Cinco meses después:
Había renunciado a mi trabajo por completo. No le agradó a Adrien, pero aún así, me envió una carta de recomendación hecha por él mismo, y me depositó el dinero que había trabajado. Quise empezar de cero, pero esta vez al lado de Dylan. He estado viviendo con él desde entonces. La situación se ha calmado un poco, y es algo que me tranquiliza.
Está ocupado muchas veces con el manejo de la empresa de su padre, y yo encontré un trabajo de mucama en un Hotel. Aunque renuncié a mi sueño, no me arrepiento. De alguna manera me siento menos cargada, además de que en el nuevo trabajo me siento muy cómoda.
Por otro lado, nuestra boda será mañana. Mi madre vino y se quedará a vivir en un apartamento cerca de aquí. Le tomó por sorpresa nuestra boda, pero aun así, lo aceptó sin ningún problema. De alguna manera, haber conocido a Dylan, la hizo cambiar en muchas cosas.
Salimos los tres a cenar y estábamos conversando, cuando de pronto mi madre mencionó el tema.
—Quiero disculparme por todo lo malo que ocurrió entre nosotros. En especial, por haberlo juzgado mal, Sr. Dylan.
—No tiene que preocuparse por lo que pasó en el pasado, Señora. Sé que no lo hizo con ninguna mala intención. Como madre quiere lo mejor para su hija y eso lo comprendo. Quiero que tenga claro que amo mucho a su hija, y sería incapaz de hacerla sufrir. En esta oportunidad, quería también agradecerle por muchas cosas, entre ellas el permitirme estar al lado de su hija. Tiene una hija maravillosa en todos los aspectos, y es algo de lo que me siento muy afortunado. Cuando la conocí me pareció una mujer fantástica, única y especial. Es claro que no la había visto, pero todo lo que conocí de ella, ese lado amable, esa forma de expresarse, su paciencia, humildad y su dedicación, me atrajo mucho. Podía percibir ese amor y pasión por lo que hacía. Todo lo hace de la misma forma, y es algo que amé de ella desde el primer día. Es una mujer luchadora, trabajadora, apasionada, dulce, tiene muchas cualidades que si las menciono una a una, estaríamos aquí todo el día. Admiro a su hija, pero también la admiro a usted; gracias por haberla educado y criado de la forma en que lo hizo.
—Es un orgullo para una madre escuchar unas palabras tan bonitas sobre su hija. Estoy feliz por ambos. Están por dar un gran paso en su relación. Espero que todo les salga bien. Les deseo toda la felicidad del mundo. Me consta que estará en buenas manos. Al principio, la idea de verla con alguien no me agradaba, pero sé que los hijos tienen que levantar sus alas y coger vuelo. Como madre estoy orgullosa de ella. Ha logrado mucho en la vida, y me consta la gran persona que es, y no lo digo solo por ser su mamá; en realidad, todo lo que es, no me lo debe a mi, ella misma lo ha aprendido y es algo que me hace sentir orgullosa. Espero algún día tener nietos.
—Mamá, no digas esas cosas.
—Es normal en una pareja, hija. ¿No lo han pensando?
—¿No estamos aún casados, y ya estas pensando en nietos? Deberás esperar, porque no es el momento, ¿Cierto, Dylan?
—Si fuera por mi ya hubiéramos tenido uno— sonrió, y desvié la mirada.
No esperé que dijera algo como eso. Me sentí avergonzada al escucharlo. Pensé que no estaría pensando en un bebe. No creo que sea el momento. Él tiene su trabajo y yo el mío, aparte de que aún estamos jóvenes y no llevábamos mucho tiempo saliendo. Quisiera esperar un poco más. Un bebé es mucha responsabilidad y no creo estar preparada para eso en este momento.
