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Chapter 3 - Manchas del pasado

Después de todo lo que pasó no pude evitar sentir que una pieza dentro de mi había desaparecido para siempre, ahora me tocaba intentar buscar algo que tapara la hemorragia. Aunque fuera con más sangre.Me alejé de todo lo que me hacía daño, de la academia de modelaje de mamá, de mi hermana y de todo ese mundo y ahora con un dinero recaudado podía decir que era realmente libre, libre para estudiar en el lugar que siempre soñé desde pequeña, la Academia Edenstein la cual hoy, iba a abrirme las puertas para ser quién quería ser.Pasé la muralla que recubría el jardín y el edificio de la academia, todo estaba extremadamente bien cuidado tal y como las fotos decían que era. 

Un montón de alumnos estaban apiñados en grupos, me sentía algo intimidada por la muchedumbre que aunque me miraba con ojos de admiración por mi apariencia me incomodaba, buscaba con los ojos un lugar donde resguardarme a agarrar aliento de la ansiedad que tenía en el pecho. El edificio de la academia se veía enorme y el estilo de la fachada iba al más puro estilo medieval que acompañaba el clima frío de Edengard el cual parecía congelar mi cabello a medida que lo mecía con el viento que se fue disminuyendo cada vez que me acercaba más a la puerta central, dentro la academia Edenstein era totalmente rústica, poco iluminada y me recordaba bastante a una época bastante alejada a nuestro siglo pero claramente utilizando la clase de los años dos mil. 

Me quedé perpleja mirando para todos lados mientras subía la escalera central, estaba segura de que estaba quedando como una auténtica estúpida, sobre todo cuando pisé mal uno de los escalones y casi me caigo de bruces contra el suelo, pero gracias a dios logré remediarlo dando un paso más firme hacia adelante y tal y como siempre pasa en estas situaciones vergonzosas, miré para todos lados para asegurarme de que nadie me había visto y seguí caminando, aunque esta vez más rápido. 

Seguía caminando observando los letreros, entre ellos el que más me había llamado la atención era la biblioteca, amaba leer y siempre había envidiado las bibliotecas tan enormes que poseía esta academia. No dudé en entrar abriendo ambas puertas de madera sólida y antigua, los dibujos de la puerta eran curiosos, estaban detallados y parecía ilustrar la silueta de un ser amorfo que comía personas, inmediatamente se me vino el dios "Crono" a la cabeza.

— No puedo creer que estoy aquí.

Seguí avanzando notando el estruendo de la doble puerta cerrarse a mis espaldas, la única luz que iluminaba la biblioteca era un ventanal central que separaba dos enormes estanterías de color negro, no había nadie absolutamente lo que me permitió registrar el lugar. Pasé mis dedos por los lomos de los libros los cuales parecían cuidados meticulosamente para que no acumulasen ni una mota de polvo, la yema de mi dedo salía resplandeciente.

Agarré un libro cualquiera de un grosor considerable y de apariencia antigua, seguramente un libro que llevaba generaciones en esta estantería, el título estaba escrito en un idioma parecido a un francés diferente al que estábamos acostumbrados.

Iba a abrirlo, sin duda parecía una lectura interesante y estaba segura que con mi nivel de Francés, podía hacer algo por entenderlo pero las puertas de la biblioteca se abrieron.— ¿Eres Alicia Rojas, cierto? — La mujer vestía un traje de color rojo y un cabello rubio y rizado que le daba una apariencia formal.

— Sí, soy yo ¿Qué ocurre?

— Soy la Sub Directora Regina, ¿Completaste tu inscripción esta mañana?

Ahora que ella lo decía, todavía no había enviado ni tan siquiera un papel después de pagar mi matriculación.— Lo había olvidado, los tengo, ¿Dónde tengo que entregarlos?

La mujer era fría, su sonrisa no me transmitía confianza por que parecía que su mirada buscaba mi alma para comérsela, ajusté el cuello de la camisa de mi uniforme mientras la mujer me hacía señales para que la siguiera, miré el libro y con urgencia volví a meterlo en la librería.

No quería perder de vista a la señora así que corrí hacia la salida sujetando el asa de mi bolso color beige, al estar ella ya algo distanciada empecé a caminar algo más rápido.

