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Chapter 17 - Capítulo 6 (parte II) - Itarmi

Todos los presentes asintieron con la cabeza, aunque el motivo del regreso de ambos no fuera porque ya era la hora de hacerlo, sino más bien un escape. Pero, aun así, habían regresado, al menos por unos años.

Los sirvientes y los guardias se apresuraron a cumplir las órdenes del rey.

Mientras los preparativos eran realizados, Sipros, Sayura y la bebé fueron escoltados a una habitación para que pudieran descansar hasta la hora de la celebración, habiendo tomado un baño y cambiarse a atuendos tradiciones, Sayura salió de la habitación con Amiona en sus brazos, luciendo un vestido de telas suaves de los colores celestes y dorados que caían hasta cubrir sus pies, la mitad de su cabello iba recogido en un moño y la otra mitad caía por sus hombros, la ausencia de una de sus alas era muy notoria, así que se preparó mentalmente para todas las miradas que recibiría.

Las luces titilaban, y el ambiente adquiría una energía vibrante. Sayura, observaba con gratitud la calidez que los rodeaba, caminaba por el pasillo hacia el gran salón, mirando las maravillas que decoraban este lugar. Los recuerdos que tenía de ese lugar aún estaban intactos, todo era tal y como lo recordaba. Cuadros en las paredes contaban historias de victorias pasadas, y los candelabros brillaban como estrellas dentro del palacio. Bajó su mirada a Amiona que la miraba a ella fijamente, sus pequeñas manos se estiraban para tomar los mechones de pelo que colgaban sobre sus hombros, sonreía mientras sus manitas apretaban los mechos y se los llevaba a la boca.

― Aquí crecerás a salvo, yo te enseñaré a pelear, a usar una espada ―sonrió dulcemente y besó su frente― yo voy a cuidar muy bien de ti. Prometo, que recuperas todo lo que te fue arrebatado.

La princesa Amiona sería su mayor responsabilidad, siguió su camino hasta el gran salón. Al entrar la música de Itarmi entonaba canciones de esperanza y renovación, canciones que no había escuchado en mucho tiempo, en cuanto cruzó las puertas, las miradas de los presentes, rostros conocidos y a la vez desconocidos se posaron en ella, la música se detuvo momentáneamente para que pudiera ser anunciada, ella se sintió incomoda por las miradas de los demás, pero Sipros apareció a su lado con un aspecto más joven, ahora que la prominente barba había desaparecido, sus ropas elegantes imperiales mostraban al orgulloso príncipe que recordaba, el miró y dijo en voz baja:

― Mantén la frente en alto, no es una herida de vergüenza.

― Para ellos lo es… ―su voz sonó con amargura― pero, no mostraré debilidad.

― ¡Su majestad, el segundo príncipe Sipros Morn y su compañera la guerrera suprema Sayura Lessh! Hacen acto de presencia.

Bajaron las escaleras con elegancia y con la frente en alto, muchos de los presentes murmuraban sobre su regreso, la historia de lo que había sucedido en Ekhros ya había recorrido la ciudad, pero lo inesperado estaba en los brazos de Sayura: la pequeña bebé.

Los Letohoiko, conocidos por su olfato excepcional, intercambiaban miradas de duda y susurraban entre ellos. Todos intentaban identificar a la bebé sin éxito. La bebé no tenía ningún olor de las familias que conocían, lo que generaba un aura de misterio en torno a su identidad.

― ¿Qué crees que esto signifique? ―murmuraba uno de los nobles al oído de su compañera. ― Esa niña no huele a nadie que haya conocido.

― Probablemente sea un hijo de Ekhros ―susurró.

― Pero ¿por qué traerían a un hijo de Ekhros?

Lo que suscitaba aún más dudas y especulaciones. Sayura, consciente de las miradas y los susurros, sostenía firmemente a la pequeña con una mezcla de ternura y determinación. A su alrededor, las miradas de los nobles y guardias se mostraban entre la incredulidad y la desconfianza.

― ¡Todos los presentes, su majestad, el rey Dymur Morn, hace acto de presencia!

El rey Dymur entró en el gran salón, su figura imponente demandando silencio y atención. Bajó las escaleras del salón y miró alrededor, sus ojos perspicaces registrando cada expresión de duda y curiosidad.

― ¡Familias de Itarmi, demos la bienvenida a nuestro hermano y hermana! ―Su voz resonó firmemente, dejando claro que no habría más cuestionamientos en ese momento, solo la celebración tendría lugar.

Los presentes observaron con respeto, aunque las preguntas no formuladas seguían colgando en el aire.

Todos alzaron sus manos en aplausos, la música y las danzas continuaron, pero una tensión palpable se mantenía latente. Los invitados disfrutaron de la fiesta, por ahora solo eso importaba, no había espacio para las respuestas que querían, para eso estaba mañana, sí, mañana comenzaría la búsqueda de respuestas.

*** 

Al día siguiente después de que Sayura alimentara a Amiona, Sipros se acercó a ella.

― Pensé que dejarías que los sirvientes se encargaran de ella ―comentó tomando asiento a su lado en el sofá.

― No tengo problemas en hacerlo yo misma, además, me siento muy sobre protectora con ella ―sus ojos temblaron momentáneamente.

― El vínculo que formamos con ellos aún se siente doloroso ―arrugó su entrecejo y apretó su mandíbula.

