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Chapter 23 - Terrícolas

Año 9987, Día 45 del Mes de las Flores.

Han pasado ya algunos días desde que cien millones de humanos provenientes de la Tierra habían llegado, la Tierra ya no existía, era un mundo destruido y ellos jamás podrían regresar. En estos días para diferenciarlos de los nativos, los nativos les empezaron a llamar Terrícolas, y ahora, muchos de los líderes de cada nación debatían sobre que hacer con estos terrícolas.

Desde el Imperio Sagrado, el Supremo Pontífice decía que debía de permitirse la vida a los terrícolas, pues ellos fueron traídos al Gran Mundo de Gea por los dioses, y, por lo tanto, era voluntad de los dioses que ellos estuvieran aquí, por lo que era normal que se les considere a partir de ahora a los terrícolas como habitantes de este mundo.

Aun así, no todos estaban de acuerdo de ello, tanto así que en el Reino de Arcadia empezaba a haber dos pensamientos, el primero era reforzado por el Primer Príncipe, quien decía que era mejor usar a los humanos como fuerza de trabajo barato, o inclusive que sean esclavizados, pues los veía como invasores que habían llegado a desequilibrar la paz del Gran Mundo de Gea, y que sí querían vivir y "Coexistir" debían de ser esclavizados, y agradeced con sus vidas la oportunidad de poder vivir en este mundo.

El otro pensamiento provenía principalmente del Segundo Príncipe, quien pensaba que debían de ayudar a los terrícolas a adaptarse a este mundo, de apoyarlos y que así, en un futuro se conviertan en ciudadanos agradecidos del reino que estén dispuestos a ayudar a mejorar el reino y que una nueva época de prosperidad llegue al Reino de Arcadia.

El Rey escuchaba atento a las opiniones de sus hijos y de los ciudadanos, pero él tampoco sabía muy bien acerca de que acciones llegar a tomar respecto a los terrícolas, eran "Invasores" como el Primer Príncipe decían, o "Futuros Ciudadanos" como el Segundo Príncipe le decía una y otra vez. Solo el futuro lo podría decir, pero era vital que él supiera que hacer, pues el destino de su reino estaba en juego por dicha decisión.

"¡Eres un monstruo!" – un hombre con el uniforme del Restaurante del Espadachín Carmesí dijo, mientras señalaba a Luciel.

"Yo…"

Desde que llegó a trabajar en el restaurante todo iba normal para Luciel, pero cuando el Sacerdote Phillip vino a visitar para poder ver a Luciel, fue cuando se reveló su identidad como habitante de otro mundo, como Terrícola.

Desde entonces, varios trabajadores se sentían incomodos alrededor de Luciel, pero el peor de todos era un mesero de nombre Nito, un hombre de pelo café y ojos de color amarillo.

"¡Nito!" – Susan se mostraba furiosa al ver la escena que ocurría.

"¡No! ¡No aceptaré trabajar al lado de un sucio invasor!" – dijo Nito que se acercó a Luciel y le escupió en la cara. – "Es un alivio que tus asquerosos padres no te acompañaron aquí, ojala ardan en el infierno."

"¡Nito!" – gritó Jared, otro mesero que trabajaba en el restaurante que trataba de calmar la situación.

"En serio, acaso no lo ven, este mocoso y los otros que han llegado son unos malditos invasores." – dijo Nito con histeria. – "Es mejor que los matemos ahora mismo si no queremos ser esclavizados por estos malditos."

"…" – Luciel se quedó callado, cuando Nito menciono a sus padres, Luciel ardía de coraje y tristeza. Coraje por lo que él dijo, y tristeza por pensar que tal vez ellos realmente estén muertos.

Muchos clientes se alejaron de Luciel, y Nito trató de golpear a Luciel cuando una mano le detuvo.

"Nito." – con una voz apenas oíble, Don Armando miró al hombre que era su empleado desde hace tres años. – "¿Qué crees que haces?"

"Lo que debimos de haber hecho al saber la identidad de este monstruo, acabar con él."

"Nito, acaso eres un ¡Idiota! Acaso no ves al muchacho, es solo un niño."

"Sí, pero crecerá, y se convertirá en una amenaza para todos nosotros."

"Eres un idiota.���

"Que bueno que se encuentra solo, sería peor que su familia hubiera venido con él." – cuando Nito dijo eso, Luciel ya no lo aguantaba más, yéndose a la salida.

"¡Luciel!" – Don Armando fue tras de él, mientras que Nito se arreglaba la ropa y masajeaba su mano que fue detenida por Don Armando.

"Ojala nunca vuelva."

Y, al decir tales palabras, él recibió una cachetada.

"¡!" – él estaba sorprendido, no pensó que alguien le daría una cachetada. – "¿Doña Julieta?"

"Vete." – dijo la esposa de Don Armando.

"¿Cómo?"

"¡Vete!" – gritó ella. – "Ya no trabajas aquí."

"¡¿Pero…?!" – él trató de decir algo, pero al ver el rostro de Doña Julieta y de Susan, él entendió que tales palabras iban en serio. – "Me despiden por culpa de un monstruo…"

"No Nito, te despido por ser una persona cruel que le dijo tales palabras a un niño."

"Debes de estar bromeando."

"No, y ahora, ¡Largo!"

���

En la entrada al pueblo, Don Armando había alcanzado a Luciel.

