En el cementerio central, un grupo de personas se congregaba para darle el último adiós a Katherina, una mujer de apenas 25 años. Su muerte parecía ser el resultado de una serie de circunstancias fortuitas enviadas desde los cielos. Aunque todos los presentes compartían una profunda aflicción, las miradas de resentimiento convergían en un joven en particular.
Este joven, el novio de la desafortunada fallecida, fue el epicentro de una cadena de casualidades que culminaron en su trágica pérdida. Todo comenzó hace un mes...
Katherina, una mujer con una vida aparentemente perfecta acababa de completar su carrera universitaria y provenía de una familia bien establecida. Sin enfermedades ni deudas pendientes, y con una relación romántica estable de más de 4 años, planeaba casarse con su pareja. Sin embargo, un día presenció a su novio besándose con otra mujer. Sintiéndose engañada, aceptó un trabajo en otro país sin pedir explicaciones y partió sin más.
La verdad era que su novio había sido besado por la otra mujer y él la había rechazado, pero todo se malinterpretó. Katherine, asumiendo lo peor, decidió irse. Quién hubiera previsto que el piloto, quien había estado bebiendo la noche anterior, no resistiría el vuelo y decidiría ir al baño a vomitar, mientras que el copiloto se quedaba dormido al volante. Esta concatenación de eventos casuales llevó a la trágica muerte de Katherina en el vuelo.
Fue una partida rápida, y ella fue una de las pocas afortunadas cuyos restos pudieron ser recuperados. Esas fueron las palabras que la aerolínea dio para consolar a sus padres y familiares, como si eso fuera consuelo por la muerte de su hija.