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Chapter 12 - Orión

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NARRADOR: LUNA ROSSI

 

—¿Debería tomarlo como una broma? —volteé en dirección del inoportuno extraño, tratando de mantener la compostura a pesar de la tensión creciente—. Siendo así, yo soy la gran comandante Pantera y mi amigo muerto es Craid, la mano derecha de Lord Bragmus. —Mi tono sarcástico no ocultaba mi enojo, pero no pude evitar una sonrisa amarga.

 

El extraño me miraba incrédulo, como si hubiese dicho algo absurdo. Luego suspiró, como resignándose a tratar con una niña caprichosa.

—Tu sarcasmo es una fachada inútil contra lo que ya sabes. Antes de perder mi paciencia, responde esta pregunta: ¿Todavía duele la marca que Logan te dejó aquella noche?

 

Me tomó por los hombros con una delicadeza desconcertante. Mientras lo miraba incrédula, sentí un escalofrío recorrerme, y las memorias de aquella noche volvieron a mí. Las garras, el frío, la oscuridad… todo estaba ahí otra vez.

—¿Cómo? —mi respiración se agitó, y sentí el pánico latente regresar.

 

—Casi no llego a tiempo esa noche, al igual que cuando la Alianza nos atacó —su voz se volvió calma, serena como un mar sin olas, y sus ojos bicolores me miraban con una mezcla de fascinación y dolor.

 

—Es imposible, tú no puedes ser él. E... —intenté articular, pero me interrumpió.

 

—Lo soy, y es triste que no me creas. Pero lo entiendo. Nunca has visto mi rostro tal cual es, solo me has visto salvarte y nunca me has dado las gracias —su tono se endureció y dio un paso hacia mí, dominando el espacio entre nosotros—. Cambiando de tema, tus ojos… Siempre que los veo, me recuerdan a tu…

 

—No lo diga. Todos dicen lo mismo. Por favor, eso no ayuda, solo duele —Mi voz se quebró, sintiéndome pequeña e indefensa a su lado."

 

—Discúlpame en tal caso. Ambos… fueron importantes —la situación se volvió cada vez más incómoda.

 

—¿Por qué está aquí, Lord Bragmus? —temblaba por los recuerdos, deseando que me dejara sola.

 

—Sin pleitesías, eh. Bueno, porque debes acompañarme —empezó a caminar hacia la salida. Su caminar era firme y dominante, sin la arrogancia que esperaba.

 

—No lo haré —tartamudeé, sintiendo que mis piernas se negaban a moverse. Pero él simplemente me ignoró.

 

Cuando estuvo al borde de la salida, se volteó hacia mí.

—¿Qué estás esperando? Es una orden —sus ojos brillaban intensamente y su ceño estaba fruncido. Alzó su mano en mi dirección, y pequeñas chispas eléctricas brotaban de ella. No quería irme, pero mis pies se movían solos. "Apresúrate", ordenó. Su voz era más gruesa ahora, su mirada más aguda. No sonreía como al principio; parecía otra persona.

 

Lo seguí casi por instinto, insegura ante la persona que tenía frente a mí. ¿Esta es la sensación que te atraviesa cuando lo desconocido se mezcla con lo letal?

Cuando lo alcancé, puso su mano sobre mi cabeza. Cerré los ojos, esperando una descarga por no obedecerlo, pero él solo frotó mi coronilla. Cuando abrí los ojos, su rostro esbozó una ligera sonrisa, lo cual me generó cierta calma.

 

—Buena chica, ahora andando, la torre Orión nos espera —las puertas de una Jeep negra se abrieron para nosotros. Había más personas adentro, parecían soldados.

 

En el coche, todo se volvió más incómodo. Lord Bragmus manejaba una tableta holográfica amarilla, dando órdenes a algún escuadrón con un aire de concentración y molestia. Preferí concentrarme en el camino. El distrito central, ajeno al caos exterior, vibraba con vida cotidiana: jóvenes yendo al cine y familias comiendo en los restaurantes. Se veían tan felices; si tan solo supieran el caos que existe fuera de los muros, no estarían así. Es extraño darse cuenta de que nosotros nunca fuimos así. Vivir con Marriott y conocer a la madre de Logan nos privó del placer de ser ignorantes y felices.

 

Tras un buen tiempo en el coche me sentí secuestrada, siguiendo órdenes a ciegas de un desconocido, solo quiero salir de aquí y volver a mi tranquila soledad para cerrar mis ojos y fingir que este mundo ni yo existimos por un rato. Pasadas las horas por fin pudimos divisar aquella torre blanca e imponente que se encontraba en el corazón del distrito central. Una vez más, tenía enfrente a la Torre Orión.

 

Resguardada hasta los dientes, muchos soldados de blindajes negros nos abrieron los portones de los muros de la torre. Dentro del perímetro, un angosto camino asfaltado nos dirigía hasta las faldas de la torre. Desde mi lado pude ver los helipuertos, estaban vacíos. Algo debió haber pasado.