"¡Detente! ¿A dónde crees que vas?" – le preguntó él mientras veía al joven chico.

"¡Me voy! ¡Iré en búsqueda de mi familia!" – dijo Luciel.

"¡Estas loco! Es peligroso allá afuera, sí sales, puedes morir."

"Prefiero morir que quedarme aquí." – dijo Luciel.

"No, no lo dices en serio, no sabes lo que la muerte es, o el dolor que uno pasa antes de llegar a ella."

"… Yo… Yo no puedo más, me tratan como un monstruo… me rechazan, se alejan de mí… quien sabe… quien sabe sí un día llegan a matarme." – dijo Luciel con lágrimas en los ojos. – "Y no solo eso… deseo buscarlos, encontrarlos, demostrar a ese maldito que mi familia sigue con vida, y que no somos ningunos monstruos o invasores."

"…" – Don Armando veía el rostro de Luciel, y sabía que las palabras de Nito habían herido mucho a Luciel. – "Lo entiendo, y sé que deseas buscar a tú familia, pero tienes que escucharme Luciel, es peligroso allá afuera, vamos, regresemos al restaurante, te prometo que Nito no volverá a molestarte."

"No… yo… ¡Yo me voy!" – dijo Luciel que salió del pueblo, mientras Don Armando se quedó viéndole irse.

'¿Qué hago?' – pensó el viejo hombre, que no sabía sí ir tras de él o quedarse.

Un joven corría mientras era perseguido por un Perro Salvaje, un Monstruo que habitaba en los exteriores del Condado de Vermont con mucha libertad, después de todo, la seguridad en los exteriores en el condado era pésima, aunque eso se le podía atribuir a su lejanía de la capital y al tener de vecino al Gran Bosque Oscuro.

En el sótano del restaurante, Don Armando veía a Luciel durmiendo, hace poco había terminado de tratar de curar su herida en el hombro, pero pasarían muchos días para que la herida se cure.

"Armando." – Doña Julieta, su esposa había bajado a ver a su esposo.

"Fue mi culpa, debí de pararle, debí de ir de inmediato tras de él, pero dude, pensé que no era de mi incumbencia en meterme en la vida del chico, en detenerle, pero… al final fui tras de él, y por poco no logró salvarle."

"No fue tú culpa."

"Sí lo fue." – dijo Don Armando mientras se volteaba para poder ver a su esposa.

"No lo fue, fue decisión de Luciel irse de aquí, corre, huir, fue su decisión." – dijo ella. – "No sé sí esta bien que te preocupes tanto por él… él… grita cuando duerme."

Doña Julieta paso una vez por el restaurante en el anochecer para recoger unas cosas que se le olvido, cuando escuchó gritos provenientes del sótano, al bajar, vio a Luciel dormido que gritaba de repente.

"Él, esta muy traumatizado… tiene bastantes problemas, problemas que no son nuestra responsabilidad."

"Probablemente, pero, él ha sufrido bastante, no solo por lo que le trauma, no solo por su herida en el hombro, no solo por las palabras de Nito… él…"

"Lo sé, él desea volver con su familia, desea sentirse querido, amado, pero, ese no es nuestro deber, no es nuestra responsabilidad, solo lo contrataste por petición de Glover y por que te dio lástima su situación, ya con eso hiciste todo por ayudar al joven."

"No, no lo entiendes, yo… cuando lo acepte en el restaurante, prometí en ayudarle en todo lo que fuera necesario hasta que fuese un adulto capaz de cuidarse por sí mismo, pero… apenas han pasado unos días y ya fallé en protegerle… dos veces en el mismo maldito día." – dijo Don Armando decepcionado consigo mismo.

"…" – Doña Julieta miró a su esposo, y le acarició su mejilla. – "Sé que te sientes culpable mi amor, pero, él no es tú responsabilidad, tú no debes de hacerte cargo de él, hay otros como él aquí."

"Sí, pero ellos están tan ocupados por arreglar sus vidas actuales, que, aunque hay algunos que vienen a visitar al chico y a charlar con él, aun así, no creo que se den cuenta de los problemas que el mocoso carga consigo."

"Puede ser, pero aun así no debes de…"

"He cometido muchos errores en mi vida, antes de conocerte, presencie la muerte y la desesperación, presencie el dolor y el temor… cuando lo vi por primera vez, ese joven tímido y nervioso, ese joven al que le hace tanta confianza en sí mismo, a quien le falta valor, y mirad, hoy tuvo el valor y el coraje de irse, fue una locura, pero lo hizo, no solo para huir de personas como Nito y de sus palabras hirientes, sino porque en el fondo, él realmente desea reencontrarse con su familia."

"Aun así, ya has hecho suficiente por él."

"Hm." – Don Armando sonríe y abraza a su esposa. – "No, no he hecho suficiente por el crío… hoy… cuando lo rescate, cuando vi su rostro mirar al cielo con tristeza en los ojos, ver su mirada perdida, con dolor y sin saber que hacer, verlo darse cuenta de su error, en ese momento, me di cuenta que… 'quiero cuidar de este chico', eso fue en lo que pensé, y, de esa forma, me di cuenta, que a partir de ese pensamiento, Luciel, el chico sería mi responsabilidad."

"Armando…"

"Sí, él es mi responsabilidad, y a partir de este momento cuidare de Luciel."