HACE 12 AÑOS ATRÁS
Mi madre era la mejor. Siempre jugaba conmigo y me daba lo que yo quería, o al menos la mayoría de las veces. Era muy cariñosa conmigo y me quería tanto como yo la quería a ella. Éramos una familia muy unida.
A mis siete años de edad mi madre comenzó a mandarme a la escuela, un lugar donde conocería nuevas personas, aprendería muchas cosas y haría buenos amigos y amigas. Hasta el momento éramos solo ella y yo, pero pronto había hecho varios amigos en la escuela, y comencé a conocer a otros amigos de mi madre.
A veces yo traía a mis amigas a jugar a casa, otras veces era mi madre que traía a sus amigos. Siempre venían uno o dos de sus amigos a visitarla, mi madre me decía que, si escuchaba algunos golpes o sonidos extraños, que no me preocupara, que no era algo importante.
Los amigos de mi madre eran muy amables conmigo, casi siempre me regalaban algún juguete para que pudiera jugar. Mientras yo jugaba con mi nuevo juguete ellos iban a conversar a la habitación de mi madre.
Siempre cerraban con llave la puerta, unas veces quise entrar para mostrarle lo que podía hacer a mi madre, pero el cerrojo puesto no me dejaba pasar. Dentro se escuchaban algunos golpes y sonidos extraños que creía que eran de mi madre. Ella me dijo que no debía preocuparme por eso así que siempre me daba media vuelta y volvía a mi habitación a jugar.
A veces ella invitaba a sus amigos a cenar y se quedaban a dormir en casa, ya que era muy tarde para que volvieran a sus casas. Esas veces, cuando ya era hora de dormir, mi madre me arropaba con mucho cariño y se despedía de mí, cerrando mi habitación con llave antes de salir para evitar que hiciera alguna travesura, según ella.
—Duerme bien hija ¿si? Y recuerda, si escuchas ruidos extraños no te preocupes, estaré hablando un rato más con mis amigos y luego nos dormiremos también ¿De acuerdo?
—Está bien mami, que descanses —le respondí.
Ella me dio un beso en la frente y se despidió deseándome buenas noches.
Siempre solía dormirme rápido y tenía un sueño algo profundo, pero de todas las veces que mi madre invito a sus amigos cenar solo unas tres veces me desperté en medio de la noche.
Una vez me desperté a eso de las 03:54 am, por alguna razón, y no lograba volver a conciliar el sueño. Me levanté de la cama y fui hacia la puerta para ir en busca de un vaso con agua, pero no recordaba que la puerta de mi habitación estaba cerrada con llave.
Estuve unos minutos tratando de abrirla hasta que logre escuchar algunos sonidos extraños provenientes del salón. Pegue mi oído a la puerta para identificar los sonidos y logre diferenciar la voz de mi madre, en medio de unos gritos.
–Aahhhhggg~ ¡Sii!~ Asiii~ ¡con más fuerza!~ Mmmgghhh!~
De pronto escuché a mi madre comenzar a balbucear y su voz se había callado, le siguieron sonidos de golpes y luego de un momento otra vez la voz de mi madre comenzó hacer esos ruidos extraños.
Me alejé de la puerta y volví a mi cama, ella me había dicho que no me preocupara. De seguro mi madre comenzó a jugar con sus dos amigos que se quedaron a cenar a algún juego infantil y le avergonzaría que yo supiera que unos adultos jugaran a juegos de niños. Me recosté en mi cama y seguí escuchando los sonidos de mi madre, esta vez menos reconocibles, hasta que volví a encontrar el sueño.
Algunas mañanas mi madre me despertaba con un muy buen humor, yo me ponía contenta por ella. Esas mañanas, mientras nos alistábamos para ir a la escuela, podía notar que en su habitación se encontraba su amigo aun durmiendo en la cama de mi madre.
—Mami ¿tu amigo se quedó a dormir anoche? —le pregunté curiosa luego de señalar la puerta entreabierta de su habitación.
—¿Eehhh? ¡Ahh, si! Pasa que anoche terminamos de hablar demasiado tarde y era peligroso para él volver a su casa –me contesto mi madre mientras cerraba la puerta de su habitación rápidamente y me dedicaba una sonrisa.