Al día siguiente:
Hoy es nuestra boda y he estado muy ansiosa. Mi madre llegó temprano a la casa para ayudarme, la encargada de mi maquillaje había llegado también y comenzó a maquillarme. Dylan se había ido desde temprano para que pudiera hacer todo con calma. Él estaba con un empleado de la empresa, que sería nuestro padrino, y su esposa la madrina de la boda. No teníamos a nadie más. Le había informado a mi amiga para ver si podía venir, pero no podrá. Su trabajo es muy fuerte y no puede faltar tampoco. Me envió un hermoso mensaje deseándonos a ambos lo mejor. Sé que me había ido sin decirle, pero ella comprendió todo.
Por otro lado, Dylan y yo quedamos en no hacer una fiesta ni nada por el estilo. Seríamos muy pocos, además de que tenemos que viajar para nuestra luna de miel, y serán unas horas. No ha querido contarme nada, dice que es una sorpresa y no quería presionarlo a que me contara.
—Te ves hermosa, hija—dijo mi madre abrazándome.
—Gracias, mamá.
—No pensé que estaría presenciando esto. Les deseo todo lo mejor del mundo, sé lo merecen ambos. Te amo mucho, hija—una lágrima estaba asomada, pero se secó rápidamente.
—Gracias por tus deseos. Sé que nos irá bien.
Al terminar, nos dirigimos a la iglesia y ahí fue donde mis nervios se descontrolaron. Mis manos estaban temblorosas y mi corazón agitado.
Caminé de la mano con mi madre para entrar a la iglesia, no quería darle mas vueltas al asunto o me pondría peor. Al ver a Dylan en el altar y ver su mirada fija en mi, me puse más nerviosa; aun así, no pude dejar de mirarlo. Se veía mas atractivo y bello que nunca. Su dulce sonrisa hizo mi corazón agitarse aún más.
No podía creer que estaba aquí en el altar, para casarme con la persona que más amo. Es como un sueño hecho realidad.
Extendió su mano para ayudarme a subir el escalón al altar.
—Eres la mujer mas hermosa que pueda existir sobre la tierra, Rachel. Te ves sumamente bella. — una lágrima bajó por su mejilla, y se limpió—. Lo siento, yo estoy tan feliz que no pude contenerme. No puedo creer que te este viendo así en este momento. Tanto tiempo deseando y rogándole a Dios por verte, y ahora que puedo hacerlo, estoy agradecido con la vida y con Dios por haberme permitido recuperar mi vista y tenerte conmigo.
Es como si incluso mi corazón se hubiera detenido por un momento. Sus palabras me hicieron sentir una punzada en el pecho, pero fue de la felicidad.
—Yo estoy también agradecida con la vida de permitirme estar a tu lado. Por permitirme conocerte y volvernos a reencontrar; agradecida de que no hayas perdido las esperanzas y de que hayas recuperado tu visión. Eres la persona más maravillosa que pueda existir. Soy tan feliz de tenerte a mi lado, Dylan.
Dylan tapó parte de su cara, pero pude apreciar como su rostro se humedeció con sus lágrimas.
—Lo siento, no quería causarte más lágrimas. Todo esta bien, cielo.
—Perdóname por dañar el día así.
—No lo estas dañando, Dylan— acaricié su mejilla, y sonreí.
Tenía ese nudo en mi garganta, pero luchaba con todas mis fuerzas para no llorar. Sé que si lo hago, él no podrá contener las suyas.
Lo abracé y acaricié su cabeza.
—Te amo, cielito. Casémonos, antes de que te arrepientas— quise ponerle un poco de humor a la situación, para que él lograra calmarse.
Dylan sonrió y secó su rostro.
—Es cierto. No quiero que vayas a irte por ver al llorón que escogiste como esposo.
—Es muy lindo ver a un hombre llorar, y más si es de felicidad, pero ahora quiero ver una hermosa sonrisa. ¿Puedes?
Dylan sonrió y sonreí cálidamente.
Escuchamos con atención las palabras del padre y nos quedamos agarrados de la mano.
