Chereads / ¿Qué soy? / Chapter 18 - Capítulo 17: Destrucción psicológica

Chapter 18 - Capítulo 17: Destrucción psicológica

—¡Otra vez molestando! ¿No se cansan? —Hizo una pausa para mirar a Enoc, que estaba más lejos de nosotros.— Ya están causando problemas. Rebeldes... A ver, el primero. Si no vienen, les irá peor.

A David le gusta hacer esto porque necesita sentirse superior, tener autoridad. Lo hace para convencerse de que sigue en control, pero en realidad, lo hace débil. No puede controlar nada.

Su mujer lo abandonó. Mi madre ya no está bajo su dominio.

Su poder se ha desmoronado.

Este castigo es su forma de aferrarse a una ilusión, un mecanismo para engañarse a sí mismo. Pero en realidad, solo refleja su propia fragilidad.

Puedo ver su miedo. Miedo a estar solo. Miedo a perder lo poco que le queda.

Quiero ver su reacción cuando entienda que el control es solo una ilusión.

Le haré ver la verdad de la realidad.

Los sistemas del ser humano son mecanismos. Incluso las palabras, los pensamientos y el cuerpo funcionan como un sistema.

El sistema nervioso reacciona junto con las emociones y el cuerpo al mismo tiempo, haciendo que el ser humano responda de ciertas maneras.

David inhaló para hablar… pero no lo dejé.

—Abuelo David, ¿por qué nos pega? ¿Cree que al golpearnos puede sentirse como antes? ¿Se siente en control haciendo esto?

David se congeló. Su parpadeo fue lento, como si su cerebro no pudiera procesar lo que acababa de escuchar.

—¿Qué dices, niño? ¿Qué sabes tú de cómo me siento? —David se puso frente a mí y añadió—: Es la única manera de que ustedes hagan caso, monos.

Pobre anciano… aún cree que el rugido de los mamuts lo protegerá de la verdad.

Es hora de terminar.

—Lo puedo ver, abuelo. Usted se desahoga con nosotros porque su mujer lo dejó, y pensó que siempre tendría el control de todo y de todos. Pero cuando ella se fue, se enfrentó a la verdad: nunca tuvo el control de nada. Solo se aferraba a una ilusión. Haciendo esto, cree que ocultará su dolor, pero quien no admite que lo controlaron está condenado a ser controlado. Y esa… es su propia condena.

David tartamudeó. Su voz, quebrada por la rabia, trató de responder. Pateó una maceta donde había estado sembrando una planta.

—¿Qué sabes tú, niño? ¡No te voy a permitir que me faltes el respeto! Jamás te consideré un nieto. Siempre supe que había algo en ti que no cuadraba.

Levanté la mano, señalándolo con el dedo, igual que él hacía con nosotros con el hacha y las ramas de jocote.

—Ahora mismo sigue contradiciéndose, abuelo.

David lo sabe. Si sigue hablando, solo se hundirá más en su propia contradicción.

El sistema nervioso no se detiene, pero su amígdala lo hará aprender.

David comenzó a retroceder lentamente. Desvió la mirada hacia el hacha en el suelo, junto a la leña. En sus ojos apareció un destello de horror. Su voz, entrecortada, apenas logró salir.

—Ya no voy a decir nada. ¡Váyanse! Pero le diré a Yamileth que me faltaste el respeto. Ya verás.

—Siga detrás del armario…

Me alejé con tranquilidad hacia donde estaba Enoc, dejándolo atrás.

Él seguiría hablando, pero cuando le das la espalda a alguien, en ese momento, sus palabras se las traga.

Le doy la espalda para que reflexione.

Aún temblando y aterrado, me gritó, porque cara a cara no puede.

—¡Eres un demonio, oíste, Marcos! ¡Eres peor que tu padre, ¿escuchaste?! ¡Hijo del diablo!

Con eso bastará por ahora.

Enoc, que lo había visto todo, no entendía lo que pasó, pero sabía que yo había detenido al abuelo.

—Marcos, ¿qué pasó? ¿Por qué el abuelo David estaba temblando? ¿Qué le dijiste?

Puse una mano en su hombro y lo guié hacia el otro extremo del patio.

—Vamos, Enoc. El abuelo David tiene que pensar un poco más por hoy.

Enoc me miró, confundido, pero yo seguí caminando. Al final, dejó de darle importancia. Para que lo olvidara, jugué con él.

Los días pasaron, y el abuelo David le dijo a Yamileth que se iría porque no quería seguir con esos "monos". Mi madre le respondió que estaba bien, pero antes de marcharse, él me miró con desprecio y sentenció:

—Ese niño es un demonio. No tiene sentimientos ni emociones.

Tomó su mochila, aún furioso, y se fue. Diego también se marchó, incapaz de dejar al anciano solo.

Con el tiempo, noté que Yamileth me observaba en silencio, pensativa. A veces, me preguntaba qué había hecho para que el abuelo se fuera.

—No hice nada —le respondía.

Pero ella solo suspiraba y me decía que me portara bien.

Enoc siempre intervenía, asegurando que solo nos habíamos defendido. Después, ella se iba con Jane a trabajar. Jane nunca mostraba mucho interés en el tema, lo cual, en cierto modo, era mejor.

