Derek:
Ya son las cuatro de la tarde y los vigilantes no han reportado nada acerca de la infiltrada, los nervios me están matando, espero que sea sencillo atraparla. Por si las dudas he conseguido pastillas para dormir de las más fuertes en el mercado donde trabaja papá, un contrabandista me las ha conseguido a muy bajo precio. Me he asegurado de que la casa abandonada esté lista para la falsa reunión de esta noche y todos están preparados para atrapar a la infiltrada, incluso Kalem que nunca toma interés en lo relacionado con los protestantes, está bastante entusiasmado.
Emma:
Después de meditarlo muy bien he decidido dejar ir a Anthony, ya está borrado de mi vida. Es curioso como apenas presionas el botón la culpa, la duda, todo desaparece y cuando ves a la persona, piensas en lo mucho que la conoces y en todo lo que sabes de ella, pero ya no sientes absolutamente nada. Lo he dejado de la misma manera que su ex novia lo hizo, borrándolo mientras él me rogaba que no lo haga, admito que fue un poco insensible de mi parte, pero tenía que hacerlo por su bien y por el mío. La verdad es que siento que fui una mala persona, se fue hecho una mar de lágrimas y yo no sentí absolutamente nada, quizás algo de lastima, pero solo eso. Hasta ahora no puedo entender cómo es eso posible, ¿cómo puedes pasar de sentirlo todo a no sentir nada en tan solo un segundo? quisiera saber de qué manera el botón funciona en mi cuerpo. De todas formas, ese tema carece de importancia, lo que importa ahora es que me encuentro mucho mejor respecto a la misión, hace unas horas era un manojo de nervios y la cabeza estaba empezando a dolerme, pero desde que borré a Anthony, todos los síntomas han desaparecido.
Para relajarme aún más, me pongo a ver televisión, tengo la suerte de mi lado pues está dando mi película favorita, para cuando termina el reloj marca las cuatro de la tarde, siento que los nervios regresan a mi cuerpo. En una hora debo estar en la orden para planificar todo y ni siquiera me he cambiado. Corro a mi habitación y comienzo a ponerme la ropa más vieja que tengo, Mientas cierro la cremallera de mi chaqueta escucho que la puerta de mi casa se abre, salgo de inmediato a ver quién es.
Para mi sorpresa es papá. El suele trabajar hasta las ocho de la noche, no entiendo que hace aquí tan temprano y por más que lo pienso no puedo encontrar un motivo para que haya regresado antes de tiempo.
— ¿Papá que haces aquí? — le pregunto desde el balcón que esta fuera de mi cuarto.
— Acaso piensas que te iba a dejar sola en este día tan especial— me dice sonriente. Como siempre papá no me decepciona, él está ahí para mí cuando lo necesito.
La emoción me invade, no puedo dejar de sentir que lo amo demasiado. Espero un día encontrar un hombre como él, papá es el hombre ideal, es el padre que todo hijo quiere y el esposo que toda mujer desearía.
— Pero ¿cómo es que supiste de la misión? — Pregunto entusiasmada — anoche no alcance a contarte.
— Tu madre me lo ha comentado esta mañana, cuando aún estabas dormida. Decidimos dejarte descansar para que hoy te vaya muy bien y bueno yo he pedido permiso en la mesa redonda para poder acompañarte.
— Gracias papá— bajo las escaleras de caracol conteniendo las lágrimas y me lanzo a darle un abrazo. Hace mucho que nadie se preocupaba por mí.
— Cuando viajaste, me hiciste mucha falta— le digo mientras lo abrazo.
— Lo se mi amor, pero ya estoy aquí— me responde acariciándome la espalda con la palma de su mano.
Papa viajó por dos meses a la zona E para realizar un trabajo muy importante. Durante ese tiempo me sentí muy sola y triste, pero ahora, aunque apenas son tres días que se encuentra en casa, la luz ha retornado a mi vida.
***
Cuando subo al auto no puedo dejar de sonreír, estoy tan feliz de que papá me esté llevando y aunque tenga veinte años me siento como una niña de cinco disfrutando de un paseo con su padre.
