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Chapter 15 - Capítulo 5 - El inicio del caos (parte II)

Dentro del bosque niebla se escuchaban unos susurros, los susurros eran inentendibles, era como si los árboles susurrarán, entre la espesa niebla en las profundidades del bosque había un árbol; un árbol muy grande y antiguo, el árbol era diferente de los demás, su color era de un blanco cenizo, sus hojas eran tan rojas como la sangre, sus raíces salían como garras que se expandían por la superficie de la tierra, el tronco tenía un hueco, un oscuro hueco que podría albergar lo que sea, pero lo único que albergaba era el espíritu de una hechicera blanca, el árbol era en sí el cuerpo de la hechicera blanca, un cuerpo cuyo destino después de la muerte era transformarse en árbol después de unos siglos. Y eran conocidos como los árboles de Annam que en lengua antigua significa árbol maldito.

Las hechiceras blancas en su tiempo eran muy poderosa y peligrosas, hace muchos siglos ellas eran causantes de mucho sufrimiento, era una época muy oscura y caótica. Y con el tiempo, después del exterminio de toda la estirpe de magos blancos, ya nadie los recuerda. Pero, hay pocos recuerdos esparcidos por todo el mundo, y algunos recuerdos se mantienen latentes, aferrándose a lo que una vez fueron, algunos no tienen el poder suficiente para proyectarse al mundo, y los pocos en hacerlo, reciben ayuda de algún desesperado.

En las profundidades del hueco del árbol yace Vyrkon sobre el suelo, aferrándose a la vida, su mirada tenaz se perdía en la luz opaca que se vislumbraba desde hueco, su respiración se escuchaba cansada, sus manos apuñaban la tierra con fuerza, los susurros que escuchaba dentro del árbol se escuchaban más fuertes, y de pronto, la voz de una mujer dulce y seductora le habló al oído.

― Ha pasado mucho tiempo, mi querido Vyrkon ―la imagen de una hermosa mujer de cabello blanco, ojos negros como la noche y tez pálida se mostraron ante él. Vyrkon no dijo nada, no tenía la fuerza para hacerlo y ella lo sabía― Pobrecito mío ―miró las heridas en su cuerpo, extendió su pálida mano y sus delicados dedos acariciaban cada herida de su cuerpo, ella arrugaba su bello rostro en un gesto de preocupación― déjame ayudarte ―pasando su mano sobre las heridas de Vyrkon las hizo sanar rápidamente, la respiración cansada se normalizó, la fuerza que se había debilitado regresó a él, abrió sus manos y apoyó sus palmas en el suelo para poder levantarse. ― Fue una suerte que mi árbol estuviera cerca del lugar de la pelea, de no haber sido así… estarías muerto ―su voz sonaba muy seductora y a la vez con cierta burla.

― Gracias ―dijo Vyrkon curvando sus labios en una leve sonrisa.

― Mi pequeño niño, te has convertido en un hombre ―dijo observando su cuerpo y tocando seductoramente los músculos de su brazo derecho y luego acariciando con la punta de sus dedos el pecho. ― Han pasado muchos años desde la última vez que te vi ―sus dedos siguieron el recorrido de su pecho, por su cuello hasta la barbilla, sus ojos negros brillaron levemente al posarse sobre sus labios― mientras estabas en prisión nunca me mostraste tu rostro.

― No quería que me vieras en ese estado deplorable ―dijo mirándola a los ojos. Sabía que ella lo veía todo a través de sus ojos, por eso evitó ver su reflejo en la superficie del agua mientras estaba encerrado en la prisión, ellos compartían esa conexión tan íntima por el pacto de sangre que había hecho Vyrkon hace muchos años en ese mismo lugar. Su pacto lo ató al espíritu de la hechicera, dándole así el poder que ella necesitaba para proyectarse al mundo, pero, aunque podía proyectar su cuerpo y parte de sus poderes, no era suficiente para abandonar el árbol, su alma seguía atada a árbol, pero también estaba atada a Vyrkon, por eso podía ver el mundo a través de sus ojos.

― ¿Peor del que te salvé? ―sonrió con malicia.

― Si hubiese estado en forma como antes, no habría pasado lo que pasó ―dijo con hastío.

― No sirve de nada lamentarse por lo que pasó, dime, ¿qué harás ahora que la bebé se escapó de tus manos?

― Puede que aún tenga tiempo si me doy prisa ―dicho esto, se puso de pie de un salto.

