-El sol apenas se asomaba tras las montañas cuando el aire en el pequeño asentamiento se tornó pesado y opresivo. Las voces apagadas de los habitantes hablaban de rumores de incursiones, de hombres sin rostro que venían a llevarse a los desafortunados. Entre ellos estaba Doen, un niño de cinco años que estaba apenas despertando en un momento de urgencia repentina. pequeño pero fuerte, con ojos llenos de vida que aún no comprendían el peso de la desesperación que envolvía a su pueblo.
-Su padre, un hombre de manos callosas y mirada feroz, sabía que era cuestión de tiempo antes de que llegaran. Con una mezcla de urgencia y miedo, le dijo a su esposa:—Llévatelo. No importa lo que pase, no dejes que lo encuentren. -dijo aquel hombre mientras miraba para atrás, vigilando que nadie los viera.
-Doen no entendía por qué su padre le abrazaba con tanta fuerza, ni por qué las lágrimas surcaban el rostro de su madre mientras lo tomaba de la mano y corría hacia el bosque. Solo sabía que debía aferrarse a ella con todas sus fuerzas.-Un rugido metálico llenó el aire, y las sombras de helicópteros mancharon la tierra. Los recolectores habían llegado. No había escapatoria. La mujer apretó el pañuelo que llevaba alrededor del cuello, un recuerdo de tiempos mejores, mientras escondía a Doen tras unas rocas.-Cuando los hombres llegaron, su padre intentó enfrentarlos con nada más que una vieja hoz. No tuvo oportunidad. Con un disparo seco, lo derribaron, su cuerpo cayendo al polvo. La madre de Doen corrió hacia él, gritando su nombre, pero fue interceptada por los recolectores. La última imagen que Doen tuvo de ella fue la de su rostro bañado en lágrimas mientras lo señalaba, rogando. Doen se escondía detrás de su madre, temblando, mientras los hombres los inspeccionaban. Uno de ellos, un soldado con una cicatriz que cruzaba su rostro como un rayo oscuro, alzó la ceja al verlo._¿Eso es... una cola? -pregunto uno de los recolectores armados.-El niño intentó cubrirla, pero fue demasiado tarde. Uno de los soldados lo agarró con fuerza, arrancándolo del abrazo protector de su madre._¡No! ¡Déjenlo en paz! -gritó la mujer, lanzándose contra ellos.-El soldado de la cicatriz no mostró piedad. Un disparo seco resonó en el aire. Doen vio a su madre caer al suelo, sus ojos vidriosos mirando hacia él por última vez.- Aquel niño no podía moverse, no podía gritar. Todo lo que podía hacer era sostener el pañuelo que su madre le había dado antes de que escaparan, aferrándolo con tanta fuerza que sus pequeños dedos temblaban. -El helicóptero despegó, y con él, la última conexión de Doen con su hogar. Algo dentro de él se rompió. Sus manos temblaban, sus ojos ardían con lágrimas que no podían caer. Finalmente, un grito desgarrador salió de su garganta, una mezcla de dolor, rabia y desesperación.-Su pequeña figura se retorció, su cola, hasta entonces oculta bajo su ropa, se liberó. Los hombres que lo vigilaban dieron un paso atrás, sorprendidos. El niño no parecía humano.-Con un instinto que no entendía, Doen tomó los machetes que descansaban cerca. En un torbellino de sangre y caos, atacó a sus captores, movido por una furia que no conocía límites. El helicóptero comenzó a tambalearse, el piloto incapaz de controlar la situación.-Cuando el helicóptero se estrelló, Doen quedó inconsciente. Despertó horas después, cubierto de polvo y sangre seca, con un dolor punzante en la cabeza. El pañuelo de su madre estaba en el suelo, y sin pensar, lo tomó y lo ató a su frente. La sangre de su herida comenzó a teñir el blanco del pañuelo, creando un símbolo de su rabia y su pérdida.