-La luz del amanecer se filtraba a través de las ventanas del hogar, iluminando el comedor con un suave resplandor dorado. Doen estaba sentado a la mesa, devorando el desayuno con una voracidad que haría palidecer a cualquier otro comensal. Agarraba la comida con las manos, llevándosela a la boca con movimientos rápidos y descuidados. Junto a él, Ren, con el entrecejo fruncido, masticaba con parsimonia y una elegancia innata. Se detuvo un momento, clavando sus ojos afilados en su hermana mayor, Sumire.
_¡Hermana! -protestó Ren.- ¿No puedes hacer algo con esto?
_Prometo enseñarle buenos modales después del entrenamiento. -Sumire soltó una risa nerviosa mientras se llevaba una mano a la mejilla.
-Ren resopló, su descontento palpable. Regresó la vista a su plato y siguió comiendo con renovada determinación. Entretanto, Yuri, sonriente como siempre, preparaba una bandeja de té. Con pasos gráciles y una expresión de puro entusiasmo, sirvió una taza humeante frente a Doen.
_Aquí tienes. Prueba un poco de té -exclamó, su voz alegre pero calmada como un pájaro cantando en la mañana.
-Doen aceptó la taza con ambas manos, sopló con cuidado como le habían enseñado, y comenzó a beber a sorbos pequeños. Sumire observó la escena con una sonrisa divertida.
_Aprende rápido -comentó.- Tal vez para la próxima comida ya coma como una persona civilizada.
_Eso espero. -Ren rodó los ojos y soltó un suspiro.- No me gusta comer con salvajes.
-Lo que no esperó fue la mirada intensa que Doen le lanzó tras sus palabras. Se estremeció y retrocedió un poco, esperando una reacción violenta. Pero, en lugar de atacar, Doen extendió una manzana que había tomado del frutero. Su gesto era sencillo, sincero.
-Ren parpadeó, confundida, y tomó la manzana por el tallo. La examinó en silencio mientras Doen volvió a su desayuno, como si el incidente no hubiera sucedido. Sumire sonrió suavemente al ver la escena.
-Cuando terminaron de desayunar, las hermanas Yuri y Ren se dirigieron a una habitación cercana para cambiarse. Momentos después, ambas salieron vestidas con do-gis negros, listísimas para comenzar el entrenamiento bajo la supervisión de su hermana mayor. Sumire las guió al patio donde siempre practicaban.
_Entrenamiento regular, chicas. -indicó Sumire.
-Ren se colocó frente a un mukiwara y comenzó a golpearlo con sus palmas abiertas, fortaleciendo sus manos y brazos con cada impacto. Yuri, por su parte, realizaba movimientos de combate en el aire, sus golpes precisos y llenos de energía. Sumire se acercó a Doen, llevando una hoja de papel y un lápiz.
_Dime, Doen, ¿puedes escribir? -preguntó, entregándole los objetos.
-Doen tomó la hoja y el lápiz, observándolos por un instante antes de escribir con letras grandes y desordenadas. Las palabras que emergieron fueron "hola" y "trabajo", garabateadas de manera irregular.
_Esto escribo. -dijo con su tono tosco y directo.
-Sumire estudió las palabras, notando la familiaridad rudimentaria con las letras. Se inclinó hacia él, con los ojos brillando de curiosidad.
_Sabes más de lo que crees, ¿verdad? Esto significa que hay algo de tu conocimiento que está enterrado, esperando ser recuperado. -expreso la humana mayor con esperanza.
-Las hermanas continuaban su entrenamiento mientras Sumire comenzó a enseñarle a Doen los fundamentos de la escritura. Le mostró las letras del hiragana y katakana, pidiéndole que identificara cada una. Con algo de esfuerzo, Doen logró reconocer la mayoría.
_¿Recuerdas quién te enseñó esto? -le preguntó Sumire.
-Doen negó con la cabeza y se rascó el cabello, una expresión de frustración cruzando su rostro. De repente, como si un pensamiento inesperado cruzara su mente, preguntó:
_¿Qué hacer ellas? -dijo el joven de pelo negro señalando a las dos hermanas en sus sesiones. Sumire siguió su mirada hacia sus hermanas.
_Entrenan -explicó con calma.- Algún día serán Peregrinas, como yo. Para eso necesitan fuerza y resistencia. Deben soportar altos niveles de energía.
