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Chapter 18 - Basilisco y explosión

La luz se había desvanecido, aquel hombre ensangrentado con brazos débiles había hecho todo lo había estado en su mano y finalmente había caído derrotado al suelo, la pérdida de sangre debió de afectarlo mucho.

El basilisco vio como se le era arrebatado aquella fuente de energía fotónica tan placentera y encolerizado dirigió su bestial sed de destrucción hacia los únicos objetivos que habían quedado con él, un caballero y un nigromante.

Se preparó para dar media vuelta, todo lo que necesitaba era hacer un pequeño giro de 90 grados para estar frente a ellos en lugar de lado, en el tiempo que la bestia giraba Pnicas se abalanzó en contra de su costado empuñando su espada flamígera, buscaba sus costillas.

Primero corrió con la espada en su mano derecha, después dio un salto para reducir aun más el tiempo de llegada y finalmente agarró el arma con sus dos manos y dejo descender todo su poder en contra del monstruo.

Había ocurrido una pequeña onda expansiva, las llamas liberadas por el ataque se habían esparcido en todas las direcciones, algunas caían en el suelo, otras se posaban en charcos que les propiciarían una muerte inmediata, otras eran alzadas por los vientos, ascendidas hasta alturas insospechadas y luego cruelmente asoladas por estos.

Pnicas vio con satisfacción los efectos secundarios de su ataque y después fijo su atención directamente en el objetivo del mismo, se quedó sin palabras, el filo de su vigorosa espada a penas y había penetrado algo en la piel del basilisco, en adición a esto la tosca y reforzada piel de la bestia parecía apenas haberse resentido del ataque.

El caballero lo tenía muy claro, si el tiempo no fuera tan fugaz y cruel habría tratado de indagar en el tipo de corte que había hecho, como había balanceado la espada y cual había sido su postura, pero el tiempo no es así, este pasa sin detenerse jamás, sin pausa pero sin prisa, el basilisco ya se había girado y a juzgar por sus atemorizantes fauces no parecía contento.

Pnicas retiró rápidamente su espada, por suerte o por desgracia como el corte no había sido muy profundo sacarla no representaba ningún problema, después apoyó ambos pies en contra del basilisco y se propulsó con él para dar un salto hacia detrás, se había movido lo mejor que había podido, pero no había tenido en cuenta un pequeño detalle, la cola de la bestia, aquella grande y portentosa cola que sin piedad se estampó contra él.

El golpe del basilisco lo mando a volar 3 metros, a pesar de que incluso se había cubierto con la espada y tomado una postura defensiva en el aire la fuerza de aquella cola lo había mandado 3 metros hacia detrás, ni que decir del daño recibido, una sensación tan agradable como dolorosa recorrió el cuerpo del caballero, de repente sentía algo cálido en su boca, en seguida lo escupió, sangre caía a borbotones.

El basilisco se dirigió enfadado hacia Pnicas, pero ocurrió algo que no se esperaba, había fijado toda su atención en un objetivo, pero eso no significaba que solo hubiera uno, desde más atrás Kevmel alzó su mano derecha en dirección al basilisco mientras que con la otra mano sostenía la bolsa que tiempo atrás había comprado en la tienda de magia y apuntaba hacia el suelo, al cabo de 4 segundos de su mano derecha salió un rayo de hielo y del espacio al que apuntaba con su mano izquierda un esqueleto.

El basilisco recibió de pleno el ataque de Kevmel, realmente no había causado un gran daño, un basilisco era algo duro de roer, pero que el elemento del ataque hubiese sido el hielo fue suficiente como para hacerlo perder los estribos, una criatura que se ve obligada a huir de las bajas temperaturas puesto que no puede regularse así mismo y que tiene que postrarse ante el sol para mendigar un poco de calor no es alguien al que le haga la más mínima gracia perder su tan ansiado calor corporal.

El monstruo ignoró por completo a Pnicas, su ira hacia el nigromante era más importante, sus 8 patas trabajaron al unísono para concederle la mayor velocidad posible y a punta de rugidos declaró la masacre que iba a practicarle al nigromante.

Kevmel avanzó corriendo hacia el frente y dejó al esqueleto que había generado en el mismo lugar, el basilisco se enfadó aun más, una criatura pequeña y molesta que cometía la insolencia de correr de frente en contra suya, podría devorarlo de un bocado si así lo deseaba, el basilisco se abalanzó, no quería seguir esperando, entonces Kevmel se quedó quieto, movió sus manos de lado a lado mientras de estas caía un sólido cristalino blanco y de repente ¡Pum!.