-Doen estaba solo en una isla desconocida, pero había sobrevivido. Y aunque aún no lo sabía, ese día marcaría el inicio de algo más grande.-El despertar de Doen en la isla fue un acto de mera supervivencia. La sangre seca en su frente, el pañuelo que había atado con torpeza, y los machetes que aún sostenía en sus pequeñas manos eran los únicos fragmentos tangibles de una memoria rota. Su cuerpo temblaba, no de frío, sino de hambre, de una necesidad primaria que había eclipsado cualquier otra emoción. La isla exótica se extendía frente a él como un lienzo de verde denso y opresivo, un caos de plantas desconocidas y sonidos extraños que resonaban en sus oídos como un eco distorsionado.-Su mente era un laberinto. Las imágenes de un helicóptero cayendo, de rostros desconocidos y de una figura femenina que emanaba calor y suavidad, se desvanecían en un mar de confusión. Pero una cosa permanecía clara: el vacío en su estómago. Era como si ese vacío fuera la única certeza, una fuerza que lo obligaba a moverse, a avanzar sin rumbo por un suelo húmedo y lleno de raíces traicioneras.-Doen caminó por horas, tambaleándose como un espectro errante. Los machetes pesaban en sus manos, pero no los soltaba. Su cola, ese apéndice extraño que había aprendido a esconder, ahora se movía libre, describiendo arcos nerviosos a su alrededor, como si también buscara sentido en ese paisaje desconocido. Sus ojos, grandes y oscuros, captaron el destello de una criatura que se movía entre los árboles. Una figura ágil y cubierta de un pelaje anaranjado y negro: un felino, pequeño pero feroz, con garras que relucían a la luz del día.-El pequeño no pensó, no razonó. Saltó hacia el animal con un rugido que no era propio de un niño. Los machetes se alzaron, y lo siguiente fue un caos de sangre, garras y tierra removida. No entendía lo que hacía, pero sus músculos actuaban por instinto, como si ese combate fuera parte de él desde siempre. Cuando finalmente el animal quedó inmóvil, Doen se detuvo, jadeante. La sangre cubría sus manos, su rostro, su ropa. No sabía por qué, pero su cuerpo reconocía la victoria, y su estómago rugió con aún más fuerza.-El sabor de la carne cruda era metálico y áspero, pero no le importó. Masticó con desesperación, ignorando el calor y la textura que habrían hecho vomitar a cualquier otro niño. En esos momentos, Doen no era humano; era una criatura primitiva, un ser dominado por el hambre y el instinto. El mundo a su alrededor perdió forma y sonido, quedando reducido al acto de consumir, de llenar ese vacío en su interior. Cuando terminó, la tormenta llegó.-El cielo se oscureció con una rapidez desconcertante, y los primeros truenos sacudieron el aire. Doen levantó la mirada, sus ojos reflejando el miedo puro de algo que no comprendía. Los relámpagos rompieron la oscuridad como cuchillas de luz, y el rugido del trueno lo golpeó como un puño invisible. Su cuerpo reaccionó antes que su mente: corrió. Corrió como si el mismo cielo estuviera cayendo sobre él, como si los ruidos estruendosos fueran un monstruo invisible que lo perseguía.-La lluvia comenzó a caer en cortinas pesadas, empapándolo en segundos. Sus pies descalzos tropezaron con raíces y piedras, y su pequeño cuerpo se desplomó en el barro. Levantó la cabeza, jadeante, su rostro una mezcla de lágrimas, sangre y agua. Los relámpagos iluminaban la isla como un teatro macabro, y los truenos eran tambores que resonaban en su pecho.