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Chapter 34 - 34

—¿Vivir juntos? 

—¿No te agrada? Considero que es una excelente idea, así podemos vernos más a menudo y no tenemos que sentirnos solos. Es muy triste no poder verte todos los días. Sé que ambos tenemos trabajo, nuestras responsabilidades, pero si estamos viviendo juntos, incluso eso sería mucho más fácil y cómodo para los dos. 

—Pensé que sería incómodo para ti por el hecho de que no estamos casados.  

—Pero pronto lo estaremos. 

—Esta bien, pero quiero ayudarte con la renta y los biles. Somos una pareja, así que nos ayudaremos mutuamente. 

—Si eso te hace sentir bien y aceptarás venir conmigo, entonces no tengo ningún problema. Es algo que quería proponerte hace varios días, pero no me atrevía. 

—Espero que esta convivencia funcione y no te aburras de mi. 

—¿Cómo podría aburrirme de ti? Deja de decir ese tipo de cosas, Mónica. 

—¿Estás molesto? 

—No, pero no me agradó tu comentario. 

—¿Mi amorcito se ha molestado conmigo? ¿Qué debo hacer para que me castigues? Quise decir, me reprendas — sonrió maliciosa—. Viendo esa expresión tan linda, hace que me sienta rebelde y con ganas de decir más cosas que te hagan molestar. 

—Es imposible enojarme contigo— reí al ver su expresión—. Tus padres nos están esperando, será mejor que nos demos prisa. 

Salimos del auto, buscamos las maletas en el baúl y nos acercamos hacia el auto de sus padres. 

—Habían tardado mucho, pensé que se habían arrepentido e iban a regresar— su mamá miró a Mónica, y ella sonrió—. Él es el novio de nuestra hija, se llama Steven. Él es mi esposo Richard, muñeco— nos presentó.

—Es un gusto conocerle, señor— le extendí la mano, y él sonrió amablemente. 

Traté de ocultar lo más que pude los nervios delante de él y mantenerme firme en el apretón de manos que me dio. Estaba seguro que detrás de su mirada y él fuerte apretón, había una advertencia. 

—Un gusto, muchacho— su sonrisa se relajó y asumí que ya me había examinado lo suficiente—. Estoy dejando en tus manos a la luz de mi vida, así que no me la lastimes o te las verás conmigo— me agradó mucho su forma de expresarse hacia Mónica. 

Otro en mi lugar se hubiera sentido intimidado o asustado, si es que tuvieran malas intenciones, pero por mi parte estoy consciente de que las cosas no son así.

—Me alegra mucho que usted comparta el mismo pensar que yo sobre ella. Su hija es muy importante para mí, la veo como una diosa; la diosa que trajo a mi vida la felicidad que jamás creí conocer. Ahora puedo entender porqué ella es tan maravillosa. Tiene unos padres que se preocupan por su felicidad y bienestar, y es algo que realmente lo aplaudo. No puedo pedirle que confíe en mí, porque no me conoce y yo tampoco a usted, pero le puedo dar mi palabra de que sería incapaz de hacerle daño a su hija— le miré fijamente y le hablé con toda la sinceridad del mundo—. Yo quiero mucho a su hija y la quiero para bien. Como prueba de todo lo que he dicho, deseo aprovechar este momento para pedirles formalmente la mano de su hija Mónica. 

—Este hombre me agrada. Los tiene bien puestos para atreverse a responder. 

—Papá, ya basta— le pidió Mónica. 

—Está en todo su derecho para decir las cosas como son, Mónica— dije.

—Aunque no lo parezca, tu papá está muy feliz de saber sobre tu compromiso, mi amor. Se ve que es un buen chico y ahora nosotros estaremos tranquilos sabiendo que estarás en buenas manos y al lado de alguien que te quiere de verdad— añadió su mamá abrazando a Mónica.  

—En respuesta a lo que has pedido, ambos estamos de acuerdo. Te entregamos lo único importante y valioso que tenemos, así que por favor, cuídala por nosotros— a pesar de verse hace un momento como un hombre fuerte, se derrumbó todo eso al pronunciar esas palabras. Sus ojos se veían rojos y llorosos, pero se contuvo para no llorar. 

—Todo estará bien, papá. No te pongas así— Mónica se acercó y él la abrazó. 

—Le prometo que así será, señor. Agradezco humildemente su aprobación— bajé la cabeza y sentí cuando su papá colocó su mano en mi hombro, justo como lo hacía mi papá y de alguna manera me sentí afligido. 

—Ahora sí, bienvenido a la familia, muchacho.  

—Hay algo que deseo hacer. No sabía cuándo sería el momento oportuno, pero considero que este es el mejor, aprovechando que la familia está reunida, más que he tenido la dicha y la oportunidad de ser aprobado— le agarré la mano a Mónica y respiré hondo para lograr calmar los nervios. Mi corazón no paraba de latir apresuradamente, quería salirse de mi pecho—. Quiero formalizar lo nuestro y prometerte delante de tus padres que desde hoy en adelante, voy a encargarme de hacerte la mujer más feliz del mundo— busqué el regalo que había escogido con mucho cariño para darle. Quería que este anillo fuera una sorpresa para ella y que le gustara tanto, como a mí me gustó escogerlo. Estuve indeciso entre cuál escoger, porque quería que fuera el mejor. 

Me arrodillé frente a ella y le mostré el anillo, mientras que ella se tapó la boca sorprendida por mi inesperada acción.

—Como muestra de mi amor sincero quiero pedirte de nuevo, pero esta vez como corresponde, que te cases conmigo, Mónica. Quiero tener el privilegio de tenerte como mi esposa, de estar a tu lado en las buenas y en las malas, de verte despertar todos los días a mi lado y de sentir esa ansiedad y ganas de volver del trabajo para poder verte. Quiero tenerte en mis brazos, verte sonreír, pero no solo por ratos, sino para siempre. 

—¿Por qué me haces esto?— estalló en llanto y me levanté para abrazarla contra mi pecho. 

—Lo siento, quería que fuera una sorpresa. No quiero verte llorar, bonita— mis lágrimas estaban en el borde de mis ojos, pero traté de soportarlo para lograr calmarla a ella. 

—Claro que quiero ser tu esposa— casi ni se le entendía por su llanto, pero sonreí ante su respuesta. 

Coloqué el anillo en su dedo, y ella rodeó mi cuello con sus brazos para besarme. Mi felicidad ahora estaba completa. La dicha, la emoción del momento, el tenerla tan cerca, hacía que una calidez invadiera mi pecho. Definitivamente, ella es todo lo que quiero.