_No entiendo. -Doen ladeó la cabeza, su expresión llena de perplejidad.
_Lo entenderás cuando sepas escribir correctamente. -Sumire sonrió.
-Eso despertó una chispa de entusiasmo en Doen, cuya cola de mono se agitó ligeramente contra el suelo de madera.
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-Las horas pasaron mientras el sol se deslizaba hacia el horizonte, tiñendo el cielo con tonos anaranjados y rosados. Las hermanas continuaban su entrenamiento, moviéndose con fluidez y precisión en un ritual que parecía parte danza y parte batalla. El sonido rítmico de los golpes llenaba el aire, intercalado con sus respiraciones controladas. Doen permanecía a un lado, observándolas con atención, un cuaderno y un lápiz descansando entre sus manos. Sus ojos seguían cada movimiento, desde los puños de Ren, que golpeaban con fuerza el mukiwara hasta enrojecer su piel, hasta las figuras ágiles de Yuri mientras ejecutaba combinaciones de golpes y fintas contra un oponente invisible.
-El momento llegó cuando Yuri, sin aliento pero decidida, desafió a su hermana a un combate real. Doen se inclinó ligeramente hacia adelante, expectante, mientras ambas se colocaban frente a frente. Con una inclinación de respeto, comenzaron. Los pies deslizándose sobre la madera, los golpes precisos que cortaban el aire y los esquives fluidos creaban una danza de fuerza y gracia. Doen sintió una chispa de emoción encenderse en su pecho; sus ojos brillaban mientras las hermanas intercambiaban golpes rápidos y movimientos estratégicos, cada una aprovechando su fortaleza para superar a la otra.
-El combate terminó cuando Yuri logró derribar a Ren con un movimiento calculado. Mientras Ren caía con un leve gruñido de frustración, Yuri exhaló profundamente, satisfecha, ayudando rápido a su hermana a levantarse. En ese momento, la voz de Sumire resonó desde la sombra, trayendo consigo una bandeja con tazas humeantes de té y triángulos de onigiri perfectamente formados.
_Es suficiente por ahora -anunció con una sonrisa suave.- Vengan, es hora de descansar un poco.
-Ren y Yuri se dejaron caer sobre los bancos cercanos, recogiendo con gratitud los onigiri y el té. Doen, que había dejado a un lado su cuaderno y su lápiz, se acercó para tomar uno también. Sin embargo, antes de que sus dedos alcanzaran el arroz, Sumire alzó una ceja y habló en tono calmado pero firme.
_Trata la comida con respeto. -le dijo con un tono que hizo que el joven frnete a el se detuviera al instante.
-El joven de ojos brillantes se detuvo, observando la expresión de Sumire con curiosidad. Con movimientos lentos y deliberados, tomó el onigiri con ambas manos, sosteniéndolo con cuidado. Sumire sonrió ante su esfuerzo, y, como reflejo, una ligera sonrisa apareció en el rostro de Doen. Mientras los demás comían, él imitó sus mordiscos pequeños, aunque masticaba mecánicamente, sin saborear realmente. Aun así, Sumire lo consideró un avance.
La pausa terminó pronto, y Doen, que ya tenía un cúmulo de preguntas en la mente, decidió hablar.
_¿Ya poder saber para qué entrenan? -preguntó, con la curiosidad reflejada en sus ojos mientras levantaba la cabeza hacia Sumire.
-La mujer mayor bebía un sorbo de té. Bajó la taza con calma, sus ojos oscuros evaluando tanto la pregunta como a quien la hacía. Con un suspiro, se puso de pie, dejando la taza sobre la bandeja, procediendo a dar unos pasos hacia adelante.
_Entrenan para convertirse en peregrinas -explicó, dirigiendo una mirada fugaz a sus hermanas, quienes permanecieron en silencio.- Es un examen difícil, lleno de peligros. Incluso podrían perder la vida.
-Doen parpadeó, sorprendido por la gravedad de sus palabras. Sumire continuó, sus ojos brillando con determinación.
_Pero no permitiré que se enfrenten a ese reto sin las herramientas adecuadas. -explico mientras aprieta el agarre en sus puños.- Por eso, quiero enseñarles algo invaluable: a usar el aura.
