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Chapter 40 - Capítulo 40: Regresé (1)

Los hermanos Narváez subieron al salón principal, apenas pusieron un pie en el salón cuando Sebastián se acercó a ellos para saludarlas cariñosamente:

- ¡Marcela, Carolina! ¡Me alegro de verlas aquí!

- Papá, de verdad me alegro de verte - dijo Marcela abrazando cariñosamente a su padre adoptivo.

Algunas personas se dieron cuenta de la presencia de las dos mujeres y susurros empezaron a propagarse.

- ¿Esa es Marcela Narváez?

- Creía que había renegado de su familia hace algunos años, hasta cambió su nombre, ¿que hace ella aquí?

- ¿La mujer de rojo no es Carolina Narváez? También ha vuelto.

- No habíamos visto a Marcela Narváez desde el funeral de Mateo Flórez y su hijo, ¿habrá superado el trauma?

Murmullos con contenidos similares se expandieron por todo el salón y casi todas las miradas se posaron en la reunión de la familia Narváez Everson.

Ana se acercó a saludar a sus hijas, para su sorpresa Marcela no la alejó sino que la estrecho fuertemente en sus brazos, esto la conmovió casi hasta las lágrimas. Ellas entraron al salón y lo recorrieron con la mirada, Marcela se encontró con dos rostros que no deseaba ver, Mireya Muñoz y Melani Flórez, automáticamente frunció el ceño y el aire a su alrededor pareció congelarse al instante, Carolina lo notó enseguida y la apretó suavemente del hombro mientras le susurraba:

- Tranquila, sólo ignoralas.

Marcela respiró profundamente y calmó el mal clima alrededor de ella, luego siguió barriendo el salón con su mirada, no encontró nada novedoso en el salón, eran los mismos presumidos aristócratas de siempre.

El Viejo Maestro Narváez se acercó a saludarlas:

- Una rosa florece en la primavera así como una sirena nace para cantar en el océano para generar pasiones prohibidas.

- Abuelo - ambas saludaron al unísono haciendo una respetuosa reverencia.

Leonardo frunció el ceño y dijo con voz sería:

- ¿Me parezco acaso a su intocable hermano? ¡Saliden como se debe!

Carolina y Marcela rieron suavemente mientras se acercaban a abrazar a su abuelo, él pareció alegrarse con este gesto y dijo:

- Deberían venir más seguido, ya está olvidando las reglas de cortesía.

- Lo tendremos en cuenta, Abuelo - dijo Marcela mientras saludaba a sus tíos que se acercaron a ellos.

Después de saludar a la mayoría de la familia, Marcela y Carolina fueron guiadas al comedor, allí estaba mucho más callado que en el salón principal, debido a que en el comedor principal sólo entraban unos pocos elegidos, allí estaban algunos de sus tíos y todos sus primos en primer grado y algunos primos en segundo grado y otros amigos cercanos de la familia. Marcela iba a sentarse junto a su abuelo, pero se paró en seco al ver a cierto hombre de cabello rubio hablando con su primo, Álex Souza. Sus pensamientos se volcaron en distintas direcciones y se sintió levemente abrumada por su repentina presencia, su mano inconscientemente tocó su collar de mariposa y los pensamientos que había enterrado un día atrás volvieron de golpe a su cabeza.

- Acércate.

Carolina le susurró al oído, su acto hizo que su hermana la mirara fríamente mientras se alejaba de ella con pasos firmes.

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Miguel charlaba con un muchacho que se había acercado a él para preguntar sobre su carrera, normalmente lo habría alejado como a cualquier periodista indeseado, pero el aura de calma y misterio del joven lo atrajo a permitirle acercarse. Notó que algunas personas salían del comedor, cuando volvieron había dos nuevas invitadas, Miguel reconoció enseguida a las mujeres, eran Marta y Carol, ambas vestían glamurosamente pero quién más llamó su atención fue Marta, llevaba un vestido rosa degrade y su largo cabello castaño ondulado estaba suelto, dándole a ella un aura de inocencia y elegancia, tenía un maquillaje suave y sus labios eran rosado oscuro, sus ojos verdes tenian un velo de frialdad, que era natural en ella, pero que la hacía ver como una diosa de la cosecha en invierno, hermosa e inalcanzable. Miguel la miró durante un momento, después desvió su mirada y volvió a posarla en ella solo para darse cuenta de que se estaba acercando a él con pasos firmes pero suaves almismo tiempo.