Los meses transcurrieron entre peleas y reconciliaciones entre Jane y Yamileth. Aun así, seguían construyendo su relación, ladrillo por ladrillo.

Mientras tanto, yo seguía en mis sueños. Los llamo extroverdcia.

No es que me cueste manejar los escenarios en los sueños, pero a medida que pasan los días, los meses, los años… evolucionan.

Ahora tengo que manipular: personas, situaciones.

Y algo que descubrí es que lo hago tan bien que ni parece manipulación. Incluso yo, sin darme cuenta, manipulo. Es una herramienta de doble filo. Puedo hacerlo conscientemente o sin pensarlo, pero en ambos casos, se siente natural.

Gracias a los sueños, he perfeccionado esta habilidad.

Todo se siente real.

Literalmente, tengo un arsenal de estrategias, tanto mentales como físicas.

Lo extraño es que… todo esto ya lo sabía.

Solo lo usé en los sueños para sobrevivir.

Soy capaz de adaptarme en tiempo real, tanto física como mentalmente.

En la vida real, observo a los humanos desde diferentes ángulos. Puedo ver el panorama completo y analizar múltiples posibilidades. Sé cuándo mienten, cuándo traman algo o qué están buscando.

Para mí, las acciones de las personas las miro como hilos conectados. Veo quién movió cada uno y quién está detrás de todo.

También percibo presencias, como si alguien o algo estuviera observándome. Es como si hubiera cámaras en la casa; puedo ver desde todos los ángulos. No sé si es imaginación, creatividad o inteligencia, pero puedo verme a mí mismo. Si me concentro, aunque esté mirando a un lado, puedo visualizarme de espaldas.

Con el paso del tiempo.

Yamileth había quedado embarazada nuevamente. Todos los días miraba a su hija con ternura y la llamó Katherine.

Siempre nos hablaba a Enoc y a mí sobre ella. Decía que sería una niña fuerte, pero que, como hermanos, debíamos cuidarla… porque algún día, ella nos cuidaría a nosotros.

23 de septiembre de 2011

Cuando la familia de Jane se enteró del nacimiento, no tardaron en visitarnos.

Quedaron encantados con Katherine, pero hubo alguien en particular que tuvo una conexión especial con ella: Sofía, la hermana de Jane.

Los días pasaron, luego los meses. La familia de Jane nos visitaba con frecuencia, aunque con cuidado. El país estaba cada vez más violento por los pandilleros.

Pero algo había cambiado en ellos. No eran las mismas personas que Enoc y yo conocimos antes.

Algo pasó.

Katherine fue el puente.

Con el tiempo, Enoc también fue aceptado por la familia de Jane, al igual que Katherine.

Empezaron a llevar nietos de nuestra edad a su casa para que jugaran juntos.

La familia hablaba de Enoc y Katherine, pero de mí no existía mención alguna.

Solo observaba. Ya estaba acostumbrado. Desde que llegué a este mundo, Jane, mi padre, me rechazó. Toda la familia, tanto por parte de mi madre como de mi padre, también me dieron la espalda. Solo Yamileth estaba conmigo.

A Enoc siempre se lo llevaban junto con Katherine. Yo me quedaba solo en la casa, sin nadie.

Y cuando por fin me llevaron un día con ellos, todos me ignoraban como si no existiera. Literalmente.

Incluso Enoc y Katherine.

Es normal. A su edad, los niños solo juegan.

Observé en silencio, mirando cómo los demás se divertían. Luego, cuando venían por nosotros, me iba directo a dormir. Este recipiente se está desarrollando, así que necesito descansar.

Es bueno que Enoc tenga con quién jugar. Es bueno que se desarrolle bien. Sé que ha pasado por mucho, por eso creo que se lo merece. Al igual que Yamileth. Al igual que Jane.

Yo, en cambio, no siento nada.

Ni emociones. Ni nociones. Ni sentimientos.

Nada.

Siento algo dentro de mí que disminuye.

¿Son mis emociones?

¿Es esto a lo que llaman deshumanización?

¿Qué soy?

Un año después.

Enoc cumplió seis años. Yo cumplí cuatro. Katherine, uno.

Las familias de Yamileth y Jane se reunieron para celebrar el cumpleaños de Enoc y Katherine.

El mío, al parecer, no existió.

Pero no es algo que me moleste. Sobre todo porque Yamileth y Jane trabajan. No tienen tiempo para estar con nosotros.

Un día perdido es una semana sin comida.

Prefiero que no me hagan nada a mí y que a ellos sí.

Supongo que saben que soy maduro.

Y que no me pondré triste.

Y que no lloraré.

Mientras tanto, sigo evolucionando con mis aprendizajes y observando a los seres humanos.

Supongo que el sufrimiento no es solo una emoción, un sentimiento o una idea. No. Es algo que el ser humano, por el simple hecho de existir, ya lleva consigo. Algo que trasciende las emociones, los pensamientos, los sentimientos… todo.

Pero entonces,

¿Por qué yo no siento nada?

Miro dentro de mí y solo encuentro oscuridad.

Nada.

Un vacío absoluto.

Nada…