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Chapter 36 - Capítulo 36: Evento social, la familia Narváez (1)

En la mansión Narváez, Ana Everson estaba deambulando entre los empleados que iban y venían cumpliendo sus órdenes, faltaban contadas horas para el inicio del evento y solo quedaba dar los toques finales, ningún empleado estaba desocupado, absolutamente todos los sirvientes estaban cumpliendo con su deber. Una mucama se acercó a Ana para decirle:

- Señora, el Maestro solicita su presencia en su habitación.

- Bien, ve a preparar té para él.

- Señora, ¿De rosas o de hierbas tropicales?

- De hierbas tropicales, súbelo a la habitación en veinte minutos.

- Si, Señora.

Con una respetuosa reverencia la mucama se fue y Ana subió al tercer piso, dirigiéndose a su habitación. En la enorme habitación, un hombre de 40 años, cuyo aspecto físico no denotaba una edad de más de 33 años, de cabello negro penumbra, piel color melocoton, facciones firmes e imponentes y ojos negro profundo y estrellados, estaba sentado junto a la ventana leyendo un portafolio negro. Ana se acercó y se inclinó para abrazar al hombre diciendo con una voz extremadamente cariñosa:

- ¿Me llamabas?, cariño...

El hombre perdió su expresión distante y una cálida sonrisa se plasmó en su rostro mientras atraía a su esposa hacia su regazo.

- ¿Cómo van los preparativos?

- Falta poco, la reunión es dentro de dos horas, todavía tenemos tiempo.

- Dijiste que venían Marcela y Carolina, ¿es eso cierto?

- Manuel lo confirmo con ellas, de seguro vendrán.

- Bien, estoy muy feliz de que al fin mis tres hijos estén conmigo.

- ¿De verdad no tienes represalias conmigo por lo que pasó hace veinticinco años?

- Estabas drogada y ese hombre lo aprovechó, además, sin tú equivocación no habría conocido a mis dos ángeles.

Ana se conmovió por las palabras de su esposo, si él no hubiera sido tan comprensivo en el pasado, no habría podido soportar todo esa culpa que encogía su corazón. Veinticinco años atrás, una mujer con malas intenciones la había drogado y vendido al mujeriego Carlos Díaz, él se aprovechó de su estado de debilidad y Manuel resultó de ese incidente, la verdad logro estar oculta por ocho años, Ana sentía demasiada vergüenza para confesarlo a alguien, finalmente y de alguna manera Sebastián Narváez se enteró de lo sucedido y fue con ese hombre desvergonzado para enseñarle una lección, pero se encontró con las hijas del hombre, Marta de siete años y Carol de dos años, no tuvo corazón para causarles problemas a esos angelitos y decidió cuidar de ellas silenciosamente, él iba a visitarlas mensualmente y les llevaba regalos, a la madre de las niñas no le cayó bien la visita de Sebastian pero quería que su indigno esposo escarmentara por lo que no prohibio las visitas, poco a poco Sebastián se ganó la confianza de las pequeñas y... después del accidente adoptó legalmente a las niñas; el Señor Díaz sin querer y debido a sus hábitos de mujeriego, ofendió a una persona con relaciones en el bajo mundo, los sicarios entraron a la casa de los Díaz y asesinaron a los señores cruelmente enfrente de Marta, ya con nueve años, y Carol, con cuatro años, lo que traumo profundamente a las pequeñas, causándoles graves problemas para socializar, de hecho, Marta no hablo con nadie durante alrededor de un año y Carol se volvió extremadamente sensible, al punto de que el mínimo toque la hacia llorar... Sebastián se sintió muy mal por ellas y, después de haberlo hablado con la familia Narváez, convirtieron a las niñas en hijas legítimas de la familia Narváez, tardo algún tiempo en que ellas superaran el trauma, pero gracias a la ayuda de los médicos y a la inusual preocupación y calidez de el frío Joven Maestro Manuel Narváez, ambas pudieron reinsertarse en el mundo real.

- A veces todavía me... me siento avergonzada por ese incidente - dijo Ana bajando la cabeza con vergüenza.

- Ana, no importa lo que pasó, yo te amo y eso no va a cambiar suceda lo que suceda.

Ana miró cariñosamente a Sebastián, él la acercó más a él y le dio un fugaz beso en los labios, Ana después de separarse un poco dijo:

- De verdad que no se qué hice para merecerte.

- Eso tiene respuesta, tu fuiste la que me enamoro y ahora no puedes librarte de mi.

Ana río tímidamente y lo abrazo una vez más antes de separarse y levantarse de su regazo para ir al armario a buscar su vestuario para el evento.