Llegó el momento de los votos y me giré hacia él. Sujetó mis dos manos y sonrió. Tenía que hacerlo primero y me puse algo nerviosa.
—Prometo amarte, honrarte y apreciarte siempre. Prometo permanecer junto a ti en lo bueno y en lo malo. Prometo ser una esposa fiel y amante. Prometo ser comprensiva en la enfermedad y la tristeza. Prometo entregarte mi alma, ser tu compañera y tu mejor amiga. Y prometo amarte con toda mi alma y mi corazón por toda la eternidad— me entregaron el anillo y lo coloqué en su dedo.
Dylan continuaba sonriendo y me quedé en espera de que dijera sus votos.
—Hoy, te prometo que reiré contigo en los momentos de felicidad, y te reconfortaré en los momentos de dolor. Compartiré tus sueños y te alentaré a que los alcances, estando siempre a tu lado en cada paso del camino. Te escucharé con compasión, atención y comprensión, y te hablaré con honestidad y sinceridad siempre. Juntos construiremos y compartiremos un hogar, que compartiremos con todos aquellos a los que queremos. Seré tu esposo, tu amigo y compañero, desde hoy y hasta el final de nuestros días— le entregaron el anillo y lo colocó en mi dedo.
El anillo tenía la forma de un corazón, y el diamante era en color purpura. Se veía muy hermoso. Jamás había visto uno igual.
—Si alguien se opone o tiene algo que decir para cancelar esta unión, que hable ahora o calle para siempre— hubo un silencio absoluto y ambos sonreímos—. Yo los declaro marido y mujer, puede besar a la novia.
Llevó su mano a mi cintura y con la otra, acarició mi mejilla.
—Te amo, Rachel.
—Te amo, Dylan.
Acaricié su mejilla y se acercó para besarme. Un tierno beso, que terminó en una cálida y tierna sonrisa. Ahora me sentía completa.
Mi madre y los padrinos se acercaron para felicitarnos. Mi madre estaba secando sus lagrimas.
—Felicidades a ambos. Se ven tan bien juntos. Les deseo lo mejor. Espero que tengan un buen viaje.
—Gracias, mamá.
—Gracias, Señora. Su hija estará en buenas manos.
—Que todo les salga bien.
Mi madre se veía feliz, pero a la misma vez, afligida.
—Estaremos bien, mamá. Regresaremos pronto.
—Sí, pronto— sonrió, y desvió la mirada.
Luego de despedirnos de los invitados, que eran muy pocos, nos dirigimos al auto. Me despedí por ultima vez de mi madre con un beso en la mejilla y Dylan me ayudó a subir.
—¡Por fin!— soltó riendo—. No veía la hora de que fueras oficialmente mi esposa— comentó riendo.
—Yo tampoco veía la hora.
—¿Estabas ansiosa?
—Sí, lo estaba y mucho.
—Yo también. Pensé que me dejarías esperando en el altar— sonrió.
—Jamás haría algo como eso.
—Lo sé, es por eso que me causa algo de risa. No sé como pude pensar eso; supongo que era el temor y la ansiedad que sentía. Tenía miedo de que esto fuera un sueño y despertara en cualquier momento.
—No lo es, cielo.
—Te ves hermosa— llevó su mano a mi pelo, y sonrió.
—Hemos llegado, Sr. Dylan—le avisó el chófer.
Habíamos llegado a la pista del aeropuerto.
—¿No se supone que nos dejen al frente del aeropuerto? — le pregunté confundida.
Me ayudó a bajarme del auto y señaló al avión que estaba en la pista.
—Es un Jet privado. ¿Creíste que te llevaría en uno de esos aviones incomodos? Este es el Jet que usábamos mi padre y yo para viajar. Viajamos muchas veces para distintos estados, en busca de un buen médico que me atendiera, hasta que por fin lo conseguimos.
