Fuimos al Hotel a recoger mis cosas y luego me trajo a su casa. Era una casa muy bonita. No era tan grande como la de el Sr. Homer, pero era perfecta para una persona que vive sola.
Me ayudó con la maleta y subimos a su habitación.
—Siento mucho no darte una vuelta para que conozcas la casa, pero quiero que descanses. Es muy tarde y ya mismo amanece.
—No te preocupes por mí, yo estoy bien.
—No, no lo estás. Me iré a bañar, y si quieres puedes unirte.
—No te preocupes— respondí nerviosa, y él sonrió.
—No quería incomodarte. Siéntete como en tu casa, porque es tuya también. Iré a bañarme. Recuéstate y descansa.
—Gracias, amor.
Acarició mi mejilla y sonrió antes de irse al baño. Me quedé sola en la habitación y busqué en la maleta una muda ropa para dormir. Lo peor es que, la que traje es muy corta. No pensé que me quedaría con Dylan. No podría dormir con esta ropa de salir.
Me quedé esperando a que Dylan saliera, para así entrar al baño. Ya me había bañado, así que quise asearme un poco y cambiarme la ropa. No encontraba cómo salir ahora.
Abrí la puerta y Dylan estaba acostado en la cama. Se me quedó viendo y me sentí algo nerviosa. Me acosté en la cama y se giró hacia mí.
—Te ves hermosa. Quisiera verte así todos los días. Ya se me quitó el sueño — puso su mano alrededor de mi cintura, y sonrió.
—Dylan…
—¡Sh! Ya sé que debes dormir, linda, es por eso que te ayudaré a conciliar el sueño y a relajarte — se subió sobre mí, y me besó.
Bajó a besar mi cuello y mi cuerpo se estremeció al sentir su delicado beso. Subió a robar mis labios, tan dulce y apasionado como siempre.
Puse mis manos alrededor de su cuello y lo acerqué a mi para corresponder cada beso que me daba. Se sentía tan bien probar sus labios luego de tanto tiempo. El estar así, me recordaba muchas cosas.
Podía sentir su erección y él la frotaba en mi ropa interior. Estaba muy excitado, pero no creo que sea el momento de hacer esto. Él necesita descansar para estar al lado de su papá. Deseo estar con él, pero no quiero que por mi, lo desatienda.
—Tenemos que detenernos, Dylan.
—Lo siento. Me dejé llevar por el deseo que siento y te incomodé.
—No me siento incómoda, es solo que, necesitas tú también descansar. Tendremos más días para hacer esto y más, ¿De acuerdo?
—Tienes razón, hermosa.
—Te amo, Dylan.
Abrió sus ojos de par en par.
—Rayos, ¿Así quieres que duerma ahora?
—¿Dije algo que no debía?
—Es tan excitante escucharte decir eso en este momento. Es la primera vez que lo dices directamente.
No había pensado en eso. Lo dije porque se me escapó. Bueno, en realidad es lo que siento. ¿Por qué ocultarlo?
—¿Podrías decirlo una vez más?
Sonreí al ver que tenía toda su atención en mi.
—Te amo, Dylan.
—Otra vez… — me pidió, y me dio un beso.
—Te amo.
—Y yo a ti no sabes cuánto. Ahora podré dormir tranquilo — se acostó al lado mío y extendió su brazo para que me acostara en el.
Me acomodé en su pecho y escuché su corazón agitado. Es tan lindo escuchar eso. Es el lugar más cómodo para dormir.
—Buenas noches, hermosa.
—Buenas noches.
A pesar de ya ver el sol asomado por la ventana, nos deseamos las buenas noches. Sería noche para nosotros que nos hemos dormido nada. Creo que más cómoda imposible.
No hay nada mejor que estar al lado de la persona que uno ama. Te sientes completa y feliz. Sentir su calor y tener su compañía, es simplemente maravilloso. Quisiera tener más momentos así.
Mientras dormíamos, su teléfono sonó. Dylan se levantó de la cama a responder y me quedé acostada.
Dylan
Llamada telefónica:
—Es su padre, Sr. Dylan.
—¿Qué pasó con mi padre? ¿Despertó? — pregunté nervioso.
—No lo logró.
—¿Eso qué quiere decir?
—Su padre sufrió un paro respiratorio, aún estando en coma.
—Eso no puede ser posible. Debe haber un error. Si estaba en coma, es imposible.
—Ojalá pudiera decirle que es un error, pero no lo es. Traté de hacer todo lo que estuvo en mis manos. Lo siento mucho, Sr. Dylan.
—No, esto no puede estar pasando. Mi papá no puede dejarme.
Rachel
Dylan tiró el teléfono contra el suelo y cayó de rodillas. Al verlo así, me levanté de la cama rápidamente y me arrodillé frente a él. Su rostro se llenó de lágrimas y no entendía qué estaba ocurriendo. No sabía si debía preguntarle.
—¿Qué sucede, cielo?
—Mi papá… — me abrazó y estalló en llanto.
Ahí fue cuando entendí lo que estaba ocurriendo. Me partió el corazón en mil pedazos. Mi rostro se llenó de lágrimas también, y lo abracé fuertemente. Mi pecho dolía, pero imaginar cómo debía estar el de él, me dolía mucho más de lo que pudiera describir.