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Chapter 16 - Capítulo 6 - Itarmi

Al cruzar el portal, los ojos felinos de Sayura y Sipros se cerraron de golpe, la luz del cielo de este mundo era diferente, sus ojos se habían adaptado al color purpura del cielo, este cielo tenía un color blanco, parecía cubierto completamente de nubes. Era un resplandor fuerte que los cegó momentáneamente, abrieron sus ojos lentamente dejándolos entre abiertos, su vista se iba adaptando nuevamente a esa luz, el viento les sopló sus rostros, se sentía fresco y reconfortante, ambos levantaron sus rostros al cielo tomando una profunda respiración, reconociendo el olor de su hogar.

Poco a poco sus ojos se fueron abriendo más, la luz ya casi no les molestaba, Sipros caminó por el viejo camino que llevaba a su ciudad, caminar de nuevo por ahí le traía viejos recuerdos, parte de su vida allí fue muy pacifica, hasta el día en que fueron invadidos por seres de otro mundo, que raptaron a muchos de los suyos. Hace mucho tiempo de eso.

 

Después de una hora de caminar se encontraron con un muro del doble de alto que ellos, las puertas de metal rechinaron antes de abrir y ser recibidos por los guardias Letohoikos en su forma felina y en su forma humana. Sipros avanzó a paso firme y se detuvo cuando recibió la señal de alto de un Letohoiko humano.

― Identifíquense, hermanos ―su voz era fuerte y ronca.

― Soy Sayura, tercera hija de la casa Lessh, mis padres son Saynur y Naynir Lessh ―hubo susurros de sorpresa al escuchar su nombre.

― Soy Sipros, mis padres son Tarmir y Sclero Morn, soy el segundo príncipe de Itarmi ―ésta vez los susurros se escucharon con más sorpresa, los guardias frente a ellos no dijeron nada, sus rostros torcidos por la sorpresa decían mucho, después de breves segundos, el guardia en forma humana dijo.

― Lo lamento su alteza, han pasado muchos años desde la última vez que le vimos ―inclinó levemente su cabeza― disculpe no haberlo reconocido ―levantó su cabeza y se hizo a un lado― por favor, permítanos escoltarlo. ―Miró a uno de los soldados y asintió con la cabeza, éste se transformó en tigre y partió al vuelo a palacio a anunciar la noticia del regreso del segundo príncipe.

― Te lo agradezco ―dijo.

― Bajaré ahora ―habló Sayura y se deslizó suavemente por el costado derecho de Sipros.

― ¿Segura que puedes caminar? ―comentó suavemente.

― Si no lo hago me veré muy débil, ―dijo en tono serio― mi deplorable aspecto es más que suficiente para avergonzarme.

El haber perdido un ala era como decirles a los suyos que no era digna de ser nombrada guerrera suprema, ese era un título que muy pocos obtenían, ya que sus destrezas, habilidades y poder eran superiores. Regresar con cicatrices después de la batalla, era normal, inclusive perder un brazo o una pierna no era considerado vergonzoso, pero perder un ala, sí lo era, deshonrando así el título dado.

Sipros no dijo nada, al ver a los demás y la forma en la que miraban hacia Sayura era más que suficiente para saber en lo que pensaban. Los soldados los guiaron en su camino a palacio, todos aquellos con los que se encontraban de camino, los miraban con sorpresa, algunos los reconocían de inmediato, y otros trataban de recordar. Ambos Letohoikos se sentían ansiosos, regresar a su hogar era algo que tenían pensado llegado el momento, sin embargo, no esperaban regresar en esas circunstancias, la derrota marcada en sus rostros y cuerpos no era algo que querían mostrar a su regreso, pero las cosas no resultaron como lo habían pensado. Aun así, tenían una misión que debía cumplirse a toda costa.

 

Al llegar frente a las puertas del palacio color rojo, estas se abrieron de par en par, el salón reluciente de oro y blanco coloreaban las paredes y pilares, los suelos relucían tanto que se podían reflejar en ellos, los enormes ventanales se extendían por todo lo largo de ambas paredes, la luz del sol entraba en ellas provocando que las decoraciones en oro resplandecieran, frente a ellos encima del gran podio, estaba la silla dorada del rey, y la figura que descansaba sobre ésta, era el rey de Itarmi, Dymur Morn. Dymur es el hermano mayor de Sipros, su forma humana era imponente, su cabello blanco como la leche caía sobre sus hombros, su rostro tenía la apariencia de un hombre no mayor a cincuenta años, pero en realidad superaba los cinco mil años de edad, su rostro se torció momentáneamente de sorpresa al ver a Sipros, luego de asimilar su presencia se recompuso, arrugó su entre cejo observando a su hermano.

