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Chapter 18 - Rebelión contra el Cielo – Part 5

Capítulo 5: El Peso de la Decisión

Aiko se sentó en el borde de una mesa de piedra en la habitación oscura donde la habían citado. Sus ojos recorrían a Haru, Kenta y Daichi, quienes estaban de pie frente a ella con expresiones serias. No entendía por qué la habían llamado a solas, pero algo en la atmósfera le indicaba que no era solo para ponerse al día.

—Bueno, ¿van a decirme por qué me llamaron o tengo que adivinarlo? —preguntó con calma, cruzándose de brazos.

Kenta fue el primero en hablar.

—Nos dijeron que la misión era solo para ti.

Aiko arqueó una ceja.

—¿Quién les dijo eso?

—La Muerte.

Un breve silencio llenó la habitación.

Interesante —dijo Aiko, apoyando las manos sobre la mesa—. Siempre hemos trabajado juntos, pero ahora resulta que me necesitan a solas. ¿Por qué?

Haru intercambió una mirada con Kenta y Daichi, como si dudara en responder.

—No lo tomes personal, Aiko —dijo finalmente—. No es una misión común.

Aiko soltó una pequeña risa.

¿Desde cuándo alguna de nuestras misiones es común?

Desde nunca —admitió Daichi—. Pero esta es diferente.

Aiko inclinó la cabeza, su paciencia agotándose.

—Dejen de darle vueltas y díganlo de una vez. ¿Qué tiene esta misión que no pueda hacer Ryuusei?

Kenta apretó los puños, pero mantuvo la compostura.

Porque esta vez la misión no es recuperar algo.

Aiko sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

—Entonces, ¿qué es?

Nadie respondió de inmediato. Fue Haru quien finalmente soltó las palabras que cambiarían todo.

—Nos dieron la orden de eliminar a alguien.

La habitación pareció encogerse de golpe.

—¿Qué? —susurró Aiko, su voz apenas audible.

—No tenemos opción —continuó Kenta—. Es una orden directa.

Aiko los miró a los tres con incredulidad.

¿Quién? —preguntó con voz tensa.

El silencio que siguió fue peor que cualquier respuesta.

—No... —susurró, sintiendo un nudo en el estómago—. No pueden estar hablando en serio.

Haru bajó la mirada. Daichi, en cambio, sostuvo su expresión firme.

—Nos dijeron que eligiéramos a alguien —dijo con voz fría—. Y elegimos a ti.

Aiko sintió que su sangre se helaba.

—¿Qué demonios están diciendo?

—Tú eres la más débil, Aiko —soltó Haru, su voz impregnada de algo que Aiko no reconoció al instante—. Si tenemos que sacrificar a alguien, es lógico que seas tú.

La mente de Aiko se nubló por un instante. Durante años habían luchado juntos, se habían protegido mutuamente. ¿Y ahora simplemente la iban a eliminar porque les dieron la opción de hacerlo?

—No pueden estar hablando en serio —murmuró, su respiración acelerándose.

—No es personal, Aiko —dijo Kenta, aunque su voz no tenía ni una pizca de duda.

Aiko se levantó lentamente.

—¿No es personal? —repitió con una sonrisa amarga—. ¿Así de fácil? ¿Después de todo lo que hemos pasado?

Daichi desenfundó su arma sin vacilar.

—Lo sentimos, pero así son las reglas.

El aire se volvió denso. Aiko dio un paso atrás. No iban a detenerse. No estaban dudando.

—No voy a dejar que me maten.

—No tienes opción.

Kenta fue el primero en moverse. Un destello plateado pasó frente a Aiko, quien apenas tuvo tiempo de esquivarlo. No dudaron. No se contuvieron. Estaban atacando con intención real de matarla.

—¡Malditos! —gritó Aiko, rodando por el suelo para evitar el segundo ataque de Haru.

Su mente trabajaba a toda velocidad. Tres contra uno. No podía ganar. Debía escapar.

Daichi lanzó un tajo en su dirección, pero Aiko se inclinó a tiempo, sintiendo el filo de la hoja cortar una parte de su ropa. Retrocedió de un salto y desenfundó su propia arma.

—¿Así que realmente van a hacerlo? —dijo, su voz temblando entre rabia y desesperación.

Haru se lanzó contra ella, y Aiko apenas pudo bloquear el golpe con su cuchilla. El impacto la hizo retroceder varios pasos, su brazo entumecido por la fuerza del ataque.

—No lo hagas más difícil, Aiko —dijo Kenta, moviéndose para rodearla.

Aiko respiró hondo. No iba a morir aquí. No iba a dejar que ellos la mataran.

Con un rápido movimiento, arrojó una pequeña bomba de humo al suelo. La densa neblina llenó la habitación en un segundo.

—¡No la dejen escapar! —gritó Daichi.

Aiko usó la distracción para correr hacia la salida. Su corazón latía con fuerza, su mente gritaba.

Esto no estaba pasando.

Pero sí estaba pasando. Haru, Kenta y Daichi habían decidido matarla.

Y ahora, Aiko tenía que decidir si estaba dispuesta a matarlos a ellos para sobrevivir.