Año 9987, Día 18 del Mes del Sol.
"Luciel, es hora." – dijo Don Armando quien había bajado a llamar a Luciel como todos los días.
"¿Ya?" – preguntó Luciel que otra vez había tenido una mala noche.
"Sí, es hora, pronto los primeros clientes empezaran a llegar, ve a asearte un poco y una vez subas, limpia las mesas y riega las plantas." – le explicó Don Armando.
"Entiendo."
"Ah, casi se me olvida." – dijo Don Armando antes de irse. – "Una vez acabes pasa a mi oficina."
"Esta bien." – respondió Luciel mientras se levantaba de la cama.
"Bien." – Don Armando dijo mientras finalmente dejaba a Luciel.
"…" – Luciel miró a Don Armando irse, y una vez se dio cuenta que ya había cerrado la puerta, él se dirigió al pequeño baño que había. – "Es bueno que el drenaje y los retretes existan en este lugar." – respondió mientras entraba al baño.
…
Una vez Luciel termino de usar el baño, salió y se puso el uniforme del restaurante, pantalones blancos y una camisa roja con el logo de una espada carmesí sobre el pecho.
"Que mal que no hay espejos." – dijo Luciel quien empezó a subir.
"Buenos días Luciel." – una vez Luciel subió, le recibió Doña Julieta, la esposa de Don Armando.
"Muy buenos días." – respondió el chico que se dirigió al cuarto donde ponían el equipo de limpieza, y empezó a limpiar las mesas, poner los manteles y luego regar las plantas que había como decoración. – "Hoy es un buen día." – dijo el joven que seguía regando las plantas.
…
Una vez Luciel terminó de regar las plantas, se dirigió a la oficina de Don Armando.
"Pasa." – sonó la voz grave de Don Armando desde el otro lado de la puerta.
El joven abrió la puerta, entró y volvió a cerrar la puerta. Finalmente estando dentro, solo había un Cristal Eox que iluminaba la habitación, el Cristal Eox era creado a partir de diversos materiales, incluidos un Cristal de Energía que se obtenía al matar ciertos monstruos. El Cristal Eox era usado para iluminar habitaciones y las calles, pero era muy costosos, por lo que solo pocas personas en un pueblo como Esperanza podían permitirse tener Cristales Eox.
Cuando Luciel finalmente cerró la puerta, se volteó y miró a Don Armando, un hombre de 57 años, un hombre que una vez fue un aventurero prometedor, pero que luego se retiro de esa profesión y abrió su propio restaurante en este pueblo hace treinta años. Él era un hombre alto, midiendo 192 centímetros de altura, siendo más alto que el joven Luciel que apenas medía 155 centímetros de altura.
Era un hombre honesto y directo a veces, pero era una persona justa que creía en la bondad y el trabajo duro.
"Luciel, que bueno que llegas finalmente, necesito que me ayudes con los siguientes documentos." – dijo Don Armando con preocupación.
"Claro." – respondió el joven que vio el escritorio de Don Armando llenó de hojas.
"Ah, en serio, que bueno que sabes leer y contar, no tienes idea de lo raro que es conocer a gente en un pueblo tan lejano de la capital como este que sepan leer, escribir y contar, diablos, yo apenas se contar hasta mil, en serio me sorprende que seas muy bueno con los números."- dijo Don Armando maravillado por Luciel.
"Ja, no es nada sorprendente, al contrario, de donde vengo, yo era alguien que no se le daba muy bien los números como a otros, siempre mis calificaciones en matemáticas en los exámenes eran sietes y ochos." – dijo Luciel con una sonrisa recordando los temibles exámenes de matemáticas.
"Hm, ¿Matemáticas? ¿Qué es eso?" – preguntó Don Armando que no tenía idea que era eso.
"Ah… es difícil de explicar, pero es algo que hizo sufrir a todas las generaciones de estudiantes."
"Hm, ya veo, debió de ser algo temible."
"Sí, lo era, aun pensar en ello me trae escalofríos."
"Entonces no pienses en eso." – dijo Don Armando con preocupación.
"No se preocupe, no es algo tan temible como lo dijo, aun así, era muy estresante." – dijo Luciel que se sentó en la silla que siempre usaba cuando venia a ayudar a Don Armando, y empezó a escuchar la explicación de Don Armando de lo que tenía que hacer.
…
Una hora después.
"Toma." – dijo Don Armando que le dio a Luciel un vaso con Jugo del Edén.
