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Chapter 26 - INFIERNO CANTO XXI

Así de puente en puente, conversando de lo que mi Comedia no se ocupa, subimos, y al llegar hasta la cima

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nos paramos a ver la otra hondonada de Malasbolsas y otros llantos vanos; y la vi tenebrosamente oscura.

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Como en los arsenales de Venecia bulle pez pegajosa en el inviernoal reparar sus leños averiados,

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que navegar no pueden; y a la vezquién hace un nuevo leño, y quién embrea los costados a aquel que hizo más rutas;

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quién remacha la popa y quién la proa; hacen otros los remos y otros cuerdas; quién repara mesanas y trinquetas;

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asi, sin fuego, por divinas artes, bullía abajo una espesa resina,que la orilla impregnaba en todos lados.

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La veía, mas no veía en ellamás que burbujas que el hervor alzaba, todas hincharse y explotarse luego.

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Mientras allá miraba fijamente,el poeta, diciendo: «¡Atento, atento!»a él me atrajo del sitio en que yo estaba.

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Me volvi entonces como aquel que tarda

en ver aquello de que huir conviene,y a quien de pronto le acobarda el miedo,

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y, por mirar, no demora la marcha;y un diablo negro vi tras de nosotros, que por la roca corriendo venía.

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¡Ah, qué fiera tenía su apariencia, y parecían cuán amenazantessus pies ligeros, sus abiertas alas!

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En su hombro, que era anguloso y soberbio, cargaba un pecador por ambas ancas, agarrando los pies por los tendones.

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«¡Oh Malasgarras --dijo desde el puente-, os mando a un regidor de Santa Zita!

38Ponedlo abajo, que voy a por otro39

a esa tierra que tiene un buen surtido:salvo Bonturo todos son venales;

41del “ita” allí hacen “no” por el dinero.»42

Abajo lo tiró, y por el escollose volvió, y nunca fue un mastín soltado persiguiendo a un ladrón con tanta prisa.

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Aquél se hundió, y se salía de nuevo;mas los demonios que albergaba el puente gritaron: «¡No está aquí la Santa Faz,

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y no se nada aquí como en el Serquio! así que, si no quieres nuestros garfios, no te aparezcas sobre la resina.»

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Con más de cien arpones le pinchaban, dicen: «Cubierto bailar aquí debes,tal que, si puedes, a escondidas hurtes.»

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No de otro modo al pinche el cocinero hace meter la carne en la caldera,con los tridentes, para que no flote.

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Y el buen Maestro: «Para que no sepan que estás agua -me dijo- ve a esconderte tras una roca que sirva de abrigo;

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y por ninguna ofensa que me hagan, debes temer, que bien conozco esto,

y otras veces me he visto en tales líos.»

Después pasó del puente a la otra parte;63y cuando ya alcanzó la sexta fosa;le fue preciso un ánimo templado.

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Con la ferocidad y con la saña que los perros atacan al mendigo, que de pronto se para y limosnea,

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del puentecillo aquéllos se arrojaron,y en contra de él volvieron los arpones;mas él gritó: «¡Que ninguno se atreva!

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Antes de que me pinchen los tridentes, que se adelante alguno para oírme, pensad bien si debéis arponearme.»

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«¡Que vaya Malacola!» -se gritaron;y uno salió de entre los otros quietos,y vino hasta él diciendo: «¿De qué sirve?»

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«Es que crees, Malacola, que me habrías visto venir -le dijo mi maestro-seguro ya de todas vuestras armas,

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sin el querer divino y diestro hado? Déjame andar, que en el cielo se quiere que el camino salvaje enseñe a otros.»

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Su orgullo entonces fue tan abatido que el tridente dejó caer al suelo,y a los otros les dijo: «No tocarlo.»

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Y el guía a mí: «Oh tú que allí te encuentras tras las rocas del puente agazapado,puedes venir conmigo ya seguro.»

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Por lo que yo avancé hasta él deprisa;y los diablos se echaron adelante,tal que temí que el pacto no guardaran;

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así yo vi temer a los infantes yéndose, tras rendirse, de Caprona, al verse ya entre tantos enemigos.

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Yo me arrimé con toda mi persona a mi guía, y los ojos no apartabade sus caras que no eran nada buenas.

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Inclinaban los garfios: «¿Que le pinche-decíanse- queréis, en el trasero?»Y respondían: «Sí, pínchale fuerte.»

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Pero el demonio aquel que había hablado con mi guía, volvióse raudamente,y dijo: «Para, para, Arrancapelos.»

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Luego nos dijo: « Más andar por este escollo no se puede, pues que yace todo despedazado el arco sexto;

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y si queréis seguir más adelante podéis andar aquí, por esta escarpa: hay otro escollo cerca, que es la ruta.

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Ayer, cinco horas más que en esta hora, mil y doscientos y sesenta y seisaños hizo, que aquí se hundió el camino.

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Hacia allá mando a alguno de los míos para ver si se escapa alguno de esos;id con ellos, que no han de molestaros.

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¡Adelante Aligacho, Patasfrías,-él comenzó a decir- y tú, Malchucho;y Barbatiesa guíe la decena.

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Vayan detrás Salido y Ponzoñoso, jabalí Colmilludo, Arañaperros,el Tartaja y el loco del Berrugas.

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Mirad en torno de la pez hirviente;éstos a salvo lleguen al escollo que todo entero va sobre la fosa.»

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«¡Ay maestro, qué es esto que estoy viendo!-dije- vayamos solos sin escolta, si sabes ir, pues no la necesito.

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Si eres tan avisado como sueles,¿no ves cómo sus dientes les rechinan, y su entrecejo males amenaza?»

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Y él me dijo: «No quiero que te asustes;déjalos que rechinen a su gusto,pues hacen eso por los condenados.»

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Dieron la vuelta por la orilla izquierda,

mas primero la lengua se mordieron

hacia su jefe, a manera de seña,138y él hizo una trompeta de su culo.