-Doen no entendía por qué esos ruidos lo aterrorizaban tanto, pero algo en ellos despertaba un eco en su interior, una conexión profunda con algo que no podía recordar. El rugido del trueno era similar al de las armas que había visto, al estallido que le había robado todo. En su mente fragmentada, el sonido se transformó en una fuerza viva, un recordatorio constante de un dolor que no podía nombrar pero que sentía en cada fibra de su ser. Y entonces, algo cambió.-Doen apretó los puños, clavando las uñas en sus palmas. El dolor lo ancló, lo sacó de su terror. Gritó, un alarido crudo que se perdió entre los truenos. No era un grito de miedo, sino de rabia, de una furia que nacía del vacío en su interior, de la pérdida que no podía comprender pero que ardía en su pecho. Gritó al cielo, a los rayos, al trueno, como si pudiera espantarlos, como si su voz pudiera imponer orden en un mundo que lo había destruido.-El niño no sabía quién era ni por qué estaba allí, pero entendió algo en ese momento: el mundo no lo protegería. Nadie vendría a salvarlo. La única fuerza que tenía era la suya propia, y aunque pequeña y débil, esa fuerza estaba alimentada por algo más grande: la necesidad de sobrevivir.-Bajo la lluvia, con los ruidos eléctricos desgarrando el cielo y el barro pegándose a su piel, Doen dejó de ser un niño perdido. En su mente, los truenos eran un enemigo, un recordatorio de que el mundo era cruel, pero también eran un desafío. Si quería vivir, debía ser más fuerte que ellos.-Y así, entre gritos y lágrimas, Doen dejó que su instinto lo consumiera, permitiendo que lo primitivo y lo humano se fusionaran en un acto de pura supervivencia..
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-La brisa salada del mar acariciaba la isla, trayendo consigo ecos de olas rompiendo contra las rocas y el susurro de las hojas de los árboles meciéndose suavemente. Un helicóptero apareció en el horizonte, su figura metálica brillando bajo el sol. El zumbido de las hélices perturbó la calma mientras descendía sobre un claro improvisado en la densa vegetación. Al aterrizar, un grupo de tres mujeres descendió del vehículo con movimientos seguros. La mayor de ellas, Sumire Hanabusa, llevaba una expresión emocionada. Su mirada recorría la vegetación exuberante con admiración, como si finalmente hubiera llegado al santuario que siempre había soñado visitar.
_¡Es tan hermoso como lo imaginé! -exclamó Sumire mientras ajustaba su sombrero de ala ancha. En sus manos llevaba un cuaderno de notas y una lupa. Su entusiasmo era palpable._Por supuesto que es hermoso, hermana, pero ten cuidado. No sabemos qué podemos encontrar aquí -respondió Yuri, la hermana del medio. Su tono era tranquilo, pero su mirada desconfiada recorría los árboles y sombras como si esperara que algo o alguien emergiera en cualquier momento.-Ren, la menor, observaba a Sumire con los brazos cruzados, una ceja alzada y una mueca de desdén. Su cabello recogido en un moño alto y su vestimenta impoluta indicaban que había venido con pocas intenciones de ensuciarse._Sinceramente, no tengo ganas de mancharme las manos hoy... -dijo Ren, chasqueando la lengua y ajustando la correa de su mochila._Será una aventura divertida, te lo prometo. -Sumire le dedicó una sonrisa tan gentil como siempre.- Además, esta es una oportunidad única para recolectar plantas exóticas que podrían enriquecer nuestro vivero. Mira todo este lugar, es un verdadero paraíso botánico._Está bien, pero sólo porque tú lo dices. -Ren suspiró y rodó los ojos.-Las tres mujeres comenzaron a explorar, Sumire liderando con Yuri siguiéndola de cerca, mientras Ren mantenía una distancia prudente. La vegetación era densa, con plantas de formas y colores que ninguna de ellas había visto antes. Sumire tomaba notas meticulosas mientras Yuri recolectaba muestras con cuidado. Ren, por otro lado, caminaba con desgana, claramente deseando estar en cualquier otro lugar.