Regresamos a su casa y me permitió utilizar el baño para bañarme. No podía dejar de pensar en lo que había ocurrido entre los dos, es algo que no creo poder olvidar nunca. Mientras me bañaba Mónica deslizó la cortina y me asusté porque no esperaba que lo hiciera. Contemplé su desnudez, mientras entraba a la ducha conmigo. Estaba embobado como para cuestionarle sus razones. Algo en ella había cambiado, no sé qué traía su mirada, pero fue imposible apartar la mía de ella.
—Estaba luchando conmigo misma allá fuera, pero las ganas pueden más que el arrepentimiento que pueda tener después— su mano acarició mi torso, y no pude evitar estremecerme—. Te necesito, y sé que tú a mí también. Entonces ¿Por qué alejarnos, si los dos queremos estar así de cerca? Por favor, no me apartes de ti. Hazte cargo esta vez y déjame sentirte— su pedido me erizó la piel, pero no más que su repentino beso.
¿Cómo podría rechazarla, sí más que nada deseo esto? Hemos llegado a un punto donde no creo que haya retorno, tampoco quiero que nada nos frene.
El agua recorría nuestros cuerpos, pero eso jamás aliviaría el calor que sentíamos. El roce de su cuerpo con el mío, sus caricias, esa forma tan ardiente de besarme, son los causantes de cada sentimiento encontrado.
Sus labios fueron recorriendo mi cuello hasta ir descendiendo por mi pecho, culminando justo más abajo de mi abdomen. Estaba nervioso al verla de rodillas delante de mí, pero más cuando inesperadamente hizo descansar mi pene sobre sus suaves labios. Creí que lo dejaría así por algo de tiempo, pero no, tan pronto sentí el suave beso que dio en la punta y el como su lengua se movió alrededor de el, todo mi cuerpo experimentó un tipo de electricidad; algo que jamás había sentido en la vida. Mis jadeos estaban descontrolados, al igual que los temblores.
Pude ver el detalle de sus labios acaparando cada parte de mi pene, y sentir como llegaba a lo más profundo de su garganta. La forma tan seductora en que me miraba me atontaba. Sentía que mis energías se iban drenando cada vez que lo hacía, en especial cuando succionó lentamente mis testículos y subía de nuevo dando húmedos besos hasta la punta de mi pene. Mis piernas estaban flaqueando, no podía casi mantenerme de pie. Su boca, su lengua, todo de ella me hará perder la razón.
En el momento que se detuvo, se levantó decidida a llevarme con ella a la habitación. Ni siquiera nos secamos, solo me acosté por petición de ella y la vi subirse sobre mí. Tenerla encima de mi y poder contemplar ese cuerpo que me vuelve loco, lo es todo.
—Estoy así por ti — pude sentir el calor y humedad de la entrada de su vagina, todo mi cuerpo se descontroló—. Seré yo quien te haga mío— jugó por unos instantes moviéndose despacio y frotando la entrada de su vagina en mi pene.
—Mónica— musité con casi un hilo de voz—. Solo quiero que seas tú.
—¿No vas a arrepentirte luego?
—No, yo estoy seguro de lo que quiero, y eso eres tú. Quiero entregarte esto y todo de mi, Mónica.
Si de algo estaba seguro ahora, era de este paso que estábamos a punto de dar. Tal vez antes hubiera dudado, pero al confiar que el amor y el deseo es mutuo y genuino, no tendré duda alguna y confiaré plenamente en ella. Al final, la convertiré en mi esposa.
En el preciso momento que sentí la presión que hizo para permitirme entrar en ella, un escalofrío constante y cosquilleo se centró en todo mi pene, haciendo que mis jadeos fueran más fuertes. Podía sentir claramente como su interior iba rodeando y abarcando cada centímetro. La sensación, más ver como su expresión cambió, me tenía fuera de sí. Mordía sus labios, mientras me dedicaba una maliciosa y perversa mirada.