Se levantó una cortina de humo, las estelas que desprendían los ojos del basilisco se intensificaron aun más, estaba mordiendo el suelo, estaba mordiendo el miserable polvo, ¡Donde está! Bramaban sus ojos ¡Aparece desgraciado! Expresaba su cola que no paraba de estamparse en contra del suelo, al final apareció alguien, un esqueleto del mismo tamaño del desgraciado que había huido, este lo estaba golpeando en la cara, no dolía, era molesto, bueno, si dolía, dolía en su orgullo.

Por lo general ni los animales ni las bestias comprenden verdaderamente lo que es el honor o el orgullo, simplemente se dejan guiar por sus instintos y hacen lo que quieren o necesitan en función de las circunstancias, pero aun así al basilisco le dolía en el orgullo, era como si el alfa de una manada de lobos debiera de cazar, para demostrar su supremacía, a un cervatillo, el lobo es un alfa, el alfa necesita presas más poderosas para regodearse de su fuerza y disfrutar de su caza, lo mismo aplica para el basilisco, lo peor de todo era que el esqueleto no poseía aquel líquido rojo tan agradable y sabroso de temperatura cálida.

El no muerto fue aplastado en un instante, esta vez en vez de confiar en su vista el basilisco comenzó a olisquear la zona, lo habían engañado y no sabía como es por eso que recurriría a su olfato, por mucho que alguien se escondiera seguiría desprendiendo algún tipo aroma, eso era inevitable.

10 escasos segundos fueron suficientes, justo detrás de él, en frente del caballero al que había mandado por los aires y dejado fuera de combate, allí estaba ¿Cómo lo ha hecho? ¿Qué tipo de habilidad a usado? No importa, uno no se puede esconder por siempre, el basilisco se abalanzaría de nuevo hasta esparcir los miembros del nigromante por cada rincón y regar con su sangre el lugar.

—Has sido demasiado temerario—Dijo al mismo tiempo que comenzaba a rebuscar en la ropa del caballero—¡Ah!—Se había cortado, pero de repente dejó de dolerle, temiendo lo peor extrajo el interior de los bolsillos del caballero y lo miró desconcertado.

El ataque del basilisco habría impactado a Pnicas de lleno de no ser porque se había cubierto, pero aun así lo que si había logrado aquel monstruo era destrozar el cristal que contenía el preciado líquido que conformaba una poción.

Kevmel chasqueó la lengua, sacó su poción y se la dio de beber al caballero, después de eso Pnicas se levantó inmediatamente, el punzante y terrible dolor que lo había estado atormentando había desaparecido, aquel coletazo había destrozado sus costillas y por la presión del empuje estas se habían clavado en sus pulmones, pero eso ya era el pasado.

El basilisco se dirigía rápidamente hacia ellos y necesitaban reposicionarse, Kevmel pronunció unos pocos cánticos en un idioma inentendible para Pnicas y tras el chasquido de sus dedos desapareció, el basilisco observó esto, a diferencia de la anterior vez esta le dio igual, ya había demostrado que iría a ayudar al caballero, si ocurrió una vez ocurriría otra.

Se preparó para saltar, ya había acechado suficiente, pero justo antes de eso vio algo extraño, el rayo solar más hermoso que un basilisco podría haber visto jamás, incluso era acompañado por una dulce música, su instinto asesino dejó de funcionar por un corto periodo de tiempo, sus instintos le decían que no había otra oportunidad como esa, era una estupidez, pero por lo menos quería que el rayo lo tocara.

Se desvió un poco, ante esto el caballero quedó absorto, no porque el basilisco lo hubiera ignorado, si no porque él había buscado la fuente de aquel rayo desde un principio, el porque de esto se debía a que el rayo venía desde el tejado de un edificio pero caía en un ángulo imposible, para que la luz solar cayera de esa forma no podría haber un edificio allí o el sol debería de estar en una microescala en una de las ventanas.

De las dos posibles opciones gano la segundo, el motivo de esto escapa a la comprensión de Pnicas, pero por lo menos sabía quien era el culpable, bueno, la culpable, en la cima de aquel tejado estaba Aisha quien mantenía sus dos manos unidas cual monje que reza, había generado una ilusión, por eso no había salido antes al combate, debió de haber estado preparándola específicamente para llamar la atención del basilisco de forma inmediata en caso de necesitarlo.

Kevmel también se había sorprendido, el había vuelto al lugar en el que había dejado caer aquella especie de arena y se había dado cuenta al igual que Pnicas de que aquella luz era imposible sin medios mágicos.

Le comenzaron a temblar las manos, el sol estaba temblando, casi tambaleándose en el aire, parecía una bombilla que luchaba en sus últimos instantes de vida por ofrecer la máxima cantidad de luz posible.

—¡Atacadlo ya!—Dijo en un tono medio desesperado, no porque iba a perder la ilusión que había generado, sino porque sus compañeros se habían tomado el lujo de mirar como ocurría esto.

