Andrés, Marcos y Clarissa quedaron mudos de sorpresa con la revelación de César. El alcalde se desplomó y la chica corrió de inmediato a auxiliarlo.
—¡Don Andrés! ¿Qué le pasa? —gritó angustiada.
Con el rostro descompuesto, el alcalde trató de hablar.
—¿Mueeer...ta? ¿Li...sa?
—Explícate César, ¿cómo llegaste a esa conclusión? No entiendo nada —preguntó Marcos, que también se acercó para revisar la presión arterial de Andrés—. Clarissa revisa en ese frigobar si hay agua.
La joven rápido fue al frigobar, que se encontraba al fondo de la habitación, y de ahí sacó una botella de agua. César sólo se limitó a observar la escena.
Después de que el político se calmó, el detective continuó hablando.
—Don Andrés, sospecho que alguien está detrás de una venganza en contra suya y usarán a esta chica para inculpar a su hijo. Por la actitud de Mario, es probable que la haya visto viva por última vez luego de que rompieran la relación...
—¿No hay alguna forma de salvarla? —interrumpió Andrés.
—Es probable que sea demasiado tarde —contestó.
—¡Debe haber una forma de salvar a esa chica!—exclamó Clarissa.
En el fondo César también quería rescatarlo. Sin embargo, no quería albergar esperanzas, no era seguro que pudieran hacerlo a tiempo.
—Dudo que aún siga con vida. Si queremos hallarla, necesito más información— dijo mientras caminaba hacia el alcalde—. Noté que no la aceptaba como novia de su hijo. Supongo que usted la investigó, ¿no?
El alcalde bajó la mirada, lo que había dicho César era cierto.
—Tienes razón, hace un año le pedí a mis hombres que la investigaran, aunque no hallé nada turbio para poder apartarla de mi hijo. Hace una semana me informaron de que esa chica había terminado la relación y desde esa fecha perdimos su rastro. Entonces decidí llamarles a ustedes para que me ayuden a encontrarla.
César escuchó a don Andrés atentamente y sin mostrar ninguna expresión, cuestionó.
—Estamos a contrarreloj, ¿por qué no pidió ayuda antes?
—Quería encontrarla con mis medios sin generar escándalo, pero la policíaco de Montecristo no pudo hallarla —se excusó el alcalde.
—¿Está seguro que no la hallaron? ¿Qué tanto confía en su equipo policíaco?
Esta pregunta tomó por sorpresa al político veterano, a lo que solo pudo contestar.
—Ya no sé en quién confiar. Conozco a mis hombres, pero últimamente están pasando cosas que me hacen dudar de mi gabinete y funcionarios.
—Mmmm... como le mencioné anteriormente, esto puede ser una venganza. Si nadie pudo encontrar a esta chica, aunque usted lo haya pedido, es probable que alguien dentro del gobierno esté detrás de esto. ¿Sospecha de alguien?
Andrés Castillo se mantuvo meditativo tras la pregunta de César. A estas alturas todos en su equipo le parecían sospechosos y no podía confiar en nadie. Por su parte, Marcos y Clarissa caminaron hacia César para hablar con él en privado.
—César, ¿estás seguro de lo que dices? No será que el hijo del alcalde mató a Lisa en venganza por haber terminado la relación y hará pasar el homicidio como uno de los ocurridos anteriormente —preguntó Clarissa.
—¿Por qué piensas de que el hijo del alcalde hiciera eso? —intervino Marcos.
—Mmmm... cuando lo vi por primera vez, mi instinto me alertó que él era peligroso y no me inspiraba confianza, aunque él aparentara otra cosa —contestó.
—Ese es un buen punto —secundó César—. Todo en él es misterioso. Durante el almuerzo, noté cierto nerviosismo en Marcos, como si ocultara algo. Además, en la forma en que te miraba me hizo pensar que veía en ti a su ex prometida.
Mientras seguían divagando, el alcalde recibió una llamada. Los jóvenes esperaron a que éste les diera las noticias. Andrés se levantó de golpe y exclamó.
—¿Qué le pasó a mi hijo?