Chereads / El Lirio Rojo / Chapter 4 - El inicio del fuego

Chapter 4 - El inicio del fuego

Ayer al salir de clase me fui a mi casa en bicicleta y hoy había quedado con Ann que pasaría a recogerla. Nunca había llevado a nadie en bicicleta, no sabía si sería fácil o si tendría el suficiente equilibrio y fuerza en mis piernas para llevarla, pero había que intentarlo, lo peor que podría pasar es que termináramos en el suelo riéndonos de nosotras mismas y que definitivamente, tuviésemos que arrastrar esa bicicleta todo el camino hasta llegar a la academia.Iba con el GPS colocado en el teléfono así que iba conduciendo aquella bicicleta con una sola mano, la verdad es que no se me daba para nada mal ubicarme por las calles, teniendo en cuenta que había llegado a Edengart hacía tan solo 5 días. Cuando llegué a su casa, aparqué la bicicleta apoyándola sobre el muro y toqué el timbre, cuando la puerta se abrió me encontré con su madre, una mujer de cabello castaño y de mirada angelical, tenía los ojos verdes al igual que Ann, en la planta de arriba de la casa, se escuchaban los pasos de alguien que realmente estaba muy apurado.

— Oh, tu eres Alicia, pasa querida. 

— Muchísimas gracias Sra. Martínez.

Avancé hasta el interior de la casa, en la entrada se encontraban las escaleras, a la izquierda de ellas estaba la cocina y al fondo del pasillo, el salón donde parecía que había un hombre tirado en el sofá, con las persianas de la casa todavía bajadas y con la luz de un televisor encendida iluminando lo que parecían ser unos pies. La madre de Ann me guió hasta la mesa que se encontraba dentro de la cocina, era espaciosa y en ella se encontraban los restos del desayuno, salvo uno de los platos en los que todavía se encontraba una tostada con un huevo revuelto que ya se encontraba frío acompañado de un tazón de fruta con yogurt y muesli que la verdad era apetecible, entendí con solo mirarlo de que era del padre.

— Ann enseguida baja, cariño, puedes tomar ese desayuno que sobra, William no va a desayunar hoy. — La madre me acercó el bol en mi dirección, sin mucha seguridad lo tomé, la verdad es que tenía hambre. — Muchas gracias.

— Ah y mi nombre, es Isabella, Ann bajará en unos diez minutos.

Isabella desapareció cerrando la puerta de la cocina detrás de ella, empecé a tomar el bol de frutas, tenía papaya, Frambuesas, plátano, piña y manzana. El olor de la casa era peculiar, parecía que olía a abundantes ambientadores y productos de limpieza y a juzgar de lo que había visto en el fondo del pasillo, juraría que el padre era un completo desastre y que seguramente esos olores químicos solo eran una manera de disminuir el olor que había impregnado en las paredes.Saqué mi teléfono del bolsillo tratando de buscar un mensaje de Ann, pero estaba tan ocupada tratando de terminar de prepararse para ir a la academia que no tenía tiempo para mirar el teléfono así que simplemente me tomé una foto tomando una frambuesa con el tenedor y simulando comérmela. Después revisé los otros chats, pero no había nada importante.Pasados unos minutos me había terminado el bol, a Ann ya se le escuchaba bajar las escaleras y poco después la puerta de la cocina se abrió, me abrazó y sentí su perfume inundar mis fosas nasales, me levanté y la abracé debidamente.— Hola preciosa, perdón por llegar tarde.

— No te preocupes por eso, ¿Vamos?

Ann asintió y agarró mi bolso de la mesa para que no me lo olvidara, me lo colgué de mi hombro derecho y salimos de casa, Ann pegó un grito para despedirse de su madre y cerró la puerta, cuando me vio montada en la bicicleta caminó de forma alegre y se montó detrás.

— No sé si vamos a llegar enteras.

— Seguro que si, sino nos reiremos un rato.