—¡Pnicas vuelve a atacar en el mismo lugar que antes!—Dijo rápidamente.

—¡No llegaré, esa cola está en el medio!—Respondió de forma inmediata.

—¡Solo hazlo!

Entonces sin pedir explicación alguna, confiando meramente en su compañero Pnicas volvió a tomar carrerilla, lo que estaba haciendo era muy parecido a su ataque anterior, pero esta vez iba con todas, no se reservaría la más mínima fuerza para este golpe, era un todo por el todo.

Kevmel alzó sus dos manos, conjuró rápidamente y dos rayos azules y cristalinos salieron propulsados en dirección al basilisco, ambos a las patas de la bestia, las había congelado parcialmente, si bien el hielo se destrozaría según el basilisco se moviera el no quería tener que hacer eso, sus patas se enfriarían aún más si hacía eso, en su lugar rugió en cólera y azotó el suelo con su cola, las vibraciones hicieron que el hielo se rompiera.

Con el costado desprotegido y la cola demasiado lejos como para reincorporarla lo suficientemente rápido Pnicas atacó, esta vez no saltó, ni siquiera se esforzó en tratar de cortar la piel del monstruo, simplemente empujó la espada hacia el frente como si fuera un estoque y lo clavó directamente, esta vez fue mucho más profundo, el basilisco dio un alarido de dolor.

Pnicas sonrió satisfecho, gotas de sangre y sudor caían de su barbilla, si bien ya se había curado gracias a la poción de Kevmel el estrés y dolor anteriores habían logrado dejar una cicatriz temporal, una que se presentaba en forma líquida.

La felicidad y jolgorio que experimentó el caballero en su interior fueron tan efímeras como gloriosas puesto que cuando se dirigió a retirar su espada del monstruo se dio cuenta de algo, estaba rígido, tenso, duro, los músculos del basilisco estaban apretando el filo y por su puesto él seguía vivo.

Ante aquel panorama Aisha comenzó a bombardear la zona a toda prisa con pequeñas bolas de fuego juntamente a esto Kevmel sacó una daga de uno de sus bolsillos y sin dudar ni por un solo segundo se cortó la mano, después dio una palmada y comenzó a conjurar nuevamente, parecía nervioso, parecía que se estaba dando toda la prisa que podía.

Entonces el basilisco pudo notarlo, un líquido tibio cayendo por las comisuras de sus labios, era de un color azulado y cuando caía al suelo hacía un ruido parecido a las gotas de lluvia que tanto detestaba, era su sangre, lo normal hubiera sido que expulsara sangre fría, pero el calor desprendido por la espada de Pnicas lo había calentado un poco, inaceptable, eso era inaceptable, lo habían calentado con un doloroso fuego y luego le habían obligado a expulsar la única cosa buena que le proporcionaba el ataque, dulce, dulce calor corporal que se escapaba de su boca.

El monstruo se giró, abrió la boca mostrando una vez más sus horribles esta vez se presentaban con menor cantidad de sangre seca, la propia sangre del basilisco la había rehidratado y hecho deslizarse, solo para caer al suelo y mezclarse con polvo, rocas y su propia sangre.

Con las pocas fuerzas que le quedaban después de aquel ataque masivo Pnicas retiró su espada del interior del basilisco, la expulsó cual excálibur, la única diferencia era que cuando excálibur era retirada de su pedestal se empuñaba, la espada de Pnicas salió despedida hacia el suelo.

Finalmente el basilisco se colocó frente a él y sin darle oportunidad de escape clavó sus dientes en todo el caballero, le perforó hasta la última entraña, desgarró todos los órganos resquebrajó cada uno de sus huesos y colocó un vil y ponzoñoso veneno que terminó de corroerlo hasta el punto de que sus ojos se volvieron verdes, después de eso se balanceó de lado a lado, se deleitó con su presa, esta no podía gritar, era como si el dolor se hubiera convertido en un tapón que sin piedad absorbía sus gritos agónicos, Pnicas sufriría en silencio hasta perder los sentidos.

Los ojos del basilisco brillaron aún más, escupió de forma cruel y violento al caballero en contra del suelo y dirigió su mirada directamente hacia Kevmel, este estaba a punto de lanzar un hechizo, parecía como si un orbe de hielo se estuviera formando en sus manos, la sangre que caía del corte que se había hecho se había congelado, de repente los ojos del monstruo dieron un último resplandor y de repente dejaron de brillar, Kevmel se dio cuenta de inmediato, buscó con desespero por su ropa la poción que le había dado Aisha pero recordó que la había usado con Pnicas, dio una risa cansada al aire y miró con desprecio el lugar y al monstruo, después se petrificó por completo y la bola de hielo se desvaneció.

