Derek:
La piel de mis muñecas arde debido a las bandas de seguridad que traigo puestas, puedo sentir mis dientes chasqueando en el interior de mi boca y los dedos de mis manos están tan fríos que casi ya no puedo sentirlos. En lo único que puedo pensar es en salir de este gélido cuarto metálico, la verdad es que más que mi libertad, me preocupan mis hermanos; tengo la certeza de que están esperándome, ya que les prometí llevar alimentos esta noche.
Mi mente no deja de reproducir imágenes de la pequeña Carly tomándose el estómago y llorando mientras le grita Kalem que tiene hambre; puedo sentir como los músculos de mi espalda se contraen con el solo hecho de pensar en que ella está derramando lágrimas por mi culpa, es tal mi impotencia que una lagrima de desesperación amenaza con escurrirse por mi mejilla, pero lo último que quiero en este momento es mostrarme débil.
La rubia de ojos grises no parece tener la mínima intención de dejarme salir de este sitio, lo único que hace desde que me capturó en el callejón del laboratorio es preguntarme sobre el supuesto ataque en contra de las gobernadoras. Del cual para ser sincero no tengo ni la más mínima idea.
— Juro que no se de lo que hablas. Ni mi gente, ni yo fuimos responsables de ese ataque— le repito una y otra vez, esperando que de tanto escucharlo finalmente me crea.
— Ustedes son los únicos que no están de acuerdo con el sistema de gobierno actual, ¿quién más podría haber sido? — me pregunta la rubia después de que ya le he repetido diez veces la misma respuesta. Detesto estar cautivo por alguien tan desagradable, apenas me dan ganas de seguir hablando.
—Mire señorita— hago todo mi esfuerzo para no sonar cabreado — le doy mi palabra de que no tuve nada que ver, pero si me deja ir puedo ayudar a averiguar quién lo hizo— le lanzo un guiño esperando disminuir la tensión, pero sale demasiado forzado. La rabia me está consumiendo — Le aseguro que si es que algún perteneciente a mi grupo lo ha hecho, se lo haré saber de inmediato— al terminar de hablar esbozo una sonrisa que aparenta ser sincera, aún tengo la esperanza de que me deje ir. Odio estar hablando con semejante amabilidad, juro que si mis hermanos no estarían esperándome ya la habría mandado a la mismísima mierda.
—No me quieras seducir con tus palabras niño, que si te metes conmigo saldrás perdiendo— me dice con un aire despiadado.
Gwen emana desprecio de todo el cuerpo, la manera en la que me mira y en que me observa tan atentamente hace que el cuerpo me hierba de rabia. Decido no contestar porque si lo hago, esto en definitivo terminará mal.
Finalmente, y después de matarme un par de veces con la mirada sale del cuarto sin decir nada más, supongo que va a discutir mi libertad con las Protectoras. A cada segundo que pasa la incomodidad se torna más insoportable, puedo sentir como mis manos se adormecen por los sujetadores y el frio no ayuda en nada. Frente a mi hay un gran vidrio en el cual puedo verme reflejado, las luces blancas hacen que me vea más pálido de lo que ya soy, mi pelo rubio se ve casi blanco y a mi piel se adhiere el color metálico de las paredes. Comienzo a cuestionarme si realmente es ese mi aspecto, quizás estoy desnutrido o enfermo por la falta de vitaminas y a penas ahora noto el efecto que esas carencias han causado en mí. No puedo evitar pensar de nuevo en mis hermanos y en el hambre que seguramente están pasando, mi cuerpo entero se contrae por segunda vez y sin que yo si quiera me dé cuenta mis pies comienzan a chocar contra el piso con ansiedad.
Al cabo de unos minutos, entra la señorita de los ojos grises, el traje gris y el alma negra. Sin decirme nada se dirige a la parte trasera de la silla donde me tiene cautivo y suelta las bandas de seguridad, siento como la sangre regresa a mis dedos.
—Puedes irte Fair— de verdad detesto que me llamen por el apellido, de solo escucharlo me tenso de nuevo, estoy cansándome de sentirme así — pero antes, debo inyectarte un localizador en caso de que se te ocurra no volver con la información que prometiste— no lo puedo creer. Odio las agujas, ¿acaso hay algo que no me desagrade de este sitio?
Estoy tan cansado que ya me da igual lo que quiere hacer conmigo, el localizador ahora mismo es lo de menos yo sé que luego me las arreglaré en el laboratorio para que alguien me lo quite.