Luego me guio hasta el salón para terminar de desayunar y poder llevarme a la escuela.
–Vamos, vamos, que a las niñas curiosas se la lleva la bruja del cambio
–¡Mamá! Ya soy grande para creer en esas cosas...
Después de eso terminamos de prepararnos para irnos a la escuela.
Y así pasaron los años de mi infancia, alegres y felices junto a mi madre. Pero mientras iba creciendo mi madre parecía alejarse más de mi lado. Recuerdo que a mis 13 años fue la primera vez que ella me dejo sola en casa, diciéndome que debía atender un asunto urgente en su trabajo. Por lo que sabía mi madre trabajaba en una importante empresa de publicidad.
Después de esa noche ella comenzó a salir más seguido, y sus amigos no volvieron a pasar por nuestra casa.
A mis 15 años comenzaba a adentrarme en el mundo adolescente, lo cual significaba nuevos cambios para una chica. Mi cuerpo comenzó a desarrollarse con rapidez, debido a los genes de mi madre, mis pechos crecieron cada vez más, y mis piernas y caderas se hacían más anchas.
Mi madre me explico todos los nuevos cambios por los que pasaría y juntas comenzamos esta nueva etapa de mi vida. Aunque ella estaba más ausente que antes. Siempre llegaba tarde a casa y entre su trabajo y mi escuela teníamos poco tiempo para conversar de madre a hija.
Recuerdo que una noche, cuando ya tenía 16 años, escuche algunos ruidos extraños provenientes del salón. Tenía miedo de que fuera algún ladrón, esa noche estaba a cargo de la casa, mi madre había vuelto a salir y no volvería hasta el día siguiente.
Me armé de valor y salí de mi habitación con una escoba en mis manos como arma de protección. Camine lentamente hasta el salón, pero no había nadie allí. Los ruidos volvieron a escucharse y yo seguí el camino hasta la habitación de mi madre, donde se escuchaba que provenían esos ruidos.
Cuando me acerque la puerta estaba entre abierta, el miedo se atoraba en mi garganta y estaba lista para golpear al ladrón con la escoba. Cuando mire dentro, por el pequeño espacio que había entre la puerta y el marco, me lleve una gran sorpresa.
No se trataba de un ladrón, sino que era mi madre que había vuelto del trabajo. Pero no estaba sola allí en su habitación. Mi rostro se sonrojó de inmediato mientras veía a mi madre ser manoseada por un hombre. No parecía que fuera algo en contra de su voluntad.
Fue entonces cuando recordé que mi madre llevaba soltera desde que tenía memoria, podía entender que ella también necesitaba de estas cosas. Y si fuera con un hombre que amara sería mucho mejor. Por alguna razón no logre apartar la mirada de allí, mi madre se encontraba solo con su falda y su sostén que cubría sus grandes pechos. El hombre recorría su cuerpo con ambas manos y la besaba por todas partes.
Mi rostro estaba completamente rojo mientras miraba y escuchaba esos sonidos lascivos. Cuando vi a mi madre arrodillarse frente al hombre me di media vuelta y volví a mi habitación. Trate de volver a dormirme, pero ahora era algo imposible.
Mi cuerpo se encontraba con una alta temperatura, de alguna forma mi respiración era profunda y constante. No sabía que me estaba pasando. Bueno, si lo sabía en realidad, pero no quería aceptarlo. Mi cuerpo se sentía más inquieto y mi mente comenzó a jugar libremente con mi imaginación.
Mi entrepierna se sentía bastante húmeda y no podía controlarme. Decidí caminar un momento por mi habitación para calmarme, pero eso había sido una mala idea. Cuando pasaba por la puerta podía escuchar los sonidos lejanos que mi madre emitía desde su habitación. No pude aguantarlo más y mi cuerpo me llevo hacia el pasillo.
Volví a la puerta de mi madre y noté que no la había cerrado, eso explicaba el como habían llegado esos sonidos hasta mi habitación. Los jadeos y gemidos de mi madre se escuchaban con fuerza y su cama rechinaba y se golpeaba contra la pared.