Aisha observó sin posibilidad de hacer nada todo aquel horrendo espectáculo desde las alturas, si pudiera hacer algo lo habría hecho, pero gran parte de su poder mágico había sido diezmado con aquella ilusión y lo único que le quedaba eran pequeñas bolas de fuego que a penas dañaban al basilisco.

Puso cara de desagrado, dejó de lanzar ataques, simplemente observó a sus compañeros y dio un suspiro, justo después de eso tomó un poco de aire, olía a chamusquina, era normal teniendo en cuenta todo el fuego que habían lanzado, olió una vez más, olía a quemado, entonces repasó con su mirada los diferentes edificios y las calles, no había nada quemándose, solo un basilisco vanagloriándose en una postura ganadora, olió por una última vez, el lugar tenía un olor extraño, no era azufre, pero tampoco era ninguna de las cosas anteriores, de repente escuchó algo.

—¡Tú! ¡El monstruo jodidamente feo y horrible!—Gritó a la vez que descendía a toda velocidad.

El basilisco alzó la cabeza y observó el cielo, un ángel de alas y cuernos azules el cual empuñaba una lanza con ambas manos estaba cayendo en picada, cada vez aceleraba más y el basilisco no tuvo tiempo a moverse, como resultado su ojo derecho fue brutalmente atravesado por la lanza del ángel.

Rugió en agonía, no tenía lugar al que moverse y sus patas no eran lo suficientemente grandes como para golpear al ángel, su cola tampoco alcanzaría a golpearlo, empezó a morder como un loco en todas direcciones, Tyler que sintió el peligro inminente que representaba aquello volvió a alzar vuelo.

Rápidamente ascendió junto a Aisha, esta lo miró y le dijo.

—¿Por qué no lo has seguido atacando? Tienes la ventaja—Dijo extrañada.

—Él también la tiene—Dijo seriamente.

—El basilisco casi no tiene formas de atacarte.

—No me refiero a él.

Aisha se sorprendió ligeramente y dirigió su atención inmediatamente hacia el campo de batalla, trató de concentrarse, trató de ignorar los alaridos del basilisco para atender a otras cosas, sus orejas blancas como la nieve daban ligeros movimientos, después volvió a oler el terreno, realmente lo que olió en aquel momento no era algo posible, más bien lo intuyó, era una combustión.

El cadáver de Pnicas comenzó a ser rodeador por un aro de fuego, este se cerró cada vez más hasta que comenzó a consumirlo, lo siguiente fue una reacción en extremo puro, fue como si Pnicas fuera gas, el explotó.

El basilisco no sabía lo que ocurría, por culpa del ángel tenía un punto ciego justo en el lugar de la repentina explosión, escuchó algo moverse, escuchó el sonido del metal, escuchó el sonido de las botas chocar contra el suelo, escuchó el sonido del acero arrastrándose por el suelo para luego ser levantado, la curiosidad fue demasiado, se terminó de girar por completo para poder vislumbrar lo que ocurría con su otro ojo, la vista fue corta, el caballero se había levantado y estaba muy cerca, su espada estaba cubierta por un fuego devastador que incluso estando a varios metros de las casas y plantas había logrado quemarlas.

Pnicas dio un salto el basilisco no pudo reaccionar, estaba anonadado, cuando el mordía a alguien no se suponía que se levantara de nuevo, el caballero ya estaba al lado de él, sus ojos no eran verdes como deberían, eran carmesís, finalmente Pnicas empuñó su espada con ambas manos y la clavó en el último globo ocular del basilisco, después ocurrió una reacción en cadena, el fuego lo consumió por dentro, hasta la última de sus entrañas, lo que quedó por fuera fue una simple carcasa, una marioneta sin hilos, una bestia que había sido mortífera, pero que ahora en vez de tener veneno en su interior solo tenía cenizas.

Tan rápido como el basilisco dejó de moverse Pnicas se dejó caer al suelo, estaba muy herido, lo último que vio antes de desmayarse fue a Tyler quien ya lo estaba asistiendo con la poción que le habían dado a él.

Mientras Tyler cuidaba de Pnicas, Aisha mantenía la vista fija en Kevmel, tenía su poción en la mano y quería ver si podía lanzarla de manera que le diera directamente, si lo hacía así el cristal se rompería y el líquido desharía la petrificación, pero al final no hizo falta, al haber muerto la fuente de su petrificación la superficie rocosa que lo cubría se fue desmoronando, Kevmel se sorprendió de esto, miró todo el lugar con preocupación pero cuando vio el cadáver del monstruo soltó un suspiro y se sentó en el suelo, alzó la vista hacia el cielo, habían ganado.