-Sin más preámbulos, Sumire levantó sus puños, y una energía vibrante comenzó a rodearla, bastante poderosa pero invisible, además de que no podía ser sentida por las chicas presentes. Doen se quedo mirando levantando ligeramente las cejas. Sumire lanzó un golpe al aire, y una onda kiai se proyectó hacia un mukiwara cercano, derribándolo con un estruendo seco.
_El aura es la energía vital de todos los seres vivos. -explicó mientras dejaba que la energía se disipara lentamente.- Pero manifestarla requiere esfuerzo. Liberarla sin control genera un gran dolor y agota el cuerpo. Mi propósito es prepararlas para que, cuando llegue el momento, yo misma abra sus nodos de energía. Así podrán usarla de manera segura y efectiva.
-Doen observó en silencio, procesando sus palabras. Se rascó la mejilla, como si las ideas estuvieran formando un nudo en su mente. Yuri rió suavemente.
_No lo entiende porque no puede verla como nosotras -bromeó ligeramente.- Es como enseñarle colores a alguien que nunca ha visto la luz.
_Tal vez aprenda mejor viendo que escuchando, como los niños -añadió Ren, encogiéndose de hombros.
-Doen levantó una ceja ante sus comentarios y dirigió su mirada a Sumire. La mujer se acercó con una sonrisa enigmática.
_Cuando estés listo -dijo en voz baja.- también abriré tus nodos para que puedas liberar tu aura.
-El joven asintió lentamente, sus ojos oscuros brillando con una mezcla de comprensión y curiosidad mientras su cola de mono se agitaba apenas, como un reflejo inconsciente de algo latente, una chispa de poder esperando ser encendida.
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-La noche había caído, y la tenue luz de las lámparas de papel llenaba la sala con un resplandor cálido y sereno. Doen estaba sentado junto a Sumire, su hermana mayor, concentrado en una tarea que parecía sencilla pero que lo frustraba profundamente. Entre sus dedos sostenía un par de palillos que se negaban a obedecerle. Sus movimientos torpes hacían que los palillos se cruzaran en ángulos imposibles o resbalaran de sus manos, y cada intento fallido provocaba un suspiro de exasperación. A pesar de ello, Sumire mantenía una sonrisa paciente mientras le guiaba.
_Tranquilo, Doen. Respira. Usa tus dedos como una pinza suave, no como una trampa para osos -le dijo con voz calma, sosteniéndole la mano con delicadeza para mostrarle cómo debía mover los dedos.
-Doen frunció el ceño, mordiéndose el labio mientras intentaba imitar la técnica. Hizo un esfuerzo por sujetar una gyoza rellena de vegetales, pero los palillos se deslizaron una vez más, dejando caer la comida sobre su plato con un leve golpe. Bufó con frustración, su cola se agitó a su espalda, y estuvo a punto de arrojar los palillos al suelo, pero se detuvo al oír la suave risa de Sumire.
_Lo estás haciendo mejor. Sólo necesitas un poco más de práctica -lo animó, inclinándose hacia él.
-Desde el otro lado de la mesa, Ren observaba en silencio. Su mirada intensa y su expresión impasible no traicionaban sus pensamientos, pero después de un instante, apartó los ojos, se levantó de su lugar y salió del comedor sin decir palabra. Sumire la siguió con la mirada y dejó escapar un suspiro largo y cargado de resignación.
_Será difícil que se acostumbre -murmuró, más para sí misma que para los demás.
_Yo tampoco era fácil cuando tenía su edad -comentó Yuri mientras servía una nueva taza de té. Su voz tenía un tono ligero, casi como si estuviera hablando del clima.- Ren se abrirá con el tiempo. Sólo necesita acostumbrarse.
_Eso espero...-Sumire sonrió con melancolía, pero asintió lentamente
-El sonido de pasos ligeros interrumpió sus pensamientos cuando Ren regresó al comedor, llevando algo pequeño entre sus manos. Sin dirigir una sola palabra, se colocó junto a Doen, le arrebató los palillos con un movimiento rápido y preciso, y colocó una pequeña herramienta de madera en la base de los mismos. La pequeña pieza, diseñada para principiantes, mantenía los palillos alineados y permitía que se movieran hacia arriba y hacia abajo sin desviarse.