Me ayudó a subir al Jet y quedé perpleja al ver lo distinto que se ve a un avión comercial. Parece más una casa, que un Jet. Las maletas las colocaron al frente, y él y yo caminamos a un sofá cama que había en el fondo.
—Deberías descansar, corazón. El viaje serán unas horas.
—¿Y a dónde iremos?
—Es una sorpresa— me hizo un guiño.
Luego de despegar, las azafatas se acercaron a nosotros.
—¿Quieres algo, amor? —preguntó Dylan.
—No, estoy bien así. Gracias.
—Vengan luego.
—Sí, señor. Permiso — se fueron, y nos dejaron a solas.
Dylan caminó al frente con las azafatas y regresó con un regalo.
—Escogí este traje para que estés cómoda, sé que estar con el traje de novia debe ser incomodo para ti. Te ves muy hermosa en el, y quisiera que te quedaras así, pero necesito que te cambies. Cuando lleguemos a nuestro destino, iremos a cenar.
—Iré a cambiarme.
—Te ayudaré.
—No te preocupes, amorcito—sonreí, y caminé al baño.
Me cambié el traje, y al salir, lo vi cerca de la ventanilla. Estaba observando la vista. La claridad del sol alumbraba su rostro. Tenía los ojos cerrados, pero estaba sonriendo.
—Esto es lo más cerca que podré estar de mi padre.
Al escuchar su comentario, caminé hacia él y lo abracé de espalda.
—Donde quiera que este, estoy segura que debe estar feliz y orgulloso de ti.
—Lo sé. Debe estar feliz de saber que me casé con la mujer de mis sueños. En este momento, estaría riendo y tomando una copa del Whisky que siempre acostumbraba a tomar cuando estaba feliz— se giró, y al verme sonrió—. Él cumplió su sueño y yo también el mio—entrelazó su mano en mi pelo, y me besó.
Todo el viaje lo pasamos recostados y abrazados.
Al llegar, nos estaba esperando un auto, así que subimos. Guardaron las maletas en el baúl y el chófer puso el auto en marcha.
—No sabía que vendríamos a California.
—Sé que te gusta este lugar, así que quise traerte.
—Piensas siempre en todo.
—Por supuesto.
El chofer se detuvo frente al Hotel Beverly Wilshire. Hace tiempo no venía. Se veía todo muy calmado. No había mucha gente afuera como la primera vez que vine. Dylan me ayudó a bajar del auto y miré los alrededores.
Caminé con Dylan a la entrada, y al entrar, los empleados se reunieron frente nosotros.
—Bienvenidos, Sr. Dylan y Sra. Rachel.
Me sentía confundida con lo que estaba sucediendo.
—Gracias. ¿Despejaron el área como les ordené? —preguntó Dylan.
—Sí, Sr. Dylan.
—Bien. Quería presentarles personalmente a mi esposa, y a partir de hoy será su nueva supervisora. Deberán seguir todas sus instrucciones al pie de la letra—bajaron la cabeza, y sonrieron.
—Sí, Señor.
Yo no salía de la sorpresa, más bien era confusión.
—Pueden seguir trabajando. Gracias por su atención.
—Disfruten de su estadía, Sr. Dylan y Sra. Rachel.
—¿Puedes explicarme que esta sucediendo? No comprendo nada— le dije a Dylan.
—Desde hoy en adelante, el Beverly Wilshire es tuyo, mi reina.
—¿Cómo que mío?
—Soy el nuevo propietario, y tú eres mi esposa, por lo tanto es nuestro.
—¿Qué fue lo que hiciste, cielo?
—Cumplir tu sueño, amorcito. ¿Este no era el lugar por el que tanto te mataste trabajando? Has hecho muchos sacrificios y pasado por mucho para poder llegar hasta aquí. La idea de que hayas renunciando a tu sueño por lo nuestro, no era algo que me haya agradado del todo; así que al enterarme de que el propietario lo iba a poner en venta, quise ofrecerle un buen trato, y no dudó en hacer el cambio. Digamos que, fue una buena inversión. Estuve ocupado todo ese tiempo en los trámites.