― Aunque te des prisa, no podrás encontrarla ―dijo desvaneciéndose como la niebla, y luego reapareciendo detrás de él y sus dedos acariciaban su espalda― la bebé ya no está en este mundo. ―ante sus palabras, Vyrkon arrugó sus cejas. Y luego continuó mientras caminaba a su alrededor― pude sentir como el portal de los mundos fue abierto, y solo puede significar una cosa.

― Ellos cruzaron entre mundos… ―dijo Vyrkon apretando su mandíbula.

― No volverán en un tiempo ―se movía sigilosamente a su alrededor de forma juguetona.

― Eso si es que vuelven ―comentó.

― Volverán, de eso estoy segura ―soltó una sonrisa― el problema que tienes ahora, ¿es qué le dirás a Derkno? Puedes mentirle diciéndole que cumpliste con tu trabajo, o, puedes decirle la verdad, pero ambos sabemos que podría matarte si le dices la verdad.

Vyrkon apretó sus manos en puños, ella tenía razón, no podía decirle la verdad a Derkno, así que mentiría.

― Dime, ¿podrás sentir nuevamente cuando el portal de los mundos se abra?

― Por supuesto, te diré cuando eso suceda ―se acercó a él y sus rostros quedaron a escasos centímetros, se miraron a los ojos por unos segundos y luego ella se inclinó hacia su oreja derecha y susurró― siempre contarás conmigo para lo que sea.

― Lo sé.

― Ahora que has vuelto, podemos retomar con nuestro pacto ―extendió su mano derecha frente a él y una gema roja apareció sobre la palma de su mano, Vyrkon sonrió y tomó la gema de su mano. ― Mi magia necesita fortalecerse, y tú eres el único que puede proveerme de ella.

― Te daré todo el poder mágico que necesites, Leoric ―llevó su mano al rostro de ella, y con sus dedos índice y medio acarició su mejilla y algunos mechones de su cabello blanco. A Vyrkon le desagradaban cualquier muestra de afecto o cariño que cualquiera le mostrara, pero con ella era diferente, con ella podía mostrarse vulnerable, porque ella lo conoció en su vulnerabilidad. Ambos se encontraron en el momento exacto, ambos se complementaron desde el primer momento.

 

***

 

Las grandes puertas del salón real se abrieron de par en par, Derkno caminó a pasos firmes e imponentes hacia el altar donde yacía el trono del rey, su rostro sonreía al observar el trono que ahora era suyo. Su hermano estaba muerto y ya no podía sentir la presencia de su sobrina, Ekhros por fin le pertenecía. Llegó al pie del trono, miró el asiento regocijándose de que era digno de ser suyo; se giró sobre sus pies mirando hacia el frente del enorme salón, sus secuaces lo esperaban con el regocijo en sus rostros, Komram, Isayri y Vyrkon estaban en primera fila, y detrás de ellos algunos de los soldados, garluts y ciudadanos que fueron maldecidos con la obediencia eterna se encontraban detrás de ellos.

Derkno tomó asiento en el trono y recostó su espalda en el respaldo del asiento, sus brazos descansaron sobre los apoyabrazos con arrogancia emanando de cada movimiento. Sus secuaces se arrodillaron ante él y la sonrisa se extendió de sus labios. Finalmente estaba en casa, donde pertenecía y donde debió ser suyo desde el inicio.

Fuera de palacio en la ciudad, podían escucharse los gritos desesperados de los ciudadanos, la ciudad estaba siendo saqueada y asesinaban a todo el que se les opusiera, los niños lloraban al ver a sus familiares asesinados y las casas ardían en llamas, algunos soldados que quedaban en pie después de la batalla, se escondieron o escaparon de la ciudad, ya no era seguro para nadie ese lugar, la paz que gobernó durante siglos ya no existía, el miedo gobernaba ahora.

 

El mensaje fue transmitido a todo el mundo por medio de la burbuja kurminos, las tropas se formaban en cada ciudad para defenderse, pero cada hombre o mujer que se enfrentaba a los soldados de Derkno caían uno tras otro, Isayri se encargaba de maldecir a todo aquel que mostrara resistencia.

Ninguna ciudad o aldea fue segura en los primeros años. Después de muchas peleas y derrotas, la mayoría de los ekhronianos se fueron adaptando a la nueva era de oscuridad que Derkno imponía, y los que no se adaptaban eran eliminados o enviados a la isla oscura, sobre todo, la mayoría de hechiceros que indicaban una amenaza, eran cazados y enviados a prisión, eran una amenaza latente que Derkno no permitía fluir. Los pocos que se oponían al gobierno de Derkno y que lograban escapar, se mantenían en movimiento constante para no ser localizados y formar una resistencia lo suficientemente grande para enfrentarse nuevamente con el rey oscuro.

Necesitaban mucha fuerza para la batalla futura.