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Chapter 25 - INFIERNO CANTO XX

De nueva pena he de escribir los versos y dar materia al vigésimo cantode la primer canción, que es de los reos.

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Estaba yo dispuesto totalmentea mirar en el fondo descubierto,que me bañaba de angustioso llanto;

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por el redondo valle vi a unas gentes venir, calladas y llorando, al pasocon que en el mundo van las procesiones.

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Cuando bajé mi vista aún más a ellas, vi que estaban torcidas por completo desde el mentón al principio del pecho;

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porque vuelto a la espalda estaba el rostro, y tenían que andar hacia detrás,pues no podían ver hacia delante.

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Por la fuerza tal vez de perlesía alguno habrá en tal forma retorcido, mas no lo vi, ni creo esto que pase.

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Si Dios te deja, lector, coger fruto de tu lectura, piensa por ti mismo si podría tener el rostro seco,

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cuando vi ya de cerca nuestra imagen tan torcida, que el llanto de los ojos les bañaba las nalgas por la raja.

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Lloraba yo, apoyado en una rocadel duro escollo, tal que dijo el guía:«¿Es que eres tú de aquellos insensatos?,

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vive aquí la piedad cuando está muerta:¿Quién es más criminal de lo que es ése

29que al designio divino se adelanta?30

Alza tu rostro y mira a quien la tierra a la vista de Tebas se tragó;y de allí le gritaban: “Dónde caes

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Anfiareo?, ¿por qué la guerra dejas?” Y no dejó de rodar por el vallehasta Minos, que a todos los agarra.

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Mira cómo hizo pecho de su espalda: pues mucho quiso ver hacia adelante, mira hacia atrás y marcha reculando.

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Mira a Tiresias, que mudó de aspecto al hacerse mujer siendo varón cambiándose los miembros uno a uno;

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y después, golpear debía anteslas unidas serpientes, con la vara, que sus viriles plumas recobrase.

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Aronte es quien al vientre se le acerca,

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que en los montes de Luni, que cultiva el carrarés que vive allí debajo,

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tuvo entre blancos mármoles la cueva como mansión; donde al mirar los astros y el mar, nada la vista le impedía.

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Y aquella que las tetas se recubre, que tú no ves, con trenzas desatadas, y todo el cuerpo cubre con su pelo,

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fue Manto, que corrió por muchas tierras;y luego se afincó donde naci,por lo que un poco quiero que me escuches:

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Después de que su padre hubiera muerto, y la ciudad de Baco esclavizada,ella gran tiempo anduvo por el mundo.

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En el norte de Italia se halla un lago, al pie del Alpe que ciñe Alemania sobre el Tirol, que Benago se llama.

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Por mil fuentes, y aún más, el Apenino ente Garda y Camónica se baña,por el agua estancada en dicho lago.

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En su medio hay un sitio, en que el trentino pastor y el de Verona, y el de Brescia,si ese camino hiciese, bendijera.

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Se halla Pesquiera, arnés hermoso y fuerte, frontera a bergamescos y brescianos,en la ribera que en el sur le cerca.

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En ese sitio se desborda todolo que el Benago contener no puede,y entre verdes praderas se hace un río.

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Tan pronto como el agua aprisa corre, no ya Benago, mas Mencio se llama hasta Governo, donde cae al Po.

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Tras no mucho correr, encuentra un valle, en el cual se dilata y empantana;y en el estio se vuelve insalubre.

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Pasando por allí la virgen fiera,vio tierra en la mitad de aquel pantano,

sin cultivo y desnuda de habitantes.

Allí, para escapar de los humanos,84con sus siervas quedóse a hacer sus artes,y vivió, y dejó allí su vano cuerpo.

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Los hombres luego que vivían cerca, se acogieron al sitio, que era fuerte, pues el pantano aquel lo rodeaba.

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Fundaron la ciudad sobre sus huesos; y por quien escogió primero el sitio, Mantua, sin otro augurio, la llamaron.

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Sus moradores fueron abundantes, antes que la torpeza de Casoldi,

95de Pinamonte engaño recibiese.96

Esto te advierto por si acaso oyeras que se fundó de otro modo mi patria, que a la verdad mentira alguna oculte.»

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Y yo: «Maestro, tus razonamientosme son tan ciertos y tan bien los creo, que apagados carbones son los otros.

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Mas dime, de la gente que camina, si ves alguna digna de noticia,pues sólo en eso mi mente se ocupa.»

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Entonces dijo: «Aquel que desde el rostro la barba ofrece por la espalda oscura,fue, cuando Grecia falta de varones

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tanto, que había apenas en las cunas augur, y con Calcante dio la orden de cortar en Aulide las amarras.

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Se llamaba Euripilo, y así canta algún pasaje de mi gran tragedia:tú bien lo sabes pues la sabes toda.

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Aquel otro en los flancos tan escaso, Miguel Escoto fue, quien en verdad

116de los mágicos fraudes supo el juego.117

Mira a Guido Bonatti, mira a Asdente, que haber tomado el cuero y el bramante ahora querría, mas tarde se acuerda;

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Y a las tristes que el huso abandonaron, las agujas y ruecas, por ser magasy hechiceras con hierbas y figuras.121

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Mas ahora ven, que llega ya al confín de los dos hemisferios, y a las ondas bajo Sevilla, Caín con las zarzas,

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y la luna ayer noche estaba llena:bien lo recordarás, que no fue estorbo alguna vez en esa selva oscura.»

129Así me hablaba, y mientras caminábamos.