 

Ya en la entrada de la torre, fui la primera en bajar. Varios soldados fuertemente armados nos hicieron una calle de honor hasta la puerta. Bragmus caminó entre ellos, concentrado en su tableta. Dio un leve saludo y pronunció:

—Andando, Luna.

Obedecí. La recepción de la torre seguía impecable, como la última vez que estuve aquí. Los colores blancos y los ventanales azules dominaban el escenario, sin mencionar el gran holograma amarillo donde se divisaba el mapa continental y las posiciones que la ZP mantenía.

 

Llegamos a un ascensor. Todo estaba particularmente vacío. Se supone que una gran cantidad de personas trabajan aquí, pero todo fue más incómodo al escuchar a Bragmus refunfuñar.

—¿Sucedió algo? —pregunté con timidez.

—Nada de tu particular incumbencia. ¿Por qué? —respondió sin mirar, fastidiado.

—Hay muy poca gente, no hay helicópteros, y usted no deja de mirar esa tableta desde que subimos al coche. Soy un soldado; sé identificar cuándo algo va mal —traté de ser cuidadosa con mis comentarios.

Un frustrante suspiro salió del rubio mientras miraba hacia el techo del ascensor.

—Mira, pequeña, no tienes nada de qué preocuparte. Solo es la Alianza dando problemas y Los Perdidos en la Dead Zone. El asunto ya está casi resuelto, solo debo ajustar algunas cosas —me miró condescendientemente mientras esbozaba una falsa sonrisa—. Si esto fuese algo que se saliera de control, créeme, yo no estaría aquí.

El incomodo silencio reinó en el poco espacio que compartíamos, el tipo seguía concentrado en su tableta hasta que esbozó una pequeña sonrisa y mencionó:

 

-El problema se solucionó, te dije que no debías preocuparte- su aparente alegría me resultaba enigmática e incómoda.

No respondí nada, solo lo miré con extrañeza y el Lord pareció reincorporar su seriedad inicial dejando el ambiente tan tenso que se podría cortar con un cuchillo.

 

Después de varios tortuosos minutos parece que Zaer me escuchó y el ascensor llegó a nuestro destino: el piso 42 de la Torre Orión, la oficina de Lord Bragmus. Fue algo rápido, a decir verdad. La luz proyectada desde los ventanales me encandiló, y entonces escuché:

—Puedes pasar.

Bragmus se había adelantado a mis pasos. Avancé lentamente fuera del ascensor mientras mis ojos se ajustaban a la luz. Poco a poco, pude divisar lo que se encontraba frente a mí. Un escritorio de madera, sobre el cual se encontraba un tablero de ajedrez con las piezas fuera de lugar, como si hubiesen estado jugando, varios documentos dispersos en la superficie y un aparente portarretratos azul. Tras este mueble se hallaba una gran silla de cuero negra y tras ella, aquel hombre que ha interrumpido mi tarde, mirando estupefacto el ventanal.

 

Posé mi mirada en el lugar. Toda la habitación estaba iluminada por el naranja atardecer. Parecía que el ventanal no tenía fin y la vista de mi hogar era fascinante. Se podían divisar tres de los seis distritos de la ZP, recordándome la belleza de mi hogar, los bosques del distrito natural dominaron la escena en la competencia con los edificios de los demás distritos que peleaban por quien adornaba mejor el paisaje.

El cielo estaba sin nube alguna que cortara el paso de la cálida luz solar, cuyo color pintaba el cabello del Lord, haciéndolo similar al mío. Aún de espaldas a mí, comentó:

 

—Se puede ver la muralla desde aquí —volteó hacia mí, su ojo derecho de color rojo se fundía con la luz solar mientras que su ojo azul tintaba su iris de morado.

Su mirada no se detuvo, como esperando una respuesta. Me acerqué más al escritorio e intentando guardar las formas, pregunté:

—¿Qué hago aquí? —apoyé mis manos sobre el escritorio y su semblante cambió.

—Primero, responde esta pregunta: ¿Por qué peleas?

No lo entiendo. ¿Por qué pregunta eso ahora?

—No entiendo su pregunta, Lord- intenté mirarlo con determinación

—Permíteme explicarme; tuviste la oportunidad de formar parte de los Irruptores o iniciar tu camino como Instructora, pero preferiste ir afuera —se volteó hacia mí y acortó nuestra distancia—. Y solo hay dos tipos de personas que hacen eso: aquellos que no tienen otra opción y aquellos que quieren morir con "estilo". Tú no eres lo primero, así que pregunto de nuevo: ¿por qué peleas?

Al instante, la imagen de Logan inundó mi mente y aquel amargor en la garganta se volvió un doloroso nudo, uno que se convirtió en fastidio cuando recordé como nos trató a Logan y a mí en nuestro primer encuentro. ¿Cómo se atrevía a decirme eso? ¿Para eso me obliga a venir? ¿Para insultarme? ¿Para seguirme haciendo de menos?

—¿Por quién? Por alguien que está muerto, alguien de quien usted interrumpió mi llanto, alguien que debía proteger y ya no está. Y ahora estoy aquí, respondiendo preguntas estúpidas que, si las hiciera otra persona, no respondería.