-Doen parpadeó, mirando el ingenioso dispositivo. Lo probó, moviendo los palillos con una facilidad sorprendente. Los manipuló con torpe entusiasmo al principio, pero pronto consiguió agarrar una gyoza con firmeza, llevándola a su boca con éxito. Su rostro se iluminó con una mezcla de satisfacción y alivio. Sumire observó el progreso con una expresión divertida y exclamó:
_¡Vaya, eso sí que es un cambio rápido! -dijo con leves risas.
-Yuri sonrió con dulzura, apenas curvando los labios, mientras que Doen, emocionado, repetía el movimiento varias veces más, devorando su comida con un orden que no había mostrado antes. Sumire lanzó una carcajada suave al ver la alegría en su rostro. Ren, sin embargo, no dijo nada. Apenas esbozó un "jum" imperceptible, apartando la mirada con fingida indiferencia, mientras una leve irritación teñía sus mejillas.
-El silencio que siguió estuvo cargado de una sensación de calidez que, por un instante, unió a los cuatro como una familia improvisada. Sumire no pudo evitar pensar que, aunque el camino sería largo, quizás había una pequeña esperanza de que las diferencias entre ellos se convirtieran en lazos más fuertes con el tiempo.
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-El sol de la mañana iluminaba con una luz suave el patio de entrenamiento, filtrándose entre las ramas de los árboles y proyectando sombras alargadas sobre el suelo de piedra. Doen, sentado en la entrada de la casa, observaba con atenta fascinación cómo Ren y Yuri repetían sus movimientos. Cada ademán de las hermanas era una combinación perfecta de precisión y control. Las manos de Yuri trazaban figuras fluidas en el aire, mientras que Ren golpeaba con potencia calculada una estructura de madera que temblaba bajo su fuerza.
-Dos meses habían pasado rápido desde que Doen había llegado a aquella casa. Aún conservaba su naturaleza salvaje, pero ahora podía hablar, leer y escribir con mas naturalidad, gracias a la paciencia de Sumire y, ocasionalmente, a las estrictas lecciones de Yuri. Sin embargo, su deseo de desafiarse a sí mismo y medir su fuerza nunca había disminuido.
-Cuando Sumire no estaba en casa por una misión, Doen se acercó a las hermanas con una chispa de entusiasmo en los ojos.
_¿Podría entrenar con ustedes? -preguntó con un dejo de expectativa. Yuri y Ren se miraron, compartiendo una expresión que oscilaba entre la duda y la sorpresa.
_No creo que estés listo para algo así -replicó Ren con una sonrisa ladina.
_Vamos, por favor -insistió Doen, su voz cargada de determinación.
_¿Qué dices, Yuri? Si quiere ser nuestro nuevo mukiwara, no tengo problema. -dijo ren moviendo un poco la mano de un lado a otro con una sonrisa confiada.
-La hermana del medio rio, pero también analizó el pedido con cuidado, pues nunca vio a Doen entrenar estos dos meses. Finalmente, negó con la cabeza.
_Si vamos a hacerlo, será una a la vez. -dijo yuri con las manos detrás de la espalda.
_¡No! -replicó Doen, sacudiendo la cabeza con vehemencia.- Es mejor si las dos me atacan. Estoy acostumbrado a luchar con varios a la vez.
-Las palabras del joven hicieron que las hermanas cruzaran miradas, ambas con la misma mezcla de curiosidad y cautela. Minutos después, Doen vistió un Do-Gi gris con un cinto blanco atado torpemente a su cintura. Imitó con torpeza la reverencia que ambas hermanas le ofrecieron antes de separarse para rodearlo.
-La primera en moverse fue Yuri, lanzándose hacia adelante con una patada recta. Doen reaccionó rápido, llevando ambos brazos arriba para bloquear el golpe con sus antebrazos, sintiendo el impacto vibrar en sus huesos. Apenas había repelido el ataque cuando Ren atacó desde el flanco izquierdo, buscando golpear su torso con una patada giratoria. Doen esquivó por poco, agachándose y rodando hacia un costado para evitar quedar atrapado entre ambas. Sus movimientos eran bajos y dirigidos a zonas vulnerables; golpeaba con puñetazos y codazos al abdomen mientras gritaba con fuerza, lanzaba patadas rápidas a la boca del estómago acompañado de fuertes gruñidos, y no dudaba en usar cabezazos o embestidas para desequilibrar. Era un estilo aprendido de pelear con animales cuadrúpedos desde niño, donde la postura baja, los gritos y la fuerza bruta imitaban la lucha por la supervivencia.
