Galf y Necky entraron en el gremio, aún sacudiéndose las hojas y el polvo del bosque. Graham, desde su funda, no había dejado de despotricar durante todo el camino de regreso.
— ¡Inaceptable! ¡Indignante! ¡Hemos huido de la gloria para enfrentarnos a papeles y sellos! ¿Qué clase de guerreros sois? ¡El acero no espera! —bramaba la espada maldita, mientras Galf la llevaba colgada como quien lleva saco vacío.
— ¡Ya cállate, Graham! —Espetó Necky, frotándose las sienes— ¿Quieres que nos escuchen todos en el gremio y que la Inquisición se entere de que estamos aquí?— miró en todas direcciones por si aparecía Mirabella.
— ¡Deberías estar agradeciéndome! ¡Soy la voz de la razón entre este grupo de cobardes!
—Eres la voz de la desesperación —replicó Necky, lanzándole una mirada fulminante.
Llegaron al mostrador de Justine, quien, como siempre, parecía completamente imperturbable, incluso ante las constantes idas y venidas de aventureros.
—Oh, Galf, estás vivo. Qué milagro —dijo sin apartar la vista del formulario que estaba rellenando. Luego, alzó una ceja—. ¿Y bien qué te trae por aquí, otro goblin asesino?
—Algo parecido. Descubrimos un asentamiento goblin en el bosque, ¡un montón de ellos! —Dijo Galf, golpeando el mostrador con entusiasmo— necesitamos que envíen un equipo de subyugación inmediatamente.
Justine dejó la pluma con un suspiro y cruzó los brazos, mirándolo con expresión incrédula. Su rostro lo decía todo.
— ¿Un asentamiento goblin? ¿Y de dónde sacaste esta información?
—Bueno… lo vimos. Yo… lo vi. Los tres, en realidad.
Justine se recargó en el respaldo de su silla y lo miró fijamente.
—Galf, ¿te acuerdas de lo que significa ser rango F?
—Eh… sí… —respondió Galf, nervioso.
—Significa que tu credibilidad es más baja que la de un niño que dice haber visto un dragón en su patio trasero. No puedo aceptar tu reporte sin la verificación o el auspicio de un aventurero de mayor rango.
— ¡Pero es verdad! —Protestó Galf—. ¡Hay goblins ahí, lo juro!
Justine lo miró con expresión severa.
—Sin pruebas o alguien que respalde tu historia, el gremio no moverá un dedo.
Graham, incapaz de mantenerse callado, explotó.
— ¡¿Abandonamos el campo de batalla para esto?! ¡¿Para una batalla burocrática?! ¡Oh, la indignidad! ¡Oh, la traición al espíritu guerrero!— Graham intentó se agitaba con fuerza a medio salir de su funda —Damisela del gremio, atiende mi llamado…
Justin se inclinó sobre el mesón y apuntó a la funda que Galf tenía colgada del hombro — ¿Qué es eso?
Galf desvió la mirada y apuntó a Necky.
— ¿Es tuya?
—Damisela, escucha mis palabras…— Agregó Graham con mayor ahínco.
Necky se rascó la nuca como si no tuviera nada que ver con ella.
—Oh damisela, esta espada legendaria da fe de lo que dijo el cobarde que me carga.
Justine levantó una ceja al escuchar la voz de Graham. Ya había visto familiares de algunos magos, pero una espada parlanchina no era tan frecuente.
— ¿Puedes callarte, chatarra? —gruñó Necky, golpeando ligeramente la funda de Graham.
— ¿Es esa tu espada parlante? Pensé que los artefactos malditos tenían un poco más de autocontrol.
Graham hubiera fruncido el ceño si lo tuviera, en cambio, abrió su ojo maldito de par en par — ¡El autocontrol es para espadas sin pasión! —Declaró Graham con grandilocuencia—. ¡La verdad debe ser proclamada, aunque sea en la cara de esta burócrata!
—Voy a arrojarte al río más cercano… —Masculló Necky, apretando los dientes.
Galf se agarró la cabeza con desesperación.
— ¡Por favor, Justine, tiene que haber algo que podamos hacer!
—A menos que consigas que un aventurero rango C o superior valide tu reporte, no puedo hacer nada. Así de simple.
Necky, que hasta ese momento había estado prestando atención solo a medias, resopló aburrida y rebuscó en su túnica hasta sacar una pequeña tarjeta dorada. Sopló el polvo que la cubría.
—Toma —dijo, extendiéndosela a Justine.
