Al poco tiempo descubrió que el rastro de sangre había desaparecido, miró a su alrededor analizando los lugares por los cuales podrían haber escapado, no muy lejos observar las tumbas reales, recordó que su señor Derkno le había comentado sobre un pasadizo secreto que había en las tumbas, no necesitó pensar en más y corrió hacia éstas.
Al llegar, la puerta estaba cerrada, pero había huellas de Letohoiko que se desvanecían hacia la entrada, empujó la gran puerta de metal y ésta crujió levemente, no había luz dentro, se desplazó en el interior mirando cada rincón, lamentablemente, Derkno no le Había dicho dónde específicamente se encontraba el pasadizo secreto, los relámpagos sonaban afuera con fuerza y la luz de estos se penetraba a través de la puerta abierta, y fue entonces cuando vio hullas casi desvanecidas dirigiéndose a la esquina. del lado derecho de la pared, el emblema de la realeza estaba sobre esta, supuso que el emblema era el mecanismo que abría el pasadizo, colocó su mano sobre esta y la empujó.
Un leve ruido detrás de él se escuchó, se giró y vio como el suelo debajo del altar del primer rey se deslizó silenciosamente hacia atrás, revelando unos escalones que descendieron hacia las profundidades de la tierra. Curvó sus labios en una sonrisa, desenfundó su espada y descendió hacia abajo.
Soltó un gruñido cuando llegó frente a tres caminos, no podía tomarse la libertad de adivinar cuál sería el camino correcto, cerró sus ojos y se concentró en buscar la presencia de su hermano, soltó un suspiro mientras buscaba entre los tres caminos.
***
Sayura y Cork esperaban en la salida del túnel a sus compañeros, no podían avanzar sin que se perdieran una vez entrados al bosque niebla. Esperaban impacientes, y luego de un rato escuchandoon pasos apresurados acercándose, Sayura con su oído pudo reconocer las pisadas de Sipros.
― Ya están aquí ―dijo con alivio.
Sus compañeros al reunirse expresaron que debían enviar un mensaje a través del viento a su compañera Kery, su partida de la isla Sascos fue hace días, ella anteriormente se había comunicado por una burbuja kurminos pequeña, que estaría arribando al atardecer. La tormenta cubría el cielo púrpura, no sabía exactamente cuánto faltaba para el atardecer, pero debían enviar el mensaje, sin una bola kurminos, el mensaje tendría que ser enviado a través del viento, esperaban que el navío de Kery no estuviera tan lejos para poder. recibir el mensaje, ya que el viento no puede enviar mensajes a más de kilómetros.
Empezaron a moverse, debían avanzar en su camino hacia el acantilado de los tres remolinos. A medida que avanzaban la salud de la reina Ukreel empeoró, su herida era tan profunda que ya su cuerpo no podía soportar más.
― Sayura… distensión ―dijo Ukreel en un hilo de voz.
Sayura se detuvo y cerró sus ojos con pesar, sabía que la reina solo tenía unos minutos antes de morir, los demás también lo sabían. La tigresa se recostó sobre sus cuatro patas para que Cork pudiera bajar de su lomo junto con la reina, Ternon se acercó a ellos para tomar en sus brazos a la bebé. Cork caminó hacia un árbol, se inclinó y dejó que ella apoyara su espalda en el tronco.