Desde pequeña siempre me ha gustado pasar tiempo con papá, mis días favoritos siempre eran los sábados pues en las tardes salíamos al parque, a la piscina o simplemente al patio a mirar las nubes. Mamá siempre ha dicho que nos llevamos bien porque somos idénticos física y mentalmente. Tengo los ojos color miel, la piel rosada y el pelo castaño casi negro tal como él y como mi abuela, lo único que le he sacado a mi madre es la Nariz pequeña y respingada.
— Cariño, has estado muy callada todo el camino, ¿Qué sucede? — me pregunta papá con una voz suave, mientras se estaciona frente al edificio de la orden.
— Nada, solo estaba pensando en lo parecidos que somos y en lo feliz que estoy de que estés aquí conmigo. Es por eso estuve divagando un poco— le explico. Papá lanza una pequeña risita y luego me abraza por los hombros.
— Sí, tu eres una pequeña versión de mi— los dos empezamos a reír a carcajadas — tu madre se debe querer morir de que su única hija le haya salido igualita a su papá.
— Al menos tengo su nariz— le digo aun riendo.
— Si al menos eso— me responde tocándome la punta de la nariz con su dedo índice.
— Bueno, será mejor que te vayas, no quiero que te regañen por mi culpa.
— Sí, ya es un poco tarde, pero por pasar tiempo contigo no importan unos cuantos regaños de Gwen— le digo mientras bajo del auto.
— Mucha suerte mi vida, espero que te vaya fenomenal— me dice papá lanzando un beso en el aire. Le devuelvo el gesto, es algo que siempre hacemos desde que yo era pequeña.
Cuando entro en la orden, veo a Gwen y Madeleine sentadas en la recepción, apenas me ven se ponen de pie. Gwen me observa desbordando rabia por sus ojos y Madeleine me lanza una sonrisa nerviosa.
— Es algo tarde señorita Burell— dice Gwen. Puedo sentir el enojo en su voz.
— Sí, lo siento— digo con una mezcla de seguridad y miedo.
— Pues vamos a planear todo esto de una vez por todas— me dice y empieza a caminar.
Madeleine y yo la seguimos, se dirige a los pasillos que llevan a la zona de armamento. Finalmente llegamos a una gran puerta blanca y apenas Gwen la abre veo un camión del gobierno y a un chofer con uniforme de repartidor.
— Te infiltraremos en la zona de los protestantes en esto— dice Gwen golpeando la parte trasera del camión.
— Sube— me ordena.
Lo hago. Cuando entro veo que hay un hueco en la base de la parte trasera del camión, creo que me meterán ahí. Pienso que es una mala idea ya que tengo algo de claustrofobia, las manos me empiezan a sudar como antes.
— ¿Yo iré ahí? — pregunto con firmeza. Las rodillas me tiemblan, pero las fuerzo a detenerse.
— Sí, te echaras ahí luego clavaremos el suelo de vuelta encima tuyo y pondremos el cargamento de víveres para que no se vea sospechoso, así a nadie se le pasara por la cabeza que hay una persona debajo del suelo— trago saliva apenas escucho todo lo que tendré encima— lo rellenamos de esponja para que sea más cómodo— me dice Madeleine con amabilidad.
— Vamos niña entra y ve si cabes. No hay tiempo que perder— dice Gwen impaciente.
Hago lo que me dice y para mi suerte encajo perfectamente.
— ¿Y bueno? — pregunta Gwen. Siento que en cualquier momento me golpeará.
— Sí, está perfecto— le respondo aun acostada.
— Qué bueno, entonces te explicaremos el plan rápidamente. Debes llegar allá antes de las nueve.
Bajo del camión de un salto y sigo a Gwen y Madeleine hasta la mesa que está situada a unos metros del camión. El chofer se aproxima también a la mesa, pero no se sienta.