La asistente arqueó una ceja y tomó la tarjeta con curiosidad. En cuanto la miró, su expresión cambió por completo.
— ¿Licencia rango B? —Preguntó Justine, mirando a Necky con sorpresa—. ¿Cómo…?
Galf y Graham quedaron boquiabiertos.
— ¡¿QUÉ?! —gritó Galf—. ¡¿Tú eres rango B?!
— ¿Cómo es posible? —preguntó Graham, indignado—. ¡No eres digna de tal honor!
Necky sonrió con falsa modestia y se encogió de hombros.
— ¿Acaso dudan de mi talento, par de fracasados?— replicó Necky ante la incredulidad.
Galf y Graham estaban serios, incluso Justine.
—Ah… Está bien. Soy egresada de la academia de magia. Nos dan una licencia al graduarnos.
— ¡¿Qué?! —Galf volvió a gritar, incapaz de procesarlo—. ¿Y por qué nunca me lo dijiste?
—Porque nunca pensé que lo necesitaría —dijo Necky, encogiéndose de hombros—. Pero, viendo que no vamos a salir de esta sin la bendita licencia, ahí la tienes.
Justine inspeccionó la licencia con detenimiento, luego asintió.
—Es válida. Muy bien, con esta licencia, puedo reportar el asentamiento goblin como una misión oficial de rango B.
Se puso de pie, caminó hacia una esquina del mostrador y tocó una campana dorada tres veces. El sonido resonó por toda la sala, y los aventureros que estaban allí se giraron para mirar con curiosidad.
— ¿Qué hace esa campana? —susurró Galf, nervioso.
—Llama al Administrador del gremio para aprobar misiones de alto rango —respondió Justine, con calma —es obvio que no la conozcas, nunca has tomado misiones de alto rango.
Galf sintió que lo apuñalaban en el pecho. Miró a Necky, aún con incredulidad.
—Tú… ¿Tienes licencia B?
Necky sonrió con malicia.
— ¿Qué puedo decir? Soy un talento desaprovechado.
Graham, indignado, comenzó a murmurar:
— ¡Una licencia desperdiciada en manos de una nigromante perezosa! El gremio debería retractarse…
Necky golpeó la funda de Graham, haciendo que el ojo demoníaco se cerrara de golpe.
—Sigue hablando y te juro que terminas como adorno en la pared de mi cabaña.
En ese momento, un hombre corpulento y severo entró en la sala. Era el administrador del gremio, vestido con una capa negra y portando una tablilla de madera.
— ¿Quién reporta una misión de rango B? —preguntó con voz profunda.
Justine señaló a Necky con expresión neutral.
—La señorita Necra Gravesoul, rango B, ha reportado un asentamiento goblin en el bosque cercano.
El administrador examinó a Necky con una mezcla de respeto y escepticismo. La volvió a examinar, la duda superó al respeto, por lo que no pudo evitar preguntar.
— ¿Es cierto?
Necky asintió con una sonrisa inquieta.
—Por supuesto. Vi la aldea con mis propios ojos. Goblins por todas partes. Un lugar perfecto para una misión de subyugación.
Galf intentó hablar, pero Necky le lanzó una mirada que lo hizo callar.
—Muy bien —dijo el Administrador—. Reuniré un equipo para la misión.
Necky fingió toser y comenzó a alejarse.
—Oh, bueno… eh… estoy un poco ocupada con… asuntos mágicos— disculpen que los deje. Buena suerte con los goblins.
—Por supuesto que no va a participar —murmuró Galf, todavía incrédulo.
El Administrador no pareció sorprendido.
—Entonces, organizaremos un equipo independiente. Gracias por la información.
El hombre se marchó, dejando a Galf, Necky y Justine en el mostrador. Su capa enorme se agitó, heroica, a su paso.
— ¿Sabes que técnicamente ahora tienes un récord como aventurera? —dijo Justine, entregándole su licencia de vuelta.
Necky sonrió ampliamente.
—Supongo que sí. ¿Dónde está mi medalla?
Galf seguía mirando a Necky con la mandíbula caída.
—No puedo creerlo… ¡Tienes licencia B y nunca la usaste!
— ¿Para qué?— Respondió Necky, encogiéndose de hombros—. El arte de la necromancia requiere todo mi tiempo, no hay tiempo para misiones como estas.
Graham murmuró algo incomprensible desde su funda, pero Necky lo ignoró mientras arrastraba a Galf fuera del gremio.
—Ahora solo falta que consigas una espada.
Galf la miró de reojo, no había pensado en eso…