Había terminado sus razonesmi alto doctor, mirando atentamente si en mis ojos mostraba mi contento;
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y yo, a quien nueva sed atormentaba, callaba, mas por dentro me decía:«mi preguntar acaso le molesta».
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Mas el padre veraz, que se dio cuenta del medroso deseo que ocultabasin hablar, me alentó a que preguntase.
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Y yo: «Maestro, mi visión se aviva tanto en tu luz, que ya distingo clarolo que tu ciencia abarca o me describe:
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Y así te pido, caro y dulce padre,me expliques ese Amor al que reduces cualquiera bien obrar o su contrario.»
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«Dirige -dijo- a mí las claras luces del intelecto, y el error verásde los ciegos que en guía se convierten.
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El alma, que a amar presta fue creada, se mueve a cualquier cosa que le place, tan pronto del placer es puesta en acto.
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La percepción, de seres verdaderos saca la imagen que despliega dentro,e impulsa al alma a que se vuelva a ésta;
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y si, vuelta hacia ella, se doblega, Amor se llama ese doblegarniento,que por gozar de nuevo entra en vosotros.
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Y, como el fuego a lo alto se dirige, porque su forma a subir fue creada donde más se conserva en su materia,
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presa el alma se entrega así al deseo, impulso espiritual, y no reposahasta que goza de la cosa amada.
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Ahora comprenderás cuánto está oculta esta verdad a la gente que diceque todo amor sea loable cosa;
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porque acaso parece su materiaque es siempre buena, mas no todo sello es bueno aunque la cera sea buena.»
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«Con tus palabras y mi ingenio atento-le respondí- ya sé qué es el amor,pero esto de otras dudas me ha llenado;
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pues si el amor se ofrece desde fuera, y el alma no procede de otro modo,
44no es mérito si va torcida o recta. »45
«Cuanto ve la razón puedo decirte-dijo-; si quieres más, aguarda entonces a Beatriz, pues que de fe es materia.
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Cualquiera fortna sustancial, que aparte de la materia está, y está a ella unida, una específica virtud contiene,
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la cual no es perceptible sino obrando, ni se demuestra más que por efectos,cual la vida en las plantas por sus frondas
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Mas de dónde nos vengan las primeras nociones a la mente, lo ignorarnos,y del primer apetecer las causas,
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que en vosotros están, como en la abeja el arte de hacer miel; y este deseono merece desprecio ni alabanza.
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Mas porque a éste aún otros se añaden, innata os es la virtud que aconseja,y el umbral guarda del consentimiento.
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Este es pues el principio del que parte
en vosotros el mérito, segúnque buen o mal amor tome o desdeñe.
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Los que al fondo llegaron razonando, se dieron cuenta de esta libertad;y al mundo le dejaron sus morales.
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Aun suponiendo que obligadamente surja el amor que dentro se os encienda, la potestad tenéis de refrenarlo.
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A esta noble virtud Beatriz la llama libre albedrío, y procurar debieras recordarlo por si ella te habla de esto.»
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La luna, casi a media noche tarda, más raras las estrellas nos hacía,como un caldero ardiendo por completo;
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corriendo por el cielo los caminosque el sol inflama cuando los de Roma lo ven caer entre Corsos y Sardos.
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Y la sombra gentil, por quien a Piétola más que a la propia Mantua se celebra
83me había liberado de mi peso;84
y yo, que la razón abierta y llana tenía ya después de mis preguntas, divagaba cual hombre adormilado;
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mas fue esta soñolencia interrumpida súbitamente por gentes que a espaldas nuestras, hacia nosotros caminaban.
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Como el Ismeno y el Asopo vieron furia y turbas de noche en sus orillas, cuando a Baco imploraban los tebanos,
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así por aquel círculo avanzaban,por lo que pude ver, quienes venían del buen querer y justo amor llevados.
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Enseguida llegaron, pues corriendo aquella magna turba se movía,y dos gritaban llorando delante:
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«Corrió María apresurada al monte;
100y para sojuzgar Lérida César,101
tocó en Marsella y luego corrió a España.»
«Raudo, raudo, que el tiempo no se pierda102por poco amor -gritaban los demás-;que el arte de obrar bien torne la gracia.»
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«Oh gente a quien fervor agudo ahora compensa neglilgencia o dilaciones que por tibieza en bien obrar pusisteis,
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éste que vive, y cierto no os engaño, en cuanto luzca el sol quiere ir arriba; decidnos pues dónde hay una abertura.»
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Estas palabras díjolas mi guía;y uno de estos espíritus: «Seguidnos detrás --nos dijo-- y hallaréis el paso.
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De movernos estamos tan ansiosos que parar no podemos; tú perdona si la justicia te es descortesía.
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Yo fui abad de San Zeno de Verona bajo el imperio del buen Barbarroja,del cual doliente aún Milán se acuerda.
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Y hay alguno con un pie ya en la fosa, que pronto llorará aquel monasterio,y triste se hallará de haber mandado;
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porque a su hijo, mal del cuerpo entero, y peor de la mente, y malnacido,ha puesto en vez de su pastor legal.»
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Ignoro si calló o si más nos dijo,tan lejos se encontraba de nosotros;esto escuché y me agrada el recordarlo.
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Y aquel que en todo trance me ayudaba dijo: «Vuélvete aquí y mira esos dos que vienen dando muerdos a la acidia.»
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Detrás todos decían: «Antes muertoestuvo el pueblo a quien el mar se abriera, de que el Jordán su descendencia viese.
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Y aquellos que la suerte no sufrieron del vástago de Anquises hasta el fin, a una vida sin gloria se ofrecieron.»
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Luego cuando esas sombras tan lejanas estaban, que ya verse no podían,se me introdujo un nuevo pensanmiento,
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del que nacieron otros y diversos; y tanto de uno en otro divagaba, que por divagación cerré los ojos,
144y en sueño convertí mi pensamiento.145