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Chapter 54 - PURGATORIO CANTO XVI

Negror de infierno y de noche privada de estrella alguna, bajo un pobre cielo, hasta el sumo de nubes tenebroso,

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tan denso velo no tendió en mi rostro como aquel humo que nos envolvió,y nunca sentí tan áspero pelo.

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No podía siquiera abrir los ojospor lo que, sabia y fiel, la escolta mía vino hacia mí ofreciéndome su hombro.

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Como el ciego que va tras de su guía para que no se pierda ni tropieceen obstáculo alguno, o tal vez muera,

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andaba por el aire amargo y sucio, escuchando a Virgilio aconsejarme:«Ten cuidado y de mí no te separes».

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Oía voces como que implorasen la paz y la clemencia del Corderode Dios que borra todos los pecados.

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Agnus Deí, era, pues, como empezaban todos a un tiempo y en el mismo modo,

y en completa concordia parecían.

«Maestro, lo que oigo ¿son espíritus?»21le dije. Y él a mí: «Bien lo pensaste;de la iracundia van soltando el nudo.»

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«¿Quién eres tú que cortas nuestro humo, y de nosotros hablas como sia��n midieses el tiempo por calendas?»

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Esto por una voz fue preguntado;«Contéstale --me dijo mi maestro- y si hay subida por aquí pregunta.»

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«Oh, criatura -le dije que te limpias para volver hermosa a quien te hizo, maravillas oirás si me acompañas.»

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«Cuanto me es permitido he de seguirte;y si vernos el humo no nos deja, nos mantendrá cercanos el oírnos.»

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Entonces comencé: «Con este rostro que destruye la muerte, voy arriba,y he llegado hasta aquí desde el infierno.

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Y si Dios en su gracia me ha tomado, tanto que quiere que su corte veade modo inusitado en estos tiempos,

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no me ocultes quién fuiste antes de muerto;dímelo, y dime si el camino es éste;y tus palabras sean nuestra escolta.»

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«Yo fui lombardo y Marco me llamaban;del mundo supe, y amé esa virtud a la que nadie tiende ya su arco.

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Para subir camina siempre recto»Me respondió y dijo luego: «Te pidoque por mí implores cuando estés arriba.»

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«Por mi fe -yo le dije- te prometoque haré lo que me pides; mas me estalla dentro una duda, y tengo que aclararla.

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Era antes simple y ahora se ha hecho doble con tus palabras, que me dan certezade lo otro, con la cual las relaciono.

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El mundo por completo está desierto de cualquiera virtud, como tú dices,y de maldad cubierto y agravado;

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mas la razón te pido que me digas,tal que la vea y que la enserle a otros;que a la tierra o al cielo lo atribuyen.»

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Un gran suspiro que acabó en un ¡ay! lanzó primero; y luego dijo: «Herrnano, el mundo es ciego, y tú de él has venido.

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Cualquier causa achacáis los que estáis vivos al cielo, igual que si moviese todaslas cosas él obligatoriamente.

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Destruido sería así en vosotros el libre arbitrio, y no sería justodar la alegría al bien, y al mal dar luto.

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El cielo inicia vuestros movimientos;no digo todos, mas aunque lo diga,una luz para el bien o el mal os dieron,

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Y libre voluntad; que si se cansaen el primer combate contra el cielo, luego lo vence si bien se sustenta.

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A mayor fuerza y a mejor natura libres estáis sujetos; y ella críavuestra mente, en que el cielo nada puede.

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Y por esto, si el mundo os descamina, la causa que buscáis está en vosotros: y verdaderamente he de explicártelo:

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De la mano de Aquél que la acaricia, aun antes de existir, cual la muchacha que llorando y riendo juguetea,

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sale sencilla el alma y nada sabe, salvo que, obra de un gozoso artista, gustosa vuelve a aquello que la alegra.

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Primero saborea el bien pequeño; aquí se engaña y corre detrás de él, si no tuerce su amor freno ni guía.

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Y es necesario el freno de las leyes;y es necesario un rey, que al menos vea de la ciudad auténtica la torre.

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Hay leyes, pero ¿quién las administra? Nadie, pues su pastor acaso rumie,mas no tiene partida la pezuña;

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y la gente, que sabe que su guíasólo tiende a aquel bien del que ella come,

101pace de aquel, y no busca otra cosa.102

Bien puedes ver que la mala conductaes la razón que al mundo ha condenado, y no vuestra natura corrompida.

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Solía Roma, que hizo bueno el mundo, tener dos soles que una y otra senda,la humana y la divina, les mostraban.

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Uno a otro apagó; y está la espada junto al báculo; y una y otro unidos forzosamente, marchan mal las cosas;

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porque juntos no temen uno al otro: Si no me crees, recuerda las espigas, pues distingue las hierbas la simiente.

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En la tierra que riegan Po y Adige, valor y cortesía se encontraban, antes de entrar en liza Federico.

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Ahora puede cruzar sin miedo alguno cualquiera que dejase, por vergüenza,de acercarse a los buenos o de hablarlos.

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Tres viejos hay aún con quien reprende a la nueva la antigua edad, y tardoDios les parece en que con él les llame:

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Corrado de Palazzo, el buen Gherardo,

124y Guido de Castel, mejor llamado125el sencillo lombardo, a la francesa.126

Puedes decir que la Iglesia de Roma, por confundir en ella dos poderesella y su carga en el fango se ensucian.»

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«Oh Marco mío –dije- bien hablaste;

y ahora discierno por qué de la herencia los hijos de Leví privados fueron.

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Más qué Gherardo es ése que, por sabio, dices, quedó de aquella raza extinta corno reproche del siglo salvaje?»

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«Me engañan tus palabras o me tientan,-me respondió- pues, hablando toscano,

137del buen Gherardo nunca hayas oído.138

Por ningún otro nombre le conozco, si de Gaya, su hija, no lo saco.

140Quedad con Dios, pues más no os acompaño141

Ved el albor, que irradia por el humo ya clareando; debo retirarme(allí está el ángel) antes que me vea.»

144De este modo se fue y no quiso oírme.