Galf se dirigió a la forja de la familia Brifhtforge, donde su amiga Lyra Brightforge trabajaba. Entró con el ánimo de un hombre que está a punto de hipotecar su alma, otra vez. El calor sofocante, el sonido ensordecedor del martillo golpeando el metal y el chisporroteo del fuego parecían anunciar su inminente sufrimiento.
— ¡Galfy! —exclamó Lyra, dejando caer su martillo con un estruendo que hizo que la mesa de herramientas vibrara—. ¡Qué milagro verte por aquí! ¿Por fin vienes a pedirme algo digno de un héroe como tú?
—Eh, sí… algo así —murmuró Galf. Sintió el peso de los fracasos y derrota caerle sobre los hombros.
Antes de que pudiera seguir, una voz retumbó desde el interior de la forja, grave y aterradora, como si una montaña estuviera hablando.
— ¿¡ESE FRACASADO OTRA VEZ!? —Gruñó la voz—. ¿VIENE A PEDIR MÁS DE MIS ESPADAS PARA PERDERLAS?
Galf se tensó como si lo hubieran golpeado con un yunque. Lyra, sin embargo, reaccionó con la velocidad de una flecha.
— ¡CÁLLATE, PAPÁ! —Gritó, girándose hacia la puerta trasera de la forja—. ¡Galf no es un fracasado, es un héroe en ascenso!
— ¿EN ASCENSO A DÓNDE? ¿A LA RUINA? —respondió la voz desde el interior, haciendo que incluso los estantes de herramientas parecieran temblar.
Lyra bufó, frustrada, y se volvió hacia Galf con una sonrisa forzada.—No le hagas caso, Galfy. Mi papá es un gruñón. ¿Qué necesitas?
—Bueno… una espada —dijo, tragando saliva—. Pero, eh… no tengo dinero.
La sonrisa de Lyra se congeló un instante antes de transformarse en una mezcla de amor incondicional y exasperación.
— ¿Otra vez, Galfy? ¿Estás seguro? Ya tienes una deuda muy grande conmigo. Aunque podría perdonarla si, bueno, ya sabes…— se sonrojó y golpeó el hombro de Galf.
Lyra creyó golpearlo despacio, pero con su descomunal fuerza hizo que toda la armadura de Galf vibrara, crujiendo como matraca.
— ¿Crees que pronto pondrás fecha para nuestro compromiso? Podría perdonar tu deuda— Los ojos de Lyra brillaban con fuerza —y no me importaría agregar una nueva espada.
Galf tragó saliva. El ofrecimiento era inquietante, la deuda era tan grande venderse era una opción que barajaba continuamente — ¿Puedo pensarlo un poco más?
Lyra se sonrojó todavía más —Claro Galfy.
Avanzaron hacia el mostrador, donde descansaban varias decenas de espadas.
—Escucha Lyra, es una emergencia. Necesito una espada para recuperar mi espada.
Lyra parpadeó.
—¿Cómo?
—Verás, perdí mi espada en un… eh… combate honorable contra un goblin —dijo, bajando la voz al final.
— ¿¡UN GOBLIN!? —La voz del padre de Lyra resonó otra vez, llena de desprecio—. ¡¿Y TE ATREVES A VOLVER AQUÍ?! ¡MIS ARMAS NO SON PARA PERDEDORES!
— ¡Cállate, papá, por favor! —gritó Lyra, sonrojada—. ¡Deja de humillarlo!
— ¡ÉL SE HUMILLA SOLO!
Galf suspiró profundamente, deseando que el suelo lo tragara. —Prometo que esta vez no perderé la espada. Es solo para recuperar la otra.
Lyra suspiró también, pero esta vez con un aire dramático, llevándose una mano al pecho.—Está bien, Galfy. Pero solo porque sé que estás destinado a la grandeza. Algún día, cuando seas el héroe más legendario de la Ciudad del Comienzo, todos recordarán que yo fui tu herrera personal.
Se giró hacia el estante de espadas y sacó una simple, funcional y sin adornos.—Aquí tienes. Es práctica y resistente. Nada del otro mundo, pero servirá.
Antes de que Galf pudiera tomarla, la voz retumbó una última vez: —SI VUELVES A PERDERLA, LO PRÓXIMO QUE TE DARÉ SERÁ UN PALO.
Galf asintió rápidamente, agarró la espada y se marchó antes que Lyra le hiciera firmar algún documento extraño.
—Gracias, Lyra. Prometo que esta vez no te decepcionaré— Gritó.
Mientras salía, la voz del padre volvió a sonar — ¡PROMESAS VACÍAS, COMO SIEMPRE!
Lyra lo observó irse con una sonrisa soñadora.
—Algún día, Galfy… algún día te darás cuenta de que nacimos para estar juntos.