-A poca distancia, Doen, un joven que había crecido en la dureza de esa isla, observaba en silencio. Su cuerpo ahora era fuerte y ágil, moldeado por los años de supervivencia. Sus ojos oscuros eran los de un depredador, calculadores y fríos. Había sentido su llegada incluso antes de verlas. El sonido del helicóptero, el aroma desconocido que habían traído consigo y el eco de sus voces eran como una alarma que le advertía de intrusos en su territorio.-Sin hacer ruido, se movió entre los árboles, observando cada movimiento de las mujeres. Cuando Sumire se levantó rápidamente tras sentir algo acercarse, Doen vio su oportunidad. Saltó desde las sombras con un grito feroz, sus machetes brillando bajo la luz filtrada del sol.-Sumire reaccionó con una velocidad impresionante, girándose y lanzando un codazo que interceptó a Doen en pleno salto. Las otras dos hermanas se colocaron rápidamente detrás de ella. Sumire, con una calma impresionante, extendió la mano._No se preocupen. Hay algo aquí, y es fuerte, pero estoy aquí para protegerlas. -dijo la hermana mayor con una expresión estoica. -Doen cayó al suelo, rodando ágilmente y adoptando una postura amenazante, mientras su nariz sangra por el codazo. Sus ojos depredadores brillaban mientras blandía los machetes, listo para atacar de nuevo. Esta vez, saltó directo hacia Sumire, pero ella alzó la palma de la mano. Una onda de choque invisible salió de ella, golpeando a Doen con tal fuerza que fue lanzado contra un grupo de árboles. La vegetación se sacudió violentamente, y un tronco cedió, cayendo sobre el cuerpo del joven y dejándolo inconsciente. Ren se acercó, mirando con desdén al chico tirado en el suelo._Es un humano, parece... -comentó, inclinándose para inspeccionarlo más de cerca. Pero al ver algo inusual, retrocedió con horror.- ¡Tiene una cola!-Sumire frunció el ceño, su curiosidad despertada. Se agachó junto a Doen y observó con atención._Es cierto... -murmuró, tocando suavemente la cola del joven para comprobar si era real. Lo que más la sorprendió fue que, a pesar del impacto, Doen seguía respirando..
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-Cuando Doen recuperó la conciencia, lo primero que sintió fue un pañuelo húmedo en su frente. Abrió los ojos y vio a Sumire inclinarse sobre él, ofreciéndole una sonrisa gentil.
_¡Hola! ¿Te sientes mejor? -dijo con suavidad.-Doen saltó del futón donde estaba acostado y adoptó una postura defensiva, sus ojos llenos de desconfianza. Miró a su alrededor rápidamente, buscando algo sobre su cabeza._M-Mi pañuelo...¡Mi pañuelo! ¿¡Dónde está mi pañuelo!? -gritó con fuerza, dando un paso adelante._¿Sabe hablar? Pensé que era solo un salvaje con cola... —murmuró ren, que lo miró sorprendida._Aquí está. -Sumire levantó el pañuelo con calma y se lo extendió.- Lo guardé para que no se perdiera.-Doen se lo quitó rápidamente y se lo colocó con manos temblorosas, como si ese trozo de tela fuera lo único que le daba seguridad. Miró a Sumire con una mezcla de recelo y gratitud._No soy tu enemigo -dijo ella, sentándose frente a él para no intimidarlo.- Queremos ayudarte, ¿está bien?_No te conozco... -replicó Doen, su voz cargada de desconfianza.- ¿Dónde estoy?_Estás en nuestra casa. -Yuri intervino, hablando con tono sereno.- Te trajimos aquí después de encontrarte en la isla.-La idea de estar fuera de su territorio alteró a Doen. Se movió como un animal acorralado, buscando una salida. Sumire notó su incomodidad y, para calmarlo, tomó un plato de frutas y lo acercó._Aquí tienes. Come algo. No queremos hacerte daño. -dijo la hermana mayor, tratando de calmar al joven.