"Gracias." – agradeció Luciel quien dejo la hoja que estaba checando sobre el escritorio y se tomaba un descanso mientras tomaba Jugo del Edén.
"En serio, no me esperaba que al contratarte que supieras leer y contar, más aun sabiendo tú procedencia." – dijo Don Armando maravillado.
"Bueno, fue algo que se nos otorgo a todos nosotros, después de todo, así nos ayudaría a adaptarnos de mejor manera a este lugar, después de todo, imagínese lo horrible que sería si no pudiéramos comunicarnos con ustedes." – respondió Luciel.
"Hm, tienes razón." – respondió Don Armando quien miraba a Luciel, un joven de apenas doce años, ciento cincuenta y cinco centímetros de altura, piel clara, pelo corto de color negro y ojos azules. – "También ayuda que seas algo atractivo, espero que cuando crezcas puedas atraer a las jóvenes a que vengan aquí, aunque bueno, ya tienes un pequeño grupo de fan." – dijo Don Armando al final con una sonrisa.
"Ja." – se río algo nervioso Luciel. – "Las señoras me tratan como a un bebe."
"Bueno, todas las señoras que vienen a visitarte son madres cuyos hijos ya no se encuentran en el pueblo, y teniendo en cuenta tú procedencia y juventud, su instinto materno se activa contigo."
"Aun así es como si esto fuera un zoológico y yo fuera una atracción del lugar."
"¿Zoológico?"
"Es un establecimiento en donde se encuentran animales, puedes ir a visitarlos y ver toda clase de animales."
"Vaya, no entiendo quien quisiera ver animales."
"Bueno, era una forma de atracción en mi mundo."
"Hm." – Don Armando miró a Luciel y se puso a pensar por unos momentos. – "Bueno, es bueno saber que al menos tenemos más clientela gracias a ti."
"Ja, espero un aumento."
"Pues esperaras por unos años más." – dijo Don Armando con una sonrisa.
…
En el mediodía, cuando Luciel había finalmente acabado de arreglar todos los documentos y apuntado todo lo que se necesita hacer para los pagos a proveedores y el pago de impuestos, Luciel se dirigió afuera.
"Luciel, que bueno que te veo finalmente." – dijo un hombre de pelo corto de color café y ojos del mismo color. – "Necesito que te encargues de los trastes, el de limpieza hace unos minutos se marchó por motivos familiares, y como puedes ver, el día de hoy tenemos muchos clientes, por lo que ni yo ni Judith podemos lavar los trastes." – menciono el hombre que vestía el mismo uniforme que usaba Luciel, solo que claramente un uniforme más grande y largo.
"Claro Jared, no hay problema." – contestó Luciel quien se dirigió a la habitación donde ponen los trastes sucios, una habitación que esta en medio de la bodega del equipo de limpieza y la cocina.
"Gracias Luciel." – contesto Jared que volvió a atender a los clientes que esperaban.
…
Mientras Luciel lavaba, un joven algo más pequeño que Luciel llego y saludó a Luciel.
"Hola Luciel."
"Billy, así que hoy también vienes a ayudar." – respondió Luciel con una sonrisa.
"Sí, hoy es un día con muchos clientes, y claramente el lugar necesita ayuda." – respondió Billy. – "Es uno de mis deberes como el único hijo de mama."
"Ya veo." – dijo Luciel. Billy era el único hijo de Susan, la Gerente de Piso quien también trabajaba como recepcionista, cajera y supervisora, y de Jeremy, el Chef del Restaurante. Susan era la hija de Don Armando, el Dueño del Restaurante, lo que convertía a Billy en el nieto de Don Armando y Doña Julieta, y siendo Susan la única hija de los dos, eso convertía a Billy en su único nieto.
Toda la familia de Don Armando trabajaba en el Restaurante, y con el paso del tiempo, el trabajo duro de la familia, y el talento de cocinero de Jeremy, hizo que el restaurante se convirtiera en el más popular del Pueblo de Esperanza, superando inclusive al Restaurante de las Hadas.
Además de la Familia de Don Armando, había otras personas que trabajaban aquí, pero Luciel solo se llevaba bien con Jared y Judith, quienes eran meseros y ya llevaban cinco años trabajando aquí.
Desde que Luciel llego a trabajar aquí, con las personas con las que hablaba más eran con Don Armando, con Billy, y con Jared.