— Lamento mucho que el director no la haya podido recibir, el siempre suele retrasar su llegada unos quince minutos pero estoy segura de que va a tener otra oportunidad para conocerle.

— No se preocupe, debe ser un hombre muy ocupado.

La mujer giró su cabeza hacia mi dirección mientras caminaba y asentía poniendo los ojos en blanco, el sonido de sus tacones mostraba su andar decidido y seguro mientras que el mío simplemente era un sonido burdo provocado por las botas negras del uniforme escolar.— Lo es, desde luego.

Seguimos caminando, subimos un piso más y esta vez me aseguré de mirar bien en donde ponía mi pie, cuando llegamos a la parte de arriba vi de nuevo una doble puerta pintada de color negro, parecía que esta planta era totalmente dedicada a los profesores y a la administración, suponía que esa puerta tan elegante era la sala de dirección, no pude evitar intimidarme. 

— Esta es la planta dedicada a la administración, es el soporte de la universidad y donde los estudiantes se apoyan cuando tienen problemas. — La mujer explicaba todo moviendo sus brazos en diferentes direcciones. —Esperemos que tu no tengas ninguno.

El lugar tenía ventanales enormes y podía verse todo el jardín, por algún motivo una pizca de melancolía entró en mi corazón, por que sentía que estaba cumpliendo un sueño, pero un sueño donde faltaba el a mi lado, Enzo que acariciaba mi rostro con cada golpe de aire que entraba por las ventanas.Una de ellas se abrió fruto de un golpe de viento fuerte que causó un gran estruendo, me giré inclusive dando dos pequeños pasos hacia atrás, no sabía por que mi pecho se había acelerado tanto. Miré a la Sub Directora la cual después del estruendo ni siquiera se había detenido y seguía atravesando el pasillo en completo silencio así que froté mis brazos y mientras me abrazaba a mi misma seguí caminando.Las puertas dobles se abrieron y sacaron a la luz un despacho rústico de colores rojizos y amarillentos, todas sus paredes estaban decoradas con eternas librerías infinitas y el lugar tenía una energía la cual no sabía explicar, de algún modo el olor se me hacía familiar, aunque era un olor a colonia masculina muy agradable y varonil.Regina abrió las ventanas del despacho y la brisa golpeó mi rostro inmediatamente, estaba helada.

— Perdón, estoy segura de que estás helada pero el despacho agarró algo de olor corporal, ayer hubo mucho trabajo de oficina.

Negué con la cabeza sonriendo, al otro lado de la ventana se veía el resto del campus, sus jardines eran inmensos y en el horizonte se podía ver la ciudad y las montañas nevadas que aunque parecían estar cerca, estaban a mucha más distancia.

— No te preocupes por eso, esta bien.

El despacho ahora olía más fresco y los colores se veían aún más llamativos gracias a la iluminación natural que provenía de la ventana, cerré mis ojos y suspiré ya que aunque estaba algo congelada era un momento plácido de disfrutar, firmar ese papel que Regina me iba a dar ya significaba un antes y un después en mi vida.

A partir de ahora todo iba a ir bien.

La mujer empezó a buscar en varios cajones del escritorio después de dejar su bolso encima del sofá verde que había al costado de las sillas que había en frente del escritorio del despacho. Me senté en una de ellas, ambas tenían un tapizado verde olivo y eran demasiado cómodas. Esperé ese papel con las manos entrelazadas encima de mis muslos. ¿Cómo sería el director? El despacho esta decorado con un muy buen gusto, me imaginaba a alguien serio, llamativo y por supuesto con un buen porte para dar imagen a esta academia.

— Perdona que haya tardado, Danther revolvió todo ayer, aquí esta. — Asentí con la cabeza y me levanté para empezar a caminar hacia la mesa, Regina me extendió un bolígrafo negro. — Rellena la parte de arriba y la de abajo la rellenará el director cuando se encuentre presente.

Regina me guiñó el ojo mientras tomaba el bolígrafo, yo solo sonreí de forma tímida y empecé a rellenar la hoja con mis datos, cuando terminé hice la firma con forma de "A" super minimalista al otro lado de la hoja debajo de todo el texto que había y la aclaré con mi nombre completo debajo. Deslicé la hoja hacia el otro lado del escritorio y tapé el bolígrafo con el tapón que tenía enganchado en el extremo.— Listo.