― Fueron varios siglos los que estuvimos con ellos, vimos vivir y morir toda una gran generación de descendientes… ―la amargura y tristeza sonaba en sus palabras― le hicimos una promesa que no pudimos cumplir ―su voz se quebró por un momento.

Recordando el pasado, las palabras de una promesa que se hicieron hace varios siglos al primer rey Amion, sintieron el dolor de haber roto la promesa. Cuando la profecía fue revelada por primera vez, hicieron una promesa, de mantener a salvo a la familia Kums durante muchas generaciones, pensaron que después de tanto tiempo, la profecía no se cumpliría. Tenían pensado regresar a Itarmi después de que la reina Ukreel diera a luz, pero en cuanto vieron que su hijo era una niña de ojos plateados, sabían que la profecía se cumpliría en cualquier momento. El desenlace no era el que se esperaban, casi toda la familia muerta. El dolor de la pérdida de las personas a las que amaban mucho se sentía como si estrujaran su corazón.

Se sentaron en silencio, cada uno consumido por sus pensamientos. El peso de sus promesas incumplidas se sentía como una carga insoportable. Sabían que la única manera de redimirse era proteger a Amiona, la última esperanza de la familia Kums.

― Al menos cumplamos la promesa que le hicimos a la reina ―Sipros soltó un suspiro y acarició la mejilla de Amiona.

***

En los días siguientes Sipros fue convocado ante su hermano Dymur, ellos conversaron sobre la vida que Sipros tuvo durante su estadía en Ekhros, y Dymur le contaba sobre como el reino había logrado avanzar y crecer durante sus siglos como gobernante.

― Así que los representantes de cada clan familiar de tierras lejanas aceptaron vivir juntos en nuestro reino.

― Todo fue después de gran guerra entre Itarmi y Ekhros. En parte también fue por la ayuda de Amion, quien unió a los clanes familiares para pelear juntos. Lo que nuestro padre nunca logró, lo hizo un forastero de otro mundo.

― Amion tenía el don de convencer a cualquiera, sin importar si era de su mundo o no. ―sonrió recordando a su antiguo amigo― el reino se ve prospero hermano. ―fijó su mirada fuera del balcón. Las casas formadas por todas las familias Letohoiko lucían magníficas, teñidas de múltiples colores, cada uno representando una familia.

― Así es. En unos días mi esposa y mis hijos regresarán de las montañas Tígrin, justo antes de la Ceremonia de Luz Ancestral. Mi hijo mayor revelará su forma humana. ―Sipros asintió, recordando tiempos pasados.

― Recuerdo la primera vez que fue revelada tu forma humana, te veías como un niño escuálido e indefenso. ―ambos sonrieron.

― Padre estaba preocupado de que esa figura se mantendría por siempre. Dado que hay algunos casos en los que ningún Letohoiko ha podido fortalecer su figura humana. ―una sombra cubre sus ojos.

Lamentablemente los Letohoiko que revelan su forma humana escuálida, era casi imposible que la fortalecieran, esos Letohoiko tiende a sufrir perdida de maná y acortar su vida al transformarse. Debido a eso, Dymur pasó por muchas dificultades. Sipros asintió con la cabeza y dijo:

― Y con el tiempo, demostraste que no fue así. Te convertiste en un hombre muy fuerte.

― Gracias ―asintió levemente con la cabeza.

Su conversación continuó, recordando viejos recuerdos, fue agradable para ambos ese momento. Hacía mucho tiempo que Dymur no tenía una conversación con su hermano, extrañaba esos días en los cuales ellos pasaban horas hablando como buenos amigos, su relación fue muy cercana, ambos eran el mejor amigo del otro. Y esa separación fue dura para ambos, pero Sipros había hecho una promesa a Amion y por ese motivo, permaneció en Ekhros hasta cumplirla, lamentablemente las circunstancias lo obligaron a regresar por tiempo limitado, la nueva promesa que había hecho a Ukreel, tenía que cumplirla. Se encargaría de que Amiona recuperara su reino, y cuando lo lograra, entonces, volvería de nuevo a Itarmi, y esta vez para siempre. 

***

Luego de su conversación con su hermano, Sipros volvió a la habitación donde lo esperaban Sayura y Amiona, Sipros le comentó a su compañera que ya las reparaciones de su antigua casa estaban marchando bien segundo lo que le había informado su hermano y que en dos días podían regresar a su antiguo hogar.

― Pensé que esa casa había sido entregada a una familia ―comentó Sayura.

― También pensé lo mismo, pero Dymur decidió conservarla para nuestro regreso, se ha estado dándole mantenimiento año tras año, pero cuando revisaron bien, descubrió que había algunos desperfectos que necesitaban arreglo.

― Su alteza es muy considerado.

― Si los papeles fueran diferentes, también habría hecho lo mismo.

― Lo sé. Ustedes comparten un gran corazón ―colocó la palma de su mano en el pecho de Sipros y sonrió con cariño.

― Hace un tiempo que no compartíamos tiempo juntos, así ―dijo de forma seductora.

― Ahora que estamos aquí, podemos dedicarnos más tiempo, vivir como familia ―en su mirada había añoranza.

Sipros sabía que Sayura quería formar una familia, pero debido a su promesa, no podían formarla, además de que no querían que sus futuros hijos nacieran en Ekhros, ellos querían formar su familia en Itarmi, y ahora sería un buen momento. Colocó la palma de su mano derecha en la mejilla de ella y juntó sus frentes, soltó un suspiro y luego besó sus labios. Fue un beso tierno, lleno de amor y deseo.