La distancia que nos separaba era mínima. El tipo era grande, imponente, su presencia agobiaba a cualquiera y cuando sus ojos brillaban, me provocaba más miedo que Cassandra. Pero eso no significa que yo esté a su merced, y proseguí desafiándolo en la cara.

—Así que respóndame, "Lord Bragmus". ¿Qué demonios hago aquí? Respóndame de una buena vez, pues por si no lo sabe, tengo una tumba a la que seguir llorando.

Su rostro volvió a cambiar, parecía algo... ¿decepcionado?

Se volvió a erguir, remarcando nuestra diferencia de tamaño y levantó su mano lentamente, está ya no emitía chispas, ahora liberaba un poco de calor a medida que se acercaba a mi ¿Qué iba a hacer? ¿Qué quiere hacer? ¿Lastimarme es lo que quiere?

 

Entonces no lo permitiré, cuando quise detener su mano, descuidadamente vi su rostro, su mirada era otra, como cuando sobó mi coronilla, pero ahora estaba acompañada por una expresión apacible, juro que no lo entiendo, pero sentí que no intentaba lastimarme. Mis sentidos se durmieron y no reaccioné como quise a sus intenciones. Entonces sentí su tacto en mis mejillas, sentí calidez, sin dejar de tocarme sorteó el obstáculo que nos separaba y sin tapujos me abrazó.

Cerré los ojos con fuerza y en lo que pensé que sería una opresión solo sentí… Calidez, una que hace mucho no sentía. No entiendo que está pasando, pero el nudo en mi garganta se empezaba a desatar, no quiero llorar, no en frente de este extraño, pero tampoco quiero que se aleje. Tomé aire para intentar surcar mi llanto y su olor me resultó tan familiar, un olor que sentía tan mío, pero que no sabía dónde lo había obtenido, poco a poco empecé a ceder y con mi rostro en su pecho las lágrimas asomaron con timidez.

-Perdiste tu otra mitad, perdiste la sombra que te hacia contraste. Quizás pienses que la vida perdió su único sentido y que luchar ya no vale la pena – Aumentó levemente la fuerza de su abrazo – Justamente por eso quiero darte un motivo para seguir luchando.

 

La lluvia volvió a caer lentamente junto con los recuerdos del sepulcro, el empezó a sobar mi cabeza con ternura. Cada caricia desvanecía aquel amargo momento y un tímido recuerdo de mi niñez se asomó por mi memoria. Fue tan fugaz que solo reconocí el olor, era ese aroma que me impregna ahora.

-Ya no quiero luchar, no quiero salir, no quiero entrenar, solo quiero que esto acabe y volverlo a ver- mi pecho me empezó a doler como nunca

- ¿Crees que Logan haría eso? - su voz era reconfortante

-Él nunca quiso que yo lo siguiera, no querría que siga en peligro- dije mientras hundía mi rostro en su pecho

- ¿Escuchaste bien mi pregunta? porque yo creo que lo que Logan haría seria buscar la manera de hacer pagar a aquellos que le arrebataron a su otra mitad.

Alcé mi mirada hacia su rostro, me miraba con compasión y cariño

- ¿A qué se refiere?

-A que ellos te lo quitaron y deben pagar. Quizás la venganza no es un buen motivo para vivir, pero te ayudará a seguir respirando hasta encontrar una buena razón para que tu corazón no deje de latir- sus caricias se detuvieron y empezó a liberar poco a poco su atadura – Luna quiero que vivas.

Sus palabras me trajeron de vuelta, ¿Por qué dice eso? ¿Qué tanto me conoce? ¿Qué tanto lo conozco?

Su abrazo se terminó y nuestros cuerpos se alejaron, con sus manos secó mis lagrimas con delicadeza como si tocara el pétalo de una frágil flor, su rostro había cambiado, se lo notaba algo nostálgico y esbozo una triste sonrisa.

-Debes vivir, te ayudaré con eso. Por eso estás aquí, quiero que te veas con los ojos que te veo, quiero que veas todo tu potencial

Cuando estuve a punto de preguntar a que se refería el sonido de las puertas del ascensor abriéndose me obligaron a voltear. El ambiente se cortó en el instante que aquel rostro de sorpresa nos miraba estupefacta.

Mi corazón volvió a la maratón, sentía que mi rostro se calentó demasiado y las palabras despegaban de mis labios y en mi mente escuché:

-Tranquila, no hiciste nada malo- esa voz era de ella… ¿Cómo podía establecer un enlace conmigo sin que me diera cuenta?

Ella posó su mano en el rostro mientras su expresión se calmaba, era esbelta, su piel extremadamente blanca hacia juego con su cabello castaño y sus ojos azules me tiraron una condescendiente mirada mientras salía del ascensor.

 

-Kayn, no me dijiste que tendríamos visitas – me sentí intimidada, como si estuviese frente a un depredador que me ha hecho su presa.

Ella caminó con elegancia, ignorándome a pese a pasar rosando mi hombro. Se detuvo a pocos centímetros de mí y mientras tomaba la mano del Lord.

-Tu debes ser Luna, has crecido mucho "cachorra".

Espera ¿Quién es Kayn?