― Quiero, pedirles un último favor… ―su respiración era entrecortada― … quiero que oculten Amiona, en un lugar donde él no pueda sentir su presencia… abran un portal… un portal que conecta los mundos, fuera de este mundo… Derkno no la encontrará ―las lágrimas caían por sus mejillas pálidas, miraba a su hija con pesar, porque nunca la vería crecer, no estaría ahí para ella cuando lo necesitara, Ternon se inclinó hacia ella para que pudiera despedirse de su hija. Ukreel estiró su bazo tembloroso, acarició la cabecita de su bebé, su pequeño pelo se sintió muy suave, más lágrimas fueron derramadas por sus mejillas. ― No estará ahí para verte crecer… pero te prometo, que crecerás a salvo… mi pequeña única ―se quitó el collar que siempre llevaba consigo, era una joya de la familia de botánicos, Sipert; un diamante en forma de gota de agua de color turquesa, estaba cubierto con enredaderas de color plata alrededor, y en la punta de las enredaderas, florecía la flor Akuanta. Depositó una de sus lágrimas en el diamante y éste la absorbió. Lo puso alrededor del cuello de Amiona antes de darle un último beso en la frente. ― Sé que encontraran un lugar donde ella crecerá a salvo ―miró a todos y les sonriendo con tristeza antes de cerrar sus ojos por última vez. Los guardianes derramaron lágrimas mientras veían como su cuerpo se desvanecía lentamente en pequeños destellos.
Ese día habían perdido una batalla que los había despojado de todo cuanto conocían y amaban. Cork soltó un sonido suspiro mientras limpiaba sus lágrimas y se ponía de pie. Miró a sus compañeros esperando a que ellos se recompusieran y tomaran su decisión.
― Nuestro mundo puede ser una opción segura ―comentó Sayura un poco cabizbaja, dirigiéndose a su mirada Sipros.
― Tal vez tengas razón ―dijo, miró a Ternon y continuó: ― ¿Crees poder abrir un portal a Itarmi?
― Solo hay dos formas de abrirlo, una de ellas es ir a la isla sagrada ―dijo arrugando su ceño.
― Nos tomará tiempo llegar allí ―reprochó el tigre.
― La otra opción y no tan fácil, es usar el poder de los tres remolinos.
― No estamos muy lejos de los tres remolinos ―comentó Corman.
― No, pero hay que salir de este bosque para llegar allí ―dijo Ternon.
Sayura alzó su cabeza y abrió sus fosas nasales y comenzó a olfatear, tratando de localizar el olor a sal del mar, su olfato era muy bueno, pero la niebla era tan espesa que no permitía que sintiera nada. Miró a sus compañeros y negocio con la cabeza, Sipros hizo el intento de localizar el olor a sal, pero le fue imposible también. Ternon soltó un suspiro y cerró sus ojos.
― Por favor viejo amigo, guíanos hacia la salida ―susurró al viento. Pasó un rato y cuando pensó que su súplica no era escuchada, el viento sopló levemente sacudiendo las ramas de los árboles en una dirección.
Los demás subieron a los lomos de los tigres y siguieron el rastro de ramas sacudiéndose.
No pasó mucho tiempo cuando Corman sintió ese leve comezón en sus manos, Vyrkon estaba cerca, los estaba siguiendo debido a su conexión, no podía permitir que él descubriera a donde se dirigían.
― Sipros detente ―dijo, el tigre arrugó su ceño, pero de igual forma se detuvo. ― Vyrkon nos está siguiendo ―se apeó de un salto de Sipros y luego Cork hizo lo mismo.
― Entonces, me quedaré contigo ―dijo su compañero. Corman no se quejó, sabía muy a su pesar que en su estado no podría solo contra su hermano, inclinado con la cabeza en señal de aprobación.
― Necesitaras un arma ―tomó del mango su daga que cargaba en su cinturón. Corman tomó la daga con determinación, su brazo izquierdo aún dolía, y aunque era un dolor soportable no podía hacer uso de su brazo a su antojo.
― Necesitarán salir del bosque cuando hayan terminado con él ―dijo Ternon, se rasgó su túnica y conjuró un hechizo en el pedazo de tela, luego se la entregó a Cork. ― Los estarán esperando en el acantilado.
Ambos asintieron con la cabeza una vez, Ternon giró sobre sus pies y con la bebé en sus brazos subió al lomo de Sipros, los Letohoiko se alejaron y su figura se desvaneció con la niebla.