— Perfecto. — Regina recogió el papel y le echó un pequeño vistazo, sonrió. — Alicia, ¿Dispones de las foto carnet?

— Ah cierto se me había olvidado, si las tengo.

Inmediatamente extendí algo mi brazo para el bolso se abriera un poco más, saqué mi cartera con estampado floreado y delicado y pinzando con ambas yemas de los dedos saqué un sobre de color cartón.

— ¿Cuántas necesitas?

— Con tres es... Más que suficiente.

Mirándola por unos segundos, aquella pronunciación y forma de dudar me había incomodado un poco pero no tanto como para que borrara la sonrisa de mi rostro. Abriendo el sobrecito saco una a una la cantidad que la mujer me había dicho y se las extendí encima de la mesa, sin decir nada Regina recogió una de ellas y con un clip lo adjuntó al documento firmado.— Un gusto tener a una mujer tan hermosa dentro de Edenstein, Alicia.Regina me miraba mientras que abría el primer cajón de la derecha del escritorio, poniendo su mano encima de las otras dos imágenes empezó a deslizarlas por encima de la madera y las dejó caer en el interior del compartimento, una parte dentro de mi se preguntaba para que servían pero decidí ignorarlo, seguramente era una tontería.— Lo mismo digo, directora.

— ¿Tu cabello es tintado?

Negué con la cabeza, era una pregunta que muchos hacían, de hecho mi palidez y mi cabello eran lo que llamaba más la atención.

— No, nací de esta manera, soy albina. — Reí un poco mientras decía aquello, la gente solía impresionarse y hasta algunos creían que mentía ya que mis ojos aunque fueran de un azul bastante claro y brillante confundían ese albinismo con un simple tinte. — Mis cejas si que estan tintadas.

Me acaricié la cejas un poco mientras me encogía de hombros, Regina parecía estar satisfecha con la respuesta y llena de curiosidad e interés. Coloqué mis manos dentro de los bolsillos de mi chaqueta.— Al director le hubiera encantado conocerte hoy.

— Seguro hay otra ocasión.

— Así es, señorita Alicia, ¿Necesita que le indique el camino hacia el salón de clases?

Negué con la cabeza bastante confiada de que sabría encontrar el lugar dentro de esta academia que para mi era un castillo con todas las letras de la palabra.— No hace falta, sabré encontrarlo no tiene por qué preocuparse.

— De acuerdo, entonces déjeme abrirle la puerta.

Regina caminó en dirección a la puerta que yo tenía a mis espaldas, estirando de uno de los dos pomos, abrió la puerta de la izquierda, haciéndose a un lado para que yo pudiera pasar, así que caminando hacia ella hago una leve reverencia y finalmente salgo hasta el pasillo. Ni siquiera se despidió, cerró la puerta detrás de mi. El pasillo ahora estaba desolado al ser ya horario de clases y la ventana que antes estaba abierta ahora se encontraba cerrada y con el seguro puesto.

Pasé todo el pasillo a paso rápido mientras sacaba mi teléfono para revisar en que aula se encontraba mi primera clase dentro de la academia, por algún motivo la atmósfera de este último piso me parecía escalofriante, las ventanas interiores que daban vista a la gente del interior de las oficinas que se encontraban a mi derecha, dejaban ver como todos los trabajadores habían levantado su cabeza para verme pasar, con algo de extrañeza miré por unos segundos a medida de que la velocidad de mis pasos aumentaban, después volví a mirar en frente aunque esta vez observando el fondo de aquel enorme pasillo que ya estaba próximo a acabarse.Bajé las escaleras ya observando mi teléfono, mi aula se encontraba justamente un piso más abajo que el piso de administración, justo en frente de las escaleras que yo ahora mismo estaba bajando, el salón "3-E". Las cosas estaban mucho más animadas por aquí, al menos había gente cruzando los pasillos, entre ellos un profesor de cabello negro y de edad bastante avanzada que paró de caminar cuando me vio.— Hola, bienvenida, soy el profesor Marino, es la primera vez que te veo por aquí ¿Eres nueva, verdad? 