-Doen tomó el plato con manos rápidas y se escabullió hacia una esquina. Allí se sentó, comiendo con la ansiedad de quien no ha confiado en nadie durante mucho tiempo, sus ojos siempre fijos en las hermanas._Es solo un animal sucio. -Ren observó la escena con disgusto.- Deberíamos devolverlo a esa isla cuanto antes._No digas eso, Ren -la regañó Sumire.- Es un humano como nosotras, y claramente necesita ayuda._Humano o no, míralo. Come como un mono. ¡Es asqueroso! -protestó Ren, cruzando los brazos. Sumire ignoró el comentario y se acercó a Doen._¿Cómo te llamas? -preguntó con voz suave. Doen inclinó ligeramente la cabeza, sus labios formando palabras con dificultad._Doen... -respondió, su voz ronca, como si hablar fuese algo que su garganta había olvidado hacer._Soy Sumire Hanabusa. -La mujer sonrió con dulzura.- ¡Un placer conocerte, Doen! -dijo mientras se sentaba con cuidado frente a él.- Soy la mayor de las hermanas y la cabeza de esta familia.-Señaló con un gesto delicado a las otras dos mujeres. La del medio, de cabello lacio y actitud tranquila, siguió el ejemplo de su hermana mayor._Soy Yuri Hanabusa. La hermana del medio. -Su voz era suave, pero cargada de una calidez sincera.-Doen ladeó la cabeza, intrigado pero sin bajar la guardia. Sus ojos se dirigieron a la tercera hermana, que permanecía en un rincón, los brazos cruzados sobre el pecho. Al notar la atención de Doen, frunció el ceño y se giró con un bufido antes de salir de la habitación con pasos firmes._Esa es Ren Hanabusa, nuestra hermana menor. -Sumire suspiró con una paciencia infinita.- No le prestes atención; necesita tiempo para adaptarse.-Doen no dijo nada, pero su postura relajó apenas un poco. Sumire lo miró con curiosidad, pero también con algo de tristeza. Sus ojos recorrieron las cicatrices que cruzaban su cuerpo y cara, por un momento, pareció perderse en sus pensamientos. Finalmente, rompió el silencio._Doen, lamento mucho haberte sacado de la isla. Queríamos asegurarnos de que estuvieras bien. Pero no te preocupes, si así lo deseas, te llevaremos de vuelta una vez que te recuperes. También podemos ayudarte a encontrar a tu familia. -Su voz tembló un poco al mencionar la palabra "familia". Doen frunció el ceño, confundido._¿Qué es... una... familia? -preguntó con un tono vacío, pero cargado de genuina curiosidad.-La pregunta pareció golpear a Sumire como una ola inesperada. Por un instante, se llevó la mano a la boca, tratando de procesar lo que había escuchado._Familia son... mamá y papá. Tus hermanos. La gente que te cuida, que te quiere... -explicó con cuidado, midiendo cada palabra. Doen negó con la cabeza lentamente._No conozco. -Su voz sonaba torpe, casi primitiva. Las palabras parecían salir a trompicones de su boca, como si no estuviera acostumbrado a formar frases completas.-El corazón de Sumire se encogió. Observó a ese joven salvaje, incapaz de recordar siquiera lo más básico de lo que significaba tener una vida normal. Tragó saliva y, con una determinación repentina, sonrió._Doen, si no tienes una familia, entonces sé parte de la nuestra. Yo cuidaré de ti, como si fueras mi propio hermano. ¿Qué dices? -ofreció Sumire con un tono lleno de afecto._¿Habrá más comida? -Doen ladeó la cabeza, reflexionando un instante antes de responder con sencillez_Nunca te faltará comida, te lo prometo. -Sumire soltó una risa ligera, llena de alivio._acepto. -Doen respondió con una voz carente de entusiasmo, pero clara en su intención.