No tuvieron que esperar mucho cuando Vyrkon apareció de un salto ante ellos con la furia latente, su golpe fue detenido por el escudo de Cork, y Corman sin desaprovechar la oportunidad se balanceo hacia su hermano, envueltos por la neblina las figuras de los tres enfrentándose era casi notoria, sus espadas entrelazándose en un torbellino de acero, la velocidad y la precisión de Vyrkon eran impresionantes, cada golpe diseñado para desestabilizar y confundir, a pesar del cansancio que tenía aún podía mantenerse peleando.
Los dos guardianes no se detenían en sus ataques, la danza que realizaban era asombrosa, tantos años entrenando juntos sabían cómo pelear en equipo sin desestabilizarse, y aunque Corman estaba lesionado de un brazo, eso no le hacía trastabillar, pero sabía que él solo no podría acorralar a Vyrkon. Ninguno de los tres podía detenerse a tomar el aliento, la batalla se estaba intensificando, pero Corman vio una apertura y la aprovechó, hirió a Vyrkon en una de sus piernas, él perdió el equilibrio y fue entonces que Cork hirió en el costado derecho a Vyrkon, las heridas lograron desestabilizarlo haciendo retroceder y chocando su espalda contra un árbol.
Vyrkon se vio acorralado por un momento, se irguió cuanto pudo y se lanzó nuevamente hacia ellos, los ataques que lanzaba eran esquivados fácilmente y luego recibió otro golpe en su espalda, sintió el filo de la espada cortando su piel, soltó un gruñido gutural, las venas en su cuello eran muy visibles, el dolor que estaba sintiendo lo hacía sentir vulnerable, y él odiaba esa sensación… con la rabia consumiéndolo siguió peleando, pero su cuerpo lo sentía pesado, la sangre brotaban de sus heridas abundantemente. Recibió otro corte, esta vez en su abdomen, perdió el equilibrio y trastabilló cayendo sobre su espalda, intentó levantarse apoyando sus manos en el suelo, pero la fuerza en sus brazos se había ido, cayó nuevamente sobre su espalda con la respiración entrecortada. Miró a Corman a los ojos un momento, luego sonriendo descaradamente.
― Hazlo… ―dijo con cansancio― era lo que querías, ¿no?
Corman no respondió, presionó su mandíbula, los músculos de su cuerpo se tensaron, había esperado por ese momento mucho tiempo, por fin su familia descansaría en paz, por fin, él encontraría la paz. A pasos firmes se acercó a él mientras apretaba el mango de su daga, pronto la sonrisa burlona de Vyrkon se borrará de su rostro.
― ¿Sabes cuáles fueron las últimas… palabras de Ataya? ―dijo soltando respiraciones cansadas― yo en verdad te amo, hermano ―soltó una carcajada y luego sangre salió de ésta, tosió varias veces antes de continuar― patética, ¿no?
― No mereces ni siquiera pronunciar su nombre ―gruñó, y levantó la daga, listo para apuñalarlo en el pecho, sin embargo, antes de ser enterrada en la piel de su hermano, se enterró en la tierra ensangrentada, sus ojos se abrieron de par En par y Cork reaccionó de igual manera, ya no quedaba rastro de la presencia de Vyrkon. Su cuerpo había desaparecido sin más, Corman soltó un grito de rabia y desesperanza, las lágrimas caían por sus mejillas, en su rabia siguió apuñalando el suelo una y otra vez, hasta que Cork lo tomó por la muñeca y lo detuvo.
― Se ha ido ―dijo con la amargura en su voz.
—¡Maldita sea! —gritó.
No había nada más que hacer, Cork no dijo nada más, sabía que Vyrkon había recibido la ayuda de un hechicero, y en la única persona en la que podía pensar es en Isayri, pero no sabía cómo lo había hecho, lo que quedaba claro. era que debían marcharse.
― Tenemos que irnos ―dijo tomando el pedazo de tela que Ternon le había entregado, Corman se puso en pie mientras limpiaba sus lágrimas, Cork susurró el nombre del hechicero y el pedazo de tela brilló y se elevó a la altura de sus ojos, luego voló en una dirección específica.
Ambos comenzaron a correr para no perder de vista el rastreador.