—Pero ¿y la empresa de tu padre?
—Nombré como propietario a su socio y amigo de confianza. La empresa sin duda estará en buenas manos, de eso no me cabe duda. Mi padre estaría orgulloso y feliz de saber que lo que había deseado, al fin se le cumplió. Él quería que fuéramos felices los dos, y sé que me hubiera apoyado en cualquier decisión que hubiera tomado. Tú mereces esto y más. Te has esforzado toda tu vida para alcanzar este sueño, y no es justo que lo abandonaras por mi. Puedes estar tranquila, hablé con tu mamá sobre esto, al igual que con tu antiguo jefe. Nos mudaremos a este lugar y empezaremos de cero los dos.
Mis ojos se llenaron de lágrimas y Dylan me abrazó.
—Tranquila, preciosa. ¿Estás feliz?
—Siempre piensas en mi por encima de todo.
—Por supuesto. Eres mi esposa, ¿Cómo no lo haría? Tu pensaste en mi y te olvidaste de todo lo demás. Renunciaste a lo que tanto querías, solo por estar a mi lado. Esto es nada, comparado a todo lo que has hecho por mi. No sabes lo afortunado que me siento con tener a una esposa tan maravillosa como tú a mi lado. Eres una buena esposa, amiga, amante, eres todo lo que cualquier persona desearía tener, y yo lo tengo todo en una. No sabes lo feliz que me haces.
—Gracias, Dylan. Yo me siento más afortunada de tenerte. Eres el mejor esposo del mundo. Gracias por ser como eres.
—No nos pongamos tan sentimentales. Hemos estado llorando todo el día, y se supone que estemos felices. Vamos a cenar, que aún la noche es larga—me hizo un guiño, y sonrió.
Las maletas las llevaron a nuestro cuarto. Dylan y yo dimos una vuelta por el Hotel y luego entramos al área del restaurante. Era gigante ese lugar y no había nadie más, solo el mesero.
Al sentarnos, se acercó y ordenamos. Luego nos quedamos hablando por un rato en la mesa y cenamos juntos. Hicimos un brindis entre los dos y el ambiente se iba calentando un poco.
Decidimos subir a nuestra habitación. Jamás había visto una habitación igual. La primera vez que me quedé con él en su habitación, no era igual a esta. Sin duda, esta era mucho más grande y cómoda. En la cama y en el suelo habían pétalos rojos, y en la pared había un corazón con nuestros nombres. El ambiente se volvió mucho mas relajante y excitante.
Dylan me abrazó de espalda y besó mi hombro.
—Debemos bañarnos, cielo— le dije.
—Ya lo tenía pensado.
Fuimos al baño y nos bañamos juntos, luego nos quedamos en el jacuzzi por un tiempo, tratando de relajarnos después de ese día tan fuerte que habíamos tenido.
Al cabo del rato, decidimos salirnos, él se fue a la habitación y yo me quedé en el baño. Le puse seguro a la puerta y busqué la cartera que había metido tiempo antes de que entrara conmigo y me puse la lencería que había escogido para esta noche. Quería sorprenderlo.
Me puse algo de maquillaje y solté mi cabello. Luego salí a la habitación y cuando me vio se me quedó mirando de arriba abajo.
—No esperaba este golpe— tragó saliva y se acercó —. Te ves sumamente deseable y sexy. Es una lastima que esta ropita no durará mucho puesta— bajó el manguillo y besó mi hombro—. Quería atacarte desde esta mañana, pero había tenido que controlarme. Ahora no tengo que hacerlo, ¿Cierto?— me sujetó por la cintura y me llevó a la cama.
—Dylan...
Se subió sobre mi y me besó. Se veía distinto. Podía notar sus ganas en cada beso que me daba. La humedad en sus besos, era algo que me hacía sentir caliente.