-Con una sonrisa, Sumire lo guió hacia el baño. Doen la siguió con recelo, aunque la idea de limpiar su cuerpo lleno de barro y sangre nunca había cruzado por su mente. Cuando el agua caliente comenzó a correr y el jabón creó burbujas, Doen observó todo con ojos muy abiertos. Las burbujas flotaban frente a él, y las tocaba con cuidado, emitiendo gruñidos bajos, casi como un animal curioso. Pero Sumire notó algo más profundo en su comportamiento: no era simple curiosidad, sino algo que parecía una memoria lejana, como si las burbujas despertaran una sensación enterrada en lo más profundo de su ser.-Una vez limpio, Sumire lo llevó a una sala donde Yuri y Ren esperaban. Con una energía contagiosa, Sumire extendió los brazos hacia Doen, quien ahora llevaba ropa limpia que claramente le incomodaba._¡Taraaan! Les presento a su nuevo hermanito: Doen Hanabusa. ¡Es parte de nuestra familia ahora! -dijo con una sonrisa a pesar de lo repentina de la noticia. _¿Qué? ¡No puedes estar hablando en serio! -Ren se puso de pie de un salto, su expresión llena de incredulidad y molestia. Sus ojos recorrieron a Doen de arriba a abajo con una mezcla de disgusto y desprecio.- Por nada del mundo voy a verlo como un hermano.-Doen resopló con fuerza por la nariz con el aire moviendo ligeramente las coletas de la cabeza de Ren._Gritas como un chimpancé. -Su tono era seco, pero cargado de una mordaz indiferencia.-Ren se sonrojó de furia y levantó una mano para abofetearlo. Pero antes de que pudiera tocarlo, Doen interceptó su brazo con una facilidad pasmosa. Ren trató de golpearlo varias veces más, pero él o bien esquivaba o bloqueaba con movimientos que parecían instintivos.-Sumire lo observó con los ojos entrecerrados, evaluando su destreza. Luego recobró su papel de hermana mayor y alzó la voz._¡Ren, basta! ¡Es suficiente! ¿Cómo puedes ser tan grosera? ¡Míralo! Claramente necesita nuestra ayuda. No sabe ni cómo llegó a esa isla, y tuvo que sobrevivir en condiciones horribles. Nosotras lo sacamos de allá; ahora es nuestra responsabilidad ayudarlo. -dijo en un tono autoritario, pero mas que un regaño, es como si solo alzara la voz para explicarle las cosas a su pequeña hermanita.-Doen exhaló con fuerza y de repente se arrancó la camisa, dejando al descubierto su torso trabajado y lleno de cicatrices. Su rostro mostraba incomodidad mientras exclamaba:_Esto me quema. -dijo con dificultad, con la ropa sofocándolo de una forma tortuosa, llenándolo de un calor al que no estaba acostumbrado. -Sumire suspiró, agarró un mango de una cesta cercana y se lo extendió. Doen lo tomó con rapidez llevándolo a su boca y se sentó junto a Yuri, pelándolo con los dientes como si fuera un animal. Yuri le ofreció una taza de té, pero al dar un sorbo, Doen escupió el líquido caliente con un gruñido de disgusto. Yuri, sin perder la calma, se acercó y tomó sus manos con cuidado._El té se bebe caliente, Doen. Es así como debe ser. -le explico en un tono suave, como un susurro calmado.-Doen seguía comiendo la fruta mientras sus ojos recorrían cada rincón de la casa con una curiosidad casi infantil. A pesar de su comportamiento brusco y salvaje, había algo en su mirada que mostraba fascinación por lo desconocido. Yuri, observándolo con detenimiento, se animó a preguntar:_Oye, Doen... tu cola, ¿es de verdad? -pregunto en su tono suave. El chico levantó la vista, ladeó la cabeza y respondió con torpeza:_Es mía... -dijo, como si la pregunta fuera absurda. Su tono era firme, pero la falta de fluidez en sus palabras delataba que apenas estaba acostumbrado a comunicarse.