― Su majestad, gran rey de Itarmi ―dijo Sipros haciendo una reverencia, Sayura se le unió también. ― Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que lo vi. Su figura sigue siendo imponente.

― Y tú parece que te debilitaste ―dijo el rey con vos ronca― no esperaba tu regreso, y menos en esa situación ―miró a ambos, las heridas y el desgaste en sus rostros, y sobre todo miró al bebé en forma humana que se removía en el regazo de Sayura. ― Veo que traes a un recién nacido, no huelo la sangre Letohoiko en él.

― Su nombre es Amiona Kums, es la princesa heredera de Ekhros ―dijo con firmeza.

Los guerreros supremos, concejales y sirviente que se encontraban al lado del trono comenzaron a susurrar entre ellos, Dymur torció su rostro en un gesto de disgusto.

― ¿Por qué razón traes aquí a la heredera de Ekhros? ―preguntó en tono firme, causando silencio entre los que susurraban.

― Se desató una guerra en Ekhros, perdimos a casi toda la familia real, ella es la última sobreviviente ―explicó, el rey escuchó en silencio todo lo que Sipros relataba, explicando así también las razones del porqué regresó y cuál era el plan que se pondrá en marcha durante su tiempo allí.

― Estás pidiendo que formemos parte de una guerra de la cual no nos incumbe.

― Su majestad, solamente pedimos que nos permita quedarnos hasta que la princesa esté lista para regresar.

― ¿Y en cuánto tiempo pretendes que suceda eso?

― Solo veinte años.

― Nadie está listo en veinte años.

― Los ekhronianos son diferentes, su majestad ―habló por primera vez Sayura. ― Durante nuestra estancia en Ekhros, los hemos visto aprender sobre combate, magia y otros dones que les fueron dados con rapidez.

― Le pido su majestad… ―dijo Sipros, se inclinó de nuevo y continuó: ― le suplico, permítanos quedarnos aquí.

Un silencio se prolongó por el salón, no se escuchaban susurros, excepto por los pujidos de la bebé que se revolvía en los brazos de Sayura. Segundos después, el rey Dymur se puso de pie y caminó hacia ellos, se detuvo a unos pasos de Sayura y observó a la bebé de ojos plateados.

― Tiene sus ojos… ―comentó, miró ahora a su hermano y luego miró a unos de sus sirvientes quien se acercó a él con un abrigo en las manos, se lo entregó al rey, y continuó: ― primero, regresa a tu forma humana ―le ofreció el abrigo y Sipros asintió con la cabeza.

El maná en forma de partículas lo envolvió por completo, al igual que Sayura, su cuerpo se fue encogiendo hasta tomar la forma de un hombre musculoso de piel bronceada, su cabello blanco caía en cascadas sobre su rostro, una barba blanca prominente cubría parte de su rostro que no aparentaba más de cuarenta años, lentamente se puso de pie sobre sus dos piernas y luego tomó el abrigo que le ofrecían.

― Ha pasado un tiempo… ―dijo Dymur ablandando las expresiones de su rostro, sus labios se curvaron en una media sonrisa― viejo hermano.

―… El viejo eres tú ―dijo Sipros sonriéndole, momentos después ambos hermanos estaban riendo y fundiéndose en un abrazo fraternal.

― Hace cuatro mil años que no te veía ―dijo Dymur separándose de él― el tiempo parece haber hecho meya en ti. ―miró la cicatriz en su ojo.

― Y en ti parece que ha trabajado bien, ―se miraron a los ojos y luego sonrieron.

― Pueden quedarse… ―miró a ambos― todo el tiempo que quieran.

― Se lo agradecemos su alteza ―dijo Sayura con una sonrisa en su rostro.

― ¡Preparen el gran salón! ―ordenó Dymur, extendiendo su mano en un gesto majestuoso. ― Esta noche celebraremos no solo el regreso de mi hermano, sino también, el regreso de la Sayura. ―miró a sus guardias, sirvientes y concejales y continuó: ― cuando anuncien su regreso, no mencionen a la bebé ―ordenó con voz firme, cada orden dada del rey siempre era respetada y seguida, nunca se filtraba información que no era ordenada por él, su palabra era ley.