Chereads / Necky y Galf / Chapter 3 - Aventura 2: La Gran Fuga de los Herejes Accidentales

Chapter 3 - Aventura 2: La Gran Fuga de los Herejes Accidentales

Galf despertó en una celda oscura y fría. A su lado, Necky dormía plácidamente, usando un saco de paja como almohada y con una leve sonrisa de satisfacción. Galf, en cambio, sintió que su vida pasaba ante sus ojos. ¿Cómo demonios había terminado aquí?

— ¡Nos arrestaron! —exclamó, sacudiendo a Necky.

—Mmm… cinco minutos más… —balbuceó la nigromante, dándose la vuelta

—Despierta de una vez ¿Qué no te das cuenta en la situación?

—Mmm…— se giró hacia el otro lado —mamá, déjame dormir otros cinco minutos.

— ¡Necky! ¡Nos metiste en esto! —Galf miró los barrotes—. ¡La Inquisición nos va a quemar vivos!

Necky bostezó y se estiró.

— Mequetrefe ¿no te das cuenta que un archinecromante está durmiendo? Nos arrestaron por culpa del burro ¿qué tengo que ver yo?

— Tú… ¿podrías al menos prestar atención?

Justo en ese momento, la puerta del calabozo se abrió con un estruendoso golpe, seguido por un coro celestial y un haz de luz que parecía caer mágicamente sobre una figura imponente en la entrada. Los coros celestiales retumbaron por todo el calabozo y un humo ligero cubrió los pies de la visita.

— ¡Pecadores! —Tronó una voz femenina llena de dramatismo—. ¡Vuestra hora de redención ha llegado!

Galf parpadeó. ¿De dónde venía la música, los coros y el… humo?

—Oh, no… —murmuró Necky con fastidio, se giró sobre la paja que usaba como almohada —. Otra vez tú…— dijo mascullando entre los dientes, mientras intentaba hacerse la dormida.

La Santa Inquisidora Mirabella D'Orazio entró con pasos solemnes, su capa ondeando con un viento que no debía estar allí. Sus ojos brillaban con fanatismo y su armadura dorada relucía como si la acabaran de pulir con lágrimas de pecadores.

—Necra Gravesoul, archicriminal de la nigromancia, devoradora de almas, violadora del descanso eterno, salteadora de tumbas, hereje consumada.

— ¡Recicladora espiritual! —Corrigió Necky, levantando un dedo—. Y no devoro almas, eso es un estereotipo ofensivo— volvió a estirarse sobre la paja.

Mirabella ignoró la interrupción.

— ¡Y tú, su secuaz sin voluntad ni inteligencia! —Apuntó a Galf— sabía que en algún momento ibas a propagar tu herejía engañando incautos o aliándote con otros sucios infames— apuntó al pecho de Galf con un índice acusador — ¿Cómo osas aliarte con semejante abominación?

Galf levantó las manos en defensa.

— ¡Yo solo estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado! ¡Ni siquiera me gusta la nigromancia! ¡Prefiero una espada normal, de acero, sin maldiciones!

— ¿Qué espada?— preguntó Mirabella —mis hombres no encontraron espada alguna entre tus vestimentas— sacó una libreta de entre tus vestimentas —Galf, nombre real, Grandalf Arsefinger.

—No es Arsefinger, es Axefinger— interrumpió algo avergonzado.

—Eso dije… no interrumpas al inquisidor —se aclaró la garganta— Necra Gravesoul, tengo tu vida en mis manos, y la de tu secuaz.

—No soy su secuaz— replicó Galf entre sollozos.

Mirabella lo ignoró y se acercó a los barrotes de la celda —Herejes, se les acusa de "profanación sistemática del descanso eterno".

—Te hablan a ti— señaló Galf esperando que Necky reaccionara, pero ésta seguía fingiendo estar dormida.

La Santa inquisidora continuó —Exhumación de ratas y palomas.

Galf, ahora desesperado, comenzó a sacudir a Necky que mantenía sus ojos cerrados —No me dejes solo en esto, desgraciada.

—Manipulación de artes oscuras, maldecir la luz del sol, manipulación de huesos y despojos animales…

Necky se incorporó —Es mi deber malvado. Mírame, soy una necromante ¿acaso quieres que haga magia con flores?

Galf intentó detenerla y taparle la boca.