— Bien, él es Aarón, un aliado de la mesa redonda que hará de chofer esta noche— en ese momento pienso que podía haber sido papá quien me lleve, pero no me atrevo a decir nada, Gwen está de muy mal humor. Saludo a Aarón con la mano y luego Gwen continúa hablando—, él te llevará a este sitio, justo aquí— señala un mapa en su iophone— y te recogerá a la media noche del mismo lugar, caminaras por tu cuenta hasta la reunión, el lugar aún está por confirmarse, pero te mantendremos al tanto. Al llegar debes indicar que quieres formar parte de los protestantes, cuéntales que te escapaste de casa para ir a la reunión y que vives cerca de Urbem así nadie se ofrecerá a acompañarte a casa. Te cambiaras el nombre, serás Cleo Stone, tienes 21 años y tu familia pertenece a un linaje no gubernamental, tus padres no están de acuerdo con los protestantes, pero tú sí, es por eso que has ido sola y te iras sola, ¿has entendido? — asiento levemente—. Actúa con normalidad y escucha atentamente todo lo que digan en la reunión. No te pondremos ningún micrófono porque puede ser sospechoso, así que debes tomar mucha atención a lo que digan— Gwen me toma del brazo y me clava tres micro agujas que estaban sobre la mesa. Me duele un poco, pero es soportable —, esto es un localizador, sirve para que podamos ubicarte si algo ocurre— trago saliva con dificultad al darme cuenta que algo puede ocurrirme—, ahora dame tu iophone para que te marque el mapa— le entrego mi dispositivo y casi al segundo me lo devuelve —. Todo listo, en caso de emergencia no dudes en llamar a la orden, estaremos atentos. Habrá protectoras en todo el rededor de la zona, si es necesario entraran para salvarte de cualquier situación. Bueno ahora que ya has escuchado todo, espero recuerdes tus seis meses de entrenamiento. Ve tranquila, como si fueras una más de ellos —Gwen se pone de pie y me lleva prácticamente empujando hasta el camión, subo en él con rapidez y ates de que entre en el hueco, Madeleine habla.
— Mucha suerte Emma, cuídate— le sonrío con nerviosismo, pero a la vez, intento verme segura de lo que estoy haciendo.
Gwen sube al camión con una lámina de metal.
— Échate— me ordena.
Después de que lo hago pone la placa de metal encima de mi mí y escucho como introduce los tornillos para fijarla, la respiración se me corta y la vista se me nubla tengo ganas de vomitar y ni siquiera hay espacio para que pueda poner mis manos sobre mi boca, siento presión en el pecho, quiero gritar que me saquen de ahí, peor no hay vuelta atrás, tengo que cumplir con mi deber como protectora.
Escucho como sitúan las cajas de víveres sobre mí cuerpo, los nervios aumentan al pensar que no puedo salir de aquí por mi cuenta. Y si ocurre un accidente y Aarón queda inconsciente, ¿quién me sacará de aquí?, podría morir encerrada. Mis músculos están tensos y mi reparación se acelera, no quiero morir encerrada entre dos placas de metal, en verdad quiero gritar para que me saquen, pero ya han cerrado la puerta trasera del camión y estamos avanzando.
Trato de tranquilizarme, pero no puedo, solo quiero gritar y salir de aquí.
— Tranquila, llegaras bien, tienes que cumplir con tu deber, no retrocedas, son solo unas horas de viaje— me repito mil veces en voz alta hasta que mi respiración se calma.
El tiempo pasa mientras voy cantando mis canciones favoritas en voz baja para tranquilizarme, pero mientras más nos acercamos al destino, más me doy cuenta de en la peligrosa situación en la que me he metido, espero poder encajar con los protestantes, espero no se den cuenta que soy de la orden, espero que no me lastimen.
De pronto siento que el auto se detiene, ojalá no sea ningún problema, ruego que ya hayamos llegado, pero parece que no es así ya que empiezo a escuchar voces, mi corazón parece un tambor que no me deja en paz, hasta las cienes me palpitan. Mis nervios aumentan cuando la puerta del camión se abre, puedo sentir que alguien se ha subido.
— ¿Dónde llevas este cargamento? — le pregunta al parecer un hombre a Aarón. Deben ser los vigilantes.
— Al mercado, como siempre— responde Aarón tranquilo.
Siento como empiezan a mover las cajas que están sobre mí. Mi corazón se dispara a una velocidad inimaginable, el pánico me invade y siento que no puedo respirar, pero si hago algo pueden escucharme, estoy conteniendo la respiración para que no escuchen mis jadeos, sé que en cualquier momento puedo desmayarme.