PURGATORIO CANTO XXIII
Mientras los ojos por la verde fronda fijaba de igual modo que quien suele del pajarillo en pos perder la vida,
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el más que padre me decía: «Hijo,ven pronto, pues el tiempo que nos dieron más útilmente aprovechar se debe.»
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Volví el rostro y el paso sin tardarme,junto a los sabios, que en tal forma hablaban,
9que me hicieron andar sin pena alguna.
Y en esto se escuchó llorar y un cantolabia mea domine, en tal modo,
11cual si pariera gozo y pesadumbre. 12
«Oh dulce padre, ¿qué es lo que ahora escucho?», yo comencé; y él: «Sombras que caminande sus deudas el nudo desatando.»
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Como los pensativos peregrinos, al encontrar extraños en su ruta, que se vuelven a ellos sin pararse,
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así tras de nosotros, más aprisa,al llegar y pasamos, se asombraba de ánimas turba tácita y devota.
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Todos de ojos hundidos y apagados, de pálidos semblantes, y tan flacos que del hueso la piel tomaba forma.
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No creo que a pellejo tan extremo
seco, hubiese llegado Erisitone, 26ni cuando fue su ayuno más severo. 27
Y pensando decíame: «¡Aquí viene la gente que perdió Jerusalén, cuando María devoró a su hijo! 28
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Parecían sus órbitas anillossin gemas: y quien lee en la cara "omo"
32bien podría encontrar aquí la eme. 33
¿Quién pensaría que el olor de un fruto tal hiciese, el anhelo produciendo,o el de una fuente, no sabiendo cómo?
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Maravillado estaba de tal hambre, pues la razón aún no conocíade su piel escarnada y su flaqueza,
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cuando de lo más hondo de su rostro fija su vista me volvió una sombra;luego fuerte exclamó: "¿Qué gracia es ésta?"
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Nunca el rostro le hubiese conocido; pero en la voz se me hizo manifiesto lo que el aspecto había deformado.
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Esta chispa encendió de aquel tan otro rostro del todo mi conocimiento,y conocí la cara de Forese.»
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«Ah, no te fijes en la seca roña que me destiñe -rogaba- la piel,ni por la falta de carne que tenga;
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dime en verdad de ti, y de quién son esas dos ánimas que allí te dan escolta;¡no te quedes aquí sin que me hables!»
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«Tu cara, que lloré cuando moriste, con no menos dolor ahora la lloro-le respondí- al mirarla tan cambiada.
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Pero dime, por Dios que así os deshoja; no pidas que hable, pues estoy atónito; mal podrá hablar quien otra cosa quiere.»
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Y él a mí- «Del querer eterno baja un efecto en el agua y en el árbol
que dejasteis atrás, que así enflaquece.
Toda esta gente que llorando canta, 63por seguir a la gula sin medida,santa se vuelve aquí con sed y hambre 66
De comer y beber nos da el deseo el olor de la fruta y del rocíoque se extiende por sobre la verdura.
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Y ni un solo momento en este espacio dando vueltas, mitiga nuestra pena: pena digo y debiera decir gozo,
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que aquel deseo al árbol nos conduce donde Cristo gozoso dijo 'Eli',
74cuando nos redimió la sangre suya.» 75
Yo contesté: «Forese, desde el díaque el mundo por mejor vida trocaste, cinco años aún no han transcurrido.
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Si antes se terminó el que tú pudieras pecar aún más, de que llegase la horadel buen dolor que a Dios volver nos hace,
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¿cómo es que estás arriba ya tan pronto? Yo pensaba encontrarte allí debajo, donde el tiempo con tiempo se repara.»
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Y él respondió: «Tan pronto me ha logrado que beba el dulce ajenjo del martiriomi Nela con su llanto sin fatiga.
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Con devotas plegarias y suspirosme trajo de la playa en que se espera, y me ha librado de los otros círculos.
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Tanto más cara a Dios y más dilecta es mi viudita, a la que tanto amaba, cuanto en su bien obrar está más sola;
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puesto que la Barbagia de Sicilia es más púdica ya con sus mujeresque la Barbagia en donde la he dejado. 94
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Dulce hermano ¿qué quieres que te diga? Ya presiento unos tiempos veniderosde que esta hora ya no está lejana,
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en que será en el púlpito vedado el que las descaradas florentinas vayan mostrando en público las tetas.
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¿Qué bárbara hubo nunca o musulmanas que precisaran para andar cubiertas disciplina en el alma o de las otras?
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Mas si supieran esas sinvergüenzas lo que veloz el cielo les depara,ya para aullar sus bocas abrirían;
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pues si el vaticinar aquí no engaña, sufrirán antes de que crezca el bozoa los que ahora con nanas consuelan.
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Ahora ya no te escondas más, oh hermano, que no sólo yo, más toda esta gente,mira el lugar donde la luz no pasa.»
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Por lo que yo le dije: «Si recuerdas lo que fui para ti, y para mi fuiste, aún será triste el recordar presente.
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De aquella vida me sustrajo aquel que va delante, el otro día, cuando redonda se mostró la hermana de ese
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--señalé el sol. Y aquél por la profunda noche llevóme de los muertos ciertos con esta carne cierta que le sigue.
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De allí con sus auxilios me ha traído, subiendo y rodeando la montaña,que os endereza a los que el mundo tuerce.
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Dice que habrá de hacerme compañía hasta que esté donde Beatriz se encuentra; allí es preciso que sin él me quede.
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Virgilio es quien tal cosa me ha contado-y se lo señalé-; y aquél la sombrapor quien se ha conmovido cada cuesta
132de vuestro reino del que ya se marcha.»