—Soy… culpa… somos… mi… da— mordió la mano de Galf y comenzó a agitarse como un gusano saliendo de la tierra por primera vez —suelta…— gritó con todas sus fuerzas, pero Galf le tenía la boca bien tapada.

Se relajó al ver que no la iban a soltar. Entornó la mirada, y Galf sintió que si pudiera, en ese instante le clavaría en una estaca, pero Necky no se iba a rendir tan fácilmente. Abrió la boca ligeramente, sacó su lengua y comenzó a lamer la palma de la mano de Galf que la tenía bien sujeta.

La repulsión de ser lamido provocó que la soltara, por lo que Necky pudo saltar hacia los barrotes de la celda.

—No me verás caer sucia santa, tu sola presencia me hacer picar la piel.

—Es mi esencia luminosa, produce escozor en los hijos del mal.

Necky retrocedió. Se estiró sobre la paja y se acurrucó con total desparpajo —No me hablen más, a esta hora los archinecromantes dormimos.

Galf intentó de tenerla —No digas eso, la santa…

—Dor, mi, mos; los archinecromantes a esta hora dormimos. DORMIMOS— se acurrucó en posición fetal y fingió dormir plácidamente, roncando de vez en cuando.

Mirabella sonrió con malicia. Continuó mirando fijamente a Galf —también se les acusa de herejía por asociación, estupidez manifiesta y mendicidad reiterada.

Galf se detuvo — ¿Eso es por mí?

— ¿Hay otro secuaz por aquí?

Galf, con los ojos llenos de lágrimas, volvió a tirar de las ropas de Necky —Despierta de una vez o te juro que voy a confesar.

Necky abrió los ojos —No hay nada que confesar mequetrefe, porque nada he hecho— puso sus manos sobre el rostro de Galfa y se acercó como si quisiera hipnotizarlo con sus ojos —nada, no tenemos nada que ver con el burro, repítelo nada…

—Es verdad, no tenemos nada que ver con el burro ¿qué burro? Ya me estoy olvidando.

—Don garra.

—Cierto ¿don qué?

—Par de retrasados, deténganse si no quieren arder en la hoguera— Necky y Galf se detuvieron de golpe. Mirabella suspiró pesadamente —como dicta la diosa Lumiaris, no puedo condenarlos sin ofrecerles la oportunidad de una prueba divina.

Necky sabía bien de lo que se trataba —Ay no, otra vez no…

Con aire exaltado Mirabella dijo —Os encargaré una misión de la Inquisición: descenderéis a las catacumbas y erradicaréis al demonio devorador de almas que acecha en la oscuridad. Si falláis… arderéis en la hoguera, recogeremos vuestras cenizas y serán esparcidas en el océano, para que de vosotros no quede nada.

Galf tragó saliva —Eso suena… razonable…— agregó con voz temblorosa.

— ¡Oye, no puedes enviarnos solos a las catacumbas sin un juicio justo! —Protestó Necky mientras tapaba la boca de Galf con las manos —la diosa te a castigar por abusar de los inocentes.

—Por supuesto que no— puso la llave en la cerradura de la celda —Además deberían estar agradecidos impíos, por esta oportunidad y además… —trompetas sonaron de algún lugar— ¡os acompañaré para asegurarme de que no cometáis nuevas herejías! —exclamó Mirabella, con una sonrisa de autosatisfacción.

— ¡Oh, qué bien! —Necky rodó los ojos—. Nada como una inquisidora pisándome los talones mientras intento salvar mi vida.

— ¡Guardias. Saquen a los herejes!

El trío descendió a las catacumbas bajo la Ciudad del Comienzo. Los túneles oscuros y húmedos se extendían en todas direcciones, llenos de criptas, nichos y estatuas cubiertas de polvo. Una ligera brisa helada recorría el lugar, haciendo que las antorchas parpadearan.

Mirabella marchaba al frente, con un bastón dorado en alto, recitando salmos en voz alta para purificar el aire y contener su miedo. Galf la seguía con pasos temblorosos, mientras Necky iba al final, intentando disimuladamente robar huesos de las criptas.

—¡¿Qué estás haciendo?! —susurró Galf al verla meter un cráneo en su bolso.

—Nada, nada. Purificación inversa —respondió Necky con una sonrisa inocente.

—¡Necky! ¡No robes cadáveres mientras la Inquisición nos vigila!