—¡¡Aahhhggg!!~ Sii~ ¡¡Dioss!! ¡Se siente genial!~
—Aahhh... no deberías hacer tanto ruido... tu hija podría escucharnos...
–¡AAahhhggg!~ tranquilo...~ ¡Mmmgghhh!~ ella está durmiendo ahora... Aaayyyy~ ¡Sii!~ además ¿Quién fue el que perdió la reservación de hotel?
Luego de eso se escuchó un golpe seco y mi madre emitió otro gemido con fuerza. Cuando acerque mi cabeza y vi por la puerta hacia la habitación de mi madre, la vi a ella, montada encima de ese hombre mientras saltaba y se movía con mucha rapidez.
Parecía que era ella que lo tenía contra el reposo de la cama y fuera ella la que controlara todo. Mi madre no paraba de gemir y de moverse, y el hombre cada tanto le daba una nalgada y luego comenzaba a besar uno de sus pechos.
Me quede mirando unos momentos aquella escena y no supe cuando fue que mis manos fueron a parar a mi entrepierna y a mi pecho. Estos se movían y frotaban esas partes de mi cuerpo de manera automática. Cuando mi madre emitió un gemido aún más fuerte ella y el hombre se detuvieron unos segundos. Luego comenzaron a moverse para cambiar de posición.
En ese momento entré en pánico y volví corriendo en silencio a mi habitación. Entre y cerré la puerta rápidamente, exaltada, más por otra cosa que por la repentina corrida, me apoye contra la puerta y me senté en el suelo. Tenía mis dedos mojados y no tarde mucho en volver a oír los gemidos y jadeos de mi madre, esta vez más alejados.
No podía creerlo, ellos continuaban cogiendo, y tampoco podía creer que estuviera atenta escuchando con la oreja pegada a mi puerta. Aquella vez fue el primer contacto sexual que tuve en mi vida. No porque hubiera visto como mi madre tenía sexo con un hombre, sino que, sin darme cuenta, comencé a masturbarme y a tocarme para calmar mis intensos deseos sexuales que comenzaba a experimentar sin saberlo.
Esa noche había tenido el primer orgasmo de mi vida. Tanto mi madre como yo nos habíamos corrido esa noche, la diferencia era que estaba segura de que ella había tenido varios, y yo solo tuve uno.
Después de esa noche mi madre nunca más volvió a traer a alguien a casa. Lo que más me extraño fue que tampoco me haya contado sobre su relación con ese tipo. Pasaron uno, dos, tres años y no volví a saber más sobre algún inconveniente parecido. A menos por parte de mi madre.
A mis 17 años tuve mi primer novio y, con él mis primeras experiencias amorosas y sexuales. Aprovechando que mi madre no estaba mucho en casa, lo invitaba a venir y algunas veces se quedaba a dormir conmigo. Con la obvia razón de poder coger con la intimidad que se merecía.
Junto con los buenos momentos vinieron otros malos, engaños, rupturas y malos momentos que pase y me cambiaron de alguna forma. Después de 3 novios distintos en esos 3 años, decidí no volver a confiar en algún hombre que tenga alguna intención sexual hacia mí. A mis 19 años era la viva imagen de mi madre, con pechos grandes y firmes, unas caderas anchas y trasero grande. Delgada y con unas piernas largas y algo gruesas. Tenía un aspecto demasiado sensual y eso atraía la mirada de muchos hombres. Mi madre me había dicho que se debía a sus genes maternos. Mientras ella lo veía como un beneficio yo lo veía como una maldición, algo que me traía problemas.
Ya había terminado la escuela y estaba en busca de algún trabajo mientras me preparaba para ingresar a la universidad. Un día tuve que visitar a mi madre en su trabajo por un asunto urgente que había sucedido. Era extraño que, en casi 12 años de recuerdos, nunca haya visitado el trabajo de mi madre.
Desde luego no sabía todo lo que cambiaría mi vida después de esta visita. Pero después de esto ya nada volvió a ser como antes y me esperaba un gran camino de sorpresas y tragedias al que debería enfrentar.