En ese tiempo en el que el año es joven y el sol sus crines bajo Acuario templa, y las noches se igualan con los días,1
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cuando la escarcha en tierra se asemeja a aquella imagen de su blanca hermana, mas poco dura el temple de su pluma;
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el campesino falto de forraje,se levanta y contempla la campiña toda blanca, y el muslo se golpea,
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vuelve a casa, y aquí y allá se duele,tal mezquino que no sabe qué hacerse;sale de nuevo, y cobra la esperanza,
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viendo que al monte ya le cambió el rostro en pocas horas, toma su cayado,y a pacer fuera saca las ovejas.
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De igual manera me asustó el maestro cuando vi que su frente se turbaba, mas pronto al mal siguió la medicina;
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pues, al llegar al derruido puente, el guía se volvió a mí con el rostrodulce que vi al principio al pie del monte;
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abrió los brazos, tras de haber tomado una resolución, mirando antesla ruina bien, y se acercó a empinarme.
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Y como el que trabaja y que calcula, que parece que todo lo prevea,igual, encaramándome a la cima
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de un peñasco, otra roca examinaba, diciendo: «Agárrate luego de aquélla; pero antes ve si puede sostenerte.»
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No era un camino para alguien con capa, pues apenas, él leve, yo sujeto,podíamos subir de piedra en piedra.
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Y si no fuese que en aquel recintomás corto era el camino que en los otros, no sé de él, pero yo vencido fuera.
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Mas como hacia la boca Malasbolsas del pozo más profundo toda pende,la situación de cada valle hace
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que se eleve un costado y otro baje; y así llegamos a la punta extrema, donde la última piedra se destaca.
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Tan ordeñado del pulmón estabami aliento en la subida, que sin fuerzas busqué un asiento en cuanto que llegamos.
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«Ahora es preciso que te despereces-dijo el maestro-, pues que andando en plumas no se consigue fama, ni entre colchas;
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el que la vida sin ella malgastatal vestigio en la tierra de sí deja,cual humo en aire o en agua la espuma.
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Así que arriba: vence la perezacon ánimo que vence cualquier lucha, si con el cuerpo grave no lo impide.
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Hay que subir una escala aún más larga;haber huido de éstos no es bastante:si me entiendes, procura que te sirva.»
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Alcé entonces, mostrándome provisto de un ánimo mayor del que tenía,« Vamos -dije-. Estoy fuerte y animoso.»
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Por el derrumbe empezamos a andar,
que era escarpado y rocoso y estrecho,y mucho más pendiente que el de antes.
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Hablando andaba para hacerme el fuerte;cuando una voz salió del otro foso, que incomprensibles voces profería.
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No le entendí, por más que sobre el lomo ya estuviese del arco que cruzaba:mas el que hablaba parecía airado.
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Miraba al fondo, mas mis ojos vivos,por lo oscuro, hasta el fondo no llegaban, por lo que yo: «Maestro alcanza el otro
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recinto, y descendamos por el muro;pues, como escucho a alguno que no entiendo, miro así al fondo y nada reconozco.
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«Otra respuesta -dijo- no he de dartemás que hacerlo; pues que demanda justa se ha de cumplir con obras, y callando.»
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Desde lo alto del puente descendimos donde se cruza con la octava orilla, luego me fue la bolsa manifiesta;
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y yo vi dentro terrible malezade serpientes, de especies tan distintas, que la sangre aún me hiela el recordarlo.
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Más no se ufane Libia con su arena; que si quelidras, yáculos y faras produce, y cancros con anfisibenas,
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ni tantas pestilencias, ni tan malas, mostró jamás con la Etiopía entera,ni con aquel que está sobre el mar Rojo.
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Entre el montón tristísimo corrían gentes desnudas y aterrorizadas, sin refugio esperar o heliotropía:
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esposados con sierpes a la espalda;les hincaban la cola y la cabeza en los riñones, encima montadas.
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De pronto a uno que se hallaba cerca, se lanzó una serpiente y le mordió
donde el cuello se anuda con los hombros.
Ni la O tan pronto, ni la I, se escribe,99cual se encendió y ardió, y todo en cenizasse convirtió cayendo todo entero;
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y luego estando así deshecho en tierra amontonóse el polvo por si solo,y en aquel mismo se tornó de súbito.
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Así los grandes sabios aseguranque muere el Fénix y después renace,
107cuando a los cinco siglos ya se acerca:108
no pace en vida cebada ni hierba, sólo de incienso lágrimas y amomo, y nardo y mirra son su último nido.
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Y como aquel que cae sin saber cómo, porque fuerza diabólica lo tira,o de otra opilación que liga el ánimo,
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que levantado mira alrededor,muy conturbado por la gran angustia que le ha ocurrido, y suspira al mirar:
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igual el pecador al levantarse.¡Oh divina potencia, cuán severa, que tales golpes das en tu venganza!
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El guía preguntó luego quién era:y él respondió: «Lloví de la Toscana,no ha mucho tiempo, en este fiero abismo.
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Vida de bestia me plació, no de hombre, como al mulo que fui: soy Vanni Fucci
125bestia, y Pistoya me fue buena cuadra.»126
Y yo a mi guía: «Dile que no huya, y pregunta qué culpa aquí le arroja;que hombre le vi de maldad y de sangre.»
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Y el pecador, que oyó, no se escondía, mas volvió contra mí el ánimo y rostro, y de triste vergüenza enrojeció;
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y dijo: «Más me duele que me hallesen la miseria en la que me estás viendo, que cuando fui arrancado en la otra vida.
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Yo no puedo ocultar lo que preguntas: aquí estoy porque fui en la sacristía ladrón de los hermosos ornamentos,
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y acusaron a otro hombre falsamente;mas porque no disfrutes al mirarme, si del lugar oscuro tal vez sales,
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abre el oído y este anuncio escucha: Pistoya de los negros enflaquece:
143luego en Florencia cambian gente y modos.144
De Val de Magra Marte manda un rayo rodeado de turbios nubarrones;y en agria tempestad impetuosa,
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sobre el campo Piceno habrá un combate;y de repente rasgará la niebla,de modo que herirá a todos los blancos.
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150¡Esto te digo para hacerte daño!»