_Pelea como un animal... -comentó Ren mientras desviaba un embate bajo.
_¡Mira eso! Grita y se lanza como si tuviera cuatro patas -agregó Yuri, esbozando una sonrisa mientras saltaba hacia atrás para ganar distancia.
-Doen rugió, un sonido profundo y gutural que hizo eco en el patio. Adoptó una postura extraña, extendiendo los brazos hacia arriba y arqueando la espalda, intentando parecer más grande e intimidante. Sus ojos brillaban con un instinto salvaje, y sus movimientos eran impredecibles. Yuri lo observó con detenimiento mientras cargaba contra ellas de nuevo.
-Cuando Ren se plantó firme para bloquear su embestida, Doen no retrocedió. Recibió su golpe directo en la frente, dejando a la joven congelada por la sorpresa.
_¡Está loco! -exclamó con cierto shock.
-Pero no tuvo tiempo de decir más antes de que Doen bajara la cabeza y conectara un cabezazo brutal contra su nariz. El impacto la hizo tambalearse hacia atrás con un gemido de dolor. Yuri se distrajo al ver a su hermana retroceder, y eso fue suficiente para que Doen se lanzara hacia ella, golpeándola con el hombro en el abdomen. El aire escapó de sus pulmones, y también retrocedió.
-Las hermanas retrocedieron, jadeando mientras Doen respiraba ruidosamente, llenando el espacio con el sonido de su exhalación forzada.
_¡Me rindo! -anunció Yuri con las manos en alto.- Peleas de manera... ¡terriblemente ruda!
-Doen, cubierto de sudor y con los puños apretados, se irguió por completo. Respiró hondo y cerró los ojos por un momento antes de hablar con voz grave:
_Lo siento... Al pelear... mi mente se nubla. He tenido que luchar para sobrevivir, cada pelea era la última, contra bestias más grandes... más pesadas. El premio de cada victoria era un día mas vivo... -explicaba mientras baja la cabeza, su voz era sincera mientras hablaba. Yuri intercambió una mirada con Ren, quien se tocó la nariz y gruñó.
_Necesitas aprender a controlar esos impulsos -dijo con firmeza mientras frenaba el sangrado de su nariz.- Casi me rompes la nariz. Aunque siempre supe que eras un cabeza dura.
-La sinceridad de sus palabras hizo que una risa involuntaria escapara de Yuri. Doen, avergonzado pero agradecido, bajó la mirada.
_Gracias por dejarme intentarlo. Quiero saber cómo es luchar con otros... como yo. -dijo al jamás haber enfrentado a otro humano.
-Sin decir más, siguió a Yuri hacia la casa para buscar algo con qué aliviar el dolor de su hermana, mientras el sonido de las hojas movidas por el viento llenaba el aire, un respiro entre batallas que todos sabían, tarde o temprano, volvería.
-El sol se había escondido tras el horizonte, dejando que la noche cubriera la casa con su manto oscuro. Dentro, la calma aparente se sentía pesada, como un río tranquilo antes de desatarse en una tormenta. La luz cálida de la cocina iluminaba las sombras de los tres jóvenes. Yuri estaba inclinada sobre la estufa, sus manos moviéndose automáticamente mientras preparaba la cena. El aroma de los ingredientes apenas podía cortar el aire tenso que los rodeaba. En la sala, Doen permanecía en silencio, con los ojos fijos en el suelo, cada músculo de su cuerpo quieto, pero lleno de una energía latente. Ren, sentada frente a él, sostenía una botella de refresco Ramune, los dedos tamborileando el cristal con impaciencia mientras esperaba que la comida estuviera lista y, sobre todo, que Sumire regresara.
_Ella dijo que estaría aquí a la hora de la cena, ¿verdad? -murmuró Ren, casi como si necesitara escucharlo para convencerse.
_Sí, eso dijo -respondió Yuri con voz baja, sin apartar la vista del fuego.
-El silencio volvió a envolverlos, una espera interminable que hacía eco en cada rincón de la casa. Hasta que sonó el teléfono. Su repentina interrupción fue como un disparo en medio de la quietud. Todos se tensaron. Doen fue el primero en moverse, levantándose con la precisión de un depredador. Avanzó hasta el aparato y contestó, recordando las lecciones sobre cómo atender llamadas.