Extiendo mi brazo tembloroso hacia la rubia, ella lo toma con fuerza justo del sitio donde la banda de seguridad me había estado quemando, lanzo un respingo cuando incrusta 3 micro agujas en mi antebrazo, pero la verdad es que me duele más la herida que Gwen sigue sosteniendo con fuerza. Mis sentimientos nada agradables hacia ella están a punto de explotar, pero me contengo, tengo que ir con mis hermanos, no los puedo dejar solos.
—Ahora sí, ya puedes irte. Tus pertenencias están con el guardia de la recepción— me dice con frialdad después de sacarme las agujas. La miro directo a los ojos mientras me imagino miles de formas en que podría torturarla.
Le agradezco forzando una sonrisa y me retiro de la sala. Al salir me encuentro con un pasillo corto, camino por él hasta que por fin llego a la recepción, he estado tantas veces aquí que ya se me el camino de memoria. Pido mi dinero y mis llaves al guardia para luego montarme en mi bicicleta e ir a buscar una tienda de víveres. Ya son casi las once de la noche, temo que las tiendas estén cerradas. Mi odio hacia la maldita rubia aumenta a cada pedaleo que doy, siento que no hallare un lugar para comprar alimentos por culpa de ella y las estúpidas protectoras que solo piensan en sus intereses, pero por suerte cuando estoy a punto de perder toda esperanza, encuentro una tienda aún abierta. El dinero que traigo solo me alcanza para comprar dos kilos de arroz, pero sé que de todos modos mis hermanos estarán contentos de ver algo de comida esta noche.
Emma:
Mis ojos se cierran por el cansancio, hoy fue mi primer día de entrenamiento en la orden protectora y por desgracia no parece llegar a su fin.
Intento distraer mi mente pensando en el tema que tendrá mi fiesta de cumpleaños. Este año todo tiene que ser diferente, el tema debe representar madurez, pero a la vez tiene que ser la mejor fiesta del año, no todos los días se cumple 21.
A pasar de mis intentos de escapar mentalmente del entrenamiento no puedo evitar seguir escuchando a Madeleine nuestra entrenadora que ya va en la parte final de la lección. No me queda más que contar los segundos para salir de aquí, quiero irme a casa, darme un baño y dormir.
Estoy tan cansada de verla y oírla que siento que esta noche soñare con sus ojos verdes y su cabellera roja. A ver no es que lo que está explicando no sea importante, pero mis padres pertenecen a la mesa redonda, mi abuela fue una de las primeras protectoras, por lo tanto, me sé tan bien la historia del nuevo mundo que escucharla de nuevo es una tortura, preferiría mil veces seguir realizando los ejercicios físicos por cinco horas más antes continuar escuchando a Madeleine
Por suerte, luego de unos minutos la señora Burn entra al salón interrumpiendo a Madeleine, mis oídos agradecen el silencio. Su traje gris combina muy bien con sus ojos del mismo inusual color. Siempre que la veo, su belleza me deja pasmada.
Madeleine se voltea hacia Burn algo sorprendida, está claro que su visita no fue planeada. Burn le hace una seña con el dedo y Madeleine de inmediato se acerca a ella. Se retiran a un rincón del cuarto, pienso que para tener más privacidad.
El uniforme de la orden me acalora el cuerpo, las mangas largas y el negro no combinan con el clima cálido de la capital. Miro al resto de las chicas que se encuentran paradas a mi lado y todas parecen tener el mismo problema que yo. Cuantas ganas tengo de irme a casa.
Luego de una larga conversación Madeleine regresa acompañada de la señora Burn. Todas dirigimos la mirada hacia las dos, esperando una noticia que parecen tener ansias de anunciarnos.
—La señora Burn ha venido a darnos una excelente noticia, pero antes de que les cuente de que se trata, terminaré con la clase de hoy, tan solo nos falta tocar unos cuantos puntos .
Después de unos minutos Madeleine termina de explicar y todas aplaudimos al unísono mientras Gwen nos observa sin alguna expresión en el rostro. Me entra un escalofrió cuando nuestros ojos se encuentran por un instante antes de que empiece a hablar.
—Buenas noches protectoras, hoy tengo una grata noticia para ustedes, espero estén tan entusiasmadas como yo al respecto— la tensión se puede sentir en el cuarto y a pesar de que tengo mucho sueño, la expectativa que acaban de crear me ha despertado de mi estado semi-zombie.