Año 9987, Día 25 del Mes de las Flores.
En medio de un campo de pasto verde, Luciel se encontraba recostado, el sol iluminaba su rostro, causando que se despertara. – "Hm…" – Luciel abrió lentamente los ojos, cubriéndose de la luz del sol con su mano derecha.
"¿Qué…?" – Luciel entonces se sentó, y empezó a recordar lentamente todo lo sucedido. – "Estoy… estoy vivo… ¡Estoy vivo!" – dijo Luciel con alegría.
"Puedo ver.", el hermoso paisaje a su alrededor, llegando a ver un inmenso bosque al menos a un kilometro de distancia y apenas logrando ver a lo lejos unas montañas blancas que pintaban la vista.
"Puedo oír." – la brisa del viento, el chillar de alguna ave, y lo más importante de todo, su voz.
"Puedo oler." – el pasto y su propio olor.
"Puedo saborear." – su saliva, algo que muchas veces le fastidiaba, pero algo le traía alegría en sentir.
"Puedo sentir." – el tacto con su piel, el pasto, la brisa tocar su rostro y mover su cabello. – "Estoy realmente vivo…" – dijo Luciel quien pensó por un momento en pellizcarse la mejilla, pero luego pensó que sería imposible sentirse tan vivo como ahora.
Era muy abrumador para él volver a sentir, tanto que algunas lágrimas recorrían sus mejillas. Después de haber pasado tiempo en aquel sitio en donde era incapaz de sentir, y de pronto despertarse en un lugar desconocido con el recobró de sus sentidos, le hacía sentirse mejor, no había nada mejor que poder sentir, sentirse realmente vivo.
"Jajaja, estoy vivo." – dijo el joven que quiso levantarse, pero sintió algo de peso sobre su regazo. – "¿Hm?" – allí había tres objetos, debajo había un libro negro, en medio una hoja con algo escrito, y arriba sosteniendo la hoja una moneda dorada.
"¿Qué es esto?" – se preguntó extrañado Luciel, quien sentía una extraña sensación de necesitar y querer leer lo que había escrito en la hoja.