ríen y le empiezan a decir "perro mojado, perro mojado."
—¡CÁLLENSE, MALDITOS NIÑOS MOLESTOS, YA VÁYANSE QUE NADIE LOS QUIERE AQUÍ, Y TÚ —Izumi señala al niño más pequeño de todos, el que está sentado en las piernas de Sotoka-san—, DEJA EN PAZ A SOTOKA-CHAN!
El niño más pequeño se pone a llorar, y Sotoka-san lo abraza.
—¡No les grites, Izumi-san; son solo niños!
—¡ELLOS EMPEZARON! ¡YO NO LES ESTABA HACIENDO NADA!
Sí, y por eso también odio tanto a los niños.
—Pero no les grites, y ustedes —les dice a los malditos esos—, no está bien burlarse de la gente.
—Sí, ¿verdad? —digo yo.
—Perdón, pero ya no seas mala con los niños. Ya no llores, ya —Sotoka-san abraza al llorón que tiene sentado en las piernas, y este poco a poco deja de llorar.
—Vámonos —dice uno de los niños, y todos se van a una mesa donde están unas señoras que lo único que hacen es platicar.
—Mamá, conocimos a las niñas de allá —y nos señaló, pero su mamá ni siquiera lo miraba—, y una me dio un nugget y otra es como un Jugerflais y la otra se parece a un oso y huele como perro mojado y y—
—Sí, muy bonito, hijo. Ahorita estoy platicando con tu tía. Váyanse a jugar a otro lado.
Y los niños se van a jugar a otro lado (afortunadamente no con nosotras), y las señoras siguen platicando.
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—Ahora ¿a dónde vamos?
—¿Qué hora es? —pregunta Sotoka-san mientras saca su celular de su bolsillo. Lo revisa y su expresión cambia completamente—. Ya me tengo que ir; me dijo que llegara temprano. Adiós —y se va corriendo lo más rápido que puede.
Pobre Sotoka-san.
Su papa es taaaaaaaan estricto.
Y no sé cómo lo soporta; mi papa de vez en cuando me pregunta cómo me va, y lo odio.
Pobre Sotoka-san.
Pero ya se fue. Y ahora solo quedamos Izumi y yo.
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Sí…
—Oye… —dice Izumi tan bajo que apenas y la escucho—. Yo voy a ir al Anime Café. ¿Quieres venir?
—¿Por qué iría ahí? Tú sabes que yo no veo esas cosas. Y también quiero ir a mi casa para bañarme.
—Ah, sí es cierto. Se me olvidó que apestábamos."
—Sí…
—Sí…
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—Bueno… adiós —e Izumi se pierde de vista.
Y yo regreso a casa.
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Quizá debí haber ido al Anime Café ese. Quizá el chocolate caliente está muy bueno ahí.
Bueno, quizá vaya un día de estos.
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Pero no sé dónde es, y tendré que preguntarle a Izumi, e Izumi va a querer ir, y la idea de pasar tiempo con ella mientras estamos rodeadas de anime y manga no suena muy bien, para ser honesta.
Entonces no.