Contamos hasta tres y separamos nuestros pies del suelo, empecé a pedalear siguiendo la calle, era una ciudad después de todo bastante peatonal, había carriles por donde pasaban los coches por todos lados pero había bastantes calles donde lo único que transitaban eran las personas que iban a pie. Después de todo era una ciudad con un tamaño perfecto para poder atravesarla entera sin necesidad de ningún vehículo.Me acostumbré bastante bien al peso que tenía atrás, no era ningún problema el giro y en ningún momento nos desestabilizamos, así que no nos reímos pero llegamos sin un solo rasguño a la academia. Al llegar aparqué la bicicleta en el aparcamiento y con una cadena la até al hierro que sostenía la rueda delantera de la bicicleta. 

Chocamos las manos y agarradas del brazo de la otra caminamos cerca del edificio, eran las nueve menos cuarto, todavía teníamos tiempo para sentarnos a hablar así que encontramos una mesa en frente del invernadero de la universidad y nos sentamos a charlar, en ese momento recordé algo, como si un recuerdo hubiese aparecido en forma de estrella fugaz en mi cabeza.

— Ey, a ti te gusta escribir, ¿Todavía no viste la biblioteca?

A Ann se le iluminó el rostro y me tomó de la mano encima de la mesa, le emocionaba.

— ¡Si la vi! Ayer, llegue super temprano, tiene libros con primeras ediciones y especiales.

La voz se le rompía de la felicidad, sabía lo difícil que era encontrar primeras ediciones, sus piernas se movían y golpeaba la mesa, yo había mencionado aquello por otra razón, pero también era muy importante aquello que ella mencionaba.—¡Sí! Vi uno que tiene como 600 páginas escrito en un francés super extraño.

— Ay yo ese no lo ví, ¿Como se llamaba?

Pensé un poco, no recordaba bien como se llamaba, tenía que hacer un esfuerzo por recordarlo.

— La esencia de... No sé.

Yo seguía intentando recordar el nombre mientras observaba a Ann, ella desvió su Iris de mi y observó hacia la nueva persona que había entrado en nuestra conversación, lo único que me hizo subir la cabeza fue una mano, pálida que sugería ser estrechada por alguna de nosotras dos, Ann fue la primera y cuando subí la mirada, la apariencia de aquel hombre me llenó de un enorme escalofrío, parecía que a Ann también le había extrañado, tenía un parche en uno de sus ojos.Yo solo podía verlo de perfil, pero el olor que percibía de el era el mismo que había notado en el despacho, aquella colonia.

— Hola, Ann, ¿Verdad?

— Así mismo, señor Director.

Miré su traje, de color rojo que simulaba la forma de una gabardina, en su bolsillo derecho superior tenía una flor, la misma que yo ayer estaba mirando, mi garganta parecía atragantarse con mi propia saliva, tosí un poco, aquel cabello rubio no podía ser otro que el de los lirios y cuando se giró hacia mi y puso aquella expresión, no tenía más dudas.

— Alicia. — Me presenté dándole mi mano, pero parecía que el hombre tenía un pequeño shock, el único ojo que tenía estaba abierto de par en par.

Observé a Ann por unos segundos y volví al rostro del hombre que ya había tomado mi mano y sin soltarme se disculpó por el error que tuvo el día de ayer.

— Disculpa que ayer no te hubiese dado la bienvenida, Srta. Rojas, tuvimos muchas cosas que hacer con las matriculaciones de este año entrante y tanto la Directora como yo terminamos agotados.

Negué con la cabeza con una sonrisa agradable y el hombre me soltó la mano con delicadeza, puse ambas manos sobre mi falda.

— Descuide, es totalmente comprensible.

— Director, ¿Qué le pasó a su ojo? — Como siempre, Ann, que poco tacto.

El se quedó un tanto callado, no tuvo expresión en su mirada como tal, es como si se hubiera quedado tan desconcertado que no encontrara palabras para contestar su pregunta, sus labios trataban de contestar al impulso nervioso que le pedía que hablase pero no conseguía el contenido así que traté de aliviar la situación.

— Ann, ¡No tienes que ser tan directa! Pobrecito, mira que cara le has dejado.

— Ay, perdón es que me moría de ganas de preguntárselo.

Ella se empezó a peinar su cabellera negra, nerviosa ya que se había dado cuenta de que había metido la pata, pero el hombre parecía comprender y alagar su curiosidad.

— No se preocupe señorita Alicia, esta bien tener curiosidad. Lo perdí en un accidente de coche, hace dos años.

