—¡Da Zi! ¡ven rápido! ¿fuiste tú? —vociferó emocionado Gao Peng, mientras entraba en su habitación.
Al escuchar la voz de su amo, Da Zi permaneció tirado perezosamente en el suelo por un rato. Solo después de que lo llamara un par de veces más se arrastró con lentitud desde abajo del sofá, revelando su caparazón profundamente violáceo, que, bajo la luz, parecía aún más oscuro. Unas pequeñas extremidades con garras de color amarillo pálido emitían un crujido constante mientras se desplazaba por el suelo, parecido al tamborileo de los dedos sobre la mesa.
Esta criatura de lomo violeta y garras amarillas era a quien cariñosamente Gao Peng llamaba Da Zi, porque su cuerpo era grande y porque parecía un ciempiés violeta. Aunque… En realidad, era una versión gigante del ciempiés, pero era también la última mascota que le dejaron sus padres. Recordaba perfectamente el día en que lo habían traído a casa, justo tres días antes de que se produjera el cambio en la Tierra. En ese entonces, Da Zi no era gigantesco, sino que apenas tenía el tamaño de un palillo chino. Su lomo tenía un tono violeta claro, con una pequeña marca rosada, que lo hacía ver muy tierno.
Gao Peng sacudió la cabeza, como intentando sacarse los recuerdos; luego miró al Da Zi actual: tenía alrededor de dos metros de largo, era del ancho de una palma y tenía feroces mandíbulas, que se abrían y cerraban a cada instante. Era todo, menos tierno. Si lo sacaba a pasear a plena luz del día, podría llegar a asustar a más de una dulce abuelita.
Sus ojos, completamente negros, eran sólo una apariencia, pues su dueño sabía que el ciempiés tenía muy poca visión. Cuando se movía, dependía constantemente de las antenas, también violetas, para percibir lo que le rodeaba: le permitían detectar olores, vibraciones y hasta diferenciar sonidos.
A pesar de su apariencia feroz, Gao Peng no le temía en lo más mínimo. Después de todo, este animal había crecido a su lado, había sido su única compañía desde hacía tres años y, sobre todo, era la mascota que sus padres le habían dejado antes de morir.
—Da Zi, ¿fuiste tú quien ahuyentó a la araña hace un rato? —dijo, mientras se ponía en cuclillas y acariciaba el helado caparazón del animal.
Estaba tan frío que parecía un trozo de hielo. Da Zi no le contestó, tan sólo se limitó a mover las antenas. Al chico no le importaba la falta de respuesta, después de todo, sabía que su mascota tenía la inteligencia de un niño de tres años. Le costaba entender cualquier frase complicada, pero comprendía comandos fáciles como "sentado", "haz el muertito" o "da tres vueltas".
Sabía que había sido él quien había asustado a la araña con un furioso siseo. Tras haber vivido tanto tiempo juntos, le conocía perfectamente los sonidos. Los monstruos eran muy territoriales, aunque el suyo pareciera tranquilo. Según lo que le habían dicho sus profesores, los ciempiés de lomo violeta y garras amarillas eran extremadamente agresivos y feroces. Al pensar en esto, le acarició la cabeza a Da Zi: el señor Zhang no iba a mentirme de nuevo, ¿no?, repitió para sus adentros.
¡Pero se veía tan inocente! Mientras lo observaba, jaló suavemente una de las antenas violetas, se sentían elásticas, como pequeñas bandas de goma. Da Zi le devolvió la mirada con esos ojos negro carbón, luego, siguió tirado perezosamente en el piso con actitud de creo que mi amo realmente no tiene nada mejor que hacer. Viéndolo ahí echado, costaba creer que fuera un animal peligroso.
Tras dudar un momento, Peng puso toda su atención en el ciempiés. De pronto, le apareció una tabla con información que sólo era visible para él:
Nombre del monstruo: Ciempiés de Lomo Violeta y Garras Amarillas
Nivel: Nivel 5
Grado: Normal
Atributos: Oscuro/Veneno
Condición: Saludable (feliz)
Debilidad: Electricidad
Requerimientos para subir a grado Excelencia: monstruo de tipo eléctrico con coraza de cristal superior a nivel 10 (excluyendo nivel diez), 600g de madera antigua partida por un rayo, 10 tallos de pasto de la sombra (Modo de uso:...)