-Yuri, intrigada, miró a Sumire, buscando una explicación. Sumire, que estaba mirando por la ventana, se giró con una sonrisa serena y le respondió con voz calmada:_Algunas personas... nacen con cosas especiales, Yuri. Tener una cola puede significar que es único, ¿no crees? -exclamo con una leve sonrisa. -Yuri asintió lentamente, aunque la explicación no disipó del todo sus dudas. Mientras tanto, Doen terminó la fruta y dirigió su atención de nuevo a la taza de té que había dejado a un lado. Tomó la taza con ambas manos y se preparó para beber, pero el líquido seguía caliente._E-Espera... -exclamó Yuri, acercándose rápidamente. Su movimiento repentino asustó a Doen, quien retrocedió y gruñó levemente, con la taza a medio camino de su boca. Yuri levantó las manos en un gesto de calma y dio un paso hacia atrás.- Tranquilo, tranquilo... No voy a hacerte nada. Solo quiero mostrarte algo.-Doen observó sus movimientos con desconfianza, pero poco a poco se relajó. Yuri avanzó con lentitud y se inclinó para explicarle:_Antes de beber, tienes que soplar el té. Mira, así -dijo la hermana del medio, imitando un suave soplido sobre la taza.-Doen la miró fijamente, procesando sus palabras. Finalmente, hizo lo que le indicó, soplando el líquido caliente con cuidado._Eso es. - Yuri sonrió, satisfecha.- Ahora, bebe de a poco, un trago suave. No te lo tomes de golpe.-El chico siguió las instrucciones. Llevó la taza a sus labios y tomó un pequeño sorbo, tragó despacio y luego ladeó la cabeza, reflexionando._Parece agua sucia -dijo finalmente.- pero sabe bien. Yuri suspiró aliviada, aunque no pudo evitar poner una cara de pequeño desencanto._No es agua sucia -corrigió con voz calmada.- Es té. Son hierbas infusionadas en agua caliente.-Doen frunció el ceño, procesando esas palabras que sonaban extrañas y sofisticadas para él. Su confusión era evidente, y eso provocó que Yuri hiciera un puchero. Miró a Sumire, que había estado observando la escena con una expresión tranquila y comprensiva._Hermana... Él no lo entiende, pero yo quería que le gustara el té...-dijo la hermana del medio en un tono mas vulnerable, ella estaba orgullosa de su té pero no sabia explicarlo.-Sumire se acercó a ambos con una sonrisa tierna y se sentó junto a Doen. Con paciencia, comenzó a explicarle:_Lo que Yuri quiere decir es que el té es algo especial. Se prepara calentando agua y mezclándola con hojas de plantas. El calor ayuda a que las hojas suelten su sabor y sus beneficios. Por eso sabe diferente al agua normal. ¿Entiendes un poco más ahora? -explico la hermana mayor en un tono agradable para doen.-Doen miró a Sumire y luego a Yuri, alternando entre ambas. Finalmente, asintió lentamente._Sí... hojas y agua caliente... -dijo el joven antes de dar otro sorbo a su taza de té.-Sumire y Yuri intercambiaron una mirada cómplice. Aunque la explicación había sido simplificada, había logrado conectar con Doen. Era un pequeño avance, pero significativo. Sumire acarició el cabello de su hermana menor, quien sonrió con orgullo, y luego miró a Doen con un gesto de aprobación._Bien hecho, Doen. Estás aprendiendo rápido. -le dijo con una dulce sonrisa.-Doen frunció el ceño, confundido por el cumplido, pero continuó bebiendo su té de manera más relajada, mientras Yuri y Sumire lo observaban con una mezcla de esperanza y curiosidad por el futuro.-La noche había caído con suavidad sobre el hogar, pero en lugar de traer consigo la calma, parecía cargar un aire denso, casi expectante. Sumire se movió con sigilo, cruzando el pasillo principal hasta el otro edificio de su propiedad, el cual albergaba su preciado vivero: una estructura amplia con un techo en forma de cúpula de cristal, diseñada para dejar entrar la luz del sol durante el día y reflejar la luz de la luna por la noche. En su interior, las plantas florecían en un entorno meticulosamente controlado, una combinación de naturaleza y arte.