— Ah, fue hace relativamente poco tiempo.

El hombre asintió pero no borró la sonrisa elegante que tenía en el rostro, lo notaba algo triste, aquella sonrisa no era sincera, como si tuviera un pesar cargando sobre sus hombros, no era psicóloga ni mucho menos alguien que analizaba al cien por ciento a las personas, pero mi intuición no parecía fallar.— Así es, Rojas, ¿De donde vienes? 

— Soy de descendencia Rusa, pero vivía por Alemania.

El se sorprendió, de nuevo sus ojos me observaban de forma cálida, sus iris eran del color del carbón, totalmente negro, no te puedes ni imaginar cuan profunda era su mirada, no sabía discernir si aquello me asustaba o despertaba algún tipo de interés, lo que si sabía es que cada vez que pronunciaba alguna palabra en mi nombre, un escalofrío recorría mi columna.

— Danther. — El miró a Ann, que parecía tener una pregunta. — ¿Hace cuantos años está construida la biblioteca de Edenstein?

— Desde mil novecientos ochenta, su estructura es la misma y sus muebles son originales de la época.Aquello fue todavía más alucinante, respetar los antiguos tiempos en un lugar tan mágico y único como lo era su biblioteca desde luego hacía que este lugar mantuviese ese prestigio y la magia que recorría en sus estanterías.

— Para mi la biblioteca es una joya, llevo años queriendo verla, es como un sueño. — La sonrisa que se esbozaba en mi rostro era genuina, verdaderamente me había sorprendido. — Pero nunca imaginé que terminaría en esta academia en realidad.

Su mirada irradiaba calidez y sinceridad; aunque su rostro intentaba transmitir otra cosa, en lo profundo de su iris podía percibir que mis palabras tenían un significado muy revelador para el.

— Lo que es para nosotros, finalmente nos acaba encontrando, Srta Rojas, esa biblioteca tiene mucha historia, más, mucha más de la que se cuenta por internet.

Ana parecía un colibrí deseoso de picar en la curiosidad que le había generado aquello que el hombre había dicho, desde luego alguien como ella no podía esperar a preguntarle sobre aquello que el había revelado para nosotras.

— ¿Podrías contarnos su historia al completo?

Danther cerró los ojos y giró su rostro hacia Ann, manteniendo una sonrisa elegante y sofisticada que diseminaba paz, aunque cuando lo miraba a los ojos, sentía que tenía demasiadas cosas que ocultar, buenas o malas; eso nunca lo sabríamos.

— Es muy extensa, Ann, pero estoy seguro de que lo descubriréis por vosotras mismas, lamento comunicarles que tengo que marcharme a ejercer, en media hora van a tener una reunión introductoria conmigo en la academia, así que nos vemos en poco tiempo, es un gusto tener dos personas tan curiosas en este lugar, será muy divertido.

— Adiós Director, tenga un buen día. 

Danther se despidió inclinando su cuerpo hacia adelante, a lo que nosotras solo asentimos, no sabía como sentirme al respecto, no había tenido ni siquiera la oportunidad de despedirme como Ann acababa de hacerlo, por que aquello último que había dicho me había dejado sin palabras y al irse sus ojos tan oscuros como el mismísimo abismo se habían clavado como alfileres en mi pecho, como si aquella forma de mirarme sin quererlo me manifestara que aún quedaban muchas palabras sin decir. 

Cuando se alejó me encontré incapaz de moverme, las palabras de Ann dirigidas a mi sonaban como un eco lejano en mi cabeza, estaba confundida a la par de atrapada en aquella sensación, en esa conexión que ni yo misma lograba entender, pero que sin embargo quemaba mi mundo y lo envolvía en llamas.

— Es extraño, ¿No crees, Alicia? — Ann ni siquiera se percataba de todo el impacto emocional que estaba procesando en ese instante.

Miré a Ann, buscando consuelo en su sonrisa despreocupada, pero el peso de lo que acababa de sentir era imposible de ignorar. No era solo Danther, no eran tan solo los lirios, era algo más profundo que no conseguía discernir, algo que estaba despertando en este lugar.

Yo, sabía que nada en Edengart sería sencillo, pero también sabía con una certeza que me erizaba la piel, que todo esto tan solo estaba comenzando.