Aun si en prosa lo hiciese, ¿quién podría de tanta sangre y plagas como vihablar, aunque contase mochas veces?
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En verdad toda lengua fuera escasa porque nuestro lenguaje y nuestra mente no tienen juicio para abarcar tanto.
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Aunque reuniesen a todo aquel gentío que allí sobre la tierra infortunadade Apulia, foe de su sangre doliente
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por los troyanos y la larga guerraque tan grande despojo hizo de anillos, cual Livio escribe, y nunca se equivoca;
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y quien sufrió los daños de los golpes por oponerse a Roberto Guiscardo;y la otra cuyos huesos aún se encuentran
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en Caperano, donde fue traidor todo el pullés; y la de Tegliacozzo,que venció desarmado el viejo Alardo,
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y cuál cortado y cuál roto su miembro mostrase, vanamente imitaríade la novena bolsa el modo inmundo.
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Una cuba, que duela o fondo pierde, como a uno yo vi, no se vacía,de la barbilla abierto al bajo vientre;
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por las piernas las tripas le colgaban, vela la asadura, el triste sacoque hace mierda de todo lo que engulle.
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Mientras que en verlo todo me ocupaba, me miró y con la mano se abrió el pecho diciendo: «¡Mira cómo me desgarro!
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imira qué tan maltrecho está Mahoma!
31Delante de mí Alí llorando marcha,32rota la cara del cuello al copete.33
Todos los otros que tú ves aquí, sembradores de escándalo y de cisma vivos fueron, y así son desgarrados.
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Hay detrás un demonio que nos abre, tan crudamente, al tajo de la espada, cada cual de esta fila sometiendo,
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cuando la vuelta damos al camino; porque nuestras heridas se nos cierran antes que otros delante de él se pongan.
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Mas ¿quién eres, que husmeas en la roca, tal vez por retrasar ir a la pena,con que son castigadas tus acciones?»
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«Ni le alcanza aún la muerte, ni el castigo-respondió mi maestro- le atormenta;mas, por darle conocimiento pleno,
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yo, que estoy muerto, debo conducirlo por el infierno abajo vuelta a vuelta:y esto es tan cierto como que te hablo.»
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Mas de cien hubo que, cuando lo oyeron, en el foso a mirarme se pararonllenos de asombro, olvidando el martirio.
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« Pues bien, di a Fray Dolcín que se abastezca, tú que tal vez verás el sol en breve,
56si es que no quiere aquí seguirme pronto,57
tanto, que, rodeado por la nieve, no deje la victoria al de Novara,
59que no sería fácil de otro modo.»60
Después de alzar un pie para girarse, estas palabras díjome Mahoma;luego al marcharse lo fijó en la tierra.
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Otro, con la garganta perforada, cortada la nariz hasta las cejas, que una oreja tenía solamente,
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con los otros quedó, maravillado,y antes que los demás, abrió el gaznate, que era por fuera rojo por completo;
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y dijo: «Oh tú a quien culpa no condena y a quien yo he visto en la tierra latina, si mucha semejanza no me engaña,
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acuérdate de Pier de Medicina,si es que vuelves a ver el dulce llano, que de Vercelli a Marcabó desciende.
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Y haz saber a los dos grandes de Fano, a maese Guido y a maese Angiolello, que, si no es vana aquí la profecía,
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arrojados serán de su bajel,y agarrotados cerca de Cattolica, por traición de tirano fementido.
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Entre la isla de Chipre y de Mallorca no vio nunca Neptuno tal engaño,no de piratas, no de gente argólica.
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Aquel traidor que ve con sólo uno,y manda en el país que uno a mi lado quisiera estar ayuno de haber visto,
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ha de hacerles venir a una entrevista; luego hará tal, que al viento de Focara no necesitarán preces ni votos.»
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Y yo le dije: «Muéstrame y declara, si quieres que yo lleve tus noticias, quién es el de visita tan amarga.»
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Puso entonces la mano en la mejilla de un compañero, y abrióle la boca, gritando: «Es éste, pero ya no habla;
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éste, exiliado, sembraba la duda, diciendo a César que el que está ya listo siempre con daño el esperar soporta.»
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¡Oh cuán acobardado parecía,
con la lengua cortada en la garganta, Curión que en el hablar fue tan osado!
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Y uno, con una y otra mano mochas, que alzaba al aire oscuro los muñones, tal que la sangre le ensuciaba el rostro,
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gritó: «Te acordarás también del Mosca, que dijo: Lo empezado fin requiere, que fue mala simiente a los toscanos.»
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Y yo le dije: «Y muerte de tu raza.» Y él, dolor a dolor acumulado,se fue como persona triste y loca.
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Mas yo quedé para mirar el grupo, y vi una cosa que me diera miedo,sin más pruebas, contarla solamente,
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si no me asegurase la conciencia, esa amiga que al hombre fortifica en la confianza de sentirse pura.
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Yo vi de cierto, y parece que aún vea, un busto sin cabeza andar lo mismo que iban los otros del rebaño triste;
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la testa trunca agarraba del pelo, cual un farol llevándola en la mano; y nos miraba, y «¡Ay de mí!» decía.
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De sí se hacía a sí mismo lucerna, y había dos en uno y uno en dos:cómo es posible sabe Quien tal manda.
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Cuando llegado hubo al pie del puente, alzó el brazo con toda la cabeza,para decir de cerca sus palabras,
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que fueron: «Mira mi pena tan crudatú que, inspirando vas viendo a los muertos;mira si alguna hay grande como es ésta.
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Y para que de mí noticia llevessabrás que soy Bertrand de Born, aquel
134que diera al joven rey malos consejos.135
Yo hice al padre y al hijo enemistarse: Aquitael no hizo más de Absalón
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y de David con perversas punzadas:138
Y como gente unida así he partido, partido llevo mi cerebro, ¡ay triste!,de su principio que está en este tronco.
141Y en mí se cumple la contrapartida.»