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Chapter 16 - Rebelión contra el Cielo - Part 3

Capítulo 3: Entre la Oscuridad y la Traición

El paso del tiempo había convertido a Ryuusei y Aiko en piezas clave dentro del juego de la Muerte. Tres años de entrenamiento, asesinatos y misiones los habían transformado en heraldos temidos, pero también en individuos peligrosamente independientes. A diferencia de Daichi, Kenta y Haru, quienes acataban órdenes sin cuestionar, Ryuusei comenzaba a preguntarse cuál era el verdadero propósito de sus acciones.

Sus riquezas no eran más que una muestra del poder que habían adquirido. Mansiones lujosas, cuentas bancarias inagotables y una vida de privilegios estaban a su alcance, pero el precio había sido alto. Aquella noche, la Muerte los llamó para una nueva misión. No se trataba solo de dinero; esta vez, quería algo más valioso: documentos que contenían información clasificada de uno de los gobiernos más poderosos del mundo.

A través de sus fuentes, la Muerte descubrió que aquellos documentos habían sido robados y almacenados en una de las instalaciones de una corporación secreta en Tokio, un banco de alta seguridad que, además de dinero, albergaba información clasificada. Para recuperarlos, necesitaba a sus mejores piezas en el tablero: Ryuusei y Aiko.

La habitación oscura se iluminó con la aparición de la silueta espectral de la Muerte. Su voz resonó en la mente de Ryuusei y Aiko.

—Han demostrado su valía en innumerables ocasiones. Ahora, quiero que roben un conjunto de documentos secretos. Contienen información sobre la existencia de entidades divinas y sobre los intentos del gobierno por controlar sus intervenciones en el mundo humano.

Ryuusei entrecerró los ojos.

—¿Por qué los quieres?

—Los mortales siempre han intentado jugar a ser dioses. No deben poseer ese conocimiento. Ustedes, mis heraldos, me servirán una vez más para corregir su arrogancia.

Ryuusei y Aiko intercambiaron miradas. No era su primera incursión en lugares protegidos, pero esto sonaba más complicado de lo habitual.

—Solo nosotros dos… —murmuró Aiko.

—Así es. ¿Acaso dudas de tus habilidades, niña?

Aiko apretó los puños.

—No.

La Muerte sonrió, satisfecha.

Ya en el banco estaba ubicado en el corazón de la ciudad, rodeado por tecnología de punta, guardias de seguridad y un sistema de defensa que haría dudar hasta al ladrón más experimentado. Sin embargo, para Ryuusei y Aiko, no era más que otro desafío.

En una azotea, bajo la luz de la luna, Ryuusei y Aiko se preparaban.

—Esto será divertido —dijo Aiko, ajustando la empuñadura de su espada.

—Solo sigamos el plan —respondía Ryuusei, sujetando sus martillos de guerra. —Entramos, tomamos los documentos y el dinero, y salimos sin llamar la atención.

—Vamos a robar millones, hermano. Podremos comprar lo que queramos.

Ryuusei sonrió de lado. Con el dinero robado en misiones anteriores, cada uno ya tenía propiedades de lujo. Vivían como reyes, pero el dinero nunca era suficiente.

Se lanzaron desde la azotea. Aiko cortó con su espada una rejilla de ventilación y se deslizaron dentro. Los pasillos estaban oscuros, el sistema de seguridad activo, pero no era rival para ellos.

Ryuusei usó sus dagas de teletransportación para moverse entre las sombras, desactivando láseres y esquivando cámaras. Aiko, con su agilidad sobrehumana, eliminó silenciosamente a los guardias con cortes precisos. Llegaron hasta la bóveda sin activar una sola alarma.

Dentro, hallaron los documentos. Eran pergaminos antiguos con símbolos extraños y sellos de deidades olvidadas. Ryuusei los guardó en un estuche especial.

—Listo. Ahora el dinero.

Forzaron la caja fuerte principal. Pilas de billetes y lingotes de oro resplandecieron ante ellos.

—No podemos cargar todo —dijo Aiko.

—Nos llevamos lo suficiente para que valga la pena —respondió Ryuusei, llenando un par de mochilas.

Horas después, en un templo abandonado en las afueras de la ciudad, la figura de la Muerte emergió de la oscuridad. Su voz resonó fría y distante.

—¿Los tienes?

Ryuusei asintió y colocó el estuche con los documentos frente a él. La Muerte tomó los pergaminos con sus dedos huesudos y los revisó en silencio. Luego, alzó la mirada vacía hacia él.

—Bien hecho.

—¿Para qué los necesitas? —preguntó Aiko, cruzándose de brazos.

—El conocimiento es poder, niña. Y yo no permito que otros sepan más de lo que deberían.

Aiko frunció el ceño, pero Ryuusei la sujetó del hombro. No era prudente cuestionar a la Muerte.

De repente, el comunicador de Aiko vibró. Era un mensaje de Haru.

—Dice que quieren verme a solas. Que es importante.

Ryuusei frunció el ceño. Algo no estaba bien.

—No vayas sola. Es raro que no me hayan llamado a mí también.

Aiko negó con la cabeza.

—Si sospechan algo, podría ser peor. Iré y volveré rápido.

Ryuusei la miró fijamente, sintiendo una inquietud en el fondo de su pecho.

Cuando Aiko se alejó, un escalofrío recorrió su espalda. Algo estaba mal. Muy mal.