Año 9987, Día 47 del Mes de las Flores.
(POV #1: Luciel)
Lentamente abrí los ojos, y lo primero que vi fue el techo de mi cuarto, que para mi gracia era el piso de arriba. Así es, yo dormía en un sótano, aunque nunca en mi vida pensé que dormiría en un sótano, en especial uno que también sirve como Bodega #2, o mejor dicho como la bodega donde se ponen las cosas más importantes y caras.
Sí, no solo vivo en un sótano, sino en el sótano de un local, o mejor dicho un Restaurante, el restaurante en el que apenas llevo menos de un mes trabajando, algo que tampoco pensé que haría a mi corta edad de doce años, trabajar como mesero, ayudante y administrador de un restaurante siendo apenas un mocoso.
Pero heme aquí, trabajando en un restaurante, durmiendo en un sótano, y con una herida en mi hombro que ahora empezaba a darme más incomodidad que dolor.
Aunque sabía que esta herida era mi culpa, no podía dejar de pensar en ellos, aun así, esta herida me hacía darme cuenta de lo peligroso que eran las zonas exteriores al pueblo, ahora empiezo a entender un poco porque este pueblo se llama Esperanza.
"Pueblo de Esperanza." – hm, y pensar que este fue el lugar al que me tocó llegar, aunque apenas llevo pocos días viviendo aquí, ya he conocido a bastantes personas, y se podría decir que le debo mucho a dos personas, uno de ellos fue la primera persona a la que conocí, y el otro es…
"Ya despertaste." – dijo un viejo hombre, alto, pelo canoso, piel blanca y unos sorprendentes ojos color carmesí.
"Don Armando." – dije mientras trataba de sentarme.
"No te esfuerces." – dijo el hombre que me salvó la vida mientras se acercaba. – "Déjame checar la herida." – anunció justo antes de remover la venda y checar mi herida en el hombro. – "Es una lástima que aquí no hay doctores." – dijo mientras me ponía una especie de pomada y una hierba mientras seguía con vendarme con una venda limpia.
"Ah…" – no mentiré, el dolor volvió una vez a se peor que la incomodidad.
"Lo siento." – se disculpó Don Armando mientras tiraba la vieja venda usada en el canasto que yo usaba como basura.
"No tiene porque, al contrario, yo debería decir lo siento… y gracias." – le conteste con firmeza.
"Luciel…"
"Fue una estupidez lo que hice… y sí no fuera por usted…"
"Sí, fue una estupidez." – dijo él mientras volteaba a mirar mi hombro herido. – "Pero, entiendo porque lo hiciste."
"Sí…"
"Aun así, esta será la última vez en la que iré a perseguirte." – dijo en tono serio mientras me miraba al rostro. – "Espero que esta también sea la última vez que intentes una locura."
"…"
No podía responderle, sabía que sería un suicidio volver a salir del pueblo, en especial teniendo en cuenta mi situación totalmente diferente a la de la gente del pueblo, aun así, en mi corazón, lo único que deseaba es en volver a verlos.
"Bueno, es hora de irme." – anunció. – "No te preocupes, con la crema que te puse, en un par de días estarás bien, aun así, más vale que te prepares, que cuando vuelvas a estar bien, te pondré a trabajar sin parar."
Una vez dijo eso, él se paró y se marchó de aquí.
"…" – le debía la vida, le debía la oportunidad de tener un sitio donde dormir, y tenía todo mi agradecimiento, aun así, no pude evitar sentir coraje, porque no me regaño, él tenía todo el derecho a enojarse, después de todo me marche, haciendo caso omiso a lo que me dijo.
"Yo…yo…" – lágrimas recorrían mis mejillas mientras volvía a ver el techo que cada vez me era más familiar. – "Lo siento."