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Chapter 55 - PURGATORIO CANTO XVII

Acuérdate, lector, si es que en los Alpes te sorprendió la niebla, y no veíassino como los topos por la piel,

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cómo, cuando los húmedos y espesos vapores se dispersan ya, la esferadel sol por ellos entra débilmente;

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y tu imaginación será ligeraen alcanzar a ver cómo de nuevocontemplé el sol, que estaba ya en su ocaso.

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Mis pasos a los fieles del maestro emparejando, fuera de tal nubesalí a los rayos muertos ya en lo bajo.

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Oh fantasía que le sacas tantasveces de sí, que el hombre nada advierte, aunque suenen en torno mil trompetas,

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¿si no son los sentidos, quién te mueve? Una luz que en cielo se conforma,por sí o por el Querer que aquí la empuja.

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De la impiedad de aquella que se hizo el ave que en cantar más nos deleita,a mi imaginación vino la huella;

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y entonces tanto se encerró mi mente en si misma, que nada le llegabadel exterior que recibir pudiese.

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Luego llovió en mi fantasía uno crucificado, fiero y desdeñoso en su apariencia, y así se moría;

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alrededor estaba el gran Asuero, Ester su esposa, Mardoqueo el justo, tan íntegro en sus obras y palabras.

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Y como se rompiera aquella imagen por ella misma, igual que una burbuja a la que falta el agua que la hizo,

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surgió de mi visión una muchachallorando, y dijo: «Oh reina, ¿por qué airada te quisiste matar? Ahora estás muerta

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por no querer perder a tu Lavinia;¡Y me has perdido! soy la que lamento antes, madre, los tuyos, que otros males.»

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Como se rompe el sueño de repente cuando hiere en los ojos la luz nueva, que aún antes de morir roto se agita;

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así mi imaginar cayó por tierraen cuanto que una luz hirió en mis ojos, mucho mayor de la que se acostumbra.

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Yo me volví para mirar qué fuese,cuando una voz me dijo: «Aquí se sube»,

47que me apartó de otro cualquier intento;48

y tan prestas las ganas se me hicieron para mirar quién era el que me hablaba, que no cejara hasta no contemplarlo.

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Mas como al sol que ciega nuestra vista y por sobrado vela su figura,me faltaban así mis facultades.

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«Es un divino espíritu que muestra el camino de arriba sin pedirlo,y él a sí mismo con su luz esconde.

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Nos hace igual que un hombre hace consigo;que quien se hace rogar, viendo un deseo, su negativa con maldad prepara.

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A tal invitación el paso unamos;procuremos subir antes que vengala noche y hasta el alba no se pueda.»

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Así dijo mi guía, y yo con él nos dirigimos hacia la escalera;y cuando estuve en el primer peldaño,

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sentí cerca de mí que un ala el rostro me abanicaba y escuché: «Beati pacifici, que están sin mala ira.»

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Estaban ya tan altos los postreros rayos de los que va detrás la noche, que en torno aparecían las estrellas.

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«¡Oh, por qué me abandonas, valor mío!»-decía para mí, porque sentíala fuerza de las piernas flaqueartne.

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Ya donde más no subía llegamos la escalera, y allí nos detuvimos,como la nave que ha llegado al puerto.

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Puse atención un poco, por si oía alguna cosa en este nuevo círculo; luego al maestro me volví y le dije:

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«Mi dulce padre, dime, ¿qué pecado se purga en este círculo? Si quedos están los pies, no lo estén las palabras.»

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Y él me dijo: «El amor del bien, escaso de sus deberes, aquí se repara;aquí se arregla el remo perezoso.

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Y para que lo entiendas aún más claro, vuelve hacia mí la mente, y sacarás algún buen fruto de nuestra dernora.»

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Ni el Creador ni la criatura, nunca sin amor estuvieron -él me dijo-o natural o de ánimo; ya sabes.

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El natural no se equivoca nunca,

mas puede el otro equivocar su objeto, porque el vigor o poco o mucho sea.

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Mientras que se dirige al bien primero, y en el segundo él mismo se controla, no puede ser razón de mal deleite;

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mas cuando al mal se tuerce, o con cuidado más o menos al bien de lo que debe,contra el Autor se vuelven sus acciones.

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Entenderás por ello que el amor es semilla de todas las virtudesy de todos los actos condenables.

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Ahora bien, como nunca de la dicha de su sujeto amor la vista aparta,del propio odio las cosas están libres;

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y como dividido no se entiende,ni por sí mismo, a nadie del Principio, odiar a aquel ninguno puede hacerlo.

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Resta, si bien divido, que se amael mal del prójimo; y que dicho amor de vuestro fango nace en tres maneras:

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Quién, suprimido su vecino, aguarda elevarse, y por esto sólo quiereque derriben a aquel de su grandeza;

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quién que el poder, la gracia, honor y fama teme perder porque otro le supere,y se entristece y quiere lo contrario;

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y hay quien por las injurias se enfurece, de la venganza se hace deseoso,y necesita urdir el mal ajeno.

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Este triforme amor aquí debajose llora; y ahora quiero que conozcas,el que corre hacia el bien corruptamente.

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Todos confusamente un bien seguimos donde se aquiete el ánimo, y lo ansiamos; y por lograrlo combatimos todos.

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Si lento es ese amor en dirigirseo en conquistar a Aquel, esta cornisa,

tras justo arrepentirse, le atormenta.132

Hay otro bien que hace infeliz al hombre;no es la felicidad, la buena esencia, que es el fruto y raíz de todo bien.

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El amor que a este bien se ha abandonado, sobre nosotros se purga en tres círculos;

137mas cómo tripartito se organiza,para que tú lo encuentres, me lo callo.138