—No te muevas, por favor— le pedí con mi voz entrecortada.
—Eres muy bello, ¿Cómo no podría hacerlo?— forzó la entrada de golpe, hasta hacerme llegar a su límite. Todo vino acompañado de un beso, tan apasionado como siempre.
Casi enloquezco al sentir y ver los movimientos que con descaro comenzó a hacer, adentrando y sacando mi pene de ella. Su cintura, sus grandes y apetecibles muslos, mas sus buenas proporciones se movían a la par.
El contacto con su tibio y húmedo interior, se sentía como si mi pene hubiera estado nadando dentro de ella. Las paredes de su vagina se ajustaban alrededor, haciendo que sintiera la sensación de ser devorado. Sus senos saltaban a la misma velocidad en que se movía sobre mi. Si no se detiene, voy a terminar.
—Tocalos— agarró mis manos y las colocó en sus dos senos, haciendo que los apretara entre mis manos mientras ella continuaba moviéndose.
Su expresión se había vuelto una muy distinta, más perversa y sensual de lo usual. Cada expresión que me da, es fascinante como para no apreciarla. La había querido ver así hace mucho tiempo. La imaginación jamás se acercó a como en realidad se vería. Su belleza es tan única y perfecta, que no puedo creer que realmente esto está ocurriendo. Debo haber hecho algo muy bueno en la vida, como para que me premiara de esta manera.
Hubo un momento en que se detuvo y se recostó al lado mío.
—Ven aquí— extendió sus manos, y me levanté de prisa para corresponderle el abrazo subiéndome sobre ella.
Sus indicaciones fueron claras. Con algo de trabajo pudimos retomar el acto, y es que seguía sin creer que verdaderamente esto estaba ocurriendo entre los dos. Verla debajo de mi, escuchando sus dulces y placenteros gemidos, más apreciando la maravillosa vista de mis embestidas, era algo maravilloso. Realmente estaba siendo devorado por ella, sumergiéndome a lo más profundo de su ser. ¿Así que esto se siente cuando lo haces con la persona que te gusta y quieres?
Mi corazón estaba latiendo apresuradamente, mi respiración agitada y sudor era cada vez más notorio. En el instante que me incliné hacia ella, robé sus labios, mientras entrelazaba mis dedos en los suyos y ella enroscaba sus piernas alrededor de mi cuerpo. Era algo mágico, sentía que flotaba al poder compartir este momento tan especial con ella. Nuestras lenguas enredadas provocaba un sinfín de emociones, temblores, espasmos, una alegría inmensa, que solo con ella siempre experimento. La dicha de haber sido su hombre y ella mi mujer, hacía que esa emoción incrementara, al igual que el calor y las ganas estallar por el exceso de placer, felicidad, y dicha.
Usé de guía el escalofrío y el cosquilleo que estaba teniendo en la punta de mi pene, para poder moverme permitiendo que su interior multiplicara esa sensación, y así poder descargar ese deseo por donde estábamos unidos. Apreté sus manos al sentirme a tope, y verdaderamente no pude aguantar mucho, cuando terminé en su interior. La energía se había drenado esta vez por completo. Mi cuerpo no paraba de temblar, mientras que ella continuaba aferrada a mí. Recosté mi cabeza en su pecho y acarició mi cabello, mientras yo trataba de recuperar el aliento.
—Lo has hecho muy bien, mi amor— era relajante los masajes que hacía en mi cabeza, me sentía muy a gusto con su atención—. Gracias por compartir esto conmigo. Soy la mujer más feliz del mundo— sonreí al escuchar su dulce voz entrecortada. ¿Así que ella se siente igual que yo?
—Se supone que sea yo quien agradezca. Eres tan hermosa que no puedo creer que realmente acabo de hacer el amor con una diosa— levanté la cabeza solo para mirarla.
—¿Qué estás diciendo?
—Te quiero, Mónica. Por esa, y muchas razones más, te convertiré en mi esposa.