_¿Sumire? -preguntó, con la voz cargada de esperanza contenida.
-La línea no devolvió la voz familiar que esperaba. En cambio, una voz desconocida, neutra y llena de profesionalismo, empezó a hablar del otro lado. Doen frunció el ceño y, sin una palabra más, extendió el teléfono hacia Yuri.
_Es para ti. La agencia. -dijo el joven antes de extender el teléfono del hogar.
-Los ojos de Yuri se entrecerraron, pero no pudo evitar que sus manos temblaran al tomar el receptor. Su respiración se volvió más superficial mientras escuchaba. Ren la miraba desde la sala, con los nudillos blancos alrededor de su botella. Doen volvió a su lugar, su mirada fija en Yuri, esperando. Entonces, el gemido bajo, cargado de horror, escapó de los labios de Yuri.
_¿Capturada...? -su voz era apenas un susurro de incredulidad.- ¿Cómo...? ¿Por quién...? ¿Dónde está?
-El resto de las palabras de la agencia se perdieron para los otros, pero el efecto fue visible. Yuri se llevó una mano al pecho, como si su corazón estuviera a punto de romperse. Su rostro se descompuso en una máscara de pánico puro mientras escuchaba. La voz del otro lado recomendaba calma, insistía en no actuar sin la intervención de peregrinos licenciados. La situación era incierta. El estado de Sumire era desconocido. Solo podían esperar. Las palabras caían como cuchillas en su mente.
-Cuando la llamada terminó, Yuri dejó caer el teléfono de sus manos entumecidas. No fue un gesto deliberado, sino la rendición de un cuerpo que no podía soportar más peso. Cayó de rodillas en el suelo, sus ojos abiertos pero vacíos, clavados en un punto indefinido. Ren corrió hacia ella, llamándola.
_¡Yuri! ¿Qué debemos hacer? ¡Dime qué hacer! -exclamo su hermana menor con urgencia de una orden, de una señal, de algo.
-La mayor no respondió. No había lágrimas, ni gritos. Solo un abismo de silencio en su mirada. Ren, desesperada, se inclinó hacia ella y la abofeteó con fuerza. El sonido del golpe resonó como una bofetada a la misma noche.
_¡Reacciona! -gritó, con voz quebrada.- ¡No puedes dejarme sola! ¡No nos dejes solas!
-Yuri respiró hondo de repente, como si acabara de emerger de aguas profundas. Su cuerpo tembló, y finalmente el llanto brotó, incontrolable, desgarrador. Se abrazó a sí misma, los dedos aferrando su ropa como si pudiera sujetar su propio corazón destrozado.
_No puedo... -sollozó con dificultad, como si le faltara bastante aire.- No estoy lista... No puedo salvarla... No puedo perderla. No puedo dejarte sola...-decia con voz baja, apenas en un susurro audible. Ren la tomó por los hombros, sacudiéndola suavemente primero, luego con más fuerza.
_¡No seas estúpida! ¡Hemos entrenado para esto! ¡Lo hemos hecho toda la vida! No necesitamos aura. ¡No necesitamos nada más que nosotras! ¡Es nuestra única familia, Yuri! -decia mientras la sacudía, tratando de hacer reaccionar a su hermana.
-La puerta crujió. Ambas giraron la cabeza. Allí estaba Doen, con sus machetes atados y enfundados en su espalda. Sus ojos eran pozos insondables de determinación. El peso de su presencia cayó sobre ellas como un muro.
_¿A dónde crees que vas? -gritó Ren, levantándose de un salto.- ¡Ni siquiera sabes dónde está! ¡Podría estar en cualquier parte!
-Doen no respondió de inmediato, volteándose de a poco a la menor, solo mirando de reojo. Su mirada penetrante, dura como una tormenta de invierno, cayó sobre Ren. Ella jadeó, un escalofrío recorriéndole la columna, dando un paso atrás. Pero apretó los dientes, plantándose firme regresando su paso adelante.
_Si vas a ir... haz algo útil -dijo con un temblor en la voz, pero sin retroceder.- Ayúdame a que Yuri se recupere. Ella sabe dónde está Sumire. -dijo tratando de mantener el tono de antes. Doen asintió una vez, lentamente.
