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Chapter 17 - 17-{Paper Hearts}

Daphne encendió el antiguo aparato, la radio vintage. Era un fabuloso Domingo de primavera, un día agradable.

Nuestra dulce protagonista, se había levantado pronto, para poder rebuscar en la antigua habitación, alguna cosa o objeto, que pudiera usar. Le encantaba o más bien, le fascinaba entrar en esa habitación secreta para poder rebuscar cosas antiguas.

Y justamente, esa radio; marrón y vieja. Captó su atención.

El reloj marcaba las 17:30, la dulce muchacha, leía el antiguo diario secreto de su abuela. Las páginas eran suaves, la caligrafía de la abuela era magnífica y fina. La escritura estaba en griego y ella lo entendía a la perfección.

Aquel atardecer, junto a mi amado, me hizo sentir feliz. Nuestros corazones eran uno solo, paseábamos por el pueblo, con nuestras manos agarradas. Sentirlo era la cosa más bella. Cuándo por fin era de noche, él y yo paseábamos por el jardín de casa sin que nadie se diera cuenta, incluso nos dimos un beso. Sólo un beso que me pareció mágico... Denis será siempre el amor de mi vida.

Daphne sonrió de nuevo acariciando las páginas de ese viejo cuaderno.

Suspiró y cerró los ojos, dejando que el aire mueva su cabello a su antojo, escuchaba la música clásica Jazz. Se sentía tan agradable, era como regresar al tiempo atrás.

-— Veo, que aún no has notado mi presencia, ternura — esa varonil voz la hizo sonreír. Daphne abrió los ojos poco a poco para poder verlo. Jason estaba ahí, sentado en la cama, con una sonrisa bonita e única.

Ambos se levantaron, mientras se miraban a los ojos. Esas bonitas sensaciones se propagaban, esas ganas de sentir los labios de Jason devorarla. Quería besarlo, pero Jason tomó la iniciativa.

La pegó a su cuerpo con cautela, saboreando su exquisita boquita acaramelada, acariciando su rosada mejilla, oliendo su aroma a rosa fresca. Ambos se unieron, sin perder la cordura, besándose de una forma suave, sin brusquedad. Escapando de la realidad, dejándo que el aire los refresque un poco.

Se distanciaron por un momento, sólo un poco, para poder coger oxígeno. Jason rozó su nariz a la fina, pequeña y respingona nariz de ella.

—Me pregunto, porque tus padres, te habrán dejado encerrada en tu propia casa— Jason acarició su cabello.

—Eso me pregunto yo... —respondió.

— ¿Qué estabas haciendo? — él se sentó en la cama con ella.

—Leyendo el diario secreto de mi abuela mientras escuchaba Jazz — Daphne se sentó al lado de él. Ambos se quedaron en silencio por un par de minutos, observando el cielo a través del ventanal.

— ¿Recuerdas que después de la actuación de ballet. Te dije que me guardaras una caja? — Daphne asintió, justamente estaba en su cajón. Se aproximó a este y agarró la caja.

—¿Qué hay dentro? — su dulce voz preguntó. Jason cerró los ojos recordando todo lo sucedido.

—Esta caja, contiene un reloj de mi madre. Mi madre murió cuando yo era muy pequeño, así que, ella me dijo antes de morir que cuidara mucho. — argumentó, mientras la abría, Daphne abrió los ojos cómo naranjas, era oro, era tan brillante. Un femenino reloj que valdría un montón de dólares.

— ¿Y por qué me la das a mí? —ella acomodó un mechón detrás de su oreja.

— Mi padre, quiere regalarle a su novia, el reloj y no pienso darle algo que me pertenece. —explicó.

—Cada vez que veo el reloj, siento como si mi madre estuviera cerca mío, ella me está protegiendo — abrazó a Daphne, algo desanimado. Ella respondió a ese hermoso abrazo y lo apretó un poco.

—Gracias por confiar en mí ¿y sabes qué? Tu madre está muy orgullosa, eres una gran persona, ella eso lo está viendo

Jason sonrió, dejaron de abrazarse para mirarse por un momento a los ojos, mientras el aire entraba por el ventanal. La música clásica aún sonaba haciendo el ambiente más romántico.

Daphne y Jason estaban abrazados en la cama, conversando de cosas, de la vida, de clase... El ambiente era perfecto, no había nadie en casa. El silencio era el mejor compañero.

—¿Cuál es tu fruta favorita? —Jason preguntó mientras acariciaba su larga melena.

—La cereza, me encanta — Daphne acarició la barbilla de él mientras lo miraba a los ojos.

—¿Te encanta cuándo te hago el amor? ¿Cómo te sientes? — él sonrió al verla sonrojarse y dejando salir un «¿Eh?» de su pequeña y fina boca.

—¿Qué pregunta es esa? —Daphne dejó de mirarlo, con las mejillas ardiendo.

—Responde... — Jason la pegó aún más a si cuerpo sintiéndola ya muy nerviosa, cosa que le enloquecía.

—Sí — afirmó, se sentó en la cama, agarró una almohada y se la lanzó a Jason, claro, sin brusquedad.

Ambos empezaron a juguetear entre ellos, pasaron de lanzarse las almohadas a correr por la habitación. Jason la perseguía muerto de risa al ver a Daphne correr con sus piernas pequeñas e cortas.

Daphne le sacó la lengua juguetona e volvió a correr por su habitación riéndose sin perder la finura.

Pero fue en vano, Jason la agarró por detrás. Se encaminaron hacia la cama con las respiraciones aceleradas. Él la giró e le dio una palmada en su glúteo.

—¡Ay! Eso dolió — Daphne se quejó haciendo pucheros.

Jason la tomó ahora, acercándola a su varonil cuerpo e otra vez le dio.

—Niña mala ¿sabes? — Él la tenía justo delante con su cabello alborotado, encima de él. Sonrojada y sonriendo a la vez.

—Las niñas malas siempre tienen castigos. Ahora hay que castigarte — mordió el lóbulo de su oreja mientras sus grandes manos la sujetaba, para que no pudiera escapar.

— ¿Cuál es mi castigo? — ella rió. Jason arqueó una ceja.

— ¿Realmente quieres saberlo?

— Nunca me imaginaba que mi castigo sería jugar a la gallinita ciega — Daphne empezó a reír, Jason sonrió e le vendó los ojos a su pequeña.

— Ya sabes las normas ¿Verdad? — él quiso saber. Daphne asintió.

Ambos comenzaron a jugar, Daphne iba como un pequeño zombie con los brazos estirados tratando de encontrar a Jason. Mientras él estaba en una esquina cerca del baño tapando su boca para no estallar de la risa.

La tarde se basó en eso, risas, juegos, una deliciosa merienda, etc...

Pero ya eran las 20:19 de la tarde, Jason debía regresar a casa.

— Gracias, niña, en serio que te adoro — Jason la besó perdiéndose en un paraíso inmenso.

— Me lo he pasado muy bien — ella sonrió suave. Quería prolongar el tiempo pero no podía...

— Cada vez que estoy contigo, escapo de la realidad... Daphne, te quiero — la abrazó. La adolescente muchacha no pudo evitar sonreír al escuchar ese «Te quiero».

— Yo también

Caminaron hasta llegar a la inmensa ventana e se despidieron con uno de esos suaves e dulces besos.

Daphne lo observó sonriendo, menos mal que su habitación era en la planta baja. Ya que tenía la ventaja de salir por la ventana y topar con el césped del jardín.