Se sentía un poco anonadado. Desde su cumpleaños número dieciocho, había notado esta nueva habilidad de ver las estadísticas de los monstruos. Cada uno tenía una tabla diferente, por ejemplo, la de la araña era la siguiente:
Nombre del monstruo: Araña de Rayas Plateadas
Nivel: Nivel 3
Grado: Normal
Atributos: Madera
Condición: Saludable (feliz)
Debilidad: Fuego
Requerimientos para subir a grado Excelencia: …
Gao Peng casi había muerto hacía un rato, porque se le ocurrió que un papel en llamas contaba como un ataque de tipo fuego y quería saber si su habilidad le daba información certera. Se arriesgó, meramente por curiosidad.
—Un momento, ¿condición del monstruo: feliz? ¿Así que la araña se lo había tomado como un simple juego? Parecía muy entretenida, ja —susurró, mientras el rostro se le ensombrecía.
Sin embargo, no había querido probar aún su habilidad en Da Zi por varios motivos: primero, no podía soportar la idea de dañarlo. Segundo, resultaba complicado encontrar algo que funcionara como un ataque eléctrico. Sí, podía cortar un par de cables para intentarlo, pero así su mascota fuera resistente a la electricidad, los cables lo quemarían enseguida.
Subir a grado Excelencia, musitó para sí, con los ojos brillantes de ilusión. Los monstruos de ese tipo eran muy escasos, inclusive en un grupo de cientos de monstruos de la misma especie, uno podía no llegar a encontrar de ese grado. No diferían del normal tan sólo en la cantidad de fuerza que poseían, aun siendo del mismo nivel, un monstruo en grado Excelencia era capaz de derrotar a dos de grado normal al mismo tiempo, sin problemas.
¿Después de grado Excelencia, sería posible alcanzar grado Perfección? Alcanzarlo resultaba de suma importancia, pues solo siendo Perfección un monstruo lograba desafiar los límites, hasta convertirse en líder de nivel. Sólo los había visto en las revistas o televisión, pero la grandeza de estos monstruos se había quedado grabada en él para siempre. Sin poder contener su emoción, se levantó y dijo al ciempiés:
—Prometo que te convertiré en un monstruo grado Excelencia.
Para él era más que un amigo, era como un hermano que lo había acompañado durante los años más solitarios de su vida. El único compañero heredado por sus padres. Apretó el puño con fuerza, luego, lo soltó al levantarse hacia la cocina, donde abrió el congelador y sacó un pedazo de carne hecho piedra. Sacó una pequeña hacha de la alacena, puso la carne en una tabla especial y comenzó a cortar.
Pedazos de hielo volaron por doquier. Después de cortarla en seis pequeños pedazos, la puso en un recipiente de acero inoxidable. Tomó unas cuantas zanahorias, las lavó y las cortó antes de echarlas en el mismo recipiente. Esta era la cena de Da Zi para hoy. Comía dos veces al día: por la mañana y por la noche.
Solía preparar cosas simples, como vegetales cortados o carne con papas, su dieta era muy variada. Al principio, era muy cuidadoso con lo que le daba de comer, ya que nunca antes había tenido que criar un monstruo.
Buscó en internet y se enteró de que esa clase de ciempiés podían alimentarse de una gran cantidad de cosas. Por lo general, les gustaban los insectos: gusanos, grillos, escarabajos, termitas, cigarras, libélulas, arañas, moscas y abejas eran sólo algunos. Esto incluía las larvas y huevecillos de los bichos. Comían también caracoles, pescado, aves y ganado, así como productos de origen vegetal, como zanahorias, papas o, inclusive, leche y huevos. Pero su dueño era un poco flojo, y darle carne fresca o tripas estaba fuera de las opciones. Olían mal y eran muy difíciles de limpiar.
Los bichos fueron lo primero con lo que experimentó. Solía atraparlos en los jardines o espacios verdes de la ciudad. Sin embargo, conforme su mascota se fue haciendo cada vez más grande, entendió que este método no funcionaría. Podía pasar más de la mitad del día juntando insectos y seguía sin ser suficiente. La carne era mucho más fácil de conseguir; compraba grandes cantidades en el supermercado. Comprar insectos en el super hubiera sido demasiado caro.
Después de la muerte de sus padres, Peng había logrado obtener una buena suma de dinero de parte del gobierno, a modo de pensión. Sumado a los ahorros que le dejaron sus padres, tenía suficiente dinero para vivir cómodo por el resto de sus días. Pero esto era así siempre y cuando viviera una vida común y corriente. Y, desde que ellos habían fallecido, él no podía concebir vivir una existencia predecible en un mundo tan impredecible. Eso hubiera significado ser mediocre. Ser una persona débil cuando algún desastre acontecía.