Se detuvo y me miró, bajando su mirada hasta llegar a la lencería.
—Eres hermosa, Rachel.
Acercó su boca a mi cuello y ese escalofrió recorrió por todo mi cuerpo. Esa sensación de sus suaves labios y su húmeda lengua recorriendo mi cuello hasta mi oreja, provocaba que ese calor se apoderara de cada parte de mi.
Mordió el lóbulo de mi oreja y soltó una suave risita traviesa. Sabe como provocarme.
Su mano fue descendiendo hasta mi entrepierna y fue acomodándola entre mi ropa interior. Al sentir sus dedos rozando suavemente entre mis labios, apreté su brazo.
—¿Has estado conteniéndote como yo o esos besos te pusieron así?
—Ambas. Quiero sentirte, Dylan.
—Maldición, ¿Cómo dices eso ahora? ¿Sabes lo que estoy luchando para no dañar el momento?
—¿Dañarlo? No es la primera vez que hacemos esto; además, no estarías dañándolo, solo haciéndolo más interesante. Hemos estado soportando este calor todo el día y no sabes como muero por saltar este paso y poder sentirte adecuadamente.
—Tu honestidad en este momento empeora el asunto. ¿No se supone que en la luna de miel se haga el amor, preciosa?
—Bueno, la noche es joven y podemos hacerlo una y otra vez. ¿No es eso lo que siempre hacemos?
—Te has vuelto una pervertida y eso me gusta, Rachel. No pensé que te escucharía diciendo eso, y esa forma de convencer tuya es única.
—O más bien piensas como yo, pero querías hacerte el difícil. Ya te conozco, mi amor.
—Tienes la culpa por provocarme de esa manera.
Lo empujé a un lado y me subí sobre él.
—Cambiemos las cosas ahora— le dije riendo.
—¿No vamos a protegernos? — arqueó una ceja, y sonrió.
—Es cierto, pero hoy no quiero usar protección.
—¿Y ese cambio tan repentino, cielo?
—Nos estamos protegiendo demás. Por otro lado, por una segunda vez que lo hagamos sin nada, no creo que pase algo.
—¿Algún día quisieras tener un hijo conmigo?
—Mas adelante. Aún somos jóvenes y tenemos tiempo demás.
—Tienes toda la razón. Al menos, debes prometerme que mínimo tendremos dos.
—¿No has tenido uno, y ya estás pensando en dos?
—Contigo quiero todo, ¿Por qué no? — sonrió, y reí.
—Esta bien, tendremos la parejita más adelante.
Quité ambos manguillos dejando mis senos visibles y moví a un lado mi ropa interior. Estaba que no podía más. Quizá, si me he convertido en una pervertida, pero es su culpa. Siempre me ataca directamente en mis debilidades y no puedo soportarlo.
Forzó su entrada dentro de mi y me estremecí. Mis caderas se movían solas, no podía evitarlo. Dylan apretó ambos senos y sonrió. Ver su expresión cuando siente placer, es demasiado. Ver esa mirada penetrante en mi, me descontrola. Esos ojos que desde la primera vez que los vi, me hechizaron; se han convertido en otra de mis debilidades.
Me acerqué a su boca para besar esos dulces y suaves labios, mientras continuaba moviéndome con mucha intensidad.
Sus manos descendieron a mis caderas, para así controlar mis movimientos. Estuvimos así por unos instantes, hasta que quiso subirse sobre mi. Alzó mi pierna y la llevó a su hombro; y al penetrarme tan de repente, solté un gemido. Podía sentir cada movimiento brusco y profundo que hacía. Sus gemidos eran incontrolables.
Apretaba fuertemente mi muslo y podía notar cuantas ganas sentía de llegar a lo más profundo de mi. Mis piernas estaban temblorosas por lo bien que se sentía. Esa sensación de humedad se podía percibir en cada estocada que daba.