-Yuri la siguió en silencio, intrigada por la seriedad en el rostro de su hermana. Cuando ambas estuvieron dentro, Sumire cerró las puertas con cuidado, dejando que la tenue luz de la luna nueva iluminara el lugar._Yuri... -dijo Sumire en un tono casi susurrante, pero lleno de determinación.- Hay algo que necesito decirte sobre Doen. Algo importante._¿Qué sucede? -Yuri inclinó la cabeza, sus ojos reflejando confusión y curiosidad a partes iguales.-Sumire respiró hondo, caminando lentamente hacia un rincón del vivero donde una enredadera trepaba por un soporte de madera, como si necesitara reunir fuerzas para lo que estaba a punto de revelar._Doen no es un niño común, Yuri. Lo supe desde el momento en que lo encontré... y lo adopté porque sabía que debía estar bajo nuestro cuidado._¿Qué quieres decir con "no es común"? -preguntó Yuri, avanzando un paso. Sumire se volvió hacia ella, su expresión serena pero cargada de seriedad._Esa cola que tiene... no es solo una rareza. Es un símbolo. En las leyendas que he escuchado, pocas personas nacen con algo así. Se dice que aquellos que portan una cola como la de un mono están conectados a fuerzas muy antiguas y poderosas: las energías primordiales del yin y el yang._¿Yin y yang? ¿Las energías positivas y negativas? -Yuri frunció el ceño, intentando comprender._Sí. -Sumire asintió.- Pero no como las fuerzas del bien y el mal, sino como el equilibrio que da origen a toda la vida. Según las historias, estas energías, en su forma más pura, rara vez interactúan con los humanos... pero cuando lo hacen, a veces surgen niños con un potencial extraordinario._¿Potencial para qué? -Yuri susurró, sus ojos abiertos como platos._Eso es lo que me preocupa, Yuri. -Sumire desvió la mirada por un momento, como si le pesara la respuesta.- No lo sé con certeza. Pero lo que sí sé es que Doen es especial. Su madre, de alguna manera, estuvo expuesta a estas energías durante su embarazo. Quizás fue un artefacto, un amuleto o incluso un conjuro. O tal vez fue algo que simplemente... sucedió._¿Entonces... por eso lo adoptaste? ¿Para protegerlo? -Yuri se cruzó de brazos, intentando procesar todo aquello._Exactamente -afirmó Sumire, acercándose a ella con pasos lentos.- Esa cola simboliza más que un rasgo físico. Es una señal de que Doen nació con cualidades que trascienden lo humano. Si cae en manos equivocadas... podría ser usado para fines terribles, o podrían buscarlo para exterminarlo. Antes creo que habia un pueblo con personas que la tenían por naturaleza...ese pueblo ya no existe.-Yuri tragó saliva, su mente retrocediendo al momento en que Doen había mirado su taza de té con una mezcla de torpeza y curiosidad. Era difícil imaginar que ese niño tímido pudiera tener algo tan poderoso en su interior._¿Crees alguien sepa que esta aquí? -preguntó finalmente._No lo sé -admitió Sumire.- Pero es mejor ser precavidas. Él aún no entiende lo que significa. Ni siquiera nosotras entendemos todo... pero lo protegeremos. Ese es nuestro deber.-Yuri asintió lentamente, el peso de la revelación asentándose en sus hombros. La luz de la luna nueva brilló tenuemente sobre ellas, atravesando la cúpula de cristal del vivero, como si también estuviera atenta a las palabras de Sumire. Y en algún rincón del hogar, Doen dormía profundamente, ajeno a las verdades que poco a poco empezaban a salir a la luz.