— Sí, mi nombre es Alicia Rojas, estaba buscando la clase 3-E, encantada.

Estiré mi mano hacia Marino, el la tomó y la estrechó junto a la suya con una sonrisa brillante, su otro brazo señalizaba la puerta que estaba justamente a sus espaldas, me sentí aliviada.

— Igualmente Alicia, la clase esta justamente aquí, ya empezaron pero seguro te van a tener consideración. Mucha suerte, nos vemos. — Se le veía con mucha prisa y de nuevo me encontré sola contra lo desconocido.

Tomé el pomo de la puerta y con mi otra mano empecé a golpearla para pedir permiso para entrar, al otro lado se escuchó la voz de una mujer joven bastante elegante.— ¡Adelante! — Abrí la puerta finalmente dando un paso al interior del aula. — ¿Alicia, verdad? Ya me comentaron que llegarías un poco tarde, toma asiento.

— Muchas gracias.

Cerrando la puerta con delicadeza empiezo a caminar entre las mesas, todas parecían ocupadas y eso me llenaba de ansiedad hasta que entre la multitud visualicé una mano levantarse al fondo del salón acompañada de una voz femenina que parecía llena de ganas de conocerme, cuando avancé hasta la mesa de donde provenía el llamado me topé con una chica de cabello negro liso y muy largo, una mujer que desprendía una gran belleza con su sonrisa.— ¡Siéntate, siéntate! — Murmuraba apartando la silla de en frente para que yo me sentara, sin duda era una mujer demasiado sociable. — Soy Ann, también es mi primer día.

— Que alivio, pensé que era la única. 

Ella negó con la cabeza y me abrazó por detrás, se sentía tan atormentada por la grandeza de este lugar como yo, estaba segura de que era algo asfixiante, hacía mucho tiempo que no era nueva en un sitio, estar aquí suponía salir de mi zona de confort, aunque esa zona de confort fuera un infierno del que estaba feliz de salir.

Cuando llegó la hora de salir de clase Ann y yo salimos juntas, curiosamente la sensación era como si la conociera de toda la vida, de alguna manera sentía que estaba donde debía estar con quién debía estar en ese momento de mi vida. Queríamos salir hasta el recreo y bajamos del todo las escaleras mientras nos reíamos de anécdotas que Ann tenía con las amigas que ella había dejado atrás.Llegando hasta los jardines fuimos recorriendo por todos lados, sacando fotos continuamente, ninguna de las dos nos creíamos lo que estábamos viviendo.— ¿Cuál es tu pasatiempo favorito? — Sacar fotografías.

Ann puso un rostro tierno, sin embargo yo había dicho aquello con una frialdad absoluta, mis ojos estaban totalmente apagados aunque estuviera en un momento feliz. Enzo se había llevado toda la calidez de mi rostro el día que se fue, jamás volví a esbozar una sonrisa honesta e involuntaria.

— ¿El tuyo? 

— Me gusta escribir, es mi anestesia, cuando algo duele demasiado clavo esa espina en el papel y vuelvo a ser Ann.

Mientras Ann hablaba me fijé en una de las jardineras que en su interior poseía un montón de flores de color blanco con manchas rojas simulando manchas de sangre contenidas en cada una de los pétalos. Me agaché y acaricié cada uno de ellos, suaves como la textura del algodón, indefensos, entonces me di cuenta de que aquella frase, para mi había calado de una forma totalmente diferente."Cuando algo me duele demasiado, clavo esa espina en mi piel, es una buena forma de morir."Y cuando levanté mi mirada al otro lado de los jardines, lo vi, como un deja vú o como el sentimiento de una presa a punto de ser cazada, como el pasado, como una ráfaga de dolor y memorias que había calado en mi. Aquel hombre que carecía de una mirada cálida al igual que la mía se encontraba postrado en medio de los transeúntes, mirando directamente hacia mi dirección, con la misma expresión chocante que yo tenía en ese momento.Lo único que retumbó en mi mente fue la voz de Ann de fondo, antes de que aquel sujeto empezar a caminar de nuevo hacia la academia mientras tapaba uno de sus ojos con una expresión de dolor físico, su mano, estaba teñida de la misma forma en la que lo estaban...— Los lirios.