Hace siglos, cuando los reinos eran jóvenes y los héroes moldeaban la historia con su acero, nacieron dos espadas gemelas en la fragua celestial del dios herrero Volgrimm: Gram, la espada legendaria, y Graham, su hermana menor.
Gram fue forjada con el propósito de destruir a los tiranos y proteger a los inocentes, una hoja bañada en la luz de los dioses, con el poder de cortar hasta la voluntad del mal. Los bardos la alababan en canciones, los reyes la buscaban, los héroes morían por empuñarla.
Graham… era diferente.
Nadie sabe qué falló en la fragua. Quizás una mota de oscuridad cayó en la aleación divina, o tal vez Volgrimm estaba borracho ese día. Pero cuando Graham fue desenvainada por primera vez, en vez de irradiar poder y nobleza, empezó a hablar… demasiado.
—¡AL FIN! UNA VIDA DE GLORIA Y VICTORIA ME ESPERA! ¡HÉROE, GUÍA MI HOJA HACIA EL DESTINO!
—"Oh, por la diosa, la espada está gritando…" —dijo su primer dueño, apartándola con disgusto.
Gram fue entregada a un príncipe valiente.
Graham fue vendida a un mercader ambulante.
Gram fue usada para derrotar dragones.
Graham fue usada para cortar leña.
Gram forjó imperios.
Graham… fue empeñada por una deuda de taberna.
Pero Graham no perdió la esperanza. Su voluntad ardía como el acero negro de su filo, y aunque los héroes la rechazaron por "demasiado intensa", ella juró que algún día sería empuñada por alguien digno.
El tiempo pasó. Susurros de una espada maldita recorrieron los reinos. "Quien la empuñe, escuchará su voz en sus sueños. Y en su baño. Y cuando intente dormir. Y cuando quiera estar en silencio."
Graham fue sellada en una cámara oscura para que nadie la encontrara.
Pero la cámara fue saqueada.
Graham fue arrojada al fondo de un lago encantado, condenada a dormir en la penumbra de las aguas eternas.
Pero un pescador la sacó y la revendió, harto de escucharla.
Graham fue olvidada, una y otra vez, traicionada por el destino, hasta que… un día…
Acabó en una máquina gacha.
Y así fue como una reliquia maldita, con un pasado más glorioso que el de muchos reinos, se convirtió en un premio de feria, girada como un simple juguete de azar.
Pero su espíritu ardía. Su sed de venganza contra el destino aún vivía. Y entonces… llegó Necky.
— ¡AL FIN! ¡UNA MANO DIGNA ME EMPUÑA!
—Ajá, ajá —respondió Necky con indiferencia— ¿Puedes cortar pan?
La tragedia de Graham… continuaba.