Bajó mi pierna y se acomodó para continuar penetrándome. Entrelazó sus dos manos a las mías y se acercó para besarme. Mordía mis labios desesperadamente, y sus manos se aferraban más a las mías. Sus besos eran tan intensos que, no podía dejar de gemir.
Sus labios descendieron hasta mi cuello y lo besó, antes de continuar bajando hasta mis senos. Al sentir su boca en mis pezones, ese escalofrió y corriente se intensificó. Poder apreciar con el deseo con el que lo hacía, más cruzar mirada con él, fue el causante de perder el control de mi. Había estado aguantando por mucho tiempo y el deseo era tanto que, alcancé el orgasmo. Jamás había terminado así de rápido, y menos sin el calentamiento.
Mis piernas temblaban y Dylan no se detenía. Ese hormigueo me tenía al borde de la locura. No podía decir una solo palabra, mis gemidos lo impedían. Dylan sonrió antes de robar nuevamente mis labios. Tuvo que haberse dado cuenta, pues era imposible ocultarlo. Esos sonidos de humedad, hacía mas notable mi excitación.
Aceleró sus movimientos y apretó más fuerte mis manos, fue cuando supe que estaba a su límite.
—Te amo, Rachel.
Oír esa palabra en ese preciso momento, es la mayor de las emociones que puede existir. Pude percibir ese calor dentro de mi, y me provocó un leve temblor. Era costumbre hacerlo siempre con protección, pero sin ella, se siente demasiado bien.
—Lo siento, sé que debía sacarlo antes, pero se me hizo imposible.
—No importa. A mi también me gustó.
—¿Te sientes bien, bonita?
—Por supuesto, cielo.
—Eso es lo importante—se recostó a mi lado y me abrazó —. Me siento tan feliz en este momento que, creo no poder ser más feliz.
—Claro que lo serás, de eso me encargaré yo.
—Si buscabas enamorarme más de lo que ya me tienes, déjame notificarte que, lo has logrado.
—¿Me puedes amar más de lo que ya me amas?
—Sí, cada momento que paso a tu lado, cada vez que me miras, que sonríes, que respiras, me hace amarte más. Me hace desear con todas mis fuerzas, que nunca te separes de mi.
—Jamás lo haría, cielo.
—Lo sé, pero por si acaso— sonrió dulcemente.
—Te amo, Dylan.
—Te amo, Rachel— acarició mi mejilla, y me besó.
Dylan
No deja de sorprenderme lo increíble qué ha sido todo. Escuchaba a personas hablando sobre el amor a primera vista y recuerdo pensar que debido a mi condición, nunca iba a experimentar lo que era el amor; en retrospectiva debo decir que estaba muy equivocado. Cuando ella llegó a mi vida, comencé a experimentar toda clase de felicidades, al principio no hacía la conexión de que me estaba enamorando de ella, y cuando me convencí a mí mismo de que sí, de que realmente estaba enamorado de Rachel; comencé a intentar resignarme, pues no quería que abandonara sus sueños por un pobre ciego. Pensaba que la vida me jugaba una broma cruel al no poder recuperar mi visión, pero no podía haber estado más equivocado, pues si no hubiera sido por eso, ella no hubiera llegado a mi vida. Rachel no sabe cuánto me fascina el sonido de su voz, y que siempre he vivido enamorado de la melodía de su risa; pero nada de eso reta, el poder mirar su dulce rostro. Ningún otro sentido de mi ser podría experimentar el tesoro de su desnudez, ni la manera en que su mirada y la mía se encuentran en ese sublime momento de hacerla mía. Creo que el haber sido ciego fue lo mejor que me pudo haber sucedido; y si perdiera mi vista nuevamente el día de mañana; viviré el resto de mi vida feliz, sabiendo que lo último que vi fue su rostro angelical.
Porque sin necesidad de verla, me enamoré de ella. . .
Fin