_Toronjil -murmuró el joven con cola de mono.- Té de toronjil. Lo dijo Sumire. Calma la ansiedad. -decia con ligera torpeza al pronunciar palabras que para el aun son nuevas, pero manteniendo un tono autoritario.
-Ren vaciló un momento antes de asentir. Se levantó y corrió hacia la cocina, dejando a Doen solo con Yuri. Él se sentó frente a ella, su silencio un faro en medio de la tempestad de emociones. El tiempo pasó en una quietud cargada, rota solo por el sonido del agua hirviendo y las respiraciones irregulares.
-Yuri bebió el té con manos temblorosas. El calor se deslizó por su garganta, suavizando las aristas de su pánico. Cerró los ojos un momento, luego se levantó, todavía sosteniendo su taza como un ancla.
_Al oeste... -dijo con un susurro que se volvió grito en su mente.- Vamos al oeste.
-El silencio en la casa era pesado, como si el aire mismo contuviera la respiración. Afuera, la luna llena bañaba con su luz pálida el patio de piedra, haciendo que las sombras parecieran más alargadas y siniestras. Doen permanecía sentado en cuclillas, sus ojos, agudos y salvajes, fijos en la figura de Yuri mientras esta terminaba de beber el té de toronjil. Sus manos todavía temblaban ligeramente al sujetar la taza, pero la respiración había perdido parte de su urgencia, volviéndose más pausada, aunque no menos llena de temor.
-Ren se movía con inquietud. Su pie derecho golpeaba el suelo de manera compulsiva, marcando un ritmo tenso que resonaba en la madera como un tambor de guerra. La mirada fija en la puerta, como si la sombra de Sumire pudiera aparecer de un momento a otro, sana y salva, con una sonrisa tranquila y una excusa razonable para su tardanza. Pero la lógica no tenía cabida esa noche, y Ren lo sabía. Solo quedaba el peligro y la incertidumbre.
-Finalmente, Yuri dejó escapar un suspiro tembloroso y se puso de pie con una lentitud deliberada. Sus ojos seguían siendo un mar de emociones, pero en su centro había surgido una chispa de determinación. Se aferró a ella como a un salvavidas en una tormenta.
_Tenemos que ir al oeste -dijo, su voz apenas un susurro cargado de peso.- Es allí donde estaba destinada la última misión de Sumire. Es allí donde... donde dijeron que la vieron por última vez.
-Ren se giró hacia Doen. Él ya estaba listo. Sus machetes, envainados a ambos lados de su cintura, brillaban bajo la luz tenue. Su postura era la de un cazador preparado para lo inevitable, como si la muerte misma fuera solo otro oponente que debía enfrentar. No había palabras de aliento en sus labios, solo la seriedad de alguien que entendía que el destino rara vez es amable.
-El grupo se dirigió a la parte trasera de la casa, donde reposaba un Aeroplano, una máquina que combinaba tecnología avanzada con un diseño que desafiaba lo aerodinámico. Ren tanteó los controles con dedos temblorosos, pero fue Yuri quien se sentó al mando. Solo ella había aprendido a pilotarla. Sus manos, aún húmedas de lágrimas, se aferraron a la palanca de control con fuerza, como si al sujetarla pudiera controlar el miedo que seguía anudado en su pecho.
-Los motores rugieron, llenando la noche con un sonido profundo y vibrante. La nave se elevó lentamente, las luces de la cabina iluminando los rostros tensos y decididos de sus ocupantes. Doen permanecía inmóvil, con los ojos clavados en el horizonte, como si pudiera ver más allá de las montañas y bosques que se extendían al oeste, allí donde Sumire esperaba. Ren, sentada a su lado, cerró los ojos un instante. Ren abrió los ojos. No había tiempo para descansar ahora.
_Despeguemos -murmuró Yuri.
-Y entonces, con un último rugido de sus propulsores, la nave abandonó el suelo. Los tres dejaron atrás la calidez de su hogar, la seguridad de la rutina y las paredes familiares que alguna vez los protegieron. El viento nocturno aulló a su alrededor, como un presagio oscuro, mientras se adentraban en la vastedad desconocida del cielo. Los árboles se convirtieron en manchas borrosas, y el mundo bajo sus pies se desdibujó en una extensión infinita de sombras. La luz del amanecer aún estaba lejos, y ellos lo sabían.