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Chapter 2 - PRÓLOGO

"El que vive de recuerdos arrastra una muerte interminable."— Te amo, Enzo

Pasé su brazo por detrás de mi cuello, lo miré y el me dió un beso en el puente de mi nariz en medio de mis dos ojos, me sentía segura y caliente con su chaqueta cubriendo mi vestido negro de fiesta, tenerlo a mi lado suponía un lugar seguro del cual yo no podía prescindir. Sé que esto esta muy dicho y que cualquier persona es capaz de hacerlo, pero Enzo era el amor de mi vida.

El era rubio, tenía los ojos verdes y compartíamos todo el tiempo haciendo música en el pequeño estudio que el tenía en su casa. 

Esta vez habíamos acudido a una fiesta a la cual nos había invitado un conocido que teníamos en común por el día de su cumpleaños, nos la pasamos muy bien aunque ahora tocara volver a casa bajo el flujo de una lluvia intensa que amenazaba con un resfriado odioso. Ambos estábamos empapados y mi pelo blanco había pasado a ser una fregona. La luz de los locales y las farolas de una calle que estaba totalmente solitaria iluminaban el camino y enseñaban los charcos que ambos pisábamos ignorando por completo el ensuciarnos. Yo iba descalza ya que durante toda esta noche mis tacones habían estado matando mis pies y por suerte tenía a alguien caballeroso a mi lado que los cargaba por mi, yo solo me tenía que encargar de mi bolsa y de que su chaqueta me cubriera lo necesario para mantenerme caliente.

— ¿No tienes frío en tus pies?

Negué con la cabeza aprovechando para jugar un poco con el agua para demostrarle que todo estaba bien.

— ¡No, no! Estoy muy bien, ¿Tu no tienes frío?

El tenía puesta una camisa de traje blanca empapada, eso le hacía ver mucho más sexy a causa de la transparencia pero también hacía que se congelara y eso lo notaba yo cuando ponía mi mano derecha al rededor de su cintura.

— Yo estoy bien mientras tu lo estés, amor.

Me dió un beso en la mejilla y seguimos caminando. Nos quedamos parados en un semáforo, el aprovechó para rodearme aún más con sus brazos. Aunque no lo decía sabía que si bien adoraba el contacto físico, estaba helado, oía como sus dientes golpeaban múltiples veces por segundo.

— Si que tienes frío, mírate.

El río asintiendo con la cabeza y luego besó mi cabeza mientras acariciaba mi cabello blanco, para que dejara de darle importancia, aunque después de eso me apegué mucho más a el, abrazándolo con ambos brazos para tratar de que notase mi calor corporal. Cruzamos la calle cuando el semáforo se puso en verde, tampoco había coches pero parar en ese semáforo nos había dado tiempo para mantenernos abrazados.

Ya casi llegábamos a mi casa, el se iba a quedar a dormir por esta noche y estaba feliz por ello, pensar en dormir sola un día tan animado como este solo causaba una sensación de depresión, como bien había dicho antes, Enzo era el lugar al que yo siempre busqué pertenecer.

Seguimos caminando entre risas hasta el portal donde nos quedamos parados viéndonos el uno al otro mientras yo buscaba mis llaves.

— Me quiero casar contigo, incluso quiero hijos. — Aquello había salido de mi boca de la manera más sincera y amorosa posible.

— Ojalá nuestros hijos tuvieran esos ojos azules que me vuelven loco. 

A pesar de que llevábamos más de medio año juntos, sus comentarios seguían haciéndome sonrojar, me refugié en la cerradura del portal del edificio donde yo vivía, uno bastante lujoso aunque yo prefería mudarme a una casa, pero era demasiado grande para una persona y dejé ese sueño para cuando Enzo y yo iniciáramos una vida juntos.

Me tocó la espalda metiendo su mano por debajo de la chaqueta, sabía perfectamente lo nerviosa que me ponía pero aún así le encantaba ver como actuaba yo ante sus constantes alabanzas. El portal se abrió y el caminaba detrás mío cuando un señor con una sudadera azul con capucha se quedó delante de nosotros, instintivamente empujé a Enzo de nuevo hacia el exterior poniéndome yo delante, el me agarraba de los hombros con fuerza mientras el hombre al cual no podía verle el rostro se quedaba de pie en la puerta.

— Hola Alicia.

Después de esas palabras, el chico se quitó la capucha y pude reconocer ese rostro al momento, mis manos empezaron a temblar y las palabras no salían de mi boca. Era Alex, una persona enferma a la cual le había dado una oportunidad hacía más de un año y del cual me alejé cuando la amistad con Enzo traspasó la barrera del mejor amigo y nos convertimos en pareja. El lo conocía incluso más a fondo que yo, sabía lo obsesivo que era.