—Esto no es robar insulso, es rescate arqueológico.

Antes de que Galf pudiera protestar más, un rugido gutural resonó en la oscuridad.

—¡Por los santos cielos, ahí está el demonio! —exclamó Mirabella, levantando su bastón, mientras cerraba los ojos.

Necky le espetó con una sonrisa irónica — ¿Qué, acaso tienes miedo?

— ¿Miedo? Un siervo de Lumiaris jamás tiene miedo. Es por el frío.

El trío avanzó lentamente y, al doblar la esquina, encontraron…

…un armario temblando en medio de la sala.

Galf frunció el ceño.

— ¿Un armario?

Necky palideció.

—Oh… creo que… puede que esto tenga una… ligera conexión conmigo…

— ¿¡QUÉ!? —Galf la agarró por los hombros—. ¿TÚ HICISTE ESTO?!

— ¡No hay pruebas! —Protestó Necky—. Además, si fuera mi hechizo… claramente lo habría hecho mejor.

Mirabella no los escuchaba. Sobreponiéndose al miedo y con una expresión de furia sagrada, levantó su bastón.

— ¡Sal, bestia impía! ¡Enfrenta la ira de la justicia!

El armario dejó de temblar. La puerta se abrió lentamente… revelando una horda de muebles malditos que emergieron de la penumbra: sillas con dientes afilados, lámparas flotantes y una mesa que avanzaba a cuatro patas como un depredador.

Necky tragó saliva.

—Ejem… esto es un poco peor de lo que esperaba.

— ¡Deshazlo! ¡Ahora! —gritó Galf, esquivando un perchero que intentó estrangularlo. Hubiera sacado su espada si tuviera alguna, pero solamente pudo intentar darle unos puñetazos.

— ¡No puedo deshacer lo que no hice! —mintió Necky descaradamente—. Además, ¡sería irresponsable lanzar hechizos a ciegas! ¿qué crees, que soy una maga de mala muerte?

— ¡TÚ LOS HICISTE!

Mirabella intentó realizar un exorcismo, pero una silla le mordió el brazo.

— ¡AAAAH! ¡ESTO NO ES COMO LOS LIBROS DE LA IGLESIA! —gritó, sacudiéndose la silla con pánico. Comenzó a recitar — ¡que Lumiaris nos proteja, que Lumiaris nos proteja!...

El caos estalló. Galf luchaba contra un perchero, Necky intentaba negociar con una lámpara flotante, y Mirabella era arrastrada por un ataúd con ruedas que se movía como un carruaje desbocado.

— ¡DEJADME, INFAMES! ¿No ven que soy servidora de la luz?—gritaba Mirabella mientras desaparecía en un túnel lateral.

Necky rio con desparpajo —Humanos tontos. No entienden la gloria de muebles que se ordenan por sí mismos.

—Vuélvete útil de una vez y deshaz tu hechizo— gritó Galf, que seguía luchando con un perchero.

Ambos se detuvieron frente a frente.

—Resultaste ser un enemigo formidable perchero del mal.

—Kikiki. Ya es momento de lucirme— Necky se rotó las manos y, chasqueando los dedos, los muebles cayeron al suelo, inertes, como debían haber estado siempre.

— ¿Y la inquisidora?— preguntó Galf.

— ¡Sáquenme de aquí! — Se escuchó desde lejos la voz apagada de Mirabella. El ataúd la había tragado, quedando atrapada dentro de él.

Galf y Necky se miraron.

— ¿No la vamos a ayudar?

—Déjala ahí un poco más, solo un poco.

Cuando salieron de las catacumbas, Mirabella estaba cubierta de polvo y con la dignidad destrozada, pero intentó fingir que todo salió según su plan divino.

—Habéis sido meros instrumentos de mi voluntad —declaró con falsa solemnidad—. Sin mi guía, habríais perecido.

Galf y Necky se miraron, incrédulos.

—Pero si casi te mata un ataúd… —murmuró Galf.

— ¡Silencio, hereje redimido! —Interrumpió Mirabella—. No os quemaré en la hoguera… por ahora. ¡Pero os vigilaré!

Cuando Galf y Necky celebraban su "victoria", un guardia del gremio apareció.

—Por cierto, la Inquisición dice que la misión generó costos inesperados, así que ahora tienen una deuda con ellos.

—¿¡QUÉ!? —gritaron ambos al unísono.