— ¿Qué haces aquí? — Preguntó Enzo moviéndome hacia su derecha y rodeando mi espalda con su brazo para protegerme, sentí que de algún modo quería que Alex tuviera claro que yo estaba con el. 

Alex tenía un rostro enfermo, una mirada fija muy amenazante que se alternaba entre Enzo y yo, empecé a mirar para todos lados rezando por que hubiera alguien más que nos pudiera ayudar, pero estaba completamente desierto.

— Buscar algo que me pertenece.

— Hasta lo que yo sé, Alicia ya eligió.

Alex empezó a reír, su voz era grave y sus ojos se enrojecían mientras las lágrimas que salían de sus ojos acariciaban su rostro desquiciado por una traición que solo existía en su jodida cabeza.

— ¿Qué Alicia eligió? La manipulaste para que se alejara de mis manos, ¡Eras mi amigo!

— Mis sentimientos por Alicia transcienden cualquier amistad, para mi ella es todo y para ti solo es un tesoro que quieres tener a tu merced... Alex es mejor que te vayas antes de que llame a la policía.

Negó con la cabeza, miré a Enzo que todavía guardaba una expresión seria en su rostro, entrelazábamos nuestros dedos mientras yo abrazaba su brazo y apoyaba mi cabeza sobre su hombro.

— Perdí todo por Alicia, perdí a mi familia, mis amigos, ¡Perdí mi cordura por esta mujer!— Sus palabras eran desgarradoras, ahogadas por los sollozos. — Y me voy a asegurar de que me devuelva todas y cada una de las cosas que me arrebató.

Alex sacó las manos de sus bolsillos, en ese momento sentí que todo ocurría en cámara lenta cuando sacó aquella pistola, quise ponerme en frente pero el agarre de Enzo era tan fuerte que me impedía moverme por completo, miraba a Alex con un ademán de compasión mientras negaba con la cabeza e imploraba que por favor se diese cuenta de que todo esto era una locura para la cual había solución.

— Empezando por ti.

— Alex, no, no... ¡ALEX!

En aquel instante cuando mi grito era más desesperado que el del lloro de una madre perdiendo a su hijo, noté los brazos de Enzo que envolvían mi cuerpo debilitarse y sus piernas caer al suelo, cuando le vi el rostro y traté de que no se golpease la cabeza contra el suelo, vi la sangre caer desde el agujero que tenía en su frente y sus ojos tratando de enfocar los míos en los últimos segundos de consciencia. Cuando aquella mirada se volvió vacía y ya no sentía el calor de su mera presencia, empecé a hiperventilar y por primera vez me dió igual morir, me daba igual que Alex me disparara, me daba igual lo que pasara.

Por que para mi, yo en ese mismo día, ya había muerto y ya no existía nadie que pudiera salvarme.

Grité, pataleé mientras juntaba su mejilla ya fría por la lluvia contra la mía y besaba sus párpados, su oreja y acariciaba su cabello empapado, finalmente entre lágrimas, llantos de arrepentimiento y rabia alcé mi cabeza pidiendo algo que sabía perfectamente en el fondo que no era posible.

— ¡AUXILIO, POR FAVOR ¡LLAMEN A UNA AMBULANCIA! Mi amor... Vuelve, por favor, vuelve...

Alcé su cuerpo levantando su torso del suelo, escuchando los pasos de Alex que iban alejándose a paso lento, su caminar era como el de un enfermo carente de cordura. Giré mi cabeza hacia el, toda mi máscara de pestañas se había borrado con las lágrimas y las gotas de lluvia que caían contra mi rostro. En ese momento, justo en ese momento deseé su muerte, la muerte del mejor amigo que mi novio dejó atrás por estar conmigo. 

— ¡OJALÁ ESTUVIERAS MUERTO EN SU LUGAR!

No dijo nada, solo se quedó parado en el sitio mientras mi rostro inocente que mostraba hace unos minutos se convertía en el de alguien que solo manifestaba odio. Alex se giró mirándome directamente aún con la pistola en su mano derecha, la luz me dejaba ver bien su rostro que triste por lo que yo le había confesado tan solo mostraba la frialdad de un alma que acababa de perder la única esperanza que le quedaba de contener su locura.

Y esa última esperanza, era yo.

De un momento a otro sentí por primera vez la mayor sensación cruel de satisfacción al ver a una persona a la que detestaba morir frente a mis ojos. Alex se había suicidado delante de mi y solo me sentí culpable por sentirme tan feliz.

Enzo descansaba en mi corazón y mi corazón solo latía por lo único que quedaba vivo de Enzo dentro de mi, los recuerdos